El Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció el mismo domingo 28 de julio la reelección de Nicolás Maduro. La oposición rechazó el resultado y varios presidentes de la región lo consideraron inverosímil o amañado. A la expulsión de embajadores extranjeros se sumaron protestas en todo el país caribeño. Con la situación todavía en desarrollo, ¿cuál de los escenarios que se esperaban –o temían– terminará ocurriendo?

Tensión, incertidumbre, preocupación. Tres palabras que podían definir el ambiente que se vivía en Venezuela pocas horas antes de celebrarse las elecciones presidenciales. Sólo dos candidatos tenían opción de triunfo: por un lado, el aspirante a la reelección, Nicolás Maduro; por el otro, Edmundo González Urrutia, candidato de los partidos que conforman la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) y que apoya María Corina Machado.

Tensión por lo que pudiera ocurrir el día de la elección mientras se votara [algo que finalmente se pudo descartar, en una jornada electoral mayormente pacífica], incertidumbre por saber cómo iban a reaccionar los candidatos una vez conocidos los resultados [aspecto en el que ocurrió lo que muchos preveían: atribución del triunfo por Maduro y rechazo de esa victoria por la oposición], y preocupación por las consecuencias que pueda tener para el país el comportamiento de los actores políticos [el lunes 29 de julio ya habían estallado crisis diplomáticas con Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay].1

Cada candidato se atribuía el triunfo antes del domingo y esgrimía encuestas que lo daban como ganador. Se estaba, sin embargo, en unas elecciones muy particulares, pues quien llevó el peso de la campaña por los sectores opositores no fue González, sino Machado, quien recorrió casi toda Venezuela por tierra, ya que las aerolíneas privadas no se atrevían a venderle un pasaje por temor a represalias gubernamentales.

Otra característica, para nada novedosa, fue el terreno “inclinado” a favor de Nicolás Maduro. El hoy presidente visitó varios estados del país en un día, empleando aviones del Estado, tuvo los medios públicos a su disposición, desde donde se transmitía sólo propaganda e información a su favor. Fue noticia que Venezolana de Televisión, el canal estatal más importante, le diera unos segundos a González.

También desde el gobierno se ejerció un férreo control sobre los medios audiovisuales privados, desde donde hicieron equilibrismo para evitar consecuencias. González fue entrevistado en Venevisión, el canal privado más importante del país; la noticia no fue lo que dijo, sino que lo entrevistaron. En Venezuela, en los últimos 20 años, 408 medios han sido cerrados directa o indirectamente por presiones gubernamentales, según la organización no gubernamental (ONG) Espacio Público (La Nación, San Cristóbal, 8-1-2024).

El acuerdo suscrito en Barbados (17 de octubre de 2023) entre la administración de Maduro y la PUD establecía la invitación a observadores internacionales para este domingo; sin embargo, a la Unión Europea, con cuya asistencia contaba la oposición, le fue revocada la invitación luego de que ratificara las sanciones contra algunos funcionarios del gobierno. El Centro Carter y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) enviaron sus representantes. Brasil y Colombia también se plantearon asistir, pero desistieron a última hora.

Desde el CNE se tomaron algunas medidas que hicieron prácticamente imposible que la abrumadora mayoría de los migrantes venezolanos pudieran votar en la elección presidencial, tal como se los permite la ley. Investigadores calculan que 4,5 millones de esos migrantes tenían derecho al sufragio, pero sólo pudo hacerlo algo más de 70.000, cantidad inferior a la de 2018. La razón de esta disminución está en que todos los que votan en Estados Unidos no lograron hacerlo por no haber relaciones entre ambos gobiernos y estar cerrados los consulados de Venezuela.

El sistema de votación en Venezuela es automatizado; los electores marcan en una pantalla la opción de su preferencia y la máquina emite un papel donde consta ese voto, que es depositado en una urna. Tanto los voceros del gobierno como los de la oposición aseguran que los votos se cuentan tal como se emiten, pero hay un acuerdo para abrir el 51 por ciento de las urnas y comprobar lo que dicen las máquinas.

Las denuncias de fraude hechas por algunos sectores de la oposición en anteriores elecciones nunca pudieron ser comprobadas. En la previa a estos comicios, casi ningún dirigente adverso a Maduro compartía esas denuncias, pero sí las que tienen que ver con el uso desmedido de los recursos estatales para favorecer al actual presidente.

A por su tercer período

Nicolás Maduro fue por su segunda reelección para ejercer lo que sería su tercer mandato consecutivo y, de terminarlo, alcanzar 18 años en la presidencia de Venezuela. Compitió en peores condiciones que en sus dos participaciones previas. Su gestión gubernamental, según los sondeos de opinión, es calificada como mala por la mayoría de los venezolanos, quienes durante estos 12 años padecieron una de las hiperinflaciones más grandes del mundo.2

Una gestión que perseguía y denunciaba conspiraciones contra el bolívar dirigidas desde páginas web y que después convirtió al dólar “imperialista” en la moneda cuasi oficial del país, al punto de que el propio Maduro alabó los beneficios que para la economía tenía el emplearla. Su gestión se inició siguiendo la línea de su predecesor Hugo Chávez e imponiendo controles más rígidos sobre los precios y el funcionamiento del sector privado, políticas que cambiaron totalmente hace cinco años, dejando que la mano invisible del mercado fije los precios y las empresas actúen de manera independiente.

En estos años Venezuela ha perdido un tercio de su población. La causa no es una guerra civil o una catástrofe natural; las razones de esta migración de más de siete millones de personas, según datos de la ONU, fueron la inseguridad personal –la tasa de homicidios fue una de las más altas del planeta y los secuestros estaban a la orden del día– y la falta de oportunidades para poder vivir con dignidad en el país.3 La ruptura familiar que ha traído como consecuencia la migración es algo que muchos venezolanos le van a cobrar a Maduro en las urnas.

Protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro en Valencia, Venezuela, el 29 de julio, tras las elecciones presidenciales.

Protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro en Valencia, Venezuela, el 29 de julio, tras las elecciones presidenciales.

Foto: Juan Carlos Hernández, AFP

Un argumento esgrimido por los partidarios de Maduro para justificar la mala gestión son las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. La mayoría de dichas sanciones son contra funcionarios gubernamentales, pero hay otras que afectan el funcionamiento de Petróleos de Venezuela (Pdvsa). Sin embargo, conocedores del tema petrolero aseguran que la caída en la extracción de crudo es previa a las sanciones. Al llegar al poder Hugo Chávez, Pdvsa producía algo más de tres millones de barriles por día. Hoy esa producción está llegando a los 900.000 barriles, luego de que Washington le permitiera a Chevron seguir operando en el país.4

La corrupción es otro factor que se cuestiona con fuerza a la gestión de Maduro. El caso más emblemático fue el de Tarek el Aissami, quien ocupó cargos importantes, entre ellos la presidencia de Pdvsa, y fue acusado por el propio Maduro de graves actos de corrupción.5 El monto de lo desaparecido fluctúa, según quién haga el cálculo, entre los 3.000 y los 23.000 millones de dólares.

En estas circunstancias, cuando los electores se colocaron frente a la máquina de votación el domingo 28 de julio vieron en la pantalla de la máquina la cara de Nicolas Maduro 13 veces, pues ese era el número de partidos que lo apoyaban, desde la organización evangélica ORA hasta el Partido Comunista de Venezuela, organización que fue intervenida por el gobierno después de una decisión del Tribunal Supremo de Justicia.

Esto puede dar idea de una amplia coalición de partidos, pero en realidad el peso fundamental del respaldo electoral a Maduro lo recibió del Partido Socialista Unido de Venezuela. La mayoría de las otras organizaciones no cuenta con respaldo popular.

Un ilustre desconocido

Hace algo más de tres meses, Edmundo González Urrutia era un ilustre desconocido para el 99,99 por ciento de los venezolanos. Hoy es el propio outsider con una característica original: nunca pensó en ser candidato presidencial. Todos los outsiders son personas que buscan ser candidatos a algún cargo. El candidato de la PUD llegó a esa posición gracias a la intolerancia del gobierno de Maduro y a las diferencias dentro de la coalición opositora.

Es la antítesis de los líderes políticos venezolanos de todos los tiempos. No da discursos, ni largos ni cortos, cuando habla la emoción está prácticamente ausente. Lo que dice está previamente escrito. No improvisa. Hasta ahora su declaración pública más extensa no llegó a los siete minutos. Eso sí, son claras, precisas y concisas. Los sondeos de opinión al día previo de las elecciones decían que 95 por ciento de los venezolanos ya sabía quién es González y que entre 55 y 60 por ciento votaría por él.

Sus palabras en campaña llamaron al entendimiento, proclamaron tolerancia, quienes no lo apoyan no son enemigos sino adversarios, dijo. Le garantizó al chavismo que podría hacer oposición libremente, siempre que se apegue a la Constitución. Ni presos ni perseguidos por razones políticas. Pleno respeto a los derechos humanos. Negociación y entendimiento. Eso es lo que ofreció en campaña la antítesis del chavismo.

Mantiene una buena sintonía con María Corina Machado, líder indiscutible de la oposición en estos momentos. El respaldo que González tiene se debe, fundamentalmente, al apoyo que recibe de Machado. Sin embargo, la relación entre la líder de la oposición y algunos otros dirigentes no es la mejor. Hay una pugna por el control de este sector político que, hasta el momento, lo está ganando Machado.

Los militares

El ministro de la Defensa general en jefe, Vladimir Padrino López, declaró la semana previa a los comicios y su frase más repetida en los medios de comunicación fue: “El que ganó, a montarse en su proyecto de gobierno y el que no, que se vaya a descansar”. La posición que asuman los integrantes de la Fuerza Armada Nacional puede ser determinante para el desenlace del resultado.

La historia reciente los vincula estrechamente al proyecto que lideró Hugo Chávez. En sus proclamas, los más altos mandos se declaran “bolivarianos, antiimperialistas y profundamente chavistas”, violando abiertamente lo establecido en la Constitución que señala que los uniformados no pueden ser parte de una parcialidad política.

Desde el alto gobierno se asegura que encabezan una unión cívico militar, algunos agregan que también es policial, y la presencia de militares en puestos importantes dentro del Ejecutivo nacional ha sido una constante desde la llegada de Hugo Chávez al poder. En la gestión gubernamental, los militares tienen una buena cuota de responsabilidad.

El día de la elección estuvieron presentes en todos y cada uno de los centros de votación, pues son responsables de su seguridad y quienes tienen que transportar el acta de escrutinio hasta la sede del CNE. Su posición puede ser el fiel de la balanza al final de la pulseada.

Xabier Coscojuela, periodista. Exdirector del diario venezolano TalCual.

El giro

En Venezuela, las organizaciones populares fueron durante mucho tiempo una base importante del movimiento chavista: organizaciones barriales, campesinas, de mujeres y sindicatos acompañaron buena parte de la primera década chavista en el poder, mientras que la oposición, tradicionalmente, convocó a los sectores medios y profesionales. Esto no quiere decir que no hubiera sectores del movimiento popular que no fuesen de oposición, sólo que el chavismo retuvo a buena parte de estas organizaciones y sus demandas durante mucho tiempo. La muerte de Hugo Chávez, la crisis económica –resultado de una mala gestión del Estado–, las malas políticas públicas, una masiva corrupción y una dura política represiva a la protesta social erosionaron las bases chavistas en el movimiento popular, conduciendo a este sector, ahora sí, mayoritariamente hacia la oposición al gobierno de Nicolás Maduro. A la inversa del pasado, hoy son minoritarios los sectores del movimiento popular que defienden la continuidad del gobierno de Maduro, ya sea por razones clientelares, por falta de mejores referencias políticas, o por la convicción de que sólo Maduro puede garantizar la continuidad del chavismo y su modelo a largo plazo.

Dentro de las organizaciones populares, existe otro gran sector que no apoya a Maduro, pero que por razones ideológicas jamás votaría a un candidato de la oposición. Este último grupo incluye a las organizaciones trotskistas, como el Partido Socialismo y Libertad y la Liga de Trabajadores por el Socialismo (1) que hoy llaman abiertamente al voto nulo (2), y sectores conformados por cuadros medios chavistas, algunos expulsados del gobierno de Maduro, agrupados en La Otra Campaña, quienes llamaron a votar “contra el consenso neoliberal” que, según su análisis, existe entre el gobierno de Maduro y la oposición.

Por otro lado, está la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, que agrupa a exministros del presidente Chávez y a exdirigentes de la izquierda democrática que, reivindicando su independencia, llamaron a votar masivamente en contra del gobierno (3).

Anais López Caldera, socióloga. El artículo completo (“Hora decisiva para Venezuela”) está disponible en eldiplo.org.

(1): “Declaración unitaria. La clase trabajadora no tiene candidatos en esta elección ¡No nos representan!”, laizquierdadiario.com.ve, 25-4-2024.

(2): “La clase trabajadora no tiene candidato. Vota Nulo”, laclase.info, 23-7-2024.

(3): “A votar por el restablecimiento de la Constitución: no al autoritarismo, el ventajismo y el chantaje”, provea.org, 25-7-2024.

Punto uy

Como sucede en varios países de la región, también en Uruguay la situación venezolana polariza la agenda política local. El mismo día de la elección presidencial, domingo 28 de julio, decenas de venezolanos se concentraron en la plaza Independencia de Montevideo. Hacia ahí se acercaron varios dirigentes oficialistas para dirigir palabras de apoyo a los manifestantes, entre ellos el senador nacionalista Jorge Gandini, el candidato presidencial del Partido Independiente, Pablo Mieres, y el postulante a la vicepresidencia por el Partido Colorado, Robert Silva.

Esa misma noche, apenas conocidos los resultados oficiales (Nicolás Maduro 51,2 por ciento, Edmundo González 44,2 por ciento), el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, criticó el proceso electoral venezolano. Escribió en su cuenta de la red social X: “Así no! Era un secreto a voces. Iban a ‘ganar’ sin perjuicio de los resultados reales. El proceso hasta el día de la elección y el del escrutinio claramente estuvo viciado. No se puede reconocer un triunfo si no se confía en la forma y los mecanismos utilizados para llegar a él”. En línea con el mandatario, el exministro de Defensa Nacional Javier García pidió una reunión urgente del Senado para analizar el tema.

El opositor Frente Amplio emitió un comunicado en el que dijo que “espera la publicación, por parte del Consejo Nacional Electoral, de la totalidad de las actas con los datos desglosados por mesa electoral, elemento fundamental para la transparencia, credibilidad y legitimidad de los resultados de la elección” y estar “atento a los informes de los observadores del Centro Carter y el Panel de Especialistas de la ONU”.

La postura frenteamplista se asemejó a la del gobierno de Brasil al momento, en tanto que la del presidente Lacalle coincidió en lo general –más allá de matices– con la expresada por los mandatarios de Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana, los que además de manifestar preocupación y pedir la revisión de los votos, se mostraron proclives a solicitar una reunión urgente del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA). Los países de la región que ya reconocieron el triunfo de Maduro fueron Bolivia, Cuba, Honduras, Nicaragua. Por su parte, el presidente de Chile, Gabriel Boric, calificó desde su cuenta de X como “difícil de creer” el resultado oficial de los comicios.

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  1. Este artículo, publicado en eldiplo.org, fue actualizado el lunes 29 de julio por Le Monde diplomatique, edición Uruguay. Todas las notas son de redacción. 

  2. Ver, por ejemplo, Ramón Cardozo, “La profunda crisis de la Administración Pública venezolana”, Deutsche Welle, 13-10-2023. 

  3. Ver, por ejemplo, Ángel Bermúdez, “Cuánto se ha reducido la población en Venezuela y cómo impacta en su desarrollo”, BBC, 9-8-2021. 

  4. Ver, por ejemplo, “Producción de crudo venezolano no llegaría al millón”, Portafolio, 30-11-2022. 

  5. “Quién es Tareck el Aissami, el superministro de Maduro que fue detenido por la corrupción en la petrolera estatal de Venezuela”, BBC, 9-4-2024.