La nueva presidenta de México no debe su victoria únicamente a la popularidad histórica de su antecesor. Su éxito también se explica gracias al largo trabajo de campo realizado por la izquierda con, o dentro de, las asociaciones reivindicativas.

Al principio, cuesta distinguir el amarillo de la fachada entre las demás casas del barrio. Pero, después, un detalle nos indica que estamos en el lugar correcto: una pequeña multitud de mujeres amontonadas frente a una puerta. Esa mañana de primavera de 1999, llegamos al local de la asociación Asamblea de Barrios (AB), en la alcaldía Venustiano Carranza, al noreste de la Ciudad de México.

Creada 12 años antes por militantes de izquierda, algunos de los cuales habían participado en la guerrilla, la AB defendía en ese entonces el derecho a la reubicación de las víctimas del terremoto del 19 de setiembre de 1985, que causó la muerte de más de 10.000 personas. Estos olvidados por los planes de reconstrucción del gobierno aprendieron poco a poco que podían encontrar en la AB el apoyo que las autoridades públicas no les brindaban.

Aquella mañana se llevaba a cabo una reunión con el objetivo de informar a las personas congregadas, en su mayoría madres de familia, el avance del calendario de entrega de viviendas sociales. Junto con otras estructuras asociativas, la AB gestionaba una parte del parque habitacional social de la capital. El Estado le había delegado la coordinación y la gestión de proyectos, y a veces incluso la construcción de las viviendas, así como el armado y el seguimiento de los expedientes de los solicitantes ante las administraciones correspondientes. Los militantes de la organización también aprovechaban estos encuentros para recabar las quejas de los habitantes.

Con visible experiencia, una militante enumera la lista de talleres a los que están invitados los niños durante el verano antes de recordar los servicios ofrecidos por la asociación: asistencia jurídica para acompañar a las mujeres víctimas de violencia doméstica o en proceso de divorcio, atención médica gratuita, etcétera. Pero pronto la discusión se aleja de las preocupaciones inmediatas de los habitantes del barrio para abordar otro tipo de temáticas: la huelga estudiantil en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las diferentes movilizaciones que sacuden al país, es decir, temas políticos.

De apariencia banal, esa reunión pública celebrada hace 25 años se inscribe en realidad en el marco de un largo trabajo político de campo que la izquierda realizó en la Ciudad de México, a partir del cual trazó de manera progresiva el camino hacia su victoria a nivel nacional. Primero con la de Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, presidente de México entre 2018 y 2024, y después con Claudia Sheinbaum en junio. Estas victorias fueron posibles porque, con el correr de los años, miles de esos encuentros mencionados permitieron entablar vínculos entre los movimientos sociales y la izquierda política que representan Sheinbaum y López Obrador.

Viento a favor para la izquierda

Para entender esta mecánica es necesario volver a la situación de México a finales de la década de 1990. En esa época, el viento de la historia no soplaba a favor de los progresistas. El país venía siendo gobernado por el mismo partido desde 1929, un partido que había elegido un oxímoron como nombre: el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Durante las elecciones presidenciales de 1988, el candidato a presidente Cuauhtémoc Cárdenas ―disidente del PRI, cuya orientación derechista rechazaba― llevaba ventaja... Hasta que el sistema de recuento de votos falló. Cuando se reanudó el recuento, el protegido del PRI, Carlos Salinas de Gortari, apareció, de repente, en primera posición. Seis años más tarde, otro candidato cuestionó la línea del partido gobernante durante las elecciones presidenciales: fue asesinado el 23 de marzo de 1994...

Unas semanas antes, el 1º de enero, dos temblores habían conmocionado al país. La primera sacudida provino del norte, con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAM) que transformó la economía mexicana en un enclave de la estadounidense. La segunda llegó desde el sur, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) proclamó el levantamiento de Chiapas.1

Fue en este contexto que todo un sector de la izquierda mexicana decidió anclar su militancia lo más cerca posible del terreno, a través de asociaciones como las AB, que habían sido fundadas, entre otros, por el arquitecto Javier Hidalgo Ponce, quien hoy en día es cercano a Sheinbaum. A medida que el Estado neoliberal avanzaba, las estructuras de este tipo empezaron a asumir una función social cada vez más crucial para la población, sobre todo en Ciudad de México. En respuesta, las “antenas barriales”, como las AB, proporcionaban a las comunidades el acceso a servicios básicos y se fueron convirtiendo en el germen de una nueva forma de militancia –a menudo feminista, siempre popular–, anclada en la vida cotidiana de la ciudad. Este vasto tejido asociativo, que se fortalecía día a día gracias a experiencias compartidas entre militantes, líderes locales, funcionarios públicos y “habitantes comunes”, sentó las bases de una red político-territorial que sirvió de apoyo a la izquierda.

En un principio, este semillero favoreció al Partido de la Revolución Democrática (PRD), fundado por Cárdenas en 1989, tras su “fracaso” en las elecciones presidenciales de 1988. Primero, cuando el partido ganó la Ciudad de México en 1997: en esa época numerosos militantes de asociaciones fueron electos como diputados locales o pasaron a formar parte de la administración municipal. Luego, tras las elecciones presidenciales de 2006: un fraude masivo le arrebató la victoria a AMLO, quien optó por establecer un “gobierno legítimo” en Ciudad de México. Esto permitió a las organizaciones barriales dar un paso importante: ya no se limitaban a simplemente brindar ―sobre la base de una implantación heterogénea― servicios a las comunidades locales, sino que se convirtieron en motores de un proceso coordinado de contestación política. Gracias a las relaciones construidas con asociaciones que animaron la vida militante local durante su gestión en la jefatura de gobierno de Ciudad de México por el PRD (2000-2005), López Obrador pudo orquestar movilizaciones que terminaron adquiriendo un alcance nacional, como por ejemplo la que se opuso a la privatización de Petróleos Mexicanos (Pemex).

En ese contexto, se movilizaron las “Adelitas” en abril de 2008. Se trató de 20 brigadas de 500 mujeres (es decir, 10.000 personas) ―cuyo nombre hace referencia a las soldaderas de la Revolución Mexicana (1910-1920)― que bloquearon el Senado durante 20 días para impedir que aprobaran un proyecto de privatización de Pemex (símbolo de la independencia nacional y del Estado de bienestar desde su nacionalización en 1938 bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas). La mayoría de estas militantes provenían de asociaciones comprometidas con el derecho a la vivienda. Este episodio, que culminó en una victoria, constituyó la pieza central del dispositivo organizacional de AMLO, a partir del cual se forjó, posteriormente, la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en 2014. En esa época, el rico y fértil terreno de la militancia asociativa le proporcionaba estructuras materiales, elementos programáticos y estructuras políticas.

Este movimiento también le permitió a Claudia Sheinbaum, coordinadora general de las Adelitas –quien se unió a AMLO en el año 2000 como parte de su equipo municipal–, adquirir una proyección pública nacional. Luego, en 2018, sucedió a López Obrador en la jefatura de Ciudad de México.

Durante su mandato se dedicó, a su vez, a reforzar los vínculos entre las organizaciones locales autónomas y las políticas públicas progresistas. Por ejemplo, a través del programa Pilares (Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes), que se puso en marcha en 2019 y permitió la creación de 300 establecimientos comunitarios a lo largo de la ciudad. Gente grande y joven se acerca a esos lugares para participar en los diferentes talleres gratuitos: alfabetización digital, agricultura urbana, armado de techos verdes en los barrios populares para luchar contra los efectos del cambio climático, etcétera. Cuando estuvo al mando de la capital, Sheinbaum visitaba los centros del programa todos los jueves. “La gente no iba a escucharla, era ella quien iba a escuchar a la gente”, nos contó Hidalgo, como para explicar su reciente victoria en las elecciones presidenciales de México. Una victoria que se fue construyendo ladrillo a ladrillo, durante casi 30 años...

Hélène Combes, socióloga, directora de investigaciones en el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés), autora de De la rue à la présidence. Foyers contestataires à Mexico, CNRS, París, 2024. Traducción: Paulina Lapalma.

México ante Trump

Comerciar peor

La primera presidencia de Donald Trump en Estados Unidos dejó profundas marcas en la economía y la política internacionales. Con decisiones como la guerra comercial con China, los aranceles al acero y al aluminio y la renegociación del acuerdo de comercio con México y Canadá (USMCA), Trump pateó el tablero de las reglas internacionales y sentó las bases de un nuevo consenso en materia de política económica.

En 2025, con la nueva presidencia de Trump, la apuesta se redobla y el sistema internacional cruje. Trump 2.0 tiene más poder que antes. En esta segunda administración tendrá el control de ambas cámaras del Congreso, contará con respaldo popular, no enfrentará resistencias dentro del Partido Republicano, dispondrá de una mayoría conservadora en la Corte Suprema y, además, asumirá con experiencia en el funcionamiento del Estado.

Trump ha sugerido un arancel adicional del 25 por ciento para México, condicionado a la implementación por parte del país vecino de ciertas políticas migratorias, y ha puesto en cuestión los términos y las condiciones de la renegociación del USMCA, prevista para 2026. Estas medidas estarían acompañadas por una Ley de Comercio Recíproco, pensada bajo la lógica del ojo por ojo en la arena del comercio internacional.

Juieta Zelicovich, profesora en la Universidad Nacional de Rosario y de Inves. El artículo completo, “Argentina y Estados Unidos en la era Trump 2.0”, se publicó en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, en diciembre de 2024.


  1. Sous-commandant Marcos, “La quatrième guerre mondiale a commencé”, Le Monde diplomatique, agosto de 1997.