En 2022, unos 40.000 km² de selva tropical fueron devastados en la Amazonia. Cada día se talaban 1,5 millones de árboles. El anterior gobierno brasileño, presidido por Jair Bolsonaro, había fomentado la deforestación y la minería ilegal que contamina con mercurio los grandes ríos de la Amazonia. Las invasiones de tierras indígenas se triplicaron entre 2019 y 2021. En 2022, la deforestación rompió nuevos récords: se registraron 74.000 incendios en la Amazonia, un 51 por ciento más que en 2021.

En el cerrado [ecorregión tipo sabana que ocupa el 22 por ciento de Brasil], la tasa de deforestación se ha disparado en un 34 por ciento en tres años y el Pantanal fue devastado por gigantescos incendios en 2020. En la misma etapa se autorizaron 1.700 nuevos plaguicidas, muchos de los cuales han sido prohibidos en el mercado europeo. Según varios científicos y organizaciones de la sociedad civil, casi una quinta parte de la selva amazónica ya ha sido destruida. Se está acercando a su punto de “no retorno” que resultaría en la transformación de extensiones enteras de selva en sabana.

Según el Informe Anual sobre Deforestación en Brasil (RAD) de MapBiomas, publicado el 28 de mayo, el país ha perdido 8,5 millones de hectáreas de vegetación nativa en los últimos cinco años, lo que equivale al doble del estado de Río de Janeiro. El avance de la agricultura fue el motor del 97 por ciento de esta destrucción en el período. El cerrado supera a la Amazonia como el bioma más deforestado del país en 2023, equivalente al 61 por ciento de la vegetación suprimida en el país el año pasado. La cifra representa un crecimiento de la deforestación en el bioma del 68 por ciento en comparación con 2022.

Por otro lado, la deforestación en la Amazonia disminuyó un 62 por ciento en el período. En el cerrado, el área deforestada en 2023 fue de 1,11 millones de hectáreas y en la Amazonia, de 454 mil hectáreas. Las normas del Código Forestal, que permiten una supresión mucho mayor de las propiedades en el cerrado que en la Amazonia, dificultan la aplicación de la ley. Cabe destacar que, en términos nacionales, el año pasado hubo una caída del 11,6 por ciento en el área deforestada en el país, en comparación con 2022.

Impactos

Es sabido que todas las actividades productivas tienen un impacto ambiental. A nivel mundial, el 73 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provienen de la quema de combustibles fósiles. En Brasil, la agricultura es responsable del 75 por ciento de las emisiones. La mayor parte proviene del cambio de uso de la tierra, que es la destrucción de biomas para dar paso a pastizales y cultivos. Debido a que los árboles capturan gases de efecto invernadero, la deforestación libera estos gases de efecto invernadero a la atmósfera, lo que contribuye al calentamiento global.

La crisis climática conduce a la destrucción de los recursos naturales y amenaza la supervivencia de la humanidad en el planeta. Sucede que, en Brasil, las políticas económicas que tradicionalmente se han alternado en el poder, el neoliberalismo y el desarrollismo, han descuidado la cuestión ambiental. El medioambiente como cuestión política no existía en las utopías del liberalismo y el socialismo. El liberalismo en Brasil todavía apoya el mito de la “mano invisible del mercado” formulado por Adam Smith en el siglo XIX, y defiende, con el apoyo de los grandes medios de comunicación, el Estado mínimo.

Por otro lado, muchos desarrollistas de izquierda han señalado que “el medioambiente es un obstáculo para el desarrollo”. Así, hasta el día de hoy, para muchos políticos, el medioambiente es visto como un tema secundario, una cuestión aparte, y el Ministerio de Medio Ambiente es ignorado, y a veces boicoteado por los otros ministros.

A pesar de las advertencias de los científicos y las recomendaciones de los Informes del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático, dependiente de Naciones Unidas), los gobiernos nacionales, que se reúnen cada año para discutir la crisis climática en la llamada COP (Conferencia de las Partes), no han tomado ni implementado decisiones concretas para reducir las emisiones de GEI. En países basados en el neoextractivismo y una economía orientada a la exportación, como Brasil, habrá que modificar los métodos depredadores de producción agrícola y extracción de materias primas, como los minerales.

Proyecciones

La deforestación es la principal culpable, la gran villana de las emisiones brasileñas de GEI que contribuyen al calentamiento global. La deforestación en la Amazonia fue la principal responsable del aumento del 9,5 por ciento de los GEI en 2020, según datos del Observatorio del Clima, y alrededor del 75 por ciento de las emisiones del país están vinculadas a la agroindustria. Un estudio publicado el 7 de marzo de 2022 en la revista Nature Climate Change afirma que la Amazonia se está acercando a un punto en el que la devastación será irreversible, es decir, un “punto de no retorno”.

Según las proyecciones de las Naciones Unidas, tendremos 200 millones de refugiados climáticos en 2050. Otras estimaciones son aún más pesimistas: 1.000 millones de pobres vulnerables incapaces de sobrevivir. Calor extremo, ciudades sumergidas, falta de alimentos, si el calentamiento global supera el objetivo de 1,5 ºC. Los expertos predicen un futuro “semidistópico”, con hambruna, conflictos y migraciones masivas. El Acuerdo de París, firmado en 2015, tenía como objetivo limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 ºC. Pero cientos de los principales científicos del clima del mundo creen que las temperaturas globales podrían aumentar incluso 2,5 ºC por encima de los niveles preindustriales este siglo, causando consecuencias catastróficas para la humanidad y el planeta. El informe Estado del Clima Global 2023, de la Organización Meteorológica Mundial, muestra que se han vuelto a batir récords, en términos de niveles de GEI, temperaturas superficiales, calor y acidificación de los océanos, aumento del nivel del mar, disminución de hielo marino en la Antártida y retroceso de los glaciares. Las olas de calor, las inundaciones, las sequías, los incendios forestales y los ciclones tropicales se intensificarán rápidamente, causando miseria y caos, alterando la vida cotidiana de millones de personas y causando miles de millones en pérdidas económicas (One Planet, 14/5/2024).

China, Estados Unidos e India son los tres mayores emisores de GEI, además de ser los más poblados del mundo. Los tres contribuyen con el 42,6 por ciento de las emisiones totales, mientras que los 100 países menos poblados representan sólo el 2,9 por ciento, de acuerdo con el informe del Instituto de Recursos Mundiales, según el cual “el mundo no puede combatir con éxito el cambio climático sin una acción significativa de los diez principales emisores”. Brasil es el quinto mayor emisor, sólo por detrás de los tres primeros más Rusia. Sin embargo, un factor importante a tener en cuenta es el volumen histórico de emisiones. A pesar de emitir más que Estados Unidos, China aún no ha alcanzado el volumen histórico emitido por el primero. A nivel mundial, las emisiones del uno por ciento más rico equivalen a las emisiones del 66 por ciento más pobre. Así se desprende del hecho de que los 20 países más ricos del mundo (G20) son responsables del 76 por ciento de las emisiones globales. Los países menos adelantados, por su parte, fueron responsables del 3,8 por ciento de las emisiones mundiales.

Debido a su tamaño y biodiversidad, Brasil podría asumir el liderazgo internacional en la lucha contra el cambio climático. Pero para ello es necesario tomar conciencia de la importancia de la sostenibilidad, que generalmente es ignorada por los gobiernos, en especial por los gobiernos neoliberales y negacionistas de derecha y extrema derecha, comprometidos exclusivamente con los intereses económicos del mercado, en detrimento del desarrollo sostenible del país. Una de las principales tareas que recaería en el actual gobierno de Lula da Silva sería asumir un liderazgo global en la defensa de la sostenibilidad socioambiental para reducir de modo drástico la desigualdad social y los riesgos ecológicos que amenazan la supervivencia humana, especialmente de los pobres. Una gran oportunidad será la realización de la COP 20 en Belém do Pará, en 2025, que reunirá a gobiernos de todo el mundo para discutir las amenazas del cambio climático.

Liszt Vieira, ambientalista, fue coordinador del Fórum Global de la Conferencia del clima Rio 92. Versión del artículo publicado en Le Monde diplomatique, edición Brasil.