¿Qué tienen en común Detroit, Amani, Chernóbil y Swona? Que son todos lugares donde las catástrofes naturales o sociales arrasaron con la vida humana y quedaron abandonados “a la buena de Dios”. Paisajes inquietantes y desolados a los que la joven periodista escocesa, Cal Flyn, viaja para escribir una serie de crónicas que tienden al ensayo, o viceversa. Cuenta lo que observa, y desde allí reconstruye la historia de devastación, dejando testimonio de lo que parece entender como un impulso autodestructivo de la humanidad. El registro no es de denuncia ni de análisis social o político. Tampoco se apela al lenguaje del activismo, más allá de la oposición de la autora al “cambio climático”. Con todo, estas páginas carecen de un tono apocalíptico o pesimista. Por el contrario, se deslumbran ante la capacidad “resiliente” de la naturaleza al constatar cómo, luego del desastre, las condiciones inhóspitas posibilitan el desarrollo espontáneo de ecosistemas rudimentarios.

Un retorno de la vida silvestre, que no sólo lleva a interrogarse sobre los claroscuros del “desarrollo”, sino que pone directamente en tensión su matriz androcéntrica de origen cristiano. Nature writing, dirán los buscadores de tendencias para etiquetar esta perspectiva que pone el ojo en las fuerzas vitales que operan en el mundo natural. Una suerte de poshumanismo donde, ante la desolación y la impotencia humana, el poder de la naturaleza queda en primer plano.

Cal Flyn. Fiordo; Buenos Aires, 2023. 352 páginas, 1.090 pesos.