El debate historiográfico sobre cuándo debe situarse la “partida de nacimiento” del país, si el 25 de agosto de 1825, con la declaratoria de la independencia respecto del Brasil, o el 18 de julio de 1830, con la jura de la primera Constitución, fue zanjado por la dictadura sin mayor alternativa de discusión. A dos años del golpe de Estado, la llegada de 1975 dejaba servida la posibilidad de poner manteles largos en la mesa para un nuevo menú ideológico. La palabra era exquisita, tanto en el sentido castellano como en el portugués: sesquicentenario. Seis sílabas que son examinadas en esta oportuna reedición de un interesantísimo libro que había sido publicado en 1996 y que no sólo mantiene su vigencia, sino que la aumenta y sirve para volver a pensar la dictadura, a 50 años del golpe de Estado, desde una perspectiva que va más allá de la represión y que se interna en su proyecto “fundacional”. Lo que las autoras llaman “el intento dictatorial por reformular los contenidos y modalidades de la identidad nacional”.
Un primer mojón es imponer la palabra “orientalidad”. Un concepto casi esotérico que se separa de aquellos orientales de Artigas ya que, en la pirueta, el nombre antecede a lo nombrado. Es el granito sobre el que se sostiene lo insostenible: Artigas como héroe uruguayo. No puede decirse que el prócer no hubiera ni siquiera imaginado un país independiente, sino que esa patria es posible hoy porque su propia idea precedía al héroe, estaba allí en forma casi amniótica. Era el invisible cordón que lo impulsaba. Así, se enlaza la gesta de Artigas de 1811 con la cruzada Libertadora de 1825, se dejan de lado las protodivisas que podrían asociar a Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera con partidos políticos del presente, y se los coloca como continuidad directa del “padre”.
El libro analiza esa operación, que más que historiográfica fue teológico-semántica, pasa revista tanto a la megaexposición realizada en el vacado Palacio Legislativo, de formato innovador, como las pequeñas actividades que se desarrollaron en todo el país para festejar los 150 años de los hechos de 1825. A la vez, se enfoca en lo postergado, como fue el mausoleo de Plaza Independencia, que no pudo o no quiso (estaban las disputas internas entre las Fuerzas Armadas y el presidente Juan María Bordaberry) terminarse a tiempo. Vale la pena asomarse a esos intentos y compararlos con las “batallas culturales” de los napoleones del presente.
Isabella Cosse y Vania Markarian. Estuario, 2023. 206 páginas, 690 pesos.