El deseo de Estados Unidos de limitar los intercambios comerciales con China representa una dificultad considerable para las multinacionales, cuyos modelos económicos se apoyaron durante mucho tiempo en la existencia del gigante asiático. ¿Será suficiente con mudarse a India?
En diciembre de 2023, las autoridades locales anunciaron que la firma taiwanesa Foxconn –el principal productor de los iPhone de Apple– sumaría 1.530 millones de euros a su inversión inicial de aproximadamente 550 millones de euros en una fábrica en Bangalore, en el centro del Silicon Valley indio. La noticia cayó como una pequeña bomba. ¿El primer ministro Narendra Modi estaría logrando hacer de su país el nuevo “centro mundial de fabricación de sistemas electrónicos”, como suele repetir?
Sin duda, Nueva Delhi saca provecho de un gran movimiento de de-risking, una estrategia cuya faceta económica alienta a las empresas a limitar su exposición al “riesgo” chino y cuya cara geopolítica pretende “contener” el ascenso del Imperio del Centro. De ser cierto lo que dicen los medios de comunicación, todas las condiciones estarían dadas para un “gran reemplazo” asiático. India se convirtió en la tercera economía mundial (medida en paridad de poder adquisitivo) en 2022, superando al excolonizador británico. Presenta el crecimiento más rápido del mundo: tras el 6,7 por ciento en 2023, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un 6,5 por ciento para 2024, contra el 4,6 por ciento para China1. En gran medida, el despegue de un cohete indio hacia la Luna, en agosto de 2023, constituye una metáfora del despegue del país. Pero si bien la idea de la India como “nuevo taller del mundo” entusiasma a las cancillerías y a las redacciones, su situación real llama a la prudencia.
India se convirtió en 2023 en el país más poblado del planeta, con cerca de 1.430 millones de habitantes. Dispone de la población activa más importante del mundo: 970 millones de personas, que serán más de 1.000 millones en 2030, y se espera que siga en aumento hasta 2050, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). India es además un país joven: el 40 por ciento de los indios tiene menos de 25 años, y la edad promedio se establece en 28 años, contra los 39 de China. Más de diez millones de jóvenes llegan cada año al mercado de trabajo: a priori, es una gran oportunidad para los inversores extranjeros.
No obstante, buena parte de la mano de obra sufre un importante déficit de formación. Millones de escolares, sobre todo rurales, salen del sistema escolar al final del secundario sin calificación, mientras que la formación técnica está rezagada2. Con más jóvenes que China, India educa a menos en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas: 2,55 millones de diplomados en 2020 para Nueva Delhi, contra 3,57 millones para Pekín3. Más problemático aún es que más del 80 por ciento de los ingenieros indios no tiene las calificaciones que las empresas esperan4. Por último, según el Banco Mundial, India exhibe considerables tasas de analfabetismo y de desnutrición: el 24 por ciento y el 17 por ciento, respectivamente, contra el tres por ciento en China para cada uno de los indicadores.
En cuanto a la industria, la política voluntarista del Make in India (Fabriquen en India) lanzada por Modi desde su llegada al poder en 2014 no dio sus frutos. Apuntaba a que la industria manufacturera se elevara al 25 por ciento del producto interno bruto (PIB) y a crear 100 millones de empleos desde entonces hasta 2022. Sin embargo, el sector todavía está estancado alrededor del 15 por ciento del PIB y, si bien en 2016-2017 empleaba a 51 millones de indios, ese número se desplomó hasta alcanzar los 35,6 millones en 2023 (5). Es una cifra extremadamente baja que se explica por el hecho de que el 80 por ciento de los activos se encuentra en el sector informal.
India se esfuerza por atraer a los inversores, en particular a través de las ventajas ofrecidas en el seno de las zonas económicas especiales (SEZ, por sus siglas en inglés) y de las zonas nacionales de inversión y de fabricación (NIMZ, por sus siglas en inglés), que ofrecen una eficiente infraestructura de transporte y procedimientos de instalación simplificados para las empresas. Además, las SEZ otorgan ventajas fiscales a la exportación (exoneración de impuestos durante cinco años, y luego tasas reducidas al 50 por ciento para los cinco años siguientes), y las NIMZ una flexibilización de las leyes laborales y de protección ambiental. Asimismo, Nueva Delhi simplificó los procedimientos para las inversiones directas extranjeras (IDE, por sus siglas en inglés): hoy por hoy, el país se jacta de la rápida digitalización de sus servicios y de la eliminación de unas 39.000 regulaciones para sortear los obstáculos burocráticos y extender la alfombra roja a las empresas. A nivel local, los estados de la unión compiten para atraer a las empresas: préstamos a tasas reducidas, tarifas especiales para la electricidad o subvenciones para la compra de terrenos.
Pero los resultados siguen estando por debajo de las expectativas. Si bien la inversión interna (la de los agentes económicos nacionales) sigue siendo alta, está en descenso: era del 39 por ciento del PIB en 2012, contra un promedio del 31 por ciento entre 2015 y 2020, según Rajiv Kumar, vicepresidente de NITI Aayog, el think tank (usina de pensamiento) del gobierno5. La mitad provenía del mundo de los negocios, un tercio de los propios indios (inversiones inmobiliarias, creación de micro, pequeñas y medianas empresas) y 12 al 13 por ciento del sector público. Por su lado, las IDE progresan, e India es el octavo beneficiario mundial, según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD)6. Pero los 49.000 millones de dólares que recibió en 2022 siguen siendo modestos en comparación con las sumas captadas por otras grandes economías: 285.000 millones para Estados Unidos, 189.000 millones para China (cerca de cuatro veces más que India), 86.000 millones para Brasil...
A fines de 2021, el ministro de Comercio y de Industria, Piyush Goyal, indicó en el Parlamento que India contaba con cerca de 12.500 filiales de empresas extranjeras y que 10.700 se habían instalado en el país de 2014 a 20217. Pero 2.700 se habían ido, entre ellas Ford, General Motors, Holcim (cemento), Harley Davidson o los distribuidores Carrefour y Metro. Si bien la epidemia de covid-19 explica una parte de estas salidas, otras encuentran su explicación en el hecho de que las firmas no encontraron los mercados domésticos esperados y se toparon con un clima poco favorable: dificultades burocráticas, reglamentaciones fluctuantes, dificultades para adquirir terrenos, corrupción y... barreras aduaneras. En efecto, el país exhibe tarifas aduaneras sobre las importaciones del 18,1 por ciento en promedio, contra el 7,5 por ciento para China8.
India debe además mejorar su infraestructura. En 2020, el mismo empresariado indio lamentaba los costos más altos que los que existen en China o Tailandia, debido a una red rutera mal mantenida y a una cadena logística carente de organización y depósitos modernos9. Nueva Delhi intenta compensar ese atraso por medio de la creación de “corredores industriales”, la modernización de los ferrocarriles y la construcción de autopistas que unan a las grandes ciudades. Pero algunas infraestructuras sufren los violentos embates del clima debido al calentamiento global. En la primavera boreal de 2023, dos oleadas de inundaciones destruyeron puentes, diques, varios tramos de autopistas y más de 100 kilómetros de vías férreas en el norte. Por último, los cortes de electricidad siguen siendo frecuentes, aun cuando Nueva Delhi está construyendo centrales solares y aumentando la producción de carbón con el fin de alimentar a sus centrales térmicas.
Por último, India puede valerse de un “costo del trabajo” inferior al de otros países asiáticos: aproximadamente 2.500 dólares como sueldo anual de un operador de máquinas, contra 15.000 dólares en China, 10.000 dólares en Tailandia y 5.000 dólares en Vietnam, según el Reshoring Institute10. Sin embargo, el think tank estadounidense lo atenúa, al decir que si se toma en cuenta la totalidad de los costos de la empresa –infraestructura, logística, derechos de aduana, productividad y calidad de la producción–, China sigue siendo mucho más atractiva.
Bénédicte Manier, periodista. Traducción: Micaela Houston.
Éxito al estilo indio
El caso Ambani
Es la historia de un multimillonario al que le preguntan cómo construyó su fortuna. “Un día, cuando era joven, horneé una barra de pan. Vendí la mitad y con el dinero que gané preparé dos más. Pude vender un par entero y con el dinero que gané preparé cuatro más. Y así sucesivamente... Hasta que heredé la fortuna de mi padre”.
Ese multimillonario podría ser Mukesh Ambani, el hombre más rico de Asia, con la salvedad de que Ambani nunca vendió pan. Antes de heredar más de 36.000 millones de euros de su padre, Dhirubhai, trabajó en la empresa que este había fundado: Reliance Industries.
Ciertamente, Dhirubhai se construyó solo: nació pobre, se convirtió en ayudante de una gasolinera y logró crear uno de los conglomerados más grandes del país, presente en los sectores del petróleo, la salud, la construcción, la distribución, los medios de comunicación e incluso de las telecomunicaciones. Pero el “sentido empresarial” de Ambani padre consistía sobre todo en aprovechar la transformación de la economía que tuvo lugar después de 1991. Presentada como una forma de modernización liberal, la operación resultará en una vampirización privada de la riqueza nacional.
“Activos por valor de miles de millones de dólares en sectores como las telecomunicaciones o la minería prácticamente fueron entonces ofrecidos a quienes estaban cerca del poder”, informó el periodista James Crabtree(1). Colosales sobornos permitieron a grandes grupos adquirir tierras, eludir las regulaciones ambientales y ganar licitaciones públicas. Los escándalos se sucedieron. Pero a Ambani nunca le preocupó. Si en India, como en otros lugares, las campañas políticas son cada vez más caras, financiarlas sigue siendo una forma comprobada de captar voluntades.
Antes de 1991 sólo dos indios aparecían en las listas de multimillonarios de la revista estadounidense Forbes. En 2002 ya había cinco, incluido Ambani.
Pasados 15 años, su número se ha multiplicado por más de 20. En 2023 la fortuna de Ambani alcanzó los 76.000 millones de euros, según Forbes.
El hombre vive en un edificio privado de 27 pisos que ocupa una superficie equivalente a dos tercios del francés palacio de Versalles. La construcción del edificio costó casi 1.000 millones de euros. En las seis plantas de aparcamiento caben más de 150 coches, allí trabajan cientos de empleados y el edificio cuenta con tres helipuertos.
Eso ocurre en un país como India, donde el 60 por ciento de la población vive con menos de 1.100 euros al año. “Me pregunto qué lleva a alguien a hacer algo así”, preguntó Ratan Tata en 2011 en el Times. Y acertadamente agregó: “Este es precisamente el tipo de cosas que llevan a las revoluciones”.
Renaud Lambert.
(1) James Crabtree, The Billionaire Raj. A Journey Through India’s New Gilded Age, Tim Duggan Books, Nueva York, 2018.
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“Actualización de perspectivas de la economía mundial, enero 2024”, Fondo Monetario Internacional (FMI), Washington, enero de 2024. ↩
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Santosh Mehrotra, “Technical & Vocational Education and Training in India: Lacking Vision, Strategy and Coherence”, CSE Working Paper, 37, Azim Premji University, Bangalore, febrero de 2021. ↩
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Brendan Oliss, Cole McFaul y Jaret C. Riddick, “The Global Distribution of STEM Graduates: Which Countries Lead the Way?”, Universidad de Georgetown, 27-11-2023. ↩
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“80% of Indian engineers not fit for jobs, says survey”, www.businesstoday.in, 25-3-2019. ↩
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Rajiv Kumar y Nikhil Gupta, “India’s investment rate declines to 31% of GDP from 39% peak”, economictimes.indiatimes.com, 16-9-2022. ↩
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“Foreign direct investment”, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. ↩
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Kirtika Suneja, “2,783 foreign companies shut India operations since 2014: Govt to Parliament”, economictimes.indiatimes.com, 8-12-2021. ↩
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“Perfiles arancelarios en el mundo 2023”, Organización Mundial del Comercio. ↩
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“Reimagining India’s supply chain”, Confederation of Indian Industry (CII), Arthur D. Little, diciembre de 2020. ↩
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Rosemary Coates, Michael Gherman y Rafael Ferraz, “Global Labor Rate Comparisons. The Impact on Manufacturing Location Decisions and Reshoring”, The Reshoring Institute, setiembre de 2022. ↩