Tras meses de agitación política, las elecciones en Senegal, postergadas por el presidente saliente Macky Sall, consagraron el triunfo de su oponente, Bassirou Diomaye Faye, apenas diez días después de haber salido de prisión. Convocando a la juventud, el ex inspector fiscal promete eliminar la corrupción y priorizar la soberanía económica.

Estas elecciones, cuyas consecuencias a corto y a largo plazo aún deberán evaluarse, dan cierre a una agitada secuencia de la vida política en Senegal que comenzó en enero. Aún reinaba una relativa calma en el país unas semanas antes de las elecciones presidenciales, inicialmente programadas para el 25 de febrero. El presidente Macky Sall –electo en 2012 y reelecto en 2019– había anunciado el 3 de julio de 2023 que renunciaba a aspirar a un tercer mandato, lo que puso fin a un interminable suspenso acompañado de especulaciones sobre sus intenciones y de fuertes tensiones políticas. Sin embargo, mientras el miedo a lo peor parecía haberse disipado, el jefe de Estado anunció de forma abrupta el aplazamiento de las elecciones presidenciales en un breve discurso televisado el 3 de febrero. Invocó como motivo una “discrepancia entre la Asamblea Nacional y el Consejo Constitucional, en conflicto abierto sobre un caso de corrupción”. Según Sall, esto habría creado “condiciones turbias que podrían afectar la credibilidad de las elecciones al plantar la semilla de una disputa pre y poselectoral”1.

La decisión generó conmoción más allá de las fronteras, en especial en una región de África occidental sacudida por crisis y golpes de Estado desde 2020. Los observadores más moderados condenaron un “abuso de poder” portador de todos los peligros, pero muchos de ellos denunciaron un “golpe institucional” o “constitucional”, mientras que otros expresaron su temor a un golpe de Estado militar. En un país donde el ejército, a menudo considerado “republicano”, nunca ha manifestado tal veleidad, la hipótesis puede sorprender, pero de alguna manera se fue elaborando con las acusaciones de autoritarismo contra Sall. En 2019 sus dos principales opositores, el exalcalde de Dakar, Khalifa Sall, y el exministro Karim Wade (hijo del expresidente Abdoulaye Wade), se vieron impedidos de presentarse a las elecciones presidenciales luego de que un tribunal sospechoso de subordinación al poder los condenase a cinco y seis años de prisión, respectivamente. Al primero por malversación de fondos y al segundo por enriquecimiento ilícito. Además, desde 2021 la represión de las manifestaciones ha provocado varias decenas de muertos, mientras que los periodistas sufren intimidaciones y presiones2.

Hasta el día de hoy siguen siendo enigmáticas las razones que llevaron al presidente Sall a intentar aplazar las elecciones presidenciales. Entre ellas se encuentra la posible derrota de su candidato, el primer ministro Amadou Ba, rezagado en las encuestas, y sobre todo el temor a una victoria de Bassirou Diomaye Faye, candidato sustituto de Ousmane Sonko que no puede competir en las elecciones debido a varias condenas judiciales. Considerado por los partidarios del poder como el “Trump senegalés” que desarrollaría “lógicas proislámicas y yihadistas”3, Sonko goza de gran popularidad entre la juventud. Su movimiento los Patriotas Africanos de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (Pastef, por su sigla en francés) denuncia un régimen “corrupto y vendido a intereses extranjeros” y propone volver a los “valores nacionales” e incluso salir del franco CFA (moneda de la Comunidad Financiera Africana)4.

“Todo menos Sonko”

El 6 de febrero, en medio de un caos inaudito y ante la ausencia de varios opositores expulsados manu militari del arco parlamentario, la Asamblea Nacional decidió aplazar las elecciones presidenciales al 15 de diciembre de 2024, lo que, de hecho, implicaba que Sall prolongara su mandato más allá del término constitucional, fijado para terminar el 2 de abril. Hubo varias manifestaciones de protesta, reprimidas con violencia por las fuerzas de seguridad, que dejaron, una vez más, su cuota de muertos y heridos en Dakar y Saint-Louis. El 7 de febrero, un comunicado de la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH), en sintonía con sus miembros en Senegal, destacó “su gran preocupación ante la escalada de tensiones, las repetidas violaciones a las libertades fundamentales y los riesgos de exacerbación de una crisis política”. Según la FIDH, “esta crisis, provocada por el jefe de Estado socava la democracia y el Estado de derecho en Senegal y, en forma más amplia, en la región de África occidental”.

El 15 de febrero se produjo otro inesperado giro de los acontecimientos: en un clima de enfrentamiento entre el oficialismo y las fuerzas opositoras, el Consejo Constitucional anuló el decreto presidencial e invalidó el aplazamiento de las elecciones al 15 de diciembre. Este gesto de independencia –muy elogiado tanto en el país como en el extranjero– revela el margen de maniobra de esta institución, que pudo aprovechar el contexto de final de mandato. Los siete “sabios” invitaron al jefe de Estado a organizar las elecciones “en el menor tiempo posible”. Definitivamente adepto al suspenso, Sall indicó, tras un período de silencio, que se sometería a las órdenes del Consejo Constitucional y confirmó, en un clima de mucha tensión, que dejaría el poder en la fecha prevista: “Lo digo muy clara y solemnemente, el 2 de abril voy a concluir mi misión al frente de Senegal”.

El gobierno fijó la primera vuelta para el domingo 24 de marzo. Pero los acontecimientos se suceden a gran velocidad. El 6 de marzo, el Parlamento votó una ley de amnistía propuesta al final de un “diálogo nacional” a las apuradas, organizado unos días antes por Sall y boicoteado por la oposición. La medida benefició a todas las personas involucradas en “los hechos relacionados con las manifestaciones políticas desde 2021”. Entre los beneficiarios se encuentran Sonko y Faye, que fueron liberados el 14 de marzo después de ocho meses de detención.

En un ambiente desconcertante de casi retorno a la normalidad, los 19 candidatos presidenciales se embarcaron en una campaña electoral inédita. La única nota discordante fue que el Partido Democrático Senegalés (PDS) –que esperaba que su candidato Karim Wade fuera de nuevo autorizado a participar en la competencia electoral– presentó dos recursos ante el Consejo Constitucional, que fueron considerados inadmisibles ante una relativa indiferencia general.

¿Tanto lío para esto? ¿Cómo explicar que un jefe de Estado asuma un riesgo de tal magnitud al final de su mandato y atente contra las instituciones del país? ¿Sall no podría haber evitado esta arriesgada maniobra? Desde hace años lleva adelante la ofensiva “Todo menos Sonko”, esforzándose por advertir a los ciudadanos sobre el proyecto político del líder del Pastef, a quien considera populista y peligroso. Al final, sólo fue un espectador resignado de la campaña electoral conjunta de Sonko y su clon Faye.

Todavía es muy pronto para determinar si las elecciones del 24 de marzo fortalecerán la estabilidad política de Senegal. Pero, en estos últimos tres meses, el país ha demostrado el buen funcionamiento de sus resortes institucionales, así como la capacidad del pueblo y de sus representantes a la hora de utilizarlos para apaciguar un período crítico. Durante mucho tiempo Senegal fue considerado una “excepción democrática” debido al establecimiento temprano del multipartidismo (al inicio limitado a tres corrientes políticas, en 1976, luego generalizado en 1981). Sin embargo, ha sufrido episodios violentos de crisis de modo regular: desde 1988 los períodos electorales se han visto ensombrecidos por conflictos, acusaciones de fraude, protestas, represión, encarcelamiento de opositores, intentos de instrumentalización de las instituciones...

Compromiso democrático

Al día siguiente de la elección presidencial de 1988, que concluyó con la cuestionada victoria del sucesor de Léopold Sédar Senghor, Abdou Diouf, su principal opositor, Abdoulaye Wade, fue encarcelado, al igual que otros líderes, mientras se declaraba el estado de emergencia en todo el territorio. La misma confrontación se repitió cinco años más tarde, lo que no impidió que los rivales Diouf y Wade llegaran a dos acuerdos de “convivencia”, primero de 1991 a 1992 y después de 1995 a 1997. En ese marco, Wade ocupó el cargo de ministro de Estado durante la presidencia de su rival. La divina sorpresa sucederá en el año 2000 con la derrota electoral de Diouf y la llegada al poder de Wade en un contexto de fuerte movilización popular. Senegal tuvo entonces su primera alternancia real en la cima del Estado, en una época en la que otros países de África Subsahariana ya habían pasado por esa experiencia. Después de dos mandatos, y con fuertes críticas a su candidatura para un tercero, Wade fue derrotado por Sall en 2012. Como en 2024, las manifestaciones e iniciativas de la sociedad civil mantuvieron las instituciones bajo presión.

Desde los años 1980 Senegal también vivió numerosos conflictos de baja y mediana intensidad que desgastaron el mito de la “democracia ejemplar”. Empero, estas fracturas críticas permitieron a los senegaleses desarrollar mecanismos sofisticados –bastante únicos en el África francófona– para salir de problemas. Mientras el modelo democrático sufre diversas embestidas hostiles y se ve cuestionado o puesto en duda a lo largo del continente y del mundo, Senegal se distingue por el firme compromiso de su población con este sistema político. En agosto de 2023, en un contexto de polarización en torno al opositor Sonko y de incertidumbre acerca de la candidatura de Sall para un tercer mandato, un colectivo de más de 1.000 parlamentarios, universitarios, religiosos, actores económicos y artistas publicaron una columna destacada en la prensa: “El Estado de Senegal tiene un compromiso incondicional con la democracia y con el respeto a las libertades públicas e individuales, así como con los derechos en general [...]. La democracia senegalesa se mantiene en pie porque obtiene su fuerza del ingenio de nuestro pueblo con tradiciones seculares de templanza, tolerancia y diálogo [...]. El camino de la verdad es arduo, pero es el único camino beneficioso para las mujeres y los hombres conscientes de que el desafío nacional es más importante que los intereses particulares de los individuos y de los partidos”5.

Nunca antes el resultado de una elección presidencial había estado tan abierto, por la ausencia de un representante saliente y por la gran cantidad de candidatos. Más allá de las tensiones políticas y de las eventuales controversias, el nuevo jefe de Estado deberá afrontar importantes desafíos económicos. Los dos mandatos de Sall estuvieron marcados por su Plan Senegal Emergente (PSE)6 que no logró, a pesar de las ambiciones declaradas, reducir las desigualdades. El impactante contraste entre las orgullosas construcciones de infraestructura en Dakar y sus alrededores, por un lado, y el retroceso en la lucha contra la pobreza, por otro, dan testimonio de la gran tarea que tendrá que afrontar el gobierno electo. Además, la distribución de los beneficios de la próxima explotación de los yacimientos de petróleo y gas recién descubiertos agita tanto a la clase política como a la población. Mientras tanto, la precariedad o el desempleo agravan la crisis migratoria7. Para una juventud que siente que se está marchitando, irse del país parece ser la única salida.

Francis Laloupo, periodista, investigador asociado al Instituto de Investigaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS, por sus siglas en francés). Traducción: Magalí del Hoyo.


  1. Anne-Cécile Robert, “L’arc des tensions ouest-africaines s’étend au Sénégal”, Le Monde diplomatique, marzo de 2024. 

  2. Ndongo Samba Sylla, “Los ‘cinco coléricos’ sacuden Senegal”, Le Monde diplomatique, abril de 2021. Véase también Amnesty International, “Sénégal. Il faut enquêter sur les homicides et les violences policières à l’encontre des manifestantes”, 13-2-2024. 

  3. Manon Laplace, “Sénégal: Ousmane Sonko accusé de propos extrémistes après la diffusion d’une vidéo”, Jeune Afrique, París, 16-10-2018. 

  4. Matteo Maillard, “Présidentielle au Sénégal: Ousmane Sonko, un candidat antisystème pas si rebelle que ça”, Le Monde diplomatique, 13-2-2019. 

  5. “La démocratie sénégalaise reste debout”, www.impact.sn, 28-8-2023. 

  6. Ndongo Samba Sylla, “En Afrique, la promesse de l’émergence reste un mirage”, Le Monde diplomatique, junio de 2020. 

  7. Benoît Bréville, “Cinismo en Lampedusa”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, octubre de 2023.