En los últimos años, los usuarios del metro parisino y de internet no han podido evadir las publicidades del espectáculo de la compañía Shen Yun, que anunciaban “el renacimiento de 5.000 años de civilización”, con bailarinas de trajes coloridos, bajo un cielo inmaculado. A veces considerado como una expresión del soft power chino, el espectáculo ha sido concebido por el Falun Gong, enemigo declarado del Partido Comunista Chino (PCC).
En esta noche de mayo, el Palais des Congrès, ubicado en el noroeste de París, abre su telón negro para descubrir un escenario lleno de bailarinas, monjes budistas con túnicas color azafrán y guardias imperiales. En una pantalla gigante aparece un ser rodeado de un halo de luz, presentado como el “Creador”: “Síganme a la Tierra para salvar toda vida”, les ordena.
A lo largo del espectáculo se suceden escenas sin coherencia cronológica ni narrativa: cuentos de hadas celestiales, monjes y dragones alternan con escenas contemporáneas. Un cuadro central titulado “Los crímenes de los últimos días” denuncia la persecución de los practicantes en la China comunista. De repente, algunos adeptos del Falun Gong que leen un libro de Li Hongzhi –fundador de este movimiento espiritual– son atacados por hombres de camisa negra, con un brazalete rojo y el símbolo de la hoz y el martillo en la espalda: policías del régimen. Una practicante es arrestada, luego asesinada antes de que sus órganos sean extraídos.
“Esta escena está basada en hechos reales que todavía ocurren hoy en China”, comenta la presentadora del espectáculo. A la salida, en unos kakemonos aparece, en varios idiomas, el viejo eslogan del espectáculo que ha desaparecido de las campañas publicitarias: “China antes del comunismo”. Un stand ofrece los libros del “maestro”, mientras que una vendedora recomienda a los clientes su “libro principal”, Zhuan Falun.1 “Fue traducido a más de 50 idiomas”, precisa antes de agregar: “Li Hongzhi vive en Estados Unidos porque en China es perseguido”.
Sin embargo, la hostilidad no siempre ha caracterizado las relaciones entre el Falun Gong y Pekín. Si bien la versión moderna del Qi Gong, una disciplina ancestral compuesta de ejercicios de gimnasia y meditación, nació con la República Popular China en la década de 1950, la Revolución Cultural (1966-1976) le reprochó promover “supersticiones feudales”.2 En los años 1980, gracias a la política de apertura de Deng Xiaoping, el Qi Gong salió de la clandestinidad y buscó obtener legitimidad científica. Parte de las élites lo vieron como una herramienta terapéutica eficaz y un recurso en la reducción de los gastos públicos en salud.
Escalera al cielo
Cuando en 1992 Li Hongzhi presentó en público el Falun Gong –que significa, literalmente, “método de la rueda de la Ley”–, no era más que uno de los miles de maestros de esta disciplina que prosperaban en todo el país. Li sustituyó la entonces dominante pretensión científica del Qi Gong por una doctrina milenarista inspirada en el budismo, en consonancia con una miríada de sectas populares que habían sobrevivido a lo largo de los siglos. En sólo unos pocos años, el movimiento ganó decenas de millones de adeptos y apoyos, incluso dentro de la policía y el ejército.
La popularidad de este nuevo tipo de Qi Gong preocupó al gobierno. “El poder está muy atento. En la historia de China, muchas revueltas han nacido de movimientos escatológicos”, nos explica Marc Lebranchu, doctor en Historia de las religiones. En 1996, al sentirse amenazado, Li Hongzhi se exilió a Nueva York. El 25 de abril de 1999, durante una breve estadía del “maestro” en Pekín, cerca de 10.000 adeptos se reunieron alrededor de Zhongnanhai, la sede central del gobierno. Tres meses más tarde, se calificó el Falun Gong como “secta perversa anticientífica, antisocial y antihumana” y se lo prohibió en China.3 A partir de entonces, sus miembros fueron encarcelados. Desde esta ruptura brutal con el PCC, el Falun Gong se ha internacionalizado, sobre todo en los países anglosajones, desde donde despliega su propaganda anticomunista.
El movimiento se estableció en Francia en 1995, cuando Li Hongzhi fue invitado por la embajada de Pekín en París a dar un seminario. La madre de Florent,4 un estudiante franco-vietnamita en París, comenzó a practicar el Falun Gong hace cinco años, y arrastró con ella a buena parte de sus amigos y familiares. El contacto con este movimiento milenarista fue cambiando poco a poco su comportamiento, sobre todo, incitándola a rechazar las vacunas, entre otras cosas. En 2022, se fue a Polonia, por su propia cuenta, para hablar sobre el Falun Gong. Según las enseñanzas de Zhuan Falun, la “Biblia” del movimiento, los practicantes, incluso los experimentados, deben seguir siendo estrictamente voluntarios y limitarse a repetir los preceptos del fundador. Según explica Heather Kavan, investigadora de la Universidad Massey en Nueva Zelanda, “Los miembros más instruidos piensan que Li Hongzhi tiene una conciencia infinita de todos sus pensamientos y que es muy fácil caer en desgracia ante él”.
Durante un curso online, una practicante quebequense explica que el Falun Gong ha recibido “elogios” de “altos dirigentes” en Estados Unidos, Canadá, Australia y “hasta en China antes de la persecución”. Después, la presentadora da a conocer una demostración de los cinco ejercicios realizados por el propio Li Hongzhi, vestido de dorado, con un fondo de paisajes rústicos chinos. “El Falun [la rueda de la Ley], que el maestro localizó en la región del abdomen bajo, absorbe automáticamente la energía del universo, transforma la energía y ayuda al practicante”, anuncia una voz en off, repitiendo casi palabra por palabra las enseñanzas de Zhuan Falun.
Autopercepción
Li Hongzhi se ve a sí mismo como el profeta de los últimos tiempos. Según él, las civilizaciones nacen y se hunden en los mares desde hace millones de años. Hoy estaríamos al final de un ciclo y unos “extraterrestres” que se salvaron del apocalipsis anterior estarían tratando de regresar a la Tierra desde principios del siglo XX para reemplazar a la humanidad. Algunos se parecerían a los humanos; otros, a fantasmas. Juntos, serían los responsables de avances como las computadoras y los aviones, así como, en general, de los descubrimientos de la ciencia moderna.
Según explica Li en su libro, enseñar Qi Gong significa “traer salvación a los seres humanos”. Para progresar y poder desarrollar “poderes paranormales” –como la levitación, la telepatía o la aparición de un “tercer ojo” que permite ver a través de las paredes, el cuerpo humano e incluso al otro lado del planeta–, los seguidores del Falun Gong deben desprenderse de sus “apegos humanos” y desconfiar de otros maestros de Qi Gong, a menudo poseídos por “espíritus malignos”.
La práctica del Falun Gong garantizaría que “el 80 al 90 por ciento” de los participantes se curen de sus enfermedades. Según Li, “si padecemos enfermedades es sólo debido al karma acumulado por malas acciones cometidas en el pasado”. Los tratamientos médicos serían peligrosos, ya que perturbarían el equilibrio kármico. La verdadera sanación consistiría en “eliminar el karma” mediante la práctica de Qi Gong. Expracticantes o personas allegadas a los practicantes del Falun Gong han declarado haber visto morir a adeptos que se negaron a recibir tratamiento, en especial de cáncer, por seguir las enseñanzas del “maestro”.5
De esta doctrina milenarista surge una ideología profundamente reaccionaria. Según su fundador, la humanidad atravesaría un período de “corrupción moral sin precedentes en la historia”.6 Asimismo, estima que “la abominación de la homosexualidad refleja la repugnante perversión psicológica y la pérdida de raciocinio de nuestra época”, que “no está permitido mezclar las razas del mundo” y que los niños nacidos de uniones mixtas han “perdido sus raíces”. Si bien condena la omnipresencia del dinero en las sociedades modernas, cree que la riqueza y la pobreza son el resultado de las buenas y malas acciones cometidas en vidas anteriores, en contraposición a lo que él denomina “la retórica demoníaca del igualitarismo propagada por el perverso Partido Comunista”.7
Manantiales del dragón
En febrero de 2022, frente a la iglesia de Saint-Eustache en París, una decena de practicantes del Falun Gong se dedicaban a hacer una exhibición de Qi Gong. Distribuían folletos a los transeúntes en donde figuraba un enlace a una petición titulada “Terminar con el PCC”. En la misma página web, se invitaba a hacer donaciones al Centro Tuidang, una organización situada en Nueva York que, supuestamente, recibe a desertores del PCC. “Desde finales de la década de 1990, el centro neurálgico del movimiento se encuentra en el estado de Nueva York”, explica Florent, el estudiante cuya madre se unió al Falun Gong. Es allí donde el movimiento tiene sus cuarteles generales oficiales, llamados Dragon Springs: un complejo de 160 hectáreas protegido por guardias de seguridad armados con rifles de asalto, donde entrenan los artistas de Shen Yun.8 En 2021, el espectáculo, exento de impuestos por considerarse organización caritativa, declaró ingresos cercanos a 46 millones de dólares y un patrimonio superior a 228 millones.
Visto como un poderoso aliado frente a Pekín, Falun Gong recibió un apoyo casi institucional de parte de Estados Unidos. En 2001, en el Senado, el think tank liberal Freedom House –financiado por el gobierno– le otorgó un premio a Li Hongzhi por “libertad religiosa”. Ese mismo año, el exembajador Mark Palmer –cofundador de la Fundación Nacional para la Democracia, brazo civil de la Agencia Central de Inteligencia, CIA– contribuyó a crear la asociación Amigos de Falun Gong, que financia diversas organizaciones vinculadas con el movimiento. En 2019, el Congreso de Estados Unidos presentó no menos de 48 propuestas de ley y resoluciones para apoyar al Falun Gong.9 En Francia, la campaña presidencial de Éric Zemmour [extrema derecha] en 2022 fue ampliamente difundida por los medios del movimiento, en particular por New Tang Dynasty, su canal de televisión, que transmitió el mitin del candidato en el Trocadero.
En gran medida, la propaganda del Falun Gong se ciñe a la imagen de mártir del PCC que el movimiento ha adoptado. En los últimos 20 años, sus seguidores sostienen que el gobierno chino habría asesinado a miles de practicantes para extraer sus órganos y venderlos de forma ilegal. Si bien, hasta la fecha, ninguna organización internacional ha confirmado estas acusaciones, varios informes “independientes” las han ratificado. El primero fue redactado en 2006, por orden de la Coalición para Investigar la Persecución del Falun Gong en China, una organización creada por el Falun Gong.10
En 2020, la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo11 publicó un nuevo informe, redactado por Matthew Robertson, quien, con cautela, omitió mencionar que había sido jefe de redacción encargado de la actualidad china en The Epoch Times. Al mismo tiempo, un tribunal conocido como el “China Tribunal”, compuesto por expertos que operan desde Londres, llegó a conclusiones similares e incluso llegó a hablar de “crímenes de genocidio”, “crímenes contra la humanidad” y “actos de tortura”.12
En realidad, este grupo ad hoc trabajó por encargo y gracias al financiamiento de la Coalición internacional para poner fin al abuso de trasplantes en China, una organización creada en Australia, cuyos miembros de los comités nacionales son practicantes del Falun Gong o excolaboradores de los medios pertenecientes al movimiento. Estos informes coinciden en no hacer mención alguna a la doctrina milenarista ni a las creencias reaccionarias del fundador, así como tampoco a sus incitaciones a rechazar cualquier tratamiento médico.
Sin embargo, los medios de comunicación y los políticos occidentales continúan reproduciendo el relato. En enero pasado, el Parlamento Europeo adoptó una resolución, presentada por 15 diputados del grupo Renew Europe (del cual forma parte Renaissance, el partido del presidente francés Emmanuel Macron), que aborda la “persecución persistente del Falun Gong en China”, en la cual la “extracción de órganos” sería uno de sus componentes. En 2020, un artículo publicado en el sitio web de France Culture le cedió la palabra a Alexis Genin, presentado simplemente como “doctor en neurociencias”, quien afirmó que las extracciones forzadas de órganos son un “hecho comprobado”...13 sin precisar que había sido secretario y luego tesorero de la rama francesa del Falun Gong.14
Timothée de Rauglaudre, periodista y coautor del libro Le Nouveau Péril sectaire [La nueva amenaza sectaria], Robert Laffont, París, 2021. Traducción: Magalí del Hoyo.
¿Y los uigures?
En setiembre de 2018, la organización Human Rights Watch advirtió sobre violaciones de derechos humanos a una escala sin precedentes contra los uigures –la población turcohablante y musulmana–, así como contra kazajos, uzbekos, etcétera, en Xinjiang, en el extremo occidental de China. Las autoridades chinas lo negaron y hablaron de la lucha contra el “radicalismo” o el “terrorismo” alimentado por la oposición de la diáspora uigur o por potencias extranjeras. Del lado de los países musulmanes, silencio.
Lo cierto es que en Xinjiang se adaptó el llamado plan de “transformación a través de la educación”, creado en la década de 1990 para “reeducar” a los seguidores de la secta Falun Gong, y se amplió para todos los individuos de las minorías musulmanas cuya lealtad al régimen está en duda. A falta de datos oficiales, fue imposible dar una cifra precisa sobre el número de personas afectadas. Según el investigador Adrian Zenz, que se basó en el examen de los contratos públicos para la construcción o ampliación de estructuras de internamiento, más del 10 por ciento de la población uigur, es decir, un millón de personas, había pasado por este sistema o estaba encarcelado. A diferencia de los campos de reforma a través del trabajo (laogai), aquí los sospechosos no van a juicio y pueden ser encerrados por períodos indefinidos. El trabajo de Zenz y los informes de las organizaciones de derechos humanos mostraban un mecanismo represivo de varios niveles, con clases abiertas de reeducación, pero también centros cerrados, con una disciplina férrea. Respaldados por una patologización de los pensamientos de protesta, estos dispositivos se hicieron con el objetivo de “erradicar los virus ideológicos” y tratar a las personas según su grado de obstinación.
Fragmento de Rémi Castets, “Los uigures, a prueba de la ‘convivencia’ china”, Le Monde diplomatique, París, marzo de 2019.
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Li Hongzhi, Zhuan Falun. Tourner la roue de la loi, Guy Trédaniel, París, 2021. Hay versión en español: Zhuan Falun: girando la rueda del Fa, Grito Sagrado, Buenos Aires, 2008. ↩
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David A. Palmer, “Falun Gong: la tentation du politique”, Critique internationale, vol. 2, n° 11, París, abril de 2001. ↩
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David A. Palmer, “La doctrine de Li Hongzhi. Le Falun Gong, entre sectarisme et salut universel”, Perspectives chinoises, n° 64, Centre d’études français sur la Chine contemporaine, Hong Kong, marzo-abril de 2001. ↩
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El nombre de pila fue modificado. ↩
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Eric Campbell y Hagar Cohen, “The Power of Falun Gong”, ABC News, 21-7-2020. ↩
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Salvo que se indique lo contrario, las citas de este párrafo fueron extraídas de David A. Palmer, “La doctrine de Li Hongzhi. Le Falun Gong, entre sectarisme et salut universel”, Perspectives chinoises, op. cit. ↩
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Li Hongzhi, “How Humankind Came to Be”, Vision Times, 20-3-2024. ↩
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James Pasley, “Inside Dragon Springs, the high-security compound in upstate New York that’s home to a 'cult' tyrannized by China”, Business Insider, Nueva York, 9-9-2019. ↩
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Jan van der Made, “Shen Yun: Fighting Communism and making a stack on the side”, RFi, 13-5-2019. ↩
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David Matas y David Kilgour, “Report into allegations of organ harvesting of Falun Gong practitioners in China”, Center for Justice and Accountability, San Francisco, 6-7-2006. ↩
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Matthew Robertson, “Organ Procurement and Extrajudicial Execution in China: A Review of the Evidence”, Victims of Communism Memorial Foundation, Washington, DC, 10-3-2020. ↩
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“The Independent Tribunal into Forced Organ Harvesting from Prisoners of Conscience in China”, Londres, 2019. ↩
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Nathanaël Charbonnier, “21 ans d’horreur pour les adeptes du Falun Gong, victimes de l’oppression chinoise”, France Culture, 20-7-2020. ↩
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Marianne Gomez, “Critiques françaises contre le Falungong”, La Croix, Montrouge, 11-9-2001. ↩