El 15 de marzo de 2003 nevaba de forma copiosa en Jerusalén. Avi Dichter, entonces jefe del Shin Bet, el servicio de inteligencia interior de Israel, también conocido como Shabak, tuvo que recorrer a pie parte del camino hasta la casa de Matti Steinberg, en el barrio de Beit Hakerem. Tiene que decirle que ya no quiere sus servicios. Al hacerlo, se priva del mejor especialista en el caso palestino1 que, a lo largo de décadas, fue sucesivamente el principal analista del Mossad, del servicio de inteligencia militar y luego del Shin Bet. A contracorriente de la política del gobierno, el experto criticó el rechazo del primer ministro Ariel Sharon (2001-2006) a la iniciativa de paz presentada en marzo de 2002 en la Cumbre de la Liga Árabe en Beirut por el rey Abdullah al Saud2. Este plan, que sigue siendo hasta hoy la posición oficial de la Liga, propone una normalización definitiva entre Tel Aviv y sus vecinos árabes a cambio de la retirada total de Israel de los territorios árabes ocupados en junio de 1967.
Steinberg, que también cuestiona la política de liquidaciones selectivas de dirigentes palestinos, está convencido sobre todo de que los dirigentes del país ponen en peligro su propia existencia al considerar la situación sólo desde el punto de vista de la seguridad. Según sus análisis, solamente la creación de una Palestina independiente puede permitir a Israel seguir siendo un estado judío y democrático. Steinberg, en la actualidad un académico de renombre, no ha dejado de hacer oír su voz en las dos últimas décadas. En 2005 intentó, sin éxito, hacer comprender a los responsables militares y políticos que el desmantelamiento unilateral de los asentamientos de Gaza por parte de Sharon conduciría a un desastre estratégico. ¿Por qué se tomó semejante decisión? En ese entonces, Dov Weissglass, abogado y estrecho asesor del primer ministro, se había ido de boca al revelar las verdaderas intenciones del gobierno al diario Haaretz: “[La retirada de Gaza] significa congelar el proceso político. Y cuando se congela este proceso, se impide la creación de un Estado palestino y cualquier debate sobre los refugiados, las fronteras y Jerusalén” (8 de octubre de 2004). Tras esta retirada, Tel Aviv se negó a reforzar la fuerza policial de la Autoridad Palestina en Gaza y, en julio de 2007, prohibió al Ejército israelí apoyar a esa misma fuerza policial durante el golpe de Hamas para hacerse con el control del enclave. Desde el punto de vista de los dirigentes militares y políticos israelíes, la opción del statu quo significaba dejar que la organización islamista gestionara su territorio, mientras se debilitaba a la Autoridad Palestina presidida por Mahmud Abbas desde Ramallah, en Cisjordania. Se olvidaba así, explica Steinberg, que Hamas, movimiento fundamentalista, no limitaba sus ambiciones al enclave y situaba la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, en el centro del territorio a conquistar.
Cuando Benjamin Netanyahu volvió al poder en 2009, continuó esta estrategia de mantener a Hamas en el poder en Gaza, por ejemplo, autorizando a Qatar a financiarlo. En 2019, explicó a los diputados del Likud que quien quiera impedir la creación de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamas y la transferencia de fondos hacia el movimiento3. Al formar, en diciembre de 2022, el gobierno más anexionista de la historia de Israel, el primer ministro entregó las llaves de la colonización a Betzalel Smotrich, nombrándolo ministro de Finanzas además de ministro de Defensa –y en esta calidad responsable de la administración civil de Cisjordania–. En 2017, este colono mesiánico publicó un plan diseñado, según él, para garantizar la victoria de Israel. En realidad, se trataba de una declaración de guerra al movimiento palestino. El plan ofrecía a los “árabes de Judea-Samaria”, es decir Cisjordania, la opción de “permanecer y vivir como individuos en el Estado judío”, con la condición de que “aquellos que no quieran o no puedan renunciar a sus ambiciones nacionales recibirán ayuda para poder emigrar a uno de los muchos estados árabes”4.
La postura de Hamas
Mientras se dedica a sus actividades académicas, Steinberg sigue de cerca y con preocupación las reacciones palestinas a estos acontecimientos. En los sitios web de Hamas, observa un aumento de la retórica escatológica. Si el jeque Ahmed Yassin (1937-2004), fundador de la organización, había anunciado que “la entidad sionista” desaparecería en 2027, el antiguo analista del Shabak observa que los teólogos de Hamas parecen decididos a anticipar la profecía. El pasado 25 de agosto, Salah Al Aruri, vicepresidente del buró político de Hamas y cofundador de su brazo armado, las brigadas Izz Al Din Al Qassam, declaró en Al Mayadeen, una cadena de televisión libanesa próxima a Hezbollah: “Betzalel Smotrich quiere un gran conflicto que le permita desplazar a los palestinos de Cisjordania y de los territorios palestinos ocupados en 1948. Veo ante nosotros un escenario inminente en el que libraremos una intensa batalla, pero cuyo resultado tendrá importantes repercusiones en la situación de Palestina y de la región”5. En esta entrevista, Al Aruri sólo se refiere a Cisjordania, sin decir una palabra sobre Gaza. Una omisión –¿deliberada?– que puede haber contribuido a desviar la atención de Tel Aviv de lo que se estaba preparando en el enclave, pero que no pasó desapercibida para Steinberg.
Muy temprano en la mañana del 7 de octubre, Israel sufrió la mayor derrota militar de su historia. Miles de milicianos armados atravesaron la barrera de seguridad construida alrededor de Gaza, invadiendo y conquistando las bases militares vecinas. Con motivo de Simjat Torá, la festividad de la Torá, el Estado Mayor los había desarmado para garantizar la seguridad de los colonos de Cisjordania. Tras matar y hacer prisioneros a decenas de soldados, hombres y mujeres, los atacantes entraron en 22 ciudades israelíes para masacrar a sus habitantes y secuestrar civiles de todas las edades. El 20 de diciembre, el último balance de víctimas de este atentado ascendía a 859 civiles, 278 soldados y 44 policías muertos en el bando israelí, sin contar los 255 rehenes llevados a Gaza (118 fueron liberados durante la tregua de noviembre). Murieron casi 1.000 atacantes. El ejército tardó cuatro días en recuperar el control total de la frontera.
Por primera vez desde 1973, Tel Aviv decretó una movilización general y llamó a 360.000 reservistas. Israel pasó a la ofensiva, con el objetivo de destruir las capacidades militares y políticas de Hamas y liberar a los rehenes retenidos en Gaza. Tras una intensa campaña de bombardeos aéreos, comenzó una amplia operación terrestre, apoyada por el gobierno estadounidense y varios estados occidentales. Un puente aéreo masivo suministró al Ejército israelí misiles y municiones provenientes de los arsenales estadounidenses. El 9 de diciembre, según el Ministerio de Salud controlado por Hamas, más de 17.700 palestinos habían muerto en Gaza, entre ellos 7.000 niños6. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 18 por ciento de las viviendas resultaron dañadas o destruidas.
Imagen internacional
Tras varias semanas de apoyo activo, el presidente de Estados Unidos alzó por fin la voz el 12 de diciembre: “Estos bombardeos indiscriminados están haciendo que Israel pierda su apoyo internacional y Benjamin Netanyahu debería cambiar de gobierno –advirtió Joe Biden–. No quieren nada ni remotamente parecido a una solución de dos estados. Quieren venganza no solamente por lo que ha hecho Hamas, sino por todos los palestinos. No quieren una solución de dos estados”.
Netanyahu reaccionó el mismo día reiterando su rechazo a un Estado palestino. Tampoco aceptaría la creación de la Autoridad Palestina en Gaza. “No voy a permitir que Israel repita el error de los Acuerdos de Oslo. No voy a permitir la entrada en Gaza de quienes educan para el terrorismo, apoyan el terrorismo y lo financian. Gaza no será ni Hamastán ni Fatahstán”.
¿Cómo reaccionaría la población israelí en caso de crisis con Estados Unidos? En una encuesta reciente, el Israel Democracy Institute planteó la siguiente pregunta: “¿Debería Israel aceptar el principio de una solución de dos estados para seguir recibiendo ayuda de Estados Unidos?”. Apenas el 35 por ciento de los judíos encuestados respondió de modo afirmativo, y el 52 por ciento rechazó tal opción7. “Los israelíes no están especialmente conmocionados por la destrucción en Gaza porque la opinión pública está muy caldeada –afirma la profesora Tamar Hermann, que codirigió la encuesta–. Todos los días nos enteramos de que han matado a rehenes y luego nuestros soldados mueren en combate. En mi opinión, habría sido preferible que el Ejército utilizara medios más sofisticados y menos destructivos para garantizar la ética de combate de Israel. Pero dudo de que ello hubiera cambiado algo en la opinión internacional sobre el país”.
Por su parte, Steinberg se muestra muy crítico con la estrategia del gobierno. “Más allá de las consideraciones morales y jurídicas, hay que decir que, en ausencia de una estrategia, la venganza no puede ser una política. Dejar al Ejército en la estacada contra la población civil de Gaza representa un peligro para Israel. Al empujar a su principal enemigo a reaccionar de forma exagerada, las organizaciones terroristas pretenden deslegitimarlo ante la opinión internacional. Esto, a su vez, les da una forma de legitimidad. Si Israel no se retira de Gaza, se enfrentará a una forma de guerrilla omnipresente, cuyo objetivo será sumirlo en una situación idéntica a la que vivió en el sur de Líbano. Esto amenazaría las relaciones con Egipto y Jordania, e incluso podría poner en peligro los tratados de paz con estos países. Hamas saldrá reforzado de esta situación”.
Tensión política interna
Mientras todos los días se celebran funerales de los soldados muertos en combate en Gaza, estas consideraciones apenas son compartidas por un público traumatizado por los sucesos del 7 de octubre. Todos los sábados por la noche, más de 100.000 personas se reúnen frente a la explanada del Museo de Arte de Tel Aviv, conocida como “Plaza de los Secuestrados”. Manifiestan su apoyo a las familias de los rehenes que, a menudo al borde de la desesperación, exigen al gobierno que la liberación de sus familiares sea su máxima prioridad. Frente al Parlamento (Knesset), varias familias cuyos familiares han sido asesinados por Hamas se instalaron en una carpa jurando permanecer allí hasta que dimita el gobierno de Netanyahu. Yaacov Godo, padre de 74 años, de luto, tomó la iniciativa. Su hijo Tom, de 52 años, fue asesinado el 8 de octubre por unos asaltantes en su casa del kibutz Kissufim mientras protegía a su esposa y sus tres hijas, que se salvaron. Godo, activista de la organización Looking the Occupation in the Eye (“Mirar a la ocupación a los ojos”), participaba de manera regular en la protección de pastores palestinos atacados por colonos en el Valle del Jordán. “Esta guerra no tiene sentido –afirma–. Debería haber terminado hace mucho tiempo. No tiene un objetivo definido. Está la terrible destrucción de Gaza, con tantos civiles inocentes muertos, que es incomprensible. También están nuestros soldados caídos en combate. Recuperar a los rehenes es, por supuesto, el objetivo supremo, pero no veo cómo este gobierno y el hombre que está a su cabeza puedan lograrlo”.
Apoyados por muchos israelíes, los manifestantes, entre los cuales también se encontraba David Agmon, general de brigada reservista que fue el primer jefe de Gabinete de Netanyahu en 1996, fueron objeto de insultos y amenazas por parte de los militantes del Likud, que los llaman “izquierdistas traidores”. Uno de los partidarios del primer ministro incluso intentó prender fuego su carpa antes de ser arrestado por la Policía. La organización de las familias de los rehenes también ha sido objeto de ataques similares por parte de partidarios de la derecha y la extrema derecha. Los sionistas mesiánicos ven la guerra como un signo de redención inminente. El profesor Yoel Ellitzour publicó un artículo en Srugim, un sitio web sionista religioso, en el que explicaba que la masacre del 7 de octubre formaba parte de un plan divino para castigar a los israelíes “que han renunciado a la inmensidad del país y a las ciudades de nuestros antepasados y han elegido valores vanos entregándose a abominaciones sexuales”. Tuvo que retirarlo tras las fuertes reacciones que provocó el texto. Pero en este ambiente, la idea de relanzar la colonización de Gaza gana terreno. Tomer Persico, investigador del Instituto Shalom Hartman, teme que la posguerra sea testigo de un fortalecimiento de la derecha nacionalista y de la religiosidad. “El conflicto actual desembocará en un proceso político regional –explica–. Israel emprenderá el camino de la rehabilitación si lo acepta, o seguirá en el círculo vicioso de los años de Netanyahu. Esto significará aislamiento y colapso económico y social”.
Charles Enderlin, periodista, Jerusalén. Autor de Israël. L’agonie d’une démocratie, Seuil, París, 2023. Traducción: Emilia Fernández Tasende.
Miedos cruzados
Instrumentalización de la memoria
El Estado israelí se enfrenta a una paradoja sin solución: debe mostrar que su potencia no tiene límites, como única manera de sembrar el terror en su adversario, pero a la vez debe mantener vivo el miedo de sus ciudadanos. Debe ser invencible, pero estos últimos tienen que volver a sentirse amenazados por un peligro mortal. La única herramienta encontrada para conciliar esas exigencias contradictorias es recurrir al recuerdo del nazismo y del genocidio. Los responsables israelíes siempre lo instrumentalizaron. Los dirigentes árabes y palestinos hostiles a Tel Aviv o a su política, desde Gamal Abdel Nasser hasta Yasser Arafat, uno tras otro, fueron tratados de “Hitler”. Incluso dentro del país, los dirigentes, cuando tomaron conciencia de la necesidad de hacer concesiones para construir la paz, recibieron ese infame calificativo; antes de ser asesinado por los antepasados de los que hoy están en el poder, Isaac Rabin vio cómo su imagen disfrazada del Führer era paseada por las calles. Desde el 7 de octubre de 2023, esta instrumentalización llegó a la cumbre.
La única voz que la criticó provino –¿por casualidad?– del presidente del Memorial de la Shoah de Jerusalén, Dani Dayan, que se expresó en estos términos: “Lamentamos ver a los miembros de la delegación israelí ante la ONU vistiendo una estrella amarilla [...]. Este acto deshonra a la vez a las víctimas del Holocausto y al Estado de Israel. La estrella amarilla simboliza la impotencia del pueblo judío y su dependencia de los demás. Hoy tenemos un país independiente y un ejército fuerte. Somos dueños de nuestro destino”.
Esa retórica alcanzó proporciones tan delirantes que ahora está a punto de autodestruirse, porque hoy por hoy los dirigentes israelíes y sus pares occidentales ya no son los únicos en utilizarla. El cruel asedio de Gaza, los miles de muertos civiles y los bombardeos que no dejan a salvo ningún lugar incitan macabras comparaciones, y algunos no dudaron en aludir al recuerdo del gueto de Varsovia para calificar el tratamiento impuesto a los gazatíes. Así, desde la perspectiva de la opinión internacional, Israel está a punto de salir del bando de las víctimas para unirse al de los verdugos. Es claro que sus dirigentes no se dan cuenta de la gravedad de ese vuelco que puede incluso comprometer su futuro. Porque, hasta ahora, la única legitimidad de la que podía presumir ese Estado era ser el de un pueblo perseguido y de su descendencia. Al menoscabar ese capital, la soberbia israelí se acerca a un precipicio en el cual el país podría caer. El desarme verbal es asimismo una condición no solamente de la paz sino también de su supervivencia.
Sophie Bessis, historiadora. Vea la versión completa de este artículo en eldiplo.org. Traducción: Micaela Houston.
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Matti Steinberg publicó “La Nakba comme traumatisme. Deux approches palestiniennes et leur répercussions politiques”, Le Débat, París, 2017, e In Search of Modern Palestinian Nationhood, Moshe Dayan Center y Tel Aviv University Press, Tel Aviv, 2016. ↩
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Véase Ignacio Ramonet, “Paz ahora”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2002. ↩
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Véase Tal Scheider, “For years, Netanyahu propped up Hamas. Now it’s blown up in our faces”, The Times of Israel, Jerusalén, 8-10-2023. ↩
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Jonathan Ofir, “Israeli rightist Smotrich lays out the vision for apartheid”, mondoweiss.net, 14-9-2017. ↩
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“Al Aruri: Estamos listos para una batalla global y venceremos a Israel de una manera sin precedentes” (en lengua árabe), palinfo.com, 25-8-2023. ↩
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“Death toll in Gaza from Israeli attacks rises to 17,700 – Health Ministry in Gaza”, Reuters, 9-12-2023. ↩
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Tamar Hermann y Or Anabi, “Israelis Sharply Divided on the Question of a Two-State Solution in Return for US Assistance”, The Israel Democracy Institute, en.idi.org, 5-12-2023. ↩