Indisociable de la historia de la construcción nacional, la lengua indígena se escribe a diario en su relación con el español, la otra lengua oficial del país, frente a la que ahora está perdiendo terreno. Transmitida de generación en generación a millones de paraguayos, el guaraní sigue siendo un fuerte símbolo cultural y popular, pero se enfrenta a nuevos retos.

“El español es para cortejar, el guaraní para hacer el amor”. La confidencia arroja luz sobre la relación casi carnal entre paraguayos y guaraníes. De origen amerindio, esta lengua indígena también está reconocida como lengua oficial en el Mercado Común del Sur (Mercosur) junto con el español y el portugués. Se habla también en Argentina, Brasil y Bolivia, pero Paraguay —con casi 7,5 millones de habitantes— es el único Estado sudamericano que se declaró bilingüe en su Constitución desde 1992. Esto lo obliga a proteger y difundir el español y el guaraní en todo el país, y a utilizarlos de forma sistemática en sus documentos oficiales. Más del 87 por ciento de la población paraguaya habla guaraní1. Aquí “la lengua de los vencidos [...] se ha convertido en la lengua de los vencedores”, en palabras de Eduardo Galeano. Una “lengua íntima” que, según el escritor uruguayo, los paraguayos hablan a la hora de los sueños, del amor, del humor y del odio, “es decir, a la hora de la verdad”2.

Aché, avá guaraní, mbya guaraní, guaraní ñandeva, guaraní occidental y paĩ tavyterã: seis formas diferentes de guaraní se hablan en los distintos departamentos del país. “Siempre ha sido un elemento clave de la identidad paraguaya”, afirma Nancy Oilda, directora general de Desarrollo Educativo del Ministerio de Educación y Ciencia, “un símbolo a veces rechazado por el poder, a veces aceptado”. Paraguay, uno de los primeros países sudamericanos en independizarse de la corona española, emprendió a partir de 1811 un camino de desarrollo basado en la autosuficiencia. Bajo la dirección de José Gaspar Rodríguez de Francia, apodado Karai Guazu (“gran señor”, en guaraní), se puso en marcha una política económica supervisada por el Estado, se fomentó la aparición de una industria nacional y se avanzó en medidas sociales como la educación gratuita, algo inédito en la región. Percibido como un modelo subversivo por la corona británica, Paraguay se convirtió rápidamente en blanco de amenazas y presiones internacionales. En 1864, Londres apoyó una coalición formada por Brasil, Argentina y Uruguay para aplastar al pequeño país sin salida al mar: fue la guerra de la Triple Alianza, que, de 1864 a 1870, destrozó la singular experiencia de desarrollo de Paraguay3.

“Durante la guerra”, señala Oilda, “el gobierno creó una comisión para establecer las normas del guaraní escrito, porque sus comunicaciones eran en esta lengua”, sobre todo con las tropas. En este contexto, la lengua nativa se convirtió en un instrumento de movilización popular frente a los ejércitos extranjeros que invadieron el territorio. El conflicto se saldó con una derrota total: Paraguay perdió el 60 por ciento de su población y murieron nueve de cada diez hombres. Deseosos de borrar todo rastro de resistencia, los vencedores prohibieron por decreto la lengua guaraní el 7 de marzo de 1870.

Persistencia

Pero la lengua rebelde no se extinguió. En la intimidad del hogar, pasó de boca en boca, transmitiéndose de generación en generación. “La debilidad del sistema educativo impidió que el español se impusiera. No todos los paraguayos tuvieron la oportunidad de ir a la escuela o a la universidad”, explica Miguel Verón. Este profesor es uno de los 30 miembros de la Academia de la Lengua Guaraní, fundada en 2010. De baja estatura, ojos penetrantes y pelo negro como la tinta, Verón recibe a todo un grupo de apasionados colegas en una pequeña sala de la localidad de San Lorenzo, en las afueras de Asunción. Están celebrando el primer año de la Red de Amigos de la Lengua Guaraní, fundada en 2022.

La organización es heredera de una asociación, la Plataforma por la Normalización de la Lengua Guaraní, que estuvo activa de 2007 a 2011, “hasta la aprobación de la Ley de Lenguas”, explica Verón. Promulgada el 29 de diciembre de 2010, durante el mandato del presidente izquierdista Fernando Lugo (2008-2012), esta ley “establece los términos y condiciones para el uso de las lenguas oficiales de la República [...] y promueve y garantiza el uso de las lenguas indígenas de Paraguay”4. Si bien la razón de ser de la asociación de ciudadanos parecía haber desaparecido en ese momento, “varios años después quedó claro que el Estado había abandonado completamente el tema. Era necesario, una vez más, activar el trabajo militante desde abajo”.

Verón está preocupado por el futuro. “El bilingüismo paraguayo es un mito. El español está ganando terreno. Es la lengua de la élite y del poder”, dice. Al final de la reunión, los invitados se sientan a compartir un plato de arroz con pollo, acompañado de la famosa sopa paraguaya (un pan esponjoso hecho de maíz y queso). El joven Blas Antonio Duarte se destaca por su discreción. “Mi español no es muy bueno. Lo aprendí a los 18 años”, explica. En su móvil, nos presenta la página de Facebook que anima desde 2021: “Se llama Chera’a, que significa amigo”. Cortos videos permiten aprender vocabulario guaraní. “Es parte de nuestro patrimonio”, remarca.

Duarte nació y creció en la pequeña ciudad de Yuty, en la región de Caazapá, al sur del país. “En la escuela, todos los libros estaban en español, pero hablábamos guaraní, incluso los profesores y el director. Sólo escuchaba español en la televisión”. Para él, llegar a la capital significó un shock. Allí el español es dominante, y el guaraní casi inexistente. Se matriculó en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) para estudiar periodismo, pero le costó integrarse. “En mi pueblo, todo el mundo se burlaba de quienes hablaban en español. Aquí, en Asunción, es todo lo contrario”.

A pesar de no haber logrado imponerse a través de los libros de texto, el español ha acabado llegando, sin embargo, a los rincones más recónditos del país... gracias a internet. El joven da cuenta de un cambio que le sorprendió por su rapidez. “Tenía diez años cuando llegó la primera televisión a casa. Ahora todos los niños ven videos en español”. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el número de hogares en los que se utiliza de forma exclusiva el guaraní para comunicarse entre los miembros de la familia descendería hasta el 33,4 por ciento en 20225.

En la metrópolis

Asunción. Medio millón de personas viven en la capital, en la orilla oriental del río Paraguay, que cruza el país de norte a sur. En los calores estivales de enero, todo el mundo lleva un termo de tereré, la tradicional bebida a base de yerba mate. El guaraní, en cambio, parece haber desaparecido, de manera definitiva, de los espacios públicos. En las conversaciones entre peatones, en los escaparates de las tiendas y en las vallas publicitarias que marcan el paisaje, el español está por todas partes, excepto en las obras o en el patio trasero de una casa, donde pequeñas manos se afanan en limpiar o reparar una puerta o una ventana.

“Después de la televisión, es sobre todo eso lo que ha llevado el español a todas partes”, afirma Perla Álvarez. Profesora de guaraní y activista de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (Conamuri), Álvarez destaca que “durante la dictadura el guaraní no estaba oficialmente prohibido, pero sufría una forma de relegación social”. Hablarlo significaba que uno era pobre, que era un campesino atrasado. Si ha sobrevivido cierto bilingüismo, incluso en la capital, “esto se explica —dice— por el papel de las empleadas domésticas, en su mayoría mujeres del campo que, cuando iban a trabajar con sus hijos, les enseñaban guaraní”.

En la actualidad, la escuela intenta preservar la lengua autóctona. El guaraní forma parte del plan de estudios obligatorio hasta el último año de secundaria. Oficialmente, los alumnos de primaria tienen cinco horas a la semana, luego cuatro en los primeros cursos de secundaria y dos en los últimos. Nancy Oilda reconoce que la política educativa adolece de varias deficiencias. En primer lugar, hay escasez de profesores. Luego está la carencia de materiales: “En un país pobre como el nuestro, producir libros en dos idiomas supone una gran diferencia: ¡duplica el presupuesto! Y no tenemos suficientes libros de texto para enseñar guaraní”.

Jopará

Tras siete horas de viaje desde la capital, la ciudad aparece con un pálido halo anaranjado. Al norte del país, Concepción está bañada por una nube polvorienta que emana de la ardiente tierra roja sobre la que está construida. Viejos edificios de arquitectura colonial y fachadas decrépitas le dan el encanto especial de las ciudades con pasados gloriosos que han sido descuidadas. Al mediodía, el calor vacía las calles hasta bien entrada la tarde. En el crepúsculo vespertino, los lugareños sacan sus sillas a la vereda, frente a sus casas. Los vecinos discuten entre ellos en una lengua distinta a la que se escucha en las calles de Asunción.

“Es jopará”, explica Sandino Valiente, joven propietario de un albergue juvenil. “No es guaraní puro como lo hablaban nuestros antepasados, es una mezcla”. A veces equiparado al guaraní paraguayo —equivocadamente, según varios lingüistas—, el jopará combina el español y el guaraní, con amplio predominio del primero. El propio Valiente lo habla cuando se reúne con un grupo de amigos, todos menores de 30 años.

En el patio del hostal, junto a una cerveza fría, jóvenes de ambos sexos conversan en un español mezclado con palabras y expresiones en guaraní. Uno de ellos es brasileño y no tiene problemas para comunicarse en su lengua materna con los demás, que le responden en español o directamente en portugués de Brasil. “Aquí todos los jóvenes hablan portugués”, explica Valiente. “Con la frontera justo al lado, los intercambios son constantes”. Esa es una de las características de los departamentos limítrofes con el gran vecino, pero también una amenaza, una más, para la lengua autóctona, que sólo campea a sus anchas en las zonas rurales.

Amor propio

Alrededor de Concepción, en los distintos pueblos que componen el departamento, el español desaparece por completo de las conversaciones y sólo resurge en presencia de un visitante extranjero. “De hecho, aquí todo el mundo habla guaraní, pero es una cuestión de amor propio”, dice Ramón Giménez, profesor de guaraní en Concepción. Con su figura delgada y sus gestos vivaces, el hombre se levanta de su sillón e imita a los lugareños para respaldar su argumento. “Cualquiera que hable guaraní entra en una oficina con la cabeza gacha cuando habla con un funcionario público, ¡pero cualquiera que hable español entra así! ¡Con confianza! Es la herencia de una mentalidad colonial, la relación dominante-dominado”. Él lo lamenta: “En todas partes, los funcionarios públicos se comunican en español, cuando podrían hacerlo en guaraní”.

Así pues, aunque el número de guaraníhablantes sigue siendo mayoritario en el país, y muchos paraguayos muestran apego a esa lengua autóctona, es innegable que lentamente se está debilitando. Si bien ha sobrevivido a prohibiciones y persecuciones en siglos anteriores, ahora se enfrenta a un español todopoderoso, revigorizado por la urbanización y la estandarización cultural propagada por internet. Por el momento, este fenómeno sólo encuentra resistencia en iniciativas individuales o colectivas de escasa envergadura, cuyo objetivo declarado es obligar al Estado a asumir sus responsabilidades en la defensa de la lengua.

“En situaciones de conflicto lingüístico”, advierte Verón, “sólo hay dos resultados posibles: la normalización de las lenguas en contacto o la desaparición de una de ellas”.

Loïc Ramirez, periodista, enviado especial. Traducción: Le Monde diplomatique, edición Uruguay.

Punto uy

“La más antigua de las tradiciones cuenta que en esta tierra cantó la cigarra colorada y cantó el saltamontes verde y cantó la perdiz y entonces cantó el cedro: desde el alma del cedro resonó el canto que en lengua guaraní llamó a los primeros paraguayos. Ellos no existían. Nacieron de la palabra que los nombró”.

Este extracto de “Fundación del lenguaje”, del libro Espejos (2018), de Eduardo Galeano, es uno de los pocos rastros de las menciones a la lengua guaraní en la literatura uruguaya. Debería haber muchos más. El propio nombre del país deriva de esa fuente ancestral. Para llenar en algo ese abismo de conocimiento, desde marzo de 2024 la Universidad de la República comenzó a brindar cursos de guaraní. Se trata de un acuerdo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación con el Instituto Técnico Superior de Estudios Culturales y Lingüísticos de Paraguay. El nombre del encargado del curso no será ajeno a quienes hayan leído el artículo principal de esta página: Miguel Verón, doctor en Lengua Guaraní, escritor y licenciado en Letras y en Educación Bilingüe Guaraní-Castellano.

Es una forma de que la sociedad uruguaya, muchas veces autopercibida –erróneamente– como “país sin indios”, recupere la memoria de una de sus comunidades fundantes: los guaraníes no sólo dieron nombre a topónimos y animales, sino que también configuraron buena parte de la sociedad rural y hasta levantaron las murallas de Montevideo como mano de obra mayoritaria.

Según el antropólogo Daniel Vidart, los guaraníes, que en gran número pelearon como parte de las huestes de José Artigas durante las guerras de independencia, en especial bajo las órdenes de Andresito Artigas, “tienen, numérica y culturalmente, mucho más influencia que los charrúas en el poblamiento y fisonomía étnica del país rural”. Vidart destaca incluso su rol en la formación de las estancias, ya que además de ser “buenos agricultores, también manejaban racionalmente la cría del ganado”. Así, al regreso de la efímera recuperación de las Misiones Orientales por parte de Fructuoso Rivera, “este reingresó al país con grandes contingentes de guaraníes que se asentaron en Belén, Durazno y muchas estancias, formando peonadas que bien conocían las tareas ganaderas”.


  1. Ver la página dedicada al guaraní, “lengua de confianza”, en el sitio web del Ministerio de Asuntos Exteriores

  2. “Galeano desea que sus obras se lean en guaraní”, Última Hora, Asunción, 30-3-2009. 

  3. Renaud Lambert, “Et le Paraguay découvrit le libre-échange”, Manuel d’histoire critique, 2014. 

  4. En la página de inicio del sitio web del gobierno paraguayo, en referencia a la Secretaría de Políticas Lingüísticas, SPL

  5. Instituto Nacional de Estadística, “21 de febrero, Día Internacional de la Lengua Materna”