Un discurso del dirigente norcoreano Kim Jong-un, en enero, suscitó grandes preocupaciones en las cancillerías occidentales. Al anunciar una ruptura estratégica, Pionyang parecía amenazar a su vecino del sur. Como sucede a menudo, los principales análisis de la situación omitieron tomar en cuenta la responsabilidad de los otros actores del conflicto.

Hay buenas razones para temer un conflicto militar en la península coreana. Pero la mayoría de las veces no son las afirmadas por los medios de comunicación y sus expertos. Estos últimos sugirieron recientemente que una Corea del Norte aún más amenazante de lo habitual querría aprovechar la guerra en Ucrania para atacar Corea del Sur: “[El dirigente norcoreano] Kim Jong-un dice estar listo para la guerra”, anunciaba, por ejemplo, un artículo del diario francés La Croix el 16 de enero. En Estados Unidos, dos especialistas de renombre estiman que la situación en la región sería “más peligrosa de lo que lo ha sido desde el comienzo del mes de junio de 1950”1, momento en el cual estalló la Guerra de Corea. Evidentemente, la alta administración estadounidense comparte este análisis. En enero, un artículo del New York Times informaba que algunos altos funcionarios decían estar convencidos de que Kim Jong-un “podría dirigir una forma u otra de acción militar contra Corea del Sur en los próximos meses a raíz de un cambio estratégico a favor de una política de hostilidad manifiesta”2.

Aquellos que desconfían de Pionyang encontraron un pretexto para alimentar sus preocupaciones en el discurso del 15 de enero de Kim Jong-un ante la Asamblea Popular Suprema del país3. Allí el dirigente calificó a Corea del Sur como el “principal enemigo” de Pionyang y llamó al desmantelamiento de “todos los órganos de solidaridad que hemos creado con vistas a una reunificación pacífica”. También ordenó “la eliminación total de conceptos tales como ‘reunificación’, ‘reconciliación’ y ‘compatriotas’ de la historia nacional de nuestra República”.

Esta evidente ruptura con el compromiso de larga data de Corea del Norte a favor de una reunificación pacífica no solamente estuvo acompañada por la demolición del Monumento a las Tres Cartas por la Reunificación Nacional (una estructura de 30 metros de altura inaugurada en 2001 y que había ofrecido su logo específicamente a la Asociación de Amistad Franco-Coreana), sino también por una intensificación del programa de disparos de misiles del país. Desde el punto de vista occidental, son todos elementos que respaldarían la tesis según la cual Kim Jong-un estaría preparando una operación militar.

Sin embargo...

Presentado como una cuasi declaración de guerra, ese discurso era ante todo sobre la economía, como manifiesta su título: “Sobre las tareas inmediatas para la prosperidad y el desarrollo de nuestra República y la promoción del bienestar de nuestro pueblo”. Kim Jong-un menciona allí la necesidad de llevar a buen término proyectos en varios sectores clave, en particular la metalurgia, la industria química, las herramientas mecánicas y la energía, con el fin de “poner firmemente a la economía global del país en la vía de un desarrollo estable y duradero”. Lejos de atribuir las dificultades económicas del país a un “adversario” contra el cual sería conveniente tomar las armas, Kim Jong-un reconoce la responsabilidad del poder con respecto a un cierto número de dificultades. Menciona, por ejemplo, “la gran disparidad de los niveles de vida entre la capital y las provincias y entre las ciudades y los campos”, subrayando el hecho de que tal situación va “en contra de la idea del desarrollo global edificado por el socialismo”, previo a exponer su proyecto para avanzar: la construcción planificada de nuevas industrias, de establecimientos de salud y de enseñanza y de viviendas en 20 condados durante los próximos diez años.

Por último, cuando menciona las cuestiones de política exterior, en especial la nueva posición de Pionyang con respecto al Sur, Kim Jong-un insiste sobre el hecho de que aquella es el resultado de una degradación del entorno de seguridad de su país. Por ejemplo, explica: “No tenemos ninguna razón para elegir la guerra y por lo tanto no tenemos ninguna intención de desencadenar unilateralmente una”. Antes de añadir: “Pero si nos enfrentáramos a la perspectiva de una guerra, entonces nunca buscaríamos huir de ella. Tomaremos las medidas que hemos preparado con la mayor atención de modo de defender nuestra soberanía, la seguridad de nuestro pueblo y nuestro derecho a existir”.

Ahora bien, el deterioro del entorno de seguridad de Corea del Norte es más fácil de documentar que la locura guerrera que se habría apoderado de ella. Evaluémoslo solamente según un balance de 2023. Durante este período, Estados Unidos y Corea del Sur dirigieron 42 ejercicios militares conjuntos. Junto con Japón, que se les unió, los dos aliados llevaron a cabo diez más. Todos identificaron a Corea del Norte como objetivo4. La mayor parte se basaban en escenarios de conflicto exacerbado: un ataque nuclear de los tres aliados o un derrocamiento del poder en Pionyang.

En siete oportunidades, bombarderos estadounidenses capaces de transportar ojivas nucleares sobrevolaron la península. Varios de esos vuelos fueron realizados por bombarderos B-1, escoltados por cazas surcoreanos o japoneses, para testear los sistemas de defensa antiaéreos de Pionyang. En julio, Corea del Norte se quejó de que aviones estadounidenses llevaran a cabo, durante ocho días seguidos, misiones de espionaje sobre su zona económica exclusiva5.

Tal vez es más preocupante aún para la República Popular que Estados Unidos lograra superar la resistencia surcoreana a un acuerdo militar trilateral con Japón durante la Cumbre de Camp David de agosto de 2023. Los tres países se pusieron entonces de acuerdo para establecer un sistema inédito para compartir inteligencia militar en tiempo real, para operar de común acuerdo en materia de misiles balísticos de defensa, organizar ejercicios militares conjuntos anuales y, de manera más general, reforzar su cooperación militar.

Tres meses más tarde se celebró en Seúl la primera reunión de los ministros de Defensa de Corea del Sur y de los estados miembros del Comando de las Naciones Unidas (UNC) (el UNC fue creado por Estados Unidos durante la Guerra de Corea, sin la autorización de las Naciones Unidas). Por invitación de Estados Unidos, los ministros de Defensa se comprometieron entonces a reforzar la preparación militar del UNC para responder a las “provocaciones” norcoreanas.

Menos de un año antes del discurso de Kim Jong-un, el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, ordenó la inscripción de Corea del Norte en la lista de los “principales enemigos” de Seúl en el Libro Blanco sobre Defensa del gobierno. Durante una visita a la zona desmilitarizada que separa Corea del Sur de Corea del Norte, en diciembre de 2023, Yoon declaró a las tropas surcoreanas presentes en el lugar: “En caso de provocaciones, les pido que respondan inmediatamente y lo denuncien más tarde”6.

Problemas con los socios

¿No sería más arrogante por parte de los dirigentes norcoreanos no tomar esos sucesos en serio? Particularmente, la participación de Corea del Sur en una alianza militar trilateral concebida para servir a la política exterior de Washington —la cual tendrá como efecto someter aún más a la diplomacia y al ejército del país a las prioridades estadounidenses y, en menor medida, japonesas—. El comandante estadounidense que dirige el Comando de Operaciones Combinadas en Corea del Sur ya ejerce un control operativo sobre las fuerzas surcoreanas en tiempos de guerra. Dicho de otro modo, Seúl corre el riesgo de convertirse en un socio para la negociación cada vez menos confiable, por no decir hostil.

Tal cuadro justifica otra interpretación del discurso de Kim Jong-un: no como una escalada a los extremos, sino como la consideración de la nueva realidad militar regional, así como un llamado de atención a sus interlocutores en cuanto a los riesgos vinculados con las consecuencias imprevistas de su política.

No obstante, ¿servirán a su país, a largo plazo, las declaraciones del dirigente norcoreano? Podría haberse conformado con reducir discretamente la participación de Pionyang en los proyectos conjuntos que lo vinculan con Seúl, manteniendo al mismo tiempo su apoyo a las diferentes organizaciones de solidaridad que Corea del Norte creó para apoyar los esfuerzos a favor de una reunificación pacífica. La decisión de desmantelar esas estructuras colocó a los militantes surcoreanos que trabajan por la desmilitarización de la península y la mejora de las relaciones entre el Norte y el Sur en una posición particularmente delicada. Los miembros de la diáspora coreana que siguen apegados a la reunificación, o al menos a la normalización de las relaciones entre las dos Coreas, se encuentran hoy por hoy privados de los pocos medios de los cuales disponían para mantener el diálogo. Además, el ambiente político en Corea del Sur está lejos de ser estable. El actual presidente, cuya formación acaba de perder las elecciones legislativas, en abril, es particularmente impopular. A priori, nada impedía esperar que el próximo gobierno surcoreano resultara más cooperativo.

Asistimos por lo tanto a un peligroso círculo vicioso en la península coreana. En diciembre de 2023, un submarino estadounidense de propulsión nuclear atracó en Busan, Corea del Sur, para demostrar la determinación de Estados Unidos de defender a su aliado. Al día siguiente, Corea del Norte testeó un misil balístico intercontinental, en respuesta a la presencia del submarino en el Sur. Ello condujo a Seúl y a Washington a condenar una “provocación” norcoreana...

En enero, unos días después del discurso de Kim Jong-un, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur llevaron a cabo un importante ejercicio naval que involucraba un portaaviones de propulsión nuclear estadounidense. Es una operación que la agencia AP News describió como “el mayor ejercicio naval probablemente jamás realizado”, “una demostración de fuerza”7. Dos días más tarde, Pionyang procedió a un ensayo de lo que presentó como su más reciente arma: el Haeil-5-23, un sistema de arma nuclear submarino.

En marzo, Estados Unidos y Corea del Sur organizaron su serie anual de ejercicios militares, bautizada “Escudo de la Paz”. Por primera vez, participaron 12 miembros del UNC (entre ellos, Australia, Canadá, Francia, Grecia, Italia y Reino Unido). Por su lado, Washington y Tokio anunciaron su decisión de proceder a “la más importante actualización de su alianza de seguridad desde que los dos países firmaron un tratado de defensa mutua en 1960”8. Un paso en falso en esta macabra danza podría desencadenar un conflicto a gran escala en la región. Ponerle término implica salir de la idea según la cual las tensiones son el resultado de la actitud de Pionyang, para interesarse en la de Estados Unidos, que lleva la voz cantante también en esta región.

Desde la disolución de la Unión Soviética, Corea del Norte siempre buscó negociar de forma directa con Estados Unidos. Quiere firmar un tratado de paz que ponga fin a la Guerra de Corea con el fin de normalizar sus relaciones. Washington se niega, por muchas razones.

La amenaza norcoreana beneficia al complejo militar-industrial estadounidense, justificando el financiamiento de una serie de sistemas de armas particularmente costoso. También permite justificar el mantenimiento de bases y tropas estadounidenses en Japón y en Corea del Sur, cerca de China. De modo que Estados Unidos sólo acepta reunirse con Corea del Norte si la agenda se limita a la cuestión de saber cuándo y cómo el país pondrá fin a su programa nuclear y destruirá sus armas.

Es Estados Unidos, y no Corea del Norte, el que introdujo las armas nucleares en la península coreana en 1958. Fueron utilizadas en varias oportunidades para amenazar a Pionyang, décadas antes de que este lanzara su propio programa nuclear, en violación de los principios del Tratado de No Proliferación Nuclear. Hoy por hoy, Corea del Norte se enfrenta a una alianza de países hostiles sobrearmados, dominada por Estados Unidos. Mientras los gastos militares anuales ascienden a cerca de 900.000 millones de dólares en Estados Unidos y a aproximadamente 40.000 millones de dólares en Corea del Sur, Corea del Norte no está en condiciones de asignarle más que aproximadamente 4.000 millones de dólares, según las estimaciones del Departamento de Estado estadounidense. Desde el punto de vista de Pionyang, un desarme nuclear unilateral sería un suicidio. ¿Ello significa que Corea del Norte amenaza la paz?

Martin Hart-Landsberg, profesor emérito de Economía, autor de varias obras sobre Corea y Asia del Este y administrador del Korea Policy Institute, con base en Estados Unidos. Traducido del inglés al francés: Renaud Lambert. Traducción del francés: Micaela Houston.

Estambul 70

El 24 y 25 de mayo se realizó en Estambul, Turquía, la reunión anual de las ediciones internacionales de Le Monde diplomatique. Además de dialogar sobre el abordaje periodístico de un mundo en tensión permanente, el encuentro fue la ocasión de celebrar los 70 años del periódico francés originario. Fundado en 1954 por Hubert Beuve-Méry, Le Monde diplomatique tiene a sus espaldas la marca de una época en la que todo parecía posible: los imperios coloniales flaqueaban, el Tercer Mundo se encontraba en la conferencia de Bandung, Indonesia, para dar origen al Movimiento de Países No Alineados y oponer su unidad a las grandes potencias de la época. Se incubaban pensamientos emancipadores que pronto florecerían en las poblaciones del Sur y también en las del Norte.

Heredero de ese espíritu, Le Monde diplomatique inició una andadura independiente que lo ha llevado a ser el periódico francés de mayor difusión global: en 2024 habla en 27 idiomas a través de 36 ediciones internacionales. Desde marzo de 2022, la uruguaya es una de ellas.

La reunión de este año de esta gran comunidad se realizó en el Museo de la Prensa de la Asociación de Periodistas Turcos. Así, ante la atenta mirada de los retratos de muchos que pagaron con cárcel y exilio –o incluso con la vida– su compromiso con el ejercicio de la profesión, se desarrollaron las discusiones y se pusieron en común experiencias tan distintas como los países en los que se publica el mensuario. La tierra de Nazim Hikmet fue un buen marco para recordar que toda celebración es, antes que todo, una mirada de futuro.


  1. Robert L. Carlin y Siegfried S. Hecker, “Is Kim Jong Un Preparing for War?”, 38 North, Washington, 11-1-2024 

  2. Edward Wong y Julian E. Barnes, “U.S. Is Watching North Korea for Signs of Lethal Military Action”, New York Times, 25-1-2024. 

  3. “Respected Comrade Kim Jong-un Makes Policy Speech at 10th Session of 14th SPA”, traducción en inglés del discurso disponible en kcnawatch.org 

  4. Jang Chang-jun, “La crisis en la península coreana: una repetición del pasado o un movimiento totalmente nuevo?” (original en coreano), Minplusnews, 24-1-2024. 

  5. Lee Minji, “Kim’s sister warns U.S. military will face ‘very critical flight’ in case of ‘repeated intrusion’”, en.yna.co.kr, 11-7-2023. 

  6. Kim Han-joo, “Yoon orders military to retaliate first, report later in case of enemy attacks”, en.yna.co.kr, 28-12-2023. 

  7. Kim Tong-hyung, “The US, South Korea and Japan conduct naval drills in a show of strength against North Korea”, AP News, 17-1-2024. 

  8. Demetri Sevastopulo y Kana Inagaki, “US and Japan plan biggest upgrade to security pact in over 60 years”, Financial Times, Londres, 24-3-2024.