Ucrania, Gaza, los Balcanes, el mar Rojo, el Pacífico... El rugido de las armas está en boga. El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo señala que el gasto militar mundial, en alza en 2022 por octavo año consecutivo, nunca había sido tan significativo en los últimos 30 años (ya sin Guerra Fría): 2,055 billones de euros, es decir, el 2,2 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial. El general Pierre Schill, jefe del Estado Mayor del Ejército francés, alerta sobre “el estruendoso regreso de las grandes guerras, que nuevamente se han convertido en el modo preferido para resolver disputas”1, y “que ponen en marcha un desencadenamiento de violencia paroxístico, en donde los cerrojos morales y jurídicos se hacen añicos bajo los violentos golpes de la barbarie desenfrenada, cuando los creíamos relegados a los libros de historia”.
Las riendas se soltaron en 2014 con la anexión por parte de Rusia de las dos regiones ucranianas de Crimea y el Donbás. Los estados se rearman, las bases industriales de defensa aumentan el ritmo de producción y compiten por las ventas de exportación. Rusia, tras haberse retirado de varios tratados sobre armamento, aumenta en 70 por ciento las partidas militares en su presupuesto de 2024, recuperando los niveles de los años 1980-1990: “Todo para el frente, todo para la victoria”, proclamó Anton Siluanov, ministro de Finanzas ruso, al presentar su presupuesto. Los 10,8 billones de rublos anunciados (109.000 millones de euros), es decir, el seis por ciento del PIB de la Federación, servirán principalmente para relanzar las cadenas de producción acelerada de obuses, tanques y drones, así como para pagarles a los soldados movilizados y para indemnizar a las familias de los fallecidos en el frente. Según una estimación, el Ejército ruso habría lanzado en 2023 más de dos millones de obuses, es decir, el doble del año anterior. El sitio Oryx evalúa en 10.000 el número de equipos terrestres rusos dañados o destruidos en Ucrania.
Los proveedores rusos, habitualmente en segundo lugar en ventas de armas, detrás del indiscutible campeón estadounidense, representan un quinto del armamento adquirido en el mundo, sobre todo en Asia, Medio Oriente y África. Abocados al apoyo a la ofensiva en Ucrania, que ocasionó pérdidas sin precedentes desde la última guerra mundial, no les ha ido bien en materia de exportaciones desde 2022. Además, las sanciones occidentales, principalmente estadounidenses, impidieron que Moscú concluyera importantes acuerdos con Filipinas (helicópteros Mil Mi-17), Indonesia (cazas-bombarderos Su-35) y Kuwait (tanques T-90).
Rusia tampoco puede esperar beneficiarse con los encargos de los exmiembros del Pacto de Varsovia o de los países bálticos, hoy miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN): no obstante, los gastos militares de Lituania entre 2014 y 2022 aumentaron en 270 por ciento, los de Letonia en 173 por ciento, y los presupuestos de Defensa de Finlandia, Hungría, Rumania, la República Checa o Eslovaquia se dispararon, al igual que el de Polonia. Este país dedica hoy en día el cuatro por ciento de su PIB a la defensa y quiere duplicar los efectivos de su Ejército; se abastece, entre otras cosas, de tanques Abrams, de lanzacohetes Himars y de helicópteros Apache, de compañías estadounidenses, y compra tanques y obuses a Corea del Sur, convirtiéndose de repente en uno de los pesos pesados de la OTAN, en particular junto con Alemania. Esta última aún no adjudicó los 100.000 millones de euros atribuidos en 2022 al Fondo Especial para la Modernización de la Bundeswehr2, pero –poco sensible al argumento de la “preferencia europea”– no esconde su atracción por los sistemas antimisiles estadounidenses-israelíes, y acaba de encargar cazas F-35 a la estadounidense Lockheed Martin, la mayor fabricante de armas del planeta.
Nuevos actores
Los reveses rusos le permiten a Francia mantener, de manera provisoria, el segundo lugar en la clasificación mundial de vendedores de armas, con un monto total de exportaciones de 27.000 millones de euros en 2022. Un récord histórico que se alcanzó, en lo principal, gracias al “contrato del siglo” conseguido por Dassault en Emiratos Árabes Unidos: durante mucho tiempo considerado como invendible, el avión Rafale se convirtió en un activo importante en el abanico de exportaciones francés. Además de los habituales fabricantes europeos de armamento como Reino Unido, Alemania, Italia y España, se posicionan nuevos actores. En particular Corea del Sur, ya en el “top 10” de los países abastecedores, aspira a convertirse en uno de los mayores exportadores del mundo. El país “de la mañana en calma” apunta de modo abierto a colocarse en el cuarto lugar de los países exportadores, detrás de Francia y Rusia, aprovechando al máximo el “efecto Ucrania”3.
Por su parte, a pesar de sentirse incómodo con la cuestión del rearme, a Japón le preocupa que “lo que sucede en Ucrania pueda suceder en Asia del Noreste”, según la fórmula del primer ministro Fumio Kishida. Tokio teme un aumento de las tensiones entre China y Estados Unidos –del que es un aliado cercano desde la rendición de 1945–. Decidió “dar vuelta la página del pacifismo”4 y su nueva estrategia de seguridad nacional señala el “desafío sin precedentes” que constituyen las ambiciones regionales de China. Su presupuesto militar –hoy de 49.300 millones de dólares, pero limitado al uno por ciento del PIB del país– debería alcanzar el dos por ciento en 2027 y convertir al archipiélago, a la vez, en un actor regional de peso y en un nuevo cliente para los vendedores de armas.
Washington ya le prometió misiles de largo alcance Tomahawk –un privilegio reservado hasta ahora sólo a Reino Unido y Australia–.
En Europa del Este, varios países –entre ellos Polonia– se despojaron de una parte de sus antiguos equipamientos, a menudo de procedencia soviética, en beneficio del Ejército ucraniano: es el caso de la República Eslovaca, cuya industria del armamento hibernaba, a falta de clientes, desde fines de la Guerra Fría, pero que –con el estímulo de la guerra entre Kiev y Moscú– hoy produce obuses contra vehículos blindados destinados a la modernización de su propio Ejército, así como a las fuerzas ucranianas. Un equipamiento presentado in situ como menos caro y más moderno que su equivalente francés, el César5.
Por su lado, Francia ya destinó, en 2023, 2.000 millones de euros a la compra de municiones, en parte para reconstituir sus propios stocks, tras extracciones en favor del Ejército ucraniano. Su presupuesto de Defensa para 2024 –47.200 millones de euros– aumentó 7,5 por ciento respecto del año anterior. En total, según un informe de la Asamblea Nacional, Francia figura –junto con Alemania y Reino Unido– entre los primeros países que contribuyeron a “darle a Ucrania los medios para aguantar la presión frente al Ejército ruso”6, con una ayuda total estimada en 3.200 millones de euros, que comprende cesiones de cañones y tanques blindados, obuses y misiles, así como partidas de formación. Sin olvidar la amplia contribución francesa al Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, un fondo extrapresupuestario creado por la Unión Europea, que sirve sobre todo para financiar material de guerra para Kiev. Invocando siempre, tanto en el caso de Francia como de las demás naciones implicadas, el mantra habitual: “Proveer armas a un país agredido, en estado de legítima defensa, no es ser cobeligerante”. Y el deseo de que los industriales nacionales del armamento –en este caso los franceses– puedan aprovechar estas nuevas oportunidades7.
Ética y prospectiva
La producción y el comercio de armas son un área en la que la ética y la moral pasan a un segundo plano. En junio pasado, por ejemplo, Washington decidió entregarle a Ucrania bombas de racimo –“una decisión muy difícil”, aseguró el presidente Joe Biden, aunque se tratara, según él, de “lo correcto”–.
En total 120 países –aunque no Estados Unidos, Rusia o Ucrania– renunciaron a estos explosivos que matan a ciegas, provocando con el tiempo numerosas víctimas civiles. Otro ejemplo: el “blanqueo” político de Viktor Bout, traficante de armas de origen ruso, conocido en el mundo entero al punto de haber inspirado la película Lord of War (2005). Encarcelado durante 15 años en Estados Unidos, Bout fue intercambiado en diciembre de 2022 por una jugadora de básquetbol estadounidense acusada de uso de drogas por las autoridades rusas, y en setiembre pasado fue designado, de manera sorpresiva, diputado “de oposición” en el Parlamento de Uliánovsk, una recóndita región de Rusia.
Otro caso de infracción a los grandes principios: el descubrimiento, en junio pasado, por parte del Instituto KSE de Kiev, en asociación con el grupo de trabajo internacional Yermak-McFaul sobre las sanciones, de un intensivo uso de componentes electrónicos fabricados en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Japón, Israel y China en una gran parte del armamento ruso, incluidos los misiles balísticos y de crucero. Un material sensible normalmente sometido a las sanciones, pero adquirido de manera ilegal con la complicidad de negociantes chinos.
El comercio de armas a veces es asunto de actores inesperados. En Ucrania, la organización no gubernamental Regresa Vivo es sin lugar a duda la única en el mundo que puede entregar drones, lanzacohetes u otras armas pesadas a soldados gracias a la recaudación de fondos y a un permiso oficial. Otras organizaciones ucranianas proveen tabletas de guiado de artillería, protecciones individuales... y cualquier cosa que mejore el equipamiento común del combatiente8.
El mercado mundial de las armas, exaltado por las guerras presentes, también se enriquece con nuevos materiales: además de drones de todo tipo, hoy indispensables en la panoplia de los ejércitos, se generaliza el recurso a los satélites para uso militar. Y los estadounidenses tienen una ventaja considerable en lo que respecta a la gran altitud. Citemos también las herramientas de exploración de los fondos marinos, en una perspectiva de control (por ejemplo, de los cables submarinos) o de una exploración futura (de los nódulos polimetálicos)9, así como las armas hipersónicas, un terreno de competencia entre estadounidenses y rusos, por las que cada vez más ejércitos deberán interesarse con seriedad. Otros ejemplos, los equipamientos de ciberprotección y ciberataque, los instrumentos de lucha informática y de amenaza o defensa de las redes de comunicación; sin hablar de lo que atañe a la concepción de las futuras versiones de tanques, aviones de caza y buques de combate en el horizonte 2035-2045. Investigaciones a las que se ha dedicado la industria del armamento de los países más avanzados en la materia.
Philippe Leymarie, periodista. Traducción: Micaela Houston.
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“Le retour des guerres majeures”, B2 Le quotidien de l’Europe géopolitique, Bruselas, www.bruxelles2.eu, 13-10-2023. ↩
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Thomas Schnee, “Comment l’austérité a vaincu la Bundeswehr”, Le Monde diplomatique, París, noviembre de 2023. ↩
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Yann Rousseau, “La Corée du Sud, nouveau géant de la défense mondiale”, Les Échos, París, 24-7-2023. ↩
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Jordan Pouille, “Tokio da vuelta la página del pacifismo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2023. ↩
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Anne Dastakian, “En temps de guerre, l’armement prospère”, Marianne, París, 28-9-2023. ↩
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Documento informativo sobre el balance del apoyo militar a Ucrania, presentado por Lionel Royer-Perreault y Christophe Naegelen ante la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional, 8-11-2023. ↩
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Ariane Lavrilleux, “L’État français, VRP de l’industrie de l’armement”, Le Monde diplomatique, noviembre de 2023. ↩
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Hélène Richard, “Tiempo de dudas en Ucrania”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, noviembre de 2023. ↩
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Didier Ortolland, “Geopolítica de los abismos”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, diciembre de 2023. ↩