Más de dos años han pasado desde las explosiones que destruyeron tres tramos del gasoducto Nord Stream que transportaba gas desde Rusia hacia Alemania. Sin embargo, las investigaciones han avanzado poco. Hay temor por el conflicto geopolítico que podría desencadenarse de confirmarse la participación de países occidentales.

El 26 de setiembre de 2022, cuatro explosiones sacudieron el fondo del mar Báltico en las cercanías de la isla danesa de Bornholm. Durante varios días, enormes cantidades de metano se escaparon de los tres tramos destruidos de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que transportaban gas de Rusia hacia Alemania. Las consecuencias del atentado afectaron de inmediato a la población europea con un brusco aumento de los precios de la energía, en particular en Alemania. Además, esa infraestructura, cuya construcción costó más de 10.000 millones de euros, no contaba sólo con la rusa Gazprom como accionaria, sino también con dos empresas energéticas alemanas (E.ON y Wintershall), una neerlandesa (Gasunie) y una francesa (Engie), todas con fundamentos para reclamar indemnizaciones.

Sin duda, el mayor acto de sabotaje de la historia europea reciente, combinado con una tragedia medioambiental, desataría la furia de los investigadores y la severidad de las autoridades. Pero, dos años más tarde, las investigaciones oficiales están estancadas y se destacan por su falta de urgencia, además de por un notable desorden. Hasta el momento de la publicación de este artículo, no hubo arrestos, ni interrogatorios, ni acusaciones a los presuntos autores. Poco después de las explosiones, las autoridades judiciales suecas y danesas expresaron que solamente un actor estatal podría haber llevado a cabo una operación de ese tipo1. Mientras tanto, cerraron de imprevisto sus investigaciones sin publicar resultados. Inmediatamente después de cometido el atentado, Estados Unidos anunció el inicio de las investigaciones, aún más prometedoras por el hecho de que sus servicios de inteligencia patrullan de forma íntegra el mar Báltico. Sin embargo, no comunicaron nada. En paralelo, los países occidentales rechazaron de modo sistemático la oferta reiterada por Moscú de participar en la investigación. Las autoridades alemanas, por su parte, siguen con sus investigaciones. Pero el fiscal general federal y el Ejecutivo se niegan a publicar un informe provisional. Durante las preguntas parlamentarias, el gobierno adujo que cualquier divulgación de información amenazaría el “bien del Estado” (Staatswohl) –en pocas palabras, que países o servicios secretos amigos estarían comprometidos–. A comienzos de junio, el fiscal general emitió una orden de arresto europea contra un ciudadano ucraniano residente en Polonia llamado Volodymyr Zhuravlov, pero Varsovia se rehusó a proveer asistencia administrativa, tal como obliga la ley, y el sospechoso pudo escapar sin ser detenido2. Con una desenvoltura inusual en materia de lucha contra el terrorismo, el primer ministro polaco, Donald Tusk, ídolo de los liberales europeos, reprendió a las autoridades alemanas el 17 de agosto a través de X: “A los promotores y mecenas de Nord Stream: lo único que tienen que hacer es disculparse y callarse”.

Los periodistas de investigación y los diputados del Bundestag [Parlamento alemán] lo afirman por unanimidad: sus consultas chocan contra un muro de silencio. Holger Stark, del semanario Die Zeit, habló de una “brutal presión sobre todas las autoridades para que no hablen con ningún periodista”3. Entrevistado por Le Monde diplomatique, el diputado socialdemócrata Ralf Stegner considera “muy sorprendente” que un crimen tan grave, cometido en uno de los mares más vigilados del planeta, haya dado lugar a tan poca información dos años después de los hechos. Su colega Andrej Hunko, de la alianza Sahra Wagenknecht (BSW), habla de un “provocativo desinterés por el esclarecimiento” de ese crimen.

Las tres hipótesis

Circulan tres hipótesis acerca de la identidad de los saboteadores. Por empezar: los propios rusos. En efecto, en los meses que siguieron a los atentados, algunos representantes gubernamentales y los principales medios de comunicación occidentales señalaron a Rusia. “Es el único que tiene la capacidad y una buena razón para hacerlo”, dijo Pierre Haski, cronista geopolítico de France Inter, la estación de radio más escuchada de Francia (28-9-2022). Desde entonces, las autoridades judiciales alemana y sueca aclararon en varias oportunidades no tener ningún indicio de la participación rusa. El director de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), William Burns, poco sospechoso de ser indulgente con Moscú, también lo afirmó, así como The Washington Post tras una larga investigación4. Entre los muchos motivos misteriosos que habrían empujado a Rusia a destruir una costosa infraestructura de la cual posee el 51 por ciento, el argumento de que Moscú habría querido evitar sanciones si se interrumpían las entregas es poco convincente: a la vista de las sanciones y los activos rusos confiscados, probablemente se habría negado a pagar.

La segunda teoría fue introducida el 8 de febrero de 2023, cuando el periodista Seymour Hersh, célebre por sus revelaciones sobre los crímenes de guerra estadounidenses en Vietnam y en Irak, publicó en su blog un detallado artículo que incriminaba a Estados Unidos y a Noruega. De ser cierto lo que dice la única fuente sobre la que se apoya Hersh, la administración Biden habría encargado el atentado5.

Un mes más tarde, el 7 de marzo, The New York Times, del cual Hersh fue el reportero estrella, presentó una tercera hipótesis apoyándose en los testimonios anónimos “de funcionarios estadounidenses que analizaron información de los servicios de inteligencia”6: el sabotaje no tendría como autores a los servicios estadounidenses, sino a un “grupo pro ucraniano”. Poco después, un consorcio de medios de comunicación alemanes liderados por Die Zeit profundizó la idea sobre la base de información proveniente en particular del fiscal general alemán: los artículos identificaban un velero alquilado por los saboteadores. Desde entonces, las publicaciones de los grandes medios de comunicación occidentales se concentraron casi exclusivamente en esta versión: con 15 metros de largo, el Andromeda habría zarpado desde el puerto alemán de Rostock en setiembre de 2022 con cinco hombres y una mujer a bordo para alcanzar la zona de la isla de Bornholm. Ahí, los navegantes-buzos habrían minado las tuberías a 80 metros de profundidad. Los investigadores alemanes indican haber detectado en enero de 2023 rastros del explosivo HMX sobre la mesa del navío que la tripulación omitió limpiar; según los investigadores, se trata de un producto encontrado en el lugar del crimen.

Las primeras publicaciones de esta versión enseguida plantearon preguntas: ¿un barco tan pequeño podía permitir desarrollar una operación de tal envergadura y transportar las toneladas necesarias de explosivos, según las primeras estimaciones de los expertos? ¿Las inmersiones tan profundas no necesitan una cámara de descompresión –demasiado grande para ese barco–? Desde entonces, una expedición privada llevada a cabo en el lugar del atentado por el ingeniero sueco Erik Andersson en colaboración con el periodista Jeffrey Brodsky despejó algunas dudas7. Por empezar, el análisis de las detalladas fotografías submarinas revela que menos de 50 kilogramos de explosivos serían suficientes para destruir un gasoducto. Luego, profesionales muy bien formados podrían realizar esas inmersiones sin cámara de descompresión –opción más arriesgada y más prolongada–. ¿Pero por qué, se pregunta Jeffrey Brodsky, unos delincuentes sin cámara de descompresión habrían elegido minar las tuberías a 80 metros de profundidad, mientras que en las inmediaciones hay una porción del Nord Stream a menos de 40 metros de profundidad? ¿Y por qué uno de los artefactos explosivos fue colocado a 75 kilómetros de los otros tres?8. A pesar de haber muchas preguntas pendientes, en teoría el Andromeda podría haber llevado a cabo la operación.

¿Complicidad estadounidense?

Como signo del ingenio diabólico de los organizadores o de una voluntad europea de no saber, los rastros de los presuntos autores se esfumaron. Los pasaportes falsos utilizados para alquilar el barco condujeron a un soldado ucraniano y a una empresa fantasma polaca financiada por un emprendedor ucraniano llamado Rustem A. Otras pistas condujeron al instructor de buceo ucraniano Volodymyr Zhuravlov y a otros sospechosos. Pero ninguno fue interrogado, y los investigadores alemanes no formularon ninguna solicitud de cooperación judicial a Ucrania. Más aún: las autoridades alemanas incluso habrían facilitado de forma indirecta la fuga del sospechoso, omitiendo agregar su nombre al registro Schengen, que incluye una lista de personas que son objeto de una orden de arresto europea. “Los guardias de frontera polacos no tenían ni la información ni fundamentos para arrestarlo porque no estaba clasificado como buscado”, declaró la portavoz de la fiscalía general polaca9. Según un informe de la CIA citado por The Washington Post (11-11-2023), los patrocinadores del atentado serían el agente ucraniano Roman Chervinsky y el excomandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, Valeri Zaloujny, hoy embajador en Londres. Ese documento destacaba que el presidente Volodimir Zelensky no tenía conocimiento del proyecto. Pero en agosto pasado, The Wall Street Journal informó, basándose en fuentes ucranianas anónimas fidedignas, que Zelensky había dado su consentimiento, previo a intentar –sin éxito– interrumpir las operaciones bajo presión estadounidense10. La despreocupación occidental frente a la perspectiva de que un país aliado, armado y financiado por Estados Unidos y Europa resulte ser un Estado terrorista plantea interrogantes: ¿están las fuerzas políticas frenando las investigaciones por temor a que lleguen a conclusiones geopolíticamente incorrectas, capaces de hacer tambalear al apoyo occidental?

James Bamford, periodista de investigación estadounidense de renombre, especialista en inteligencia, lleva el razonamiento un poco más allá. Considera prácticamente imposible que una operación tan compleja haya podido llevarse a cabo a escondidas de los servicios secretos estadounidenses11. Primero, porque estos últimos mantienen vínculos muy estrechos con los servicios y los militares ucranianos. Por otra parte, Estados Unidos garantiza la vigilancia en todas las direcciones del mar Báltico gracias al sistema Integrated Undersea Surveillance System (IUSS), implementado con la ayuda de Suecia. El sistema de inteligencia sobre las señales de la Agencia Nacional de Seguridad (Sigint) vigila de manera muy estrecha las telecomunicaciones del ejército y del gobierno ucranianos. A pesar de haber anunciado su propia investigación, hasta ahora Washington no proveyó ningún dato.

De acuerdo con el diario Die Welt (14-12-2023), ciudadanos estadounidenses –presuntos colaboradores de los servicios secretos– habrían participado en la inspección del Andromeda realizada por los guardias de frontera locales durante una escala del velero en Kolberg, Polonia, el 19 de setiembre de 2022. Las autoridades polacas se niegan a decir más y afirman que las imágenes de las cámaras de vigilancia del puerto ya no existen. La falta de cooperación de Varsovia, feroz opositor del Nord Stream, plantea la posibilidad de que esté cubriendo de modo activo a los autores del crimen o incluso de su participación en la planificación de las operaciones.

Según The Washington Post (6-6-2023), la CIA tenía conocimiento desde junio de 2022 de un plan ucraniano que apuntaba a volar los gasoductos; la agencia lo había informado a algunos aliados europeos, entre ellos Alemania. Si creemos a esas fuentes, los gobiernos occidentales habrían ocultado de forma deliberada al público que su aliado ucraniano ocupaba el primer lugar en la lista de los sospechosos del mayor sabotaje industrial de la historia contemporánea. The Wall Street Journal (14-6-2023) cita a funcionarios estadounidenses anónimos que afirman que la CIA intentó en ese momento disuadir a Ucrania. Ninguna fuente independiente respalda esta afirmación. Erik Andersson ve allí una maniobra de Washington para establecer lo que se llama en diplomacia una “negación plausible”. Él y Jeffrey Brodsky estiman que, si el navío efectivamente fue uno de los elementos del crimen, Estados Unidos, como mínimo, dio luz verde a la operación, sin lo cual los saboteadores ucranianos habrían corrido un riesgo muy alto de aparecer en los monitores de vigilancia estadounidenses –con consecuencias potencialmente fatales para las relaciones con los occidentales–. El ingeniero y el periodista no excluyen una participación activa de Estados Unidos en la planificación. La existencia de proyectos anteriores que apuntaban a dinamitar las tuberías, en los cuales habrían participado “expertos occidentales”, según The Wall Street Journal (14-8-2024), parece apoyar su apreciación.

Pista criticada

La cuestión del rol de Estados Unidos nos lleva nuevamente a la segunda hipótesis, la de Seymour Hersh. En diciembre de 2021, afirma el periodista, el presidente estadounidense Joseph Biden habría encargado a la CIA elaborar un plan para destruir los gasoductos en caso de invasión a Ucrania por parte de los rusos. Buzos especializados de la US Navy lo habrían puesto en ejecución en junio de 2022, colocando explosivos operables en cualquier momento por medio de una señal acústica. Las maniobras anuales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el mar Báltico habrían servido como camuflaje. En setiembre, Biden habría dado la orden de hacer explotar el artefacto.

Tras su publicación en febrero de 2023, el artículo de Hersh fue algunas veces ignorado y otras descalificado como una teoría conspirativa por la prensa occidental. La principal crítica formulada por los pocos periodistas que se dignaron a examinar su texto pasa por el hecho de que se apoya en una sola fuente anónima –como, por cierto, la mayor parte de sus revelaciones importantes—. Hersh observa que Estados Unidos jamás disimuló su intención de destruir Nord Stream: el mismo presidente estadounidense Biden había anunciado el 7 de febrero de 2022, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, junto al canciller alemán Olaf Scholz, que su país “pondría fin a los gasoductos si Rusia invadía a Ucrania. Ya verán: somos capaces de hacerlo”12, añadió sonriendo. Tras los atentados, durante una audiencia en el Senado, la subsecretaria de Estado estadounidense, Victoria Nuland, dijo con alegría: “El gobierno estadounidense está muy satisfecho de que Nord Stream 2 no sea más que un montón de metal en el fondo del océano”13. Desde un punto de vista tanto geopolítico como económico, no cabe ninguna duda de que Washington tenía interés en dejar fuera de servicio a esas tuberías14. Estados Unidos desaprobaba el acercamiento entre Alemania y Rusia. Además, según Hersh, Washington pretendía privar a Rusia de la influencia gasífera que le habría permitido incitar a Berlín a limitar su apoyo a Ucrania. ¿Pero existen indicios o pruebas que apoyen la versión de Hersh? Es para responder a esta pregunta que Erik Andersson emprendió su expedición. Su examen del lugar del crimen reveló que no había habido dos artefactos explosivos por gasoducto, como había afirmado al inicio Hersh, sino muy probablemente uno solo. Al comienzo partidario de la tesis de Hersh, el ingeniero considera hoy la tesis del Andromeda como la más probable, sin excluir que Hersh, pese a algunos errores menores, pueda a la postre tener razón. Por ejemplo, el análisis detallado por Andersson de la inteligencia de origen en fuentes abiertas (“Open Source Intelligence”, OSINT) concluye que las posiciones de los navíos de guerra y de los aviones estadounidenses son compatibles con la descripción de Hersh15, al contrario de lo que afirmaban los análisis de OSINT anteriores.

¿Engaño deliberado?

Aun cuando las tesis de Hersh no fueron refutadas, el responsable del Departamento de Investigación del semanario Die Zeit, Holger Stark, piensa que esta vez su colega se equivocó, porque hasta ahora sus afirmaciones no fueron corroboradas por ningún resultado de investigación. Por su parte, el periodista de investigación Jeremy Scahill, cofundador de la plataforma de información The Intercept, mencionó dos posibilidades que permitirían establecer un vínculo entre la versión de Hersh y la de Andromeda. Por empezar, la fuente de Hersh habría tenido conocimiento de un plan finalmente abandonado y reemplazado por otra operación –una hipótesis que Andersson también considera plausible–. Otra posibilidad: el periplo del yate forma parte de una compleja maniobra de distracción. Steven Aftergood, quien dirigió el programa de investigación sobre las operaciones secretas del gobierno estadounidense en la Federation of American Scientists de 1991 a 2021, considera la difusión de falsos relatos con el objetivo de disimular una operación como “una práctica habitual en las operaciones militares y en las actividades de inteligencia”, a menudo calificada como “camuflaje y engaño”16. Scahill indica a ese respecto que dejar rastros de explosivos sobre la mesa “es, o bien la prueba de una falta total de profesionalismo, o bien un ‘rastro’ deliberadamente dejado con la intención de engañar”. Que los autores del atentado “no hayan tenido suficiente tiempo para borrar sus rastros”17 a bordo del yate, como supuso Holger Stark, parece poco plausible, teniendo en cuenta las semanas de viaje del barco. Por cierto, el Andromeda pasó cuatro meses de inactividad antes de su inspección por parte de los investigadores, un plazo ampliamente suficiente para borrar rastros –o crearlos–. Pero, en este punto, ninguna prueba tangible respalda la hipótesis de la distracción, también defendida por Seymour Hersh.

Así, el atentado contra Nord Stream sigue siendo un asunto no resuelto. Frente a esta situación, muchos parlamentarios reclaman una comisión de investigación independiente, por ejemplo, bajo la égida del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Pero una resolución en este sentido, presentada por Rusia y apoyada por China y Brasil, no obtuvo el aval de Estados Unidos y de sus socios. Alemania y Suecia rechazaron el principio de tal comisión de investigación con el fin de no perturbar las investigaciones dirigidas por esos países, así como por Dinamarca. Mientras tanto, los escandinavos congelaron las investigaciones sin comunicar resultados, incluyendo el contenido de las pruebas incautadas por Suecia en el lugar del crimen tras los atentados. La voluntad de no dar a conocer se entiende con facilidad: si los rastros establecieran una responsabilidad del gobierno ucraniano o incluso del estadounidense, las consecuencias geopolíticas serían imprevisibles y potencialmente graves. Así que el juego de las escondidas alrededor de la historia criminal más explosiva de nuestra época continúa.

Fabian Scheidler, periodista, autor de La fin de la mégamachine, Seuil, París, 2020. Traducción: Micaela Houston.


  1. “Schweden sieht schuld bei staatlichem akteur”, Tagesschau, 6-4-2023. 

  2. Bojan Pancevski, “Nord Stream revelations ignite dispute between U.S. Allies”, The Wall Street Journal, 20-8-2024. 

  3. “Eine verminte recherche – Wer sprengte die Nord-Stream-Pipelines?”, mesa redonda durante la Asamblea anual del Netzwerk Recherche en Hamburgo, 16-6-2023, grabada por Tide TV. 

  4. Bojan Pancevski et al., “US Warned Ukraine Not to Attack Nord Stream”, The Wall Street Journal, 14-6-2023, y Shane Harris et al., “No conclusive evidence Russia is behind Nord Stream attack”, The Washington Post, 21-12-2022. 

  5. Seymour Hersh, “How America took out the Nord Stream pipelines”, Substack, 8-2-2023. 

  6. Adam Entous, Julian E. Barnes y Adam Goldman, “Intelligence suggests Pro-Ukrainian group sabotaged pipelines, U.S. Officials say”, The New York Times, 7-3-2023. 

  7. Erik Andersson, “A trip to the Nord Stream blast sites”, Substack, 28-6-2023. 

  8. Jeffrey Brodsky, “What is and what isn’t known about the Nord Stream sabotage”, Substack, 30-11-2023. 

  9. “Erster haftbefehl wegen Nord-Stream-anschlägen”, Tagesschau, 14-8-2024. 

  10. Bojan Pancevski, “A drunken evening, a rented yacht: The real story of the Nord Stream pipeline sabotage”, The Wall Street Journal, 14-8-2024. 

  11. “Intercepted: The biggest whodunnit of the Century”, The Intercept, 17-5-2023, así como James Bamford, “The Nord Stream explosions: New revelations about motive, means, and opportunity”, The Nation, Nueva York, 5-5-2023. 

  12. “President Biden on Nord Stream 2 pipeline if Russia invades Ukraine: ‘We will bring an end to it’”, disponible en Youtube. 

  13. “Just in: Ted Cruz Confronts Top Biden Official Over Nord Stream 2 Decision”, disponible en Youtube. 

  14. Ver Pierre Rimbert, “Cómo sabotear un gasoducto”, Le Monde diplomatique, mayo de 2021. 

  15. Erik Andersson, “Aircraft and Vessels in Seymour Hersh’s Nord Stream Story”, Substack, 22-5-2023. 

  16. Jeremy Scahill, “Conflicting reports thicken Nord Stream bombing plot”, The Intercept, 10-3-2023. 

  17. Holger Stark, “Nord-Stream-Ermittlungen: Spuren führen in die Ukraine”, Zeit Online, 7-3-2023.