Así como la naturaleza aborrece el vacío, Israel parece detestar la incertidumbre que acompaña a las transiciones políticas en sus vecinos más próximos. O bien la aprovecha en su propio beneficio... Incluso antes de que se difundiera la noticia de la huida de Bashar al Assad en la mañana del 8 de diciembre de 2024, Tel Aviv se apresuró a introducir a sus peones en el tablero de una Siria con la economía colapsada.

La demostración de poder se concretó primero con el despliegue del Ejército israelí en la zona desmilitarizada bajo la supervisión de los 1.000 cascos azules de la Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación en los Altos del Golán. Esta zona tapón, de unos 80 kilómetros de longitud, se estableció mediante un alto el fuego acordado en 1974, seis meses después de que Siria intentara sin éxito recuperar los Altos del Golán, dos tercios de los cuales (1.250 km²) fueron conquistados por Israel en 1967. Considerado territorio ocupado desde esa fecha, la meseta, poblada por familias drusas, vio cómo los asentamientos israelíes se extendían a lo largo de los años, antes de ser anexionada en 1981 por Tel Aviv tras la votación en la Knesset [Parlamento israelí] de una ley que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas consideró inmediatamente “nula”1. Sólo Estados Unidos, bajo el primer mandato de Donald Trump en 2019, ha respaldado hasta ahora esta anexión.

La caída del régimen baasista provocó el “colapso” del acuerdo de 1974, declaró el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al visitar a sus soldados al día siguiente de su entrada en la zona de separación entre los Altos del Golán y Siria. Añadió que había creado “un vacío en la frontera israelí”, lo que, según un comunicado publicado poco después, justificaba este “movimiento temporal y reversible” de tropas. Además de su vaguedad, el diario israelí Haaretz señaló que la palabra “temporal” ni siquiera aparecía en la transcripción hebrea de esta declaración. Esta ambigüedad se ve agravada por el hecho de que los soldados israelíes no han limitado su avance a la zona tapón: aprovechando el descalabro de las tropas del régimen depuesto, han intensificado sus incursiones al otro lado de la frontera, tomando posiciones en varias localidades del lado sirio del monte Hermón (la montaña del Jeque para los sirios), que domina la llanura de Damasco.

Paralelamente a estos movimientos sobre el terreno, Tel Aviv movilizó su aviación en una intensa campaña de bombardeo de todo el material militar que aún le quedaba a Siria tras 13 años de guerra civil y el hundimiento de su Ejército: aeródromos, bases navales, centros de producción de armas, laboratorios químicos, depósitos de municiones, vehículos blindados, radares, misiles, drones, etcétera. Tras dos días de incursiones destinadas, según los anuncios oficiales, a evitar el riesgo de que las armas acaben en “manos de extremistas”, el Ejército israelí afirmó haber destruido ya entre el 70 y el 80 por ciento de las capacidades de su vecino del norte, sin por ello poner fin al diluvio de misiles. Diez días después de su lanzamiento, los ataques, algunos de gran magnitud, se contaban por centenares y afectaban las 14 gobernaciones sirias.

Tras el estupor de los primeros días, esta estrategia de hechos consumados fue condenada por varias capitales árabes y luego europeas. Sin embargo, en medio del frenesí diplomático ligado al deseo de establecer contactos con el nuevo gobierno de Damasco, la denuncia de estas violaciones de la soberanía apenas tuvo eco. “El derecho internacional no permite el desarme preventivo de un país simplemente porque no te gusta. Tales acciones son totalmente ilegales e infundadas”, declaró en Ginebra Ben Saul, relator especial de Naciones Unidas sobre la Promoción y Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales en la Lucha contra el Terrorismo.

Armar el arco

La velocidad de la operación israelí, bautizada como “Flecha de Basán” por el nombre bíblico de parte de los Altos del Golán, y la precisión de sus objetivos, dan fe de su excelente conocimiento del terreno sirio. Se dice que Tel Aviv se ha estado preparando para el colapso del poder de Al Assad desde el comienzo del levantamiento en 20112. En realidad, Israel no ha dejado de atacar Siria, de manera constante e ilegal, desde esa fecha. Con el pretexto de evitar que la guerra civil se extendiera a su territorio, su aviación ha llevado a cabo decenas y decenas de incursiones en los últimos 13 años, principalmente contra posiciones de Irán y sus milicias, Hezbollah, pero también del Ejército sirio. No es que Tel Aviv quisiera influir en el curso de los acontecimientos. Su enfoque del conflicto siempre se ha basado estrictamente en la seguridad: “Dejar que los dos [fuerzas leales y rebeldes] se desangren, que se drenen mutuamente la sangre: ese es el pensamiento estratégico. Mientras esto siga así, no habrá una amenaza real desde Siria”, resumió el diplomático israelí Alon Pinkas en 20133.

Con igual cinismo, Benjamin Netanyahu no dudó en atribuirse el derrocamiento del déspota sirio: “Fue resultado directo de nuestras acciones decisivas contra Hezbollah e Irán”, afirmó en los Altos del Golán. Tras arrasar la Franja de Gaza y destrozar Líbano, Israel está destruyendo los recursos militares que deberían haber heredado las nuevas autoridades sirias, mientras la seguridad interna dista mucho de estar consolidada, y permite que sus soldados y colonos deambulen cerca de los recursos hídricos sirios. Así establece un clima de guerra, en un momento en que la retirada iraní y la derrota de Hezbollah, de las que Israel se enorgullece, ya no justifican tales injerencias, afirma Ahmed al Sharaa, instando a la comunidad internacional a presionar a Tel Aviv. “No tenemos intención de entrar en conflicto [ni con Israel ni con ningún otro país] porque hay un agotamiento general en Siria”, insiste el nuevo rostro del poder en Damasco, cuyo nombre de guerra, Al Golani, ya retirado, significa “El que viene del Golán”.

Una economía por tierra

Si el colapso de la economía siria contribuyó a la caída de Bashar al Assad, su revitalización parece ser ahora una de las prioridades del nuevo gobierno de Damasco. “Estamos recuperando un país hecho jirones en todos los sectores: la industria, el comercio, el ejército, la administración”, admite Ahmed al Charaa (Francia 24, 17-12-2024). La tarea promete ser vertiginosa. Los 13 años de guerra civil desintegraron el aparato productivo, llevaron al colapso de la libra siria y a una inflación persistente que ha sumido en la pobreza a más de dos tercios de la población.

Estrangulada por las sanciones internacionales, erosionada por la depredación de uno de los regímenes más corruptos del mundo, la mayor parte de la economía se encuentra ahora en el sector informal. En primavera, el Banco Mundial estimó que después de contraerse un 84 por ciento entre 2010 y 2023, el producto interno bruto había alcanzado sólo 6.200 millones de dólares, sabiendo que los especialistas estiman la carga de la reconstrucción del país en varios cientos de miles de millones de dólares como mínimo4. Este exiguo nivel de actividad también debe compararse con los casi 2.000 millones de dólares en ingresos ocultos que el régimen depuesto obtenía cada año del tráfico de captagon, droga sintética cuya producción las nuevas autoridades prometieron frenar.

Otro reto le espera al país: la recuperación de la industria petrolera. Teherán ha cerrado el grifo que había mantenido a Siria con soporte vital. Antes del levantamiento de 2010, el promedio de producción del país era de 385.000 barriles de petróleo crudo al día, y hoy son apenas 80.0005. Además de asegurar las zonas productoras de petróleo, revitalizar el sector requeriría una inversión considerable sin generar una ganancia providencial.

Angélique Mounier-Kuhn, periodista. Traducción: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.


  1. Resolución 497 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 17-12-1981. 

  2. Samuel Forey y Hélène Sallon, “L’arsenal militaire syrien anéanti par la campagne de bombardements israéliens”, Le Monde, 16-12-2024. 

  3. Jodi Rudoren, “Israel backs limited strike against Syria”, The New York Times, 5-9-2013. 

  4. “Conflict, crisis, and the collapse of household welfare”, Syria Economic Monitor, Banco Mundial, Washington, 24-5-2024. 

  5. “Factbox: Syria’s energy sector”, Reuters, 14-8-2011.