Milei: una historia del presente. Ernesto Tenembaum. Planeta; Buenos Aires, 2024. 440 páginas, 890 pesos.
Historizar el presente, hacer inteligible un proceso a través de un relato de hechos que aún chisporrotean, es siempre una tarea difícil. Lo es aún más cuando se opta por un estilo narrativo en el que la propia perspectiva ocupa un lugar central. En estos casos, aun cuando la postura del cronista implique tomar distancias profesionales, el cuadro que se termina armando permite observar tanto el perfil de la figura estudiada como el del retratista y su entorno. Buscado o no, ese doble resultado, el de permitir escudriñar la figura del presidente argentino y su meteórico ascenso político y al mismo tiempo exponer el desconcierto, el rechazo y la preocupación del periodista, es el efecto más interesante de este libro.
Milei: una historia del presente no pretende ser un ensayo que profundice sobre la dinámica política que muestra, pero tampoco es un instant-book hecho a partir de un par de “datos” rodeados de hojarasca. Se trata de un trabajo meticuloso realizado por medio de un exhaustivo análisis de prensa. Hay otros insumos presentes (unas pocas entrevistas, anécdotas personales, tuits, algunos de los libros periodísticos publicados de forma previa y el tratamiento somero de los teóricos en los que Milei se inspira), pero el corazón del texto reside en una hilación –más bien descriptiva que analítica– de una extensa colección audiovisual que se detalla al final del volumen. Es a través de esas piezas, en su mayor parte recortes de programas de televisión y videos de Youtube, que se observa a Milei y a algunas otras figuras del mundo liberal libertario (aparecen desde las más célebres, como la diputada Lilia Lemoine, a otras menos conocidas para el público en general, como Martín El Negro Almedia). Más de lejos, también se vislumbra a un público creciente al que se descubre tan enojado como entusiasmado, pero se trata de un actor borroso que se limita a gritar “vivas” y “mueras” y sobre el que la lente elegida no permite hacer foco.
Lo que sí habilita la articulación de los materiales elegidos para abordar el despliegue del “fenómeno Milei” es una mirada del autor sobre sí mismo y sus colegas, sobre la que vale la pena detenerse. En el examen autorreflexivo y en las observaciones sobre el periodismo y los medios que salpimentan las páginas, se articula una segunda narración, acaso tan interesante como la primera.
Esta segunda capa puede parecer apenas un telón de fondo, pero en cierta forma vertebra el relato y lo bifurca. Así, el libro es sobre Milei (sobre su perspectiva política y sobre las tensiones que establece con el pluralismo democrático), pero también es sobre el modo en que una parte de la sociedad (una parte de la sociedad que mira, lee y escucha sobre política, por ejemplo, en las notas y en los programas del propio Tenembaum) asistió al encumbramiento de una derecha radical. Es una crónica de la perplejidad ante la irrupción de lo que se consideraba imposible y del estupor que provoca la continuidad de lo que se rechaza.