Cada año la Feria Internacional del Libro de Montevideo es un acontecimiento para autores, lectores y editoriales. Si bien en cada edición se puede contar con alguna novedad de formato, 2024 trae una exposición que dejará su huella en el poco habitual intento de sugerir un canon narrativo para la ciudad. Con la excusa de los 300 años del proceso fundacional, Gabriel Peveroni, desde el área de Cultura de la intendencia capitalina, les pidió a editores, libreros, periodistas culturales, docentes, académicos y autores una lista, con orden de preferencia, de cinco novelas montevideanas, en su desarrollo o en su atmósfera. Los primeros consultados fueron 20 y, en una suerte de encuesta piramidal, se les fue pidiendo referir otras personas, para que la muestra no quedara reducida al grupo de pertenencia del convocante. Así, respondieron 234, 120 mujeres y 114 hombres, de diferentes generaciones.

El resultado, diez novelas del siglo XX y diez del XXI, se puede ver en la feria de este año, con exhibición de primeras ediciones, portadas, objetos vinculados con los diferentes libros, paneles en los que autores actuales se refieren a esas voces del pasado relativo. Porque está Doña Ramona (1918), de José Pedro Bellán, pero también Irse yendo (2021), de Leonor Courtoisie.

En el XX hay varias presencias esperadas, comenzando por El pozo (1939), de Juan Carlos Onetti, o La tregua (1960), de Mario Benedetti. Pero también están, por fortuna, los dos habituales olvidados, probablemente los dos grandes autores de ese tiempo: Carlos Martínez Moreno (con La tierra en la boca, 1974) y Anderssen Banchero (con Las orillas del mundo, 1980). Ojalá que este rescate sirva para que se renueve el interés en la obra de ambos. El siglo XX se completa con Felisberto Hernández (Por los tiempos de Clemente Colling, 1942), Enrique Estrázulas (Pepe Corvina, 1974), Alicia Migdal (La casa de enfrente, 1988), Henry Trujillo (Torquator, 1993), Amir Hamed (Troya blanda, 1996) y Gustavo Escanlar (Estocolmo, 1998). Que estén Benedetti y Escanlar, los dos opuestos del canon de los años inmediatamente posteriores a la salida de la dictadura, habla de la pluralidad de las voces consultadas. Que haya una sola mujer habla de lo que era aquella sociedad.

Esto último cambia cuando pasamos al siglo XXI. Ahí las mujeres son mayoría. Están, en orden de aparición de las obras elegidas, Lalo Barrubia (Pegame que me gusta, 2014), Mercedes Estramil (Washed Tombs, 2017), Mercedes Rosende (Qué ganas de no verte nunca más, 2019), Cristina Peri Rossi (La insumisa, 2020), Fernanda Trías (Mugre rosa, 2020) y la ya citada Leonor Courtoisie (Irse yendo, 2021). En cuanto a los varones, fue votado uno que en verdad pertenece a ambos siglos, Mario Levrero (La novela luminosa, 2005), quizá el nuevo “centro del canon” de nuestra narrativa. Algo similar, en términos de pertenencia cronológica, ocurre con Hugo Burel (Montevideo noir, 2015) y, en menor medida, con Felipe Polleri (Animales de Montevideo, 2015). Leandro Delgado (Adiós Diomedes, 2005) es más puramente de este siglo. Antes de notar ausencias, cabe recordar que la consigna acotó al tema montevideano de los escritos (lo que elimina a las dos grandes voces de tierra adentro, Gustavo Espinosa y Martín Bentancor) y que Peveroni se autoexcluyó por razones obvias. Menos entendible es que no aparezca Fernando Butazzoni, por ejemplo, con Una historia americana (2017).

Es verdad que las voces del XXI requieren más recorrido para decantar y que, dentro de 64 años, el tiempo que ha sobrevivido La tregua en la recordación de la comunidad literaria, y más aún dentro de los 85 que tiene El pozo a sus espaldas, habrá que ver qué queda y qué se evapora de los diez listados del presente. Pero más allá de esa evidencia de Perogrullo, el esfuerzo de esta encuesta marca un verdadero mapa de orientación para lectores agobiados por las mesas de novedades.