Con el contexto de guerra de su vecino ucraniano como telón de fondo, Georgia y Moldavia culminaron a finales de octubre un ciclo electoral de mucha tensión. El conflicto debería haber llevado a las poblaciones de estas exrepúblicas soviéticas, parcialmente ocupadas por tropas rusas, a inclinarse de forma masiva a favor de las fuerzas políticas más hostiles a Moscú, pero no fue el caso. ¿Cómo puede explicarse esta paradoja?

En octubre, por primera vez desde que Bruselas otorgó a Tiflis y Chisináu el estatus de candidatos oficiales para ingresar a la Unión Europea, se llevaron a cabo elecciones legislativas en Georgia, y elecciones presidenciales y un referéndum sobre la constitucionalización de la integración comunitaria en Moldavia. En las capitales occidentales se esperaba un aluvión de votos a favor de las fuerzas políticas proeuropeas, dado que la invasión del territorio ucraniano habría distanciado las opiniones públicas de estos dos países respecto de Rusia. Sin embargo, según los resultados oficiales, el 53 por ciento de los georgianos apoyó al partido que estaba en el gobierno, calificado de “prorruso” por sus adversarios. En Moldavia, la presidenta proeuropea Maia Sandu obtuvo más del 54 por ciento de los votos en la segunda vuelta, pero el Sí la llevó al triunfo apenas con lo justo, con el 50,5 por ciento de los sufragios. Los seguidores de la jefa de Estado, con ayuda de las cancillerías y de los medios de comunicación occidentales, atribuyeron estos resultados moderados a las injerencias rusas; pero, si bien es cierto que Moscú intenta influir en lo que ocurre en lo de sus vecinos, los europeos cometerían un error al conformarse con esta única explicación.

Georgia (3.900.000 habitantes) y Moldavia (2.600.000) tienen muchos puntos en común. Ambas son exrepúblicas soviéticas de pequeño tamaño y luchan contra el separatismo prorruso. Por otra parte, experimentaron una fuerte emigración hacia Rusia y Europa Occidental. Durante mucho tiempo estuvieron al margen de la integración europea y las dos firmaron acuerdos de asociación con la Unión Europea que entraron en vigencia en 2016, en el marco de la Asociación Oriental.

Corrupción moldava

No obstante, ambos países también se distinguen por importantes diferencias. La corrupción endémica en Moldavia dio lugar a varios escándalos político-financieros. En 2015, tres bancos desviaron 1.000 millones de dólares, equivalentes al 15 por ciento del producto interno bruto (PIB), con la complicidad de una parte de la clase política1. Desde hace algunos meses, un nuevo caso dio que hablar a la prensa: los servicios de Interpol descubrieron que la oficina moldava de la organización bloqueaba la extradición de criminales internacionales a cambio de sobornos que eran pagados a altos funcionarios locales2.

Por el contrario, Georgia llevó a cabo profundas reformas en su administración luego de la “Revolución de las Rosas” (2003). Transparencia Internacional la considera la exrepública soviética más virtuosa (fuera de los estados bálticos) en materia de corrupción, con un nivel de honestidad incluso superior al de muchos estados miembro de la Unión Europea, y la solidez de su Estado de derecho la hace figurar en el puesto número 49 de la clasificación del Proyecto de Justicia Mundial (WJP) ―una organización no gubernamental (ONG) con base en Washington―, muy por encima de Moldavia3.

Por su parte, la Comisión Europea se muestra mucho más favorable a la candidatura moldava. Entonces, para influir en las elecciones georgianas y moldavas ―al mismo tiempo que denuncian las injerencias rusas―, las autoridades europeas recurrieron a una política de castigo y recompensa: cuando a mediados de octubre el Consejo Europeo confirmó el cese de facto del proceso de adhesión de Georgia, apenas unos días antes del día del referéndum en Moldavia, la Comisión anunciaba un plan de inversión por un monto de 1.800 millones de dólares en el país moldavo, ya que, de hecho, Bruselas valora el apoyo incondicional de Sandu a su vecino ucraniano y reprocha al gobierno georgiano sus ambigüedades de cara a Rusia desde 2022.

Además de que Tiflis se negó a implementar sanciones contra Moscú (al mismo tiempo que afirmaba respetar las occidentales), varias disposiciones adoptadas por Sueño Georgiano, el partido que está en el poder desde 2012, hicieron temer un desvío iliberal. En mayo de 2024, el Parlamento georgiano votó un texto legislativo que obligaba a las ONG y a los medios georgianos que recibían más del 20 por ciento de sus financiamientos del extranjero a registrarse como “organización que persigue los intereses de una potencia extranjera”. Respaldada por las cancillerías occidentales, la oposición denunció que se trataba de una medida liberticida inspirada en una ley similar sobre los “agentes extranjeros” adoptada por Rusia en 2012. A pesar de las tensiones que prevalecieron entonces con Occidente, las autoridades georgianas, que se acercaron a medios conservadores y a la influencia de la iglesia ortodoxa de Georgia, reincidieron en setiembre: el Parlamento ratificó la prohibición de “la propaganda de las relaciones homosexuales y del incesto” en los establecimientos escolares y en los medios.

Todo eso permitió acreditar la idea de un poder “prorruso” que habría ganado las elecciones gracias a métodos autoritarios calcados de los de su vecino. De hecho, la mayoría de los partidos de la oposición no reconocieron los resultados de los comicios, mientras que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) remarcó el uso de los recursos administrativos por parte del partido en el poder, así como un clima político tenso. Sin embargo, como subrayó el politólogo Alexander Atasuntsev, “aunque la OSCE constató irregularidades, de todos modos reconoció los resultados”4. A pesar de los llamados a manifestarse, la movilización popular para denunciar el fraude fue relativamente limitada comparada con las crisis políticas precedentes.

¿Cómo explicar estas evoluciones que resultan tanto más sorprendentes dado que este país se orientó muy tempranamente hacia Occidente y que una gran mayoría de su población apoya la integración euroatlántica?

La escena política georgiana se caracteriza por una fuerte polarización. El partido Sueño Georgiano, controlado por el oligarca Bidzina Ivanishvili, se enfrenta de forma directa al Movimiento Nacional de Mikheïl Saakashvili: este expresidente dejó el poder en 2014 y se trasladó a Ucrania, en donde inició una carrera política agitada antes de volver de forma clandestina en 2021. En ese momento, llamó a sus seguidores a rebelarse, pero sin éxito, y luego fue arrestado, de inmediato, para cumplir una condena por abuso de poder y corrupción. Allí reside una de las claves para comprender lo que está en juego en Georgia: Ivanishvili teme que, si la oposición gana, Saakachvili sea liberado con rapidez, quien entonces buscaría vengarse enviándolo tras las rejas.

Al señalar el apoyo que Kiev le brindó al expresidente, el poder acusó a la oposición de fomentar una revolución que conduciría a un nuevo conflicto con Rusia. En este sentido, el primer ministro georgiano, Irakli Kobajidze, declaró: “El principal objetivo de esta gente es ‘ucranizar’ Georgia, hacer que Georgia comparta el destino de Ucrania”5. En realidad, cada bando busca descalificar a su adversario: mientras que la oposición presentó estas elecciones como una elección entre una Europa democrática y una Rusia autocrática, el gobierno buscó defender la paz frente al “partido de la guerra” que desearía abrir un “segundo frente” contra Rusia y, además, aprovechó la ocasión para acusar al expresidente Saakashvili de haber sido responsable del desencadenamiento de la guerra ruso-georgiana en 2008. En este juego, parece que el gobierno fue mucho más convincente que el Movimiento Nacional, que ni siquiera pudo mantener su posición como principal fuerza opositora tras el escrutinio.

Dinámicas electorales

Por otro lado, contrariamente a una idea recibida de Occidente, las cuestiones geopolíticas no polarizan las opiniones públicas de Georgia y Moldavia. Las encuestas del Instituto Republicano Internacional, financiadas en especial por la ayuda pública exterior estadounidense, establecen que el desarrollo económico, el desempleo y la recuperación de los territorios perdidos ―las repúblicas separatistas de Osetia del Sur y Abjasia― siguen siendo las tres prioridades de los georgianos. El respeto al acuerdo de asociación con la Unión Europea se encuentra recién en sexto lugar. Del mismo modo, el costo de vida, la corrupción y los bajos salarios son las cosas que más atormentan a los moldavos, mucho más que la guerra, que ocupa recién el decimosexto lugar entre sus preocupaciones6.

A menudo, los análisis olvidan la realidad socioeconómica de estos países. Sin embargo, desde este punto de vista, las autoridades georgianas pueden jactarse del fuerte crecimiento económico, que oscila entre el siete y el diez por ciento anual desde 2021. La vecina Armenia experimenta una dinámica similar (a pesar de su derrota militar contra Azerbaiyán). Estos resultados se deben en gran medida a la reorientación del comercio exterior de Rusia, que beneficia a los países del Cáucaso y de Asia Central. Por el contrario, Chisináu ha sufrido de lleno la ruptura de los vínculos comerciales y energéticos con Moscú, debido a la guerra y a la implementación de sanciones por parte de las autoridades moldavas. Después de una caída del cinco por ciento en 2022, el PIB se estancó en 2023 antes de volver a crecer ligeramente en 2024. En este contexto, una parte importante de los electores moldavos manifestó su deseo de un cambio político.

Estas dificultades, en uno de los países más pobres del continente, pesaron al menos tanto como las injerencias rusas. Las autoridades moldavas denuncian que Rusia implementó un sistema de compra de votos, cuyo peso real en el resultado de las elecciones es difícil de determinar… Las fuerzas proeuropeas controlan todas las instituciones y, como lo subrayó la OSCE, “la presidenta saliente siguió beneficiándose de un uso abusivo de los recursos administrativos [...] y de una cobertura mediática desequilibrada”7. A pesar de estas irregularidades, las autoridades recibieron un fuerte apoyo de las grandes capitales occidentales. Kobakhidze consideró que la diferencia de trato respecto de Georgia era una “verdadera injusticia” y denunció que la situación política en Moldavia estaría, según él, marcada por “una ausencia de pluralismo político y mediático”, “la prohibición de partidos de oposición” y “la imposibilidad de que candidatos influyentes participen en las elecciones bajo falsos pretextos”8.

La oposición moldava parece coincidir con el gobierno georgiano en este punto: el partido socialista que apoyaba al principal candidato de la oposición, Alexandru Stoianoglo, se negó a reconocer el resultado oficial por juzgar que “estas elecciones presidenciales [...] no pueden considerarse una expresión libre y democrática del pueblo”9. Hacía referencia al hecho de que Sandu ganó el referéndum sobre la integración europea y las elecciones presidenciales gracias a las comunidades moldavas instaladas en el resto de Europa, por lo que los socialistas la califican de la “presidenta de la diáspora”. En efecto, mientras que el 51,5 por ciento de los electores que residen en el país apoyaron a Stoianoglo, sólo el 17 por ciento de los moldavos instalados en el extranjero lo habrían votado, lo que permitió invertir el resultado a favor de Sandu, elegida oficialmente con más del 54 por ciento de los votos. Por lo demás, la sinceridad del escrutinio está en duda debido al escaso número de recintos electorales habilitados en Transnistria y Rusia, lo que, según la oposición, habría impedido a cientos de miles de ciudadanos moldavos ejercer su derecho al voto. De hecho, mientras que en Italia (que alberga la segunda comunidad moldava más grande en el extranjero con alrededor de 190.000 miembros) se habilitaron 59 recintos, en Rusia sólo se habilitaron dos (contra los 17 de las elecciones pasadas), a pesar de que este país acoge a la comunidad moldava más grande, con cerca de 300.000 personas.

Las elecciones en Georgia y en Moldavia no se ajustan a la grilla de lectura maniquea que prevalece en las élites occidentales. En los países de Europa Oriental, el desenlace de las elecciones responde tanto a dinámicas internas como a consideraciones geopolíticas.

Además, las fuerzas calificadas por sus adversarios como “prorrusas” ―que no tienen el monopolio de las prácticas electorales cuestionables― expresan más una voluntad pragmática de maniobrar en un contexto regional complejo que una verdadera rusofilia. Mientras que la asociación con la Unión Europea permite aprovechar tanto el mercado europeo como las posibilidades comerciales con Rusia, la adhesión implica imponer drásticas sanciones a Moscú y, por lo tanto, renunciar en gran medida a las ventajas comparativas ligadas a una situación intermedia. Sin embargo, sigue siendo poco probable que Bruselas preste atención a este rechazo a la lógica de bloques.

David Teurtrie, investigador asociado del Instituto Nacional de Idiomas y Civilizaciones Orientales (Inalco, en francés), autor de Russie. Le retour de la puissance, Armand Colin, Malakoff, 2021. Traducción: Paulina Lapalma.


  1. Julia Beurq, “Tras el ‘robo del siglo’ en Moldavia”, Le Monde diplomatique en español, octubre de 2016. 

  2. “L’action d’Interpol donne lieu à une opération anticorruption en Moldova”, www.interpol.int, 6-6-2024. 

  3. “Corruption Perceptions Index”; “WJP Rule of Law Index”, World Justice Project

  4. Alexander Atasuntsev, “As Georgians protest election results, what next?”, Carnegie Politika, 30-10-2024. 

  5. “Georgian PM says protest rally leaders want to make Georgia share Ukrainian fate”, Imedi Newa, 20-5-2024. 

  6. “National Survey of Moldova” y “Georgian Survey of Public Opinion”, Center for Insights in Survey Research (IRI), respectivamente, mayo-junio y octubre de 2024. 

  7. “Republic of Moldova – Presidential Election, Second Round, 3 November 2024. Statement of Preliminary Findings and Conclusions. Preliminary Conclusions”, International Election Observation Mission

  8. “Georgian PM claims different assessments over elections held in Georgia, Moldova showing ‘clear injustice’”, agenda.ge, 6-11-2024. 

  9. “Alexandru Stoianoglo es el verdadero ganador de las elecciones presidenciales en Moldavia” (originalmente en ruso), comunicado del Partido Socialista de la República de Moldavia, 4 de noviembre de 2024.