La idea de que el progresismo argentino empieza y termina con el kirchnerismo ha tenido bastante éxito, sobre todo entre antikirchneristas, que lo asumieron como certeza absoluta tal vez porque esa superposición, tan plena como presurosa, les ofrecía la medida justa para su indeclinable afición al rencor. Es muy útil para una economía del odio, porque reúne sus objetos en un único punto de descarga biliar; pero más allá de eso, no pasa de una simplificación reductiva. El campo de problemas que plantea el progresismo no podría recorrerse hoy sin pasar por el kirchnerismo, pero lejos está de agotarse en él.

Tal vez pueda romperse la bolsa de ese todo-en-la-misma-bolsa que, por desgano de pensamiento o por mala fe del confundir, se hizo práctica habitual en la derecha (que tampoco es una sola ni cabe en una misma bolsa). Y así recuperar ciertas valiosas líneas de tensión entre el progresismo y la izquierda. Que cuentan, claro, con una historia más que considerable. Es posible volver, por ejemplo, a los años del restablecimiento de la democracia en Argentina para pensar en esa clave a los intelectuales cercanos al alfonsinismo (como lo hizo, entre tantos otros, Nicolás Freibrun en La invención de la democracia), que resultan en particular interesantes precisamente porque venían de una formación ideológica y una práctica política de la izquierda radicalizada. ¿De qué manera legitimaron su giro de atemperación? ¿En qué términos revisaron sus propias trayectorias? ¿Qué debates (explícitos o implícitos) trabaron con aquellos que, con un pasado de intensidad política compartida, no se aplacaron ni se moderaron ni corrieron su izquierdismo ni un poquito hacia algún centro? Formados y rigurosos, ofrecieron todos ellos fundamentos consistentes para las posturas que decidían tomar (y para las posturas que decidían dejar o no dejar). Entre diversos pensadores del momento se desplegaron líneas de reflexión y discusión de enorme productividad crítica, tanto para la izquierda como para el progresismo, sin que hiciera falta subirlos a un ring y montar un espectáculo de hostilidad para que se entendiera que había un debate.

Martín Kohan, escritor. Artículo completo en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, setiembre de 2024.