¿Podemos captar el modelo civilizatorio que, sin demasiado ruido, está tomando forma? El 30 de noviembre de 2022 se produjo un brusco y repentino salto tecnológico al ponerse online a disposición de todo el mundo el “robot conversacional” Chat GPT. ¿Cómo no ver que ahí está operando una progresiva desvinculación de nuestra facultad más fundamental, la de producir lenguaje? Se trata de un fenómeno que da testimonio del mayor grado de alienación y amputación de nuestra alma —pero con la apariencia de estar facilitando nuestra vida cotidiana— que jamás haya experimentado el ser humano.

Los sistemas de inteligencia artificial en constante expansión, que son más o menos subrepticiamente los ordenadores de nuestras conductas a través de un monitoreo robotizado de los flujos de la vida, operan de forma creciente en tiempo real. Bajo la apariencia de lo cool, explica el entusiasmo de las multitudes que aceptan con alegría su imbecilidad programada, su impotencia voluntaria y una “subjetividad desvitalizada”. Esta renuncia a nosotros mismos conduce al borramiento del deber de responsabilidad conferido a cada uno de nosotros como miembros de una sociedad. Así, nuestra relación con la tecnología adquiere una dimensión inédita que ya no sólo se vincula con un orden protésico o cognitivo, sino existencial. Despunta un horizonte sembrado de fake news y fake pictures, de textos generados mediante algoritmos que se valen del mayor artificio o del peor sofisma para convencer a las multitudes —que están la mayor parte del tiempo inspiradas por la desilusión, el rencor e incluso el más funesto de los odios— y hacerlas entrar en el reino de la indiferenciación generalizada que pronto incentivará a esta industria para que duplique este torbellino psiquiátrico ¡concibiendo IA destinadas a verificar si ciertos textos o imágenes han sido creados por IA! El principio que constituye los cimientos mismos de la sociedad está derrumbándose.

Sadin concluye que estas herramientas de IA generativas son “tecnologías de la abolición de nosotros mismos” y que el hecho de adaptarnos a ellas no es sino una sumisión por medio de la cual el curso de nuestra vida cotidiana se halla cada vez más perfectamente balizado, orientando de modo discreto nuestras elecciones con fines interesados. Ha llegado el momento de enfrentarse a los desequilibrios, trastornos, repliegues y “aislamiento colectivo” que provoca nuestro uso cada vez más compulsivo y acrítico de la tecnología. Son nuestra dignidad, integridad y creatividad aquello que, con urgencia repentina, tenemos que defender y cultivar en cuerpo y alma. Ante este futuro hiperindividualista sin fe, sin red y sin ley, el autor propone que frente al carácter mortífero de la racionalidad computacional, la automatización acelerada de todos los sectores de la sociedad y la consecuente desencarnación empobrecedora, debemos comprometernos con un proceso exactamente inverso: edificar modos de vida y organización en común que favorezcan la mejor expresión de nuestras facultades, los lazos sensibles, constructivos y equitativos con nuestros semejantes, que además sean plenamente respetuosos con la biosfera.

La vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas. De Éric Sadin. Caja Negra; Buenos Aires, 2024. 240 páginas, 890 pesos.