China sorprende al mundo al mediar acuerdos históricos en Medio Oriente, mientras la Unión Europea pierde influencia geopolítica. La incapacidad europea y los logros chinos reflejan un cambio global hacia el Sur y la relevancia de la diplomacia de Pekín.

Sin duda, muchos dirigentes occidentales quedaron estupefactos al descubrir el 10 de marzo de 2023 que China había logrado persuadir a Irán y a Arabia Saudita de firmar un acuerdo que apuntaba a normalizar sus relaciones diplomáticas, no obstante estar suspendidas desde 2016. En general reticentes a reconocer los éxitos de Pekín, los medios de comunicación predominantes reconocieron que se trataba de un acontecimiento histórico. The New York Times consideró que el acuerdo “transforma[ba] la diplomacia de Medio Oriente y desafía[ba] a Estados Unidos”1, mientras que The Washington Post admitió: “Tras décadas de fracasos de Estados Unidos en la región, China se convierte en la potencia dominante en Medio Oriente”2.

China hizo un segundo avance diplomático al persuadir a 14 facciones palestinas, entre ellas Fatah y Hamas, de reunirse en Pekín del 21 al 23 de julio para firmar un acuerdo con vistas a la formación de un “gobierno de unidad” en Gaza, tras el fin del conflicto en curso: es una proeza, dada la magnitud de las divisiones entre esas organizaciones. La Liga Árabe se alegró por la noticia y celebró “los esfuerzos y las iniciativas de los dirigentes chinos y su compromiso continuo para apoyar los derechos del pueblo palestino, su unidad y su lucha justa y legítima para poner fin a la ocupación israelí y crear un Estado palestino independiente”3.

El declive estratégico de la UE

Equivocados, muchos dirigentes europeos denunciaron de buen grado el “apoyo” que Pekín habría brindado a Moscú durante la invasión de Ucrania. En realidad, todos los análisis serios muestran que los dirigentes chinos se decepcionaron con la decisión militar de Rusia, algo que no dejaron de comunicar en privado. Por empezar, porque no les gusta la inestabilidad y el caos que las guerras generan. Luego, porque, en el marco de las tensiones que la enfrentan a Estados Unidos, querían creer en una Unión Europea (UE) independiente en el plano estratégico —la cual, en los hechos, perdió toda autonomía geopolítica a raíz del conflicto en Ucrania—. Por último, no caben dudas de que los intercambios comerciales entre China y Rusia aumentaron desde el comienzo de la guerra en Ucrania, pasando de 142.000 millones de dólares en 2021 a 240.000 millones de dólares en 2023. Pero lo mismo aplica para los intercambios entre Rusia e India, que pasaron de 13.000 millones de dólares a 65.000 millones de dólares durante el mismo período, es decir, se multiplicaron por cinco, en comparación con la “simple” duplicación que se constata en los intercambios entre Pekín y Moscú. Las exportaciones rusas hacia el país del Sudeste asiático también aumentaron considerablemente. Y hoy en día todo el mundo sabe que, cuando Europa compra petróleo a India, se trata de petróleo ruso. La farsa convenció al resto del mundo de la hipocresía de un Viejo Continente que exhibe tanta virulencia cuando se trata de China como muestra clemencia con respecto a otros países. Los dirigentes europeos mostraron una inaudita incompetencia geopolítica al no meditar sobre una realidad que, sin embargo, es determinante: el 85 por ciento de la población mundial no impuso sanciones a Rusia. Al criticar a China precisamente sobre este punto, alejaron a la mayoría de los países del planeta.

Hoy en día China goza de una mayor influencia diplomática y económica que la UE, aun cuando esta última mantiene desde hace más tiempo relaciones con el Sur. Las grandes iniciativas chinas, tales como las Nuevas Rutas de la Seda, la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) o del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), fueron recibidas con entusiasmo en esta región del mundo4. Es sorprendente que ningún gran dirigente europeo se haya planteado esta simple pregunta: ¿cómo, habiendo partido con tal retraso, China logró eclipsar, y a menudo reemplazar, la influencia de Europa en los países del Sur?

En teoría, la UE, que es más o menos del mismo tamaño que China en términos económicos, podría gozar de una influencia similar. Nada le impide tampoco desempeñar el rol de actor geopolítico sabio y prudente. Si bien, en el siglo XIX, las potencias europeas pudieron pisotear a China sin dificultad —con la emblemática embestida, por parte de los británicos y los franceses, del legendario Palacio de Verano en 1860—, 165 años más tarde, los roles se invirtieron: Europa sigue siendo un gigante económico, pero se tornó insignificante desde el punto de vista geopolítico.

En lugar de aprender la lección de los éxitos chinos, los principales dirigentes políticos europeos prefieren presentarla como una amenaza para la economía mundial y, cada vez más, para la paz en el mundo. El ex primer ministro británico Rishi Sunak explicaba a la BBC el 25 de marzo: “China se comporta de manera cada vez más rígida en el exterior y autoritaria en el plano doméstico. Representa el principal desafío de nuestra época, así como la mayor amenaza de origen estatal para nuestra seguridad económica”. En sus orientaciones políticas para el período 2024-2029, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, escribió: “La actitud cada vez más agresiva y la competencia económica desleal de China, su amistad ‘sin límites’ con Rusia —y la dinámica de sus relaciones con Europa— reflejan un paso desde la cooperación hacia la competencia. Asistimos a una militarización de todos los tipos de políticas, desde la energía hasta la migración y el clima. En consecuencia, nuestro orden internacional basado en reglas se desvanece y nuestras instituciones mundiales se tornaron menos eficaces”5. El secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, lo expresó de manera aún más clara (CBS, 7 de julio): “China es el principal apoyo de la agresión militar de Rusia contra Ucrania. Los presidentes Xi [Jinping] y [Vladimir] Putin quieren que la OTAN y Estados Unidos fracasen en Ucrania, y si Putin gana en Ucrania, eso no hará más que incentivar al presidente Putin; también estimulará al presidente Xi. Como lo dijo el primer ministro japonés, lo que pasa hoy en Ucrania puede producirse mañana en Asia”.

Si bien las fuerzas armadas chinas enfrentaron algunas escaramuzas, no libraron, sin embargo, ninguna guerra mayor desde 1979, cuando tuvieron un breve conflicto con Vietnam. Esto no significa que varios incidentes no podrían haber desencadenado hostilidades, por ejemplo, entre China y Estados Unidos. En efecto, los momentos de tensión fueron numerosos, en particular en 1995 y 1996, cuando el presidente estadounidense William Clinton (1993-2001) envió portaaviones al estrecho de Taiwán. O en 1999, cuando la fuerza aérea estadounidense bombardeó la Embajada de China en Belgrado, matando a tres periodistas chinos. O también en abril de 2001, cuando un avión espía estadounidense se vio obligado a aterrizar en la isla de Hainan tras una colisión con un avión de caza chino. Cada una de las veces, estuvieron a punto. Pero, en su libro De la Chine (Fayard, 2012), Henry Kissinger cita una famosa frase de Sun Tzu, el legendario estratega chino: “La excelencia no consiste en ganar todas las batallas, sino en vencer al enemigo sin jamás combatir”.

La narrativa de Occidente

Por lo tanto, uno se pregunta cómo los dirigentes europeos pudieron desviarse tanto. Pero finalmente la respuesta parece simple: cuando se trata de China, los medios de comunicación mienten. La afirmación puede parecer aún más provocadora por el hecho de que la prensa occidental se jacta de ser honesta, objetiva y factual. ¡Nada de eso!... En mi libro Has China Won? [¿Ha ganado China?] doy el ejemplo siguiente. Una de las sandeces constantemente repetidas sugiere que el presidente Xi Jinping se habría comportado de forma engañosa y deshonesta cuando declaró en 2015, durante una conferencia de prensa en compañía del presidente estadounidense Barack Obama, que China no tenía “ninguna intención de militarizar” el mar de China Meridional, dado que el jefe de Estado chino se habría luego apresurado a “militarizar” esa área.

Resulta difícil no quedar atónito cuando ningún medio de comunicación anglosajón cuestiona tal relato, a pesar de que en la misma obra determiné que los hechos permiten demostrar su inexactitud. Esos elementos me fueron comunicados por el embajador Stapleton Roy, uno de los más grandes conocedores del Imperio del Centro (nacido en China, habla con fluidez el mandarín y se mantuvo excepcionalmente bien informado en cuanto a las relaciones entre los dos países): “Durante una conferencia de prensa conjunta con el presidente Obama el 25 de setiembre de 2015, Xi Jinping propuso un abordaje razonable con respecto al mar de China Meridional. Xi defendió la puesta en marcha total y efectiva de la Declaración de 2002 sobre la conducta de las partes en el mar de China Meridional, firmada por China y los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). Llamó a una conclusión rápida de las consultas China-Asean sobre un código de conducta para el mar de China Meridional. Y añadió que China no tenía la intención de militarizar las islas Spratly, donde emprendió obras masivas de polderización sobre los arrecifes y los bajos fondos que ella ocupaba. Según Roy, Obama perdió una oportunidad para sacar partido de esta razonable propuesta. En lugar de ello, la marina de guerra estadounidense intensificó sus patrullas navales. China reaccionó procediendo a la militarización del espacio marítimo en cuestión”.

Eso no significa que el balance diplomático de China sea perfecto. En efecto, como cualquier otro Estado, cometió errores, en particular en su gestión de la cuestión del mar de China Meridional. Estos también fueron documentados en mis escritos. Por ejemplo, Pekín se creó un problema mayor al publicar un mapa del mar de China Meridional donde figura un espacio delimitado por una “línea de nueve puntos”. Nadie sabe qué significa exactamente. En teoría, podría implicar que China reivindica todo el espacio marítimo situado dentro de esta delimitación. Pero entonces ella no debería autorizar el libre paso de los buques extranjeros, y sin embargo lo hace. Ante todo, en tanto segunda potencia marítima del mundo, China comercia con el mundo más que cualquier otro país, y ese comercio transita de manera amplia por medio de buques. Si otros países se comportaran como China y trazaran “líneas de nueve puntos” sobre amplias extensiones de agua hoy consideradas bajo la jurisdicción de “alta mar” —y, por lo tanto, libres de acceso a todos—, China sería uno de los mayores perdedores. En otros términos, esta “línea de nueve puntos” constituye un precedente que debilita los intereses chinos.

Otro error de Pekín en cuanto al mar de China Meridional fue hacer presión sobre los miembros de la Asean para que no adoptaran una declaración sobre el tema durante la reunión anual regular de los ministros de Relaciones Exteriores de la organización en julio de 2012. No hay ninguna duda de que China ejerció toda suerte de presiones sobre algunos de sus Estados vecinos. El idioma inglés distingue claramente entre assertive, que podríamos traducir aquí como “rígido”, y aggressive (“agresivo”). China se mostró cada vez más rígida a medida que se convertía en una gran potencia, pero nunca dio muestras de agresividad. Se plegó a los preceptos de Sun Tzu e intentó ganar sin entrar en guerra. El mundo estaría mejor si otras potencias lo imitaran más, empezando por Estados Unidos y Rusia.

Pekín sabe muy bien que debe modificar su estrategia en función de la evolución de las circunstancias. Cuando el expresidente chino Deng Xiaoping explicó que había que “esconder nuestras capacidades y esperar nuestra hora” en 1990, el producto interior bruto (PIB) representaba un quinceavo del de la UE. Hoy, ese PIB es más o menos equivalente al de los Veintisiete [como se conoce a los países de la UE]. China ya no puede “esconderse y esperar”; no obstante, no se tornó agresiva. En lugar de denigrarla, la UE debería aprender las lecciones que el auge chino enseña, aun cuando el desafío que el Viejo Continente afronta es diferente: no gestionar su emergencia, sino su declive.

Kishore Mahbubani, exministro de Relaciones Exteriores de Singapur y expresidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Autor de Has China Won? (Public Affairs, 2020). Traducción del inglés: Renaud Lambert. Traducción del francés: Micaela Houston.


  1. Peter Baker, “Chinese-brokered deal upends mideast diplomacy and challenges U.S.”, The New York Times, 11-3-2023. 

  2. Yasmeen Abutaleb, John Hudson y Dan Lamothe, “China brokers Iran-Saudi Arabia detente, raising eyebrows in Washington”, The Washington Post, 10-3-2023. 

  3. “Arab League Welcomes Beijing Declaration to End Division, Enhance Palestinian National Unity”, comunicado de la Liga Árabe, Saudi Press Agency, 24-7-2024. 

  4. Martine Bulard, “Les sinueuses routes de la soie”, Manière de voir: Chine – États-unis, le choc du XXIe siècle, n° 170, abril-mayo de 2020. 

  5. Ursula von der Leyen, “Europe’s choice. Political guidelines for the next European commission 2024-2029”, commission.europa.eu, 18-7-2024.