El ministro de Cultura de Italia, Gennaro Sangiuliano, se había propuesto dar la batalla en distintos frentes para construir un imaginario en línea con el gobierno de Giorgia Meloni: nacionalista y cristiano. Aunque en setiembre debió dimitir por intentar colocar a su amante en un cargo de “asesora para grandes eventos”,1 su legado continúa bajo la sombra de... Tolkien.
Era uno de los miembros del gabinete más cercanos a la presidenta del Consejo, Giorgia Meloni. En otro tiempo, militante de diversas organizaciones neofascistas, incluido el Movimiento Social Italiano (MSI), periodista y director de medios de comunicación, Gennaro Sangiuliano ha defendido siempre una línea conservadora. Como ministro, hasta ser la primera dimisión de su gobierno, intentó construir una cultura de extrema derecha,2 en línea con la tarea que estaba a su cargo. El 17 de marzo, el ahora exministro de Cultura regresó a su ciudad natal. Nápoles conmemoraba, ese día, la unidad italiana. Pero Sangiuliano fue allí a celebrar el lanzamiento de una retrospectiva sobre Tolkien en el palacio real. Su gestión llevó el evento por todo el país. En noviembre de 2023, en Roma, Meloni –ella misma gran admiradora del escritor– había inaugurado la exposición, que no tenía nada de espectacular. Lo esencial eran los textos que la acompañaban y exaltaban “la belleza de El señor de los anillos arraigada en la fe cristiana”.
“El gobierno se reapropia de los espacios culturales para beneficio de su ideología. La cultura ha devenido un campo de batalla. Es una locura”, se inquietó el director de teatro Romeo Castellucci. Hace algunos años, Meloni había tenido el mal gusto de calificar a este ícono internacional de “artista autoproclamado que insulta los símbolos del cristianismo”.3 El escritor Paolo Rumiz no duda en comparar las acciones del poder actual con la marcha sobre Roma de Benito Mussolini en 1922: “El gobierno toma los museos, ocupa la televisión para propagar su nacionalismo”.
Política cultural de tono fascista
¿Qué pasa realmente? Como todos los gobiernos, el de Meloni tiene poder para nombrar a los responsables de las instituciones más importantes, y como muchos de ellos, lo ejerce privilegiando a su gente de confianza, lo que desconsuela al exdirector del Salón del Libro de Turín, el escritor Nicola Lagioia: “Poco importa su nivel de competencia, el objetivo es que compartan la misma línea política”. El nuevo director de la Bienal de Venecia, Pietrangelo Buttafuoco, un ex MSI, es un hombre de letras reconocido. Siciliano convertido al islam –porque “la identidad de Sicilia es manifiestamente islámica”–, desconcierta tanto a sus pares como a sus adversarios, que han podido, alguna vez, leerlo en el periódico La Repubblica, calificado de izquierda. ¿Qué va a hacer con la Bienal? No quiso confiárnoslo, amparado, según sus palabras, “en un silencio productivo”.
Más que a Venecia, la gestión de Sangiuliano como ministro de Cultura le dio prioridad a Nápoles, capital de la Campania, ganada por el Partido Demócrata (centroizquierda). El gobierno emitió un decreto que obliga a los directores extranjeros de ópera a dejar su puesto a los 70 años para excluir al director del teatro San Carlo, el francés Stéphane Lissner. “Una decisión estúpida –estima el clarinetista solista del San Carlo Luca Sartori–. Antes de la venida de Lissner, el teatro tenía un alcance regional. Hoy, recibimos a las más grandes voces”.
El tribunal de Nápoles anuló la revocación de Lissner. Pero para los museos no hubo necesidad de decreto: los directores extranjeros nombrados en 2016 estaban llegando al término de su segundo mandato. El exconsejero del ministro de Cultura bajo el gobierno Silvio Berlusconi, Angel Crespi, ha reemplazado al inglés James Bradburne, quien había revolucionado la escenografía de la pinacoteca Brera de Milan. Y, en Capodimonte, en las alturas de Nápoles, el francés Sylvain Bellenger ha cedido su lugar al exdirector de la Galería de los Oficios de Florencia Eike Schmidt, un alemán, pero ciudadano italiano desde hace un año, también candidato a la alcaldía de Florencia con el apoyo de la coalición gubernamental, cuya línea comprende bien: “Italia es el país donde nació la ópera. Es perturbador ver nombrar directores extranjeros en esas instituciones”.
En enero, 300 personas se manifestaron en la capital italiana contra el nombramiento del director teatral napolitano de extrema derecha Luca De Fusco para encabezar la federación del teatro de Roma, que agrupa diferentes escenarios de la capital. Entre los manifestantes, se veía sobre todo a artistas o trabajadores de espectáculos en vivo, como la comediante Sonia Bergamasco, quien dijo recibir “mucho apoyo del público. Me paran en la calle para decirme que hay que luchar, aunque no tengamos, desafortunadamente, la misma tradición de manifestarnos que en Francia. (...) La crisis de los teatros en Roma no data de este gobierno –precisa la comediante–. La izquierda tiene también una gran responsabilidad”. Castellucci, por su parte, lamenta “una cultura paralizada desde hace mucho tiempo, con sus museos, su patrimonio. No hay espacio para la creación contemporánea”. Ministro demócrata de cultura dos veces, entre 2014 y 2022, Darío Franceschini concuerda: “Cuando yo asumí mis funciones, creé una dirección de arte contemporáneo. Hasta entonces no había”.
En la RAI también
En realidad, las recientes decisiones gubernamentales ocurren después de decenios de regresión en materia cultural. “En la posguerra -recuerda el compositor Filippo Del Corno, exconsejero cultural de la ciudad de Milán- los poderes públicos utilizaron la cultura como herramienta de emancipación social. El gobierno de Aldo Moro creó el puesto de ministro de Cultura en 1974. Pero después todo se degradó”. Productor de películas, el hasta hace poco presidente de la Bienal de Venecia, Roberto Cicutto, se acuerda “de los años de Berlusconi, cuando la producción audiovisual aumentó en número, pero disminuyó drásticamente en términos de calidad”. Desde entonces, la Radiotelevisión Italiana (RAI) se dedica principalmente al entretenimiento y descuida su misión de servicio público. De las cuatro orquestas sinfónicas, una sola queda en funciones.
La llegada al poder de Meloni ha provocado la salida de varios presentadores y la llegada de otros cercanos al gobierno. Cuando en una entrevista, en febrero, el rapero Dargen D’Amico comenzó a hablar de los beneficios de la inmigración, la presentadora lo interrumpió: “Ya basta, hablemos de música”. En cuando a Antonio Scurati, autor de una serie de novelas sobre Mussolini (ver Le Monde diplomatique, edición Uruguay, marzo de 2022), la RAI desprogramó de repente su intervención sobre la liberación de Italia de fines de abril.
Hoy el presupuesto del ministerio representa 3.500 millones de euros, o sea, el 0,4 por ciento del presupuesto nacional: ha caído 124 millones de euros entre 2023 y 2024. Los museos sufren una falta permanente de personal. Llegaría al 75 por ciento en Capodimonte, donde hay apenas un solo curador e historiador del arte para 49.000 obras. Los salarios son modestos. “Yo gano alrededor de 2.000 euros brutos –dice Luca Sartori–, la mitad de lo que reciben mis colegas en las orquestas francesas o alemanas”. En octubre de 2023, las 13 óperas del país hicieron huelga para denunciar las condiciones de empleo del personal.
“Si Meloni está, de ahora en adelante, obligada a llevar una política exterior consensuada –estima Gianni Riotta de La Repubblica–, ella asume, por el contrario, una línea fascistoide en su política cultural”. Más allá de las designaciones, Sangiuliano buscó, en sus dos años de gestión, escribir un relato, crear un nuevo imaginario y llevar a cabo operaciones de recuperación con ese fin. En enero, en una reunión del partido gobernante Fratelli d’Italia, se arriesgó a calificar a Dante de “fundador de la idea de la derecha italiana”. “Dante había sido recuperado ya por los fascistas que veían en el primer canto de ‘El infierno’ la llegada de Mussolini”, recuerda el historiador de la literatura Giorgio Inglese. El filósofo Paolo Pecere se acuerda de “los años 1980, cuando los movimientos fascistas frecuentados por Giorgia Meloni ya estaban ligados a la obra de Tolkien, a su culto del honor, a su dimensión religiosa, por no poder retomar legalmente la retórica mussoliniana”, o cuando el frente juvenil del MSI organizaba “campamentos hobbit”.
La exposición sobre Tolkien encontró un éxito moderado. Pero el gobierno tiene otros proyectos, como el de abrir un museo de la cultura italiana en Bolonia o uno nuevo en Roma consagrado a las masacres de las “foibe”, esas fosas naturales situadas en la zona de frontera entre Italia, Eslovenia y Croacia donde fueran arrojados numerosos italianos, ejecutados al final de la Segunda Guerra Mundial por los partisanos yugoslavos.4
Polémica figura
Durante los dos primeros años del mandato de Meloni, Vittorio Sgarbi ejerció las funciones de secretario de Estado junto a Sangiuliano. Autor de numerosas obras sobre los pintores italianos del Renacimiento, este crítico de arte es también conocido por sus programas de televisión, sus arrebatos verbales, sus múltiples condenas y sus supuestos lazos con la mafia. Dimitió en febrero, tras ser acusado de dar conferencias remuneradas (una práctica prohibida para los miembros del Ejecutivo) y por ocultar los orígenes fraudulentos de un cuadro. En su departamento romano, da rienda suelta a su frustración. “Sangiuliano hace designaciones y discursos insensatos para inventar una cultura de derecha. Desea reemplazar la clase intelectual, pero ¡es una misión imposible! Hay que darle a la gente la libertad de pensar como quiera”. Nos lleva a su terraza de noche, saca una linterna para iluminar la cúpula vecina de la iglesia Sant’Ivo alla Sapienza y dice: “Miren esta obra de arte de Borromini. Italia no era una democracia, pero permitía a los artistas crear libremente”. Sgarbi ha concebido la idea de una exposición titulada Arte y fascismo, 400 obras presentadas del 14 de abril al 1° de setiembre en el museo Rovereto, en el norte del país. “Es la primera vez que se organiza una exposición sin tener miedo de hacer figurar la palabra fascismo en el título. No hay que ocultar la verdad: nosotros tenemos 20 años de producción en el arte, en la arquitectura de cosas magníficas que el fascismo ha apoyado. Pero los mejores artistas son aquellos que siguen siendo creativos, sin someterse al orden”, dijo.
Antoine Pecqueur, periodista. Traducción: María Eugenia Villalonga.
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“Dimite el ministro de Cultura italiano por el escándalo de la amante que participaba en actos y viajes oficiales”, El País, Madrid, 6-9-2024. ↩
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El ahora exministro Gennaro Sangiuliano no respondió a nuestras solicitudes de entrevista. ↩
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Paolo Trentini, “L’ira della Meloni: ‘Che schifo il teatro di Castellucci’”, Giornale Trentino, 2-4-2016. ↩
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Ver Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin, “A pasos de Europa occidental”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, noviembre de 2023. ↩