La obra periodística de Eduardo Galeano, pese a su originalidad y potencia, no ha sido valorada de modo suficiente. La dispersión geográfica de los medios en los que aparecieron sus textos y el difícil acceso a los acervos donde permanecen guardados, sumado a la pereza de muchos estudiosos1, dificulta conocerla y, sobre todo, comprender que no es posible escindir al periodista del autor de libros.
3 de setiembre de 1940. Nacía en Montevideo Eduardo H Galeano. Uno de los uruguayos más conocidos y celebrados en el mundo. Periodista, artista plástico, escritor. La mayor parte de su vida transcurrió fatigando sufridas máquinas de escribir y, en sus últimos años, vapuleando no menos resignados teclados de computadora. Salas de redacción de diarios y semanarios de su país, así como de Argentina y España, lo tuvieron como actor principal y de reparto, escribiendo, dibujando y armando las ediciones. Editoriales de nota, y otras no tanto, se regocijaron por tenerlo en su catálogo, a la vez que lo padecieron como un exigente editor, diseñador gráfico, corrector de estilo y de galeras, y como un riguroso interlocutor de los operarios de las salas de máquinas de las ensordecedoras y sofocantes imprentas de linotipo, rotativas u offset.
Su obra escrita vio la luz en forma de libros y artículos periodísticos. Fue traducido a más de 20 idiomas. Galeano tal vez resulte ser uno de los autores de no ficción en lengua española más leídos. La circulación y actualidad de sus textos no deja de asombrar: citas auténticas y apócrifas inundan las redes de modo permanente y a diario se recogen menciones provenientes de los lugares más remotos e inverosímiles del planeta. Una ubicuidad que, en definitiva, trasciende la literatura y lo sitúa como un pensador uruguayo de enorme vigencia.
Galeano en CHE
La revista CHE fue una publicación que reflejaba la opinión y el mensaje del ala progresista del Partido Socialista argentino. Tenía una identidad ideológica que la diferenciaba con claridad del ala socialdemócrata de dicho partido, sobre todo desde el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955 (esta fracción socialdemócrata se reveló como aliada permanente del gobierno militar surgido en setiembre de ese año y que usurpó el poder hasta mayo de 1958).
CHE apareció en diciembre de 1960 y fue clausurada en noviembre del año siguiente; durante su trayectoria, logró salir a la calle con 27 entregas. Años esos en los que se asistía a una generalizada efervescencia política, al entusiasmo desatado por la proyección de la Revolución cubana, por la aparición de una Nueva Izquierda en América (Estados Unidos incluido) y Europa, por la profundización del proceso de descolonización en Asia, África, el Caribe... Son los años signados por el imperio de la Guerra Fría y por la creación del Movimiento de Países no Alineados, y también por el panafricanismo. Las viejas y nuevas naciones del Tercer Mundo comenzaban a marcar su presencia y sus pueblos a hacer oír su voz. Ese era el clima que se reflejaba en las páginas de cada entrega de CHE.
La revista estaba guiada por tres líneas principales y por un objetivo inmediato. Este último fue convertirse en un medio de comunicación destinado a alcanzar la elección como senador, por la Capital Federal, del viejo líder socialista Alfredo L Palacios, meta que se logró en febrero de 1961. En lo concerniente a la dimensión ideológica, además del marco regional y global ya mencionado, CHE se constituyó en un instrumento de denuncia del gobierno argentino y las políticas desarrollistas y antipopulares adoptadas por el presidente Arturo Frondizi (1958-1962), a la vez que se convertía en uno de los primeros espacios de la izquierda institucionalizada que abordaba al movimiento peronista desde una perspectiva más proclive al diálogo y la convergencia.
A su llegada a Buenos Aires, a finales de 1960 o inicios de 1961, Galeano fue acogido por los periodistas Pablo Giussani (director de la revista) y su esposa Julia Chiquita Constenla (años después, en 1973, esta se convertiría en la primera secretaria de redacción de Crisis, cuando la dirigió Galeano). En CHE el joven Galeano, entonces de 20 años, cumplió con tareas de toda índole: escribió numerosos artículos con firma y sin firma; participó en el armado, diagramado y diseño gráfico; fue ilustrador y caricaturista; y como editor acercó la contribución de columnistas uruguayos. A su vez, CHE se convirtió en una cantera donde conoció y trató a plumas argentinas que sumaría al elenco de corresponsales de Marcha: Alberto Ciria, Juan Carlos Portantiero, Rodolfo Walsh, entre otros. Al mismo tiempo, conoció de cerca a jóvenes figuras de la literatura argentina que comenzaban a descollar (como Francisco Urondo y Germán Rozenmacher, por citar sólo a dos) y también al ya consagrado David Viñas.
Sobre ese joven Galeano que iba en procura de nuevos horizontes en la ciudad de Buenos Aires, Alberto Methol Ferré le escribió a Jorge Abelardo Ramos la siguiente esquela de presentación: “Va para Buenos Aires un muchacho ‘Huges’ [sic] que firma Galeano en Marcha. Es muy joven y muy inteligente, según referencias. Va a tentar suerte en la urbe bonaerense y está en la revista CHE. Pero -siempre por referencias- anda muy embelesado con la corriente ‘coyoacanesca’ [por la editorial Coyoacán de Buenos Aires, animada por Ramos] y sería muy bueno que lo conocieras. [Vivian] Trías tiene muy buen concepto del muchacho, es socialista en evolución rápida” [del socialismo tradicional al socialismo nacional].
Cinco artículos
A título ilustrativo se pueden destacar tres artículos que llevan su firma en CHE y otros dos en los que, si bien no se consigna su nombre, resulta evidente su autoría. De estos últimos, el primero (CHE, Nº 16) es un delicioso retrato de Eduardo Víctor Haedo, elaborado con una fina pero hiriente ironía sobre esa atrayente personalidad de la política uruguaya del siglo XX, presidente del Consejo Nacional de Gobierno (1961-1962). En el segundo de estos artículos sin su nombre (CHE, Nº 20), Galeano efectúa la crónica de la Conferencia de Punta del Este de 1961 (aquella del lanzamiento de la Alianza para el Progreso) en una nota titulada “La Punta del Norte en Punta del Este”, que subtitula “Ernesto Guevara, Vocero de Latinoamérica vs. Douglas Dillon, emisario imperial”. En este caso, cabría agregar que la ilustración del artículo corre por cuenta del propio Galeano.
Entre los tres restantes citados, hay dos contribuciones sobre Estados Unidos: para el Nº 20 redacta “Un país a contramano. John Kennedy aplica la ley Taft-Hardley”, en el que evoca la norma que autorizaba a las autoridades de turno a tomar las medidas que fuesen necesarias para sancionar aquellos actos que afectasen la salud y la seguridad nacional, y en el Nº 26 aparece un texto sobre los derechos civiles: “Democracia y miseria. La maldición de la piel oscura”.
La tercera de las colaboraciones apareció en el número 22 y puede consultarse en línea. La publicó casualmente (¿o no?) pocos días después de cumplir 21 años. Se titulaba “HAMBRE”. El lector puede apreciar cómo, tan tempranamente, Galeano elige redactar un artículo sobre un tema que sigue presente después de más de 70 años. Que nos interpela por su relevancia y dramatismo. Y que como todo lo que irá produciendo a partir de entonces se sustenta en la investigación histórica, social, económica, política, cultural, y en el conocimiento de los autores más reconocidos sobre las diferentes materias que aborda en cada caso; y, claro, una prosa bien escrita, directa, incisiva. Cuántos de estos rasgos estilísticos y problemáticas expuestas que aparecen en “HAMBRE” veremos reflejados poco después en sus obras sobre China (1964) y Guatemala (1967), así como en libros posteriores: en sus varias recopilaciones de reportajes periodísticos, en Las venas abiertas de América Latina (1971), en Memoria del fuego (tres volúmenes publicados entre 1982-1986), por citar sólo algunos ejemplos.
El pensamiento de Galeano debe ser entendido como uno solo; así lo concibió él y optó por transmitirlo por esos dos medios. Es más, no resulta aventurado afirmar que las ideas, opiniones e imágenes de la mayoría de sus libros se encuentran anticipadas en diarios, semanarios y revistas en los que su pluma se adelantó.
Pedro Daniel Weinberg, docente e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional de Argentina.
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Una de las excepciones a esta “pereza” es el detallado trabajo Eduardo Galeano, las orillas del silencio (Siglo XXI/Udelar, 2024), del investigador mexicano Román Cortázar. ↩