Tiene en común con la serie negra internacional su carácter de sismógrafo de las ansiedades de la sociedad en la que se desarrollan sus tramas. Pero lleno de peculiaridades, el policial coreano se niega a ser encasillado. Al menos por ahora. La irrupción del formateo serial de las adaptaciones a Netflix puede poner en riesgo esta originalidad.

La faja del libro lo proclamaba: “Corea, nuevo país del policial”. Así planteada sobre la tapa de Sang chaud [Sangre caliente] de Kim Un-Su (Matin calme, 2020), éxito tanto de ventas como de crítica. Desempeñaba un rol publicitario, claro está, pero también habilitaba la creencia de que se trata de una corriente claramente identificable, propia de Corea del Sur. “No creo que sea el caso”, matiza Philippe Picquier, fundador de la editorial que lleva su nombre, pionera en la publicación de libros asiáticos. “Efectivamente hay una tendencia en la novela coreana de historias en las que, en determinado momento, la acción se desvía y terminan mal. Pero no son policiales en sentido estricto, más bien libros que expresan un miedo enorme frente a las dificultades para vivir en Corea y que tratan de explicarlo. Llamamos a eso policial en la medida en que hay una influencia evidente del género occidental. Pero resulta un buen vector para describir una sociedad”1.

La que se apoderó en Francia de ese vector es la editorial Matin calme, que pertenece al grupo Bourgois y fue fundada en enero de 2020 por Pierre Bisiou. Antes editor en Serpent à plumes, Bisiou había hecho traducir allí a dos autores de éxito: Kim Un-Su con Los conspiradores (2016)2 y Jeong You-Jeong con Genealogía del mal (2018). En ese momento los dos autores suscitaron en Francia comparaciones con los policiales escandinavos, apodando al primero “el Henning Mankell coreano” por su voluntad de privilegiar la atmósfera antes que el enigma... Pero se publicaron fuera de la colección del género. ¿Serían la punta visible de un iceberg emergente? Bisiou apuesta a que sí. Durante cuatro años publicó una veintena de títulos, hasta que Bourgois, dirigida desde 2019 por Olivier Mitterrand, decidió cerrar. El cine también asoció el género policial con Corea: desde los filmes policiales El cazador (de Na-Hong-Jin en 2008), Vi al diablo (de Kim Jee-Woon en 2010), Memorias de un asesino (de Bong Joon-Ho en 2003) hasta el muy negro Parásitos (de Boon Joon-ho, Palma de oro en el Festival de Cannes de 2019 entre otras distinciones).

“Hay una pata coreana –explica el editor–. El tratamiento suele ser muy cinematográfico, y no es casual que el cine coreano haya seducido a tanta gente. A los autores les gusta montar escenas: de restaurant, de peleas, de ruptura. Les gusta trabajar sobre los personajes, crear roles secundarios fuertes y creíbles. A veces las intrigas son menos elaboradas. La cultura coreana tiende hacia el análisis histórico y la poesía, más seguras que la resolución de un misterio, y sin duda sus lectores no tienen las mismas expectativas que los franceses a ese nivel. Pero esas flaquezas eventuales forman también parte del exotismo”.

En la posguerra, cuando el país vivía bajo la ocupación de Estados Unidos, nació su literatura policial. “Eran novelas de viaje muy marcadas por la ocupación, que no revestían mucho interés, incluso solían ser muy malas”, sigue Bisiou. Después apareció una corriente inspirada en personajes occidentales: los de Arsenio Lupin, Sherlock Holmes, Agatha Christie... Seguía siendo marginal y sin mayor originalidad, un ejercicio de inspiración antes que de verdadera creación. Después llegó el primer autor que cambió la norma: Kim Young-ha”3.

Se trata del primer autor que capta el ámbito urbano, aborda temas muy poco tratados hasta entonces: la alienación, la dificultad para comunicarse, la invasión digital, pero también la homosexualidad. En Escucho tu voz pone en escena a un niño abandonado que tiene el don de percibir el sufrimiento ajeno, de animales o de humanos, y se convierte en jefe de una pandilla de motociclistas que desafía a la policía. Uno de sus héroes es un asistente de suicidas. El suicidio es un tema poco mencionado en público, pero muy presente en una sociedad bajo presión: 25 suicidios anuales cada 100 mil habitantes4. El reciente suicidio del actor Lee Sun-Kyun, una de las estrellas de Parásitos, tuvo el efecto de un electroschock. En Generación B (2019), Chang Kang-Myoung parte de una investigación sobre una serie de suicidios para denunciar el peso de la competencia en las jóvenes generaciones. En El día de un perro negro (2020) de Song Si-woo, dos investigaciones paralelas sobre dos asesinatos ponen en primer plano el peso de la depresión sobre la sociedad.

En 1988 la sociedad surcoreana se democratiza con la elección libre del presidente Roh Tae-woo, que sucede al dictador Chun Doo-hwan, en el poder desde el asesinato del presidente Park Chung-hee en 1979, acontecimiento que no es objeto de abordaje directo en la novela (sí en el cine, en 2020, con la impactante El hombre del presidente, de Woo Min-ho), pero que introducirá el tema del complot en esta literatura. Doohwan había alcanzado importantes logros económicos, pero amordazó las libertades. “La democratización modificó el estado de cosas –prosigue Bisiou–. Fue un movimiento muy importante. Con ella llegan los grandes monopolios que se desarrollan extraordinariamente. El mundo digital invade la vida cotidiana. Pero ven la luz nuevos males. Se extiende la corrupción. Se multiplican las infracciones contra la justicia. Muchos relatos ponen en escena sociedades secretas que buscan reponer la justicia allí donde está ausente, mediante asesinatos y venganzas”.

Varios hechos policiales dramáticos ponen en evidencia estos desarreglos. En 1995 se desmorona en Seúl una gran tienda de la cadena Sampoong. La investigación revelará que empresarios corruptos incumplieron las normas de seguridad. En 2014 el transbordador Sewol naufraga con 476 personas a bordo, en su mayor parte estudiantes del secundario, y mueren 299 pasajeros. La empresa de navegación (cuyo dueño perseguido por la policía será hallado misteriosamente muerto tres meses después) y el gobierno son acusados de negligencia. “En este drama murieron muchos chicos –dice Bisiou– y la pregunta que se plantea es: ¿por qué dejamos morir a nuestros hijos? Los fantasmas de niños están muy presentes en los relatos policiales coreanos, un país donde la juventud es muy solicitada. La generación de la posguerra fue sacrificada al trabajo, y sus hijos, los del renacimiento económico, empujados a la neurosis. ¿Qué hubiera sido de ellos si no los hubiéramos matado? El interrogante se reactivó con la estampida de Itaewon”. El 20 de octubre de 2022 más de 150 jóvenes encontraron la muerte en la calle cuando celebraban Halloween...

_Sin título_, 1955. Serigrafía. 26 x 43,5 cm.

Sin título, 1955. Serigrafía. 26 x 43,5 cm.

Depósito de miedos

“El policial coreano es el vertedero de los problemas de Corea, habitualmente ocultos por el fervor del que goza ese país en Francia. Temores sociales, dificultades en las relaciones, miedos globalizados… Encontramos muchas personas libradas a sí mismas, la acumulación de riqueza en pocas manos, el miedo nuclear y la corrupción”, confirma el editor Jean Claude de Crescenzo. Varias novelas negras se refieren directamente a esa corrupción: en Los niños del silencio (2009), Gong Ji-Young denuncia al mismo tiempo las desviaciones pedófilas de algunos profesores y los esfuerzos de la justicia por acallar los casos. En cambio el tema de la división del país está ampliamente ausente. “Muchos coreanos siguen creyendo que su país es uno solo, como la Alemania de posguerra, creen que la división es solo circunstancial, y que llegará a su fin”, precisa Bisiou.

Otro factor importante es el aumento de poder de las mujeres. En Corea las escritoras son más numerosas que los escritores, y muchas de ellas optan por el relato policial. Pyun Hye-young, autora de La ley de las líneas (2022), no tiene duda de que se debe a que muchos relatos policiales se basan en problemas domésticos5. En 1994 Soe Mi-ae publicó un libro de título provocador: Las 30 mejores maneras de asesinar al marido, y otras muertes conyugales (2022). Llevada al teatro en el barrio universitario Daehangno, de Seúl, se representa desde hace 30 años a sala llena, como sucedió con La ratonera de Agatha Christie en Inglaterra. Después continuó con una obra de tono sarcástico como Buenas noches mamá (2020), retrato de una asesina en serie... de 11 años, inspirada en una noticia policial inglesa. Con La isla de los chamanes (2021), Kim Jay se sumerge en el mundo delictivo digital, lanzando a su detective tras las huellas de ciberdelincuentes, hackers y gurúes que lavan cerebros en una isla misteriosa. Jeong You-jeong (Généalogie du mal, 2018) escribe policiales paranoicos que flirtrean con lo fantástico (Bonobo, 2024).

De forma gradual los registros se diversifican. Do Jinki y su Retrato de La Traviata (2020) se sumergen en las delicias del “¿quién lo hizo?”, mientras que El imitador de Seúl (2020) de Jung Jaehan es un policial puro, autor que con su Libreta de investigaciones de un lindo chico nigromante (2021) trabaja con el humor negro. Hay también un policial político excelente, El francotirador, el presidente y la mafia (2022) de Chang Kuo-Li, que pertenece a la serie negra de Gallimard. No falta el cozy mistery (policial sensible), por ejemplo Las cuatro detectives del supermercado Gwangseon, de Jeon Gunwoo (2003). Por último, tal vez se sumen a esta diversidad los “webtoon”, mangas coreanos publicados en internet, cuya eclosión habilitaron los teléfonos inteligentes. En Francia algunas editoriales como Matin calme y Michel Lafon se lanzaron a hacer ediciones impresas en papel, ambas lanzaron colecciones en 2022, Koyohan y Sikku respectivamente. El resultado se aproxima a la historieta clásica, que se lee en sentido occidental. Aunque la mayoría de estas obras son fantásticas, algunas como Juego de espejo, de Baolong, se incluyen en el género policial.

Prejuicios locales

En Corea el policial no es muy popular ni tampoco reconocido por la intelectualidad, que valoriza ante todo la literatura histórica y poética. La mayor parte de las novelas que en Francia se catalogan como policiales, en Corea se publican sin esa etiqueta. La apuesta es doble. Ante todo, hay que hacerse reconocer localmente, aun cuando esas obras se exportan muy bien. Buenas noches mamá se tradujo en 13 países y Las treinta maneras de asesinar al marido fue llevada al cine. En Francia muchos de estos títulos se publican en colecciones de bolsillo, indicio de éxito comercial. Pero hay otro desafío. “Se perfila un comienzo de formateo vinculado con el incremento de las plataformas y con la exportación exitosa de la cultura coreana al exterior: menos descripciones, pautas más marcadas… ¿es un riesgo?”, se pregunta Bisiou. Según Jean Claude de Crescenzo, lo es: “Sí. Algunos no lo ocultan: escriben para que los traduzcan. El verdadero éxito es ser adaptado por Netflix y ser celebrado en las redes sociales. Son los internautas los que consagran a los escritores calificándolos, no los críticos literarios”. “Sería una lástima, concluye Bisiou, porque uno de los motivos de seducción del policial coreano es su característica de no formateado. No encontramos en ellos copias de los policiales escandinavos o estadounidenses. Hasta ahora siempre nos han sorprendido. Ojalá sigan haciéndolo”.

Hubert Prolongeau, periodista y escritor francés, especializado en novelas policiales. Traducción: Marta Vassallo.

Mortarotti

En diciembre de este año Margarita Mortarotti cumpliría 98 años. Sin embargo, su presencia en las paredes del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) del Parque Rodó de Montevideo no se debe a ninguna preparación de su futuro centenario. Con un vínculo intenso con el panorama artístico brasileño, forma parte de la muestra Rupturistas, curada por Enrique Aguerre y que se puede ver hasta el 24 de agosto. De ahí proceden las imágenes que reproducimos en esta nota por gentileza del MNAV. En esa exposición también están representadas Elizabeth Thompson, María Freire, Ofelia Onetto y Viana, y Teresa Vila. Formada en el grabado y la cerámica, además de la pintura, su obra fue una búsqueda constante. Fallece en Montevideo en 1985.


  1. Todas las citas fueron recogidas por el autor. 

  2. NdR: Todos los títulos de novelas se traducen al español. Los años corresponden siempre a las ediciones en francés. 

  3. De La mort à demi-mot (1996-1998) hay una traducción al español (Tengo derecho a destruirme, Buenos Aires, Bajo la luna, 2011). Otras obras de Kim Young-ha disponibles en francés son Qu’est devenu l´homme coincé dans l´ascenseur? [¿Qué fue del hombre atrapado en el ascensor?] (1999, Picquier, 2011) o J´entends ta voix [Escucho tu voz] (2012, Picquier, 2017). 

  4. NdR: En Uruguay en 2020 el porcentaje de suicidios cada 100.000 habitantes fue de 20,3. 

  5. Véase la revista Keulmadang n° 5, dedicada al género policial coreano.