La intervención política institucionalizada dentro de la dinámica electoral no es nueva en el sistema político brasileño, pero se agudizó durante el gobierno de Jair Bolsonaro. Ahora, la rendición de cuentas por el intento de golpe de enero de 2023 contra Lula da Silva permite analizar un problema estructural y sus lazos con las misiones de paz y operaciones de seguridad interna.
El sábado 14 de diciembre de 2024, el cuartel amaneció petrificado. La detención preventiva del general Walter Braga Netto es un hito en la imputación de militares de alto rango en intentos de golpe de Estado. La inmunidad absoluta conquistada en toda la república brasileña, en las más diversas intervenciones políticas llevadas a cabo en el siglo XX, ha sido deshecha. El personal militar sólo ha sido objeto de represalias en sus propias disputas internas, pero nunca en situaciones contra gobiernos civiles. Todavía no significa rendición de cuentas por la intentona golpista del 8 de enero de 2023, porque solo después del resultado del proceso se conocerá el desenlace del proceso que se desarrolla en el marco del Supremo Tribunal Federal (STF). Sin embargo, ya representa un hito político y judicial en la relación con los militares.
Además de tener presente la advertencia de que esto no establece la responsabilidad del Braga Netto, porque aún no hay condena, es fundamental entender la trayectoria del general y, sobre todo, qué tanto hay de estructural en su actuación. La rendición de cuentas es un paso fundamental hacia el reconocimiento de la violencia ejercida y la necesaria premisa democrática de que las Fuerzas Armadas pueden rendir cuentas al poder civil.
Sin embargo, si la rendición de cuentas significa separar la conducta individual de la responsabilidad institucional y grupal (aunque no deje de ser un paso relevante porque, hasta ahora, los militares de alto rango han gozado de inmunidad en la práctica), no se logra un objetivo más profundo, que es la capacidad de señalar cambios estructurales que eviten nuevas situaciones de la misma naturaleza.
En este sentido, necesitamos entender los momentos clave recientes en el camino de Braga Netto hacia su liderazgo golpista. ¿Cuáles fueron los principales pasos de su viaje y qué representa su desempeño individual y qué tipo de reflexiones exige sobre el espacio que las instituciones militares, en especial las Fuerzas Armadas, tienen en la política brasileña?
Braga Netto y Haití
Las operaciones de la Minustah (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), iniciadas en 2004, durante el gobierno de Luis Inacio Lula da Silva, fueron un importante punto de rearticulación de un grupo de militares y la política. La dinámica de la intervención en Haití atribuyó al comandante de la operación un rol en la gobernabilidad del país caribeño, además del liderazgo militar y la responsabilidad en materia de seguridad pública. Brasil jugó un papel clave en esta operación, siendo uno de los principales países en asumir la tarea de interventor y, por lo tanto, responsable del nombramiento de comandantes y otras atribuciones centrales.
En esta intervención participó la generación de militares que será el núcleo del gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2023), que jugó un papel fundamental en la articulación de este grupo y, sobre todo, en una nueva incidencia militar en la política brasileña. Además del general Braga Netto, participaron en Haití los generales Augusto Heleno, Fernando Azevedo e Silva [ministro de Defensa de 2019 a 2021], Edson Pujol [comandante en jefe del ejército de 2019 a 2021], Carlos Alberto dos Santos Cruz [ministro de Gobierno de enero a junio de 2019], Luiz Ramos [ministro de Gobierno de 2021 a 2022] y Tarcísio de Freitas [que luego sería gobernador de San Pablo].
Las acciones externas de los militares, ocupando posiciones de intervención política, han sido históricamente precedidas por nuevas articulaciones internas en la política brasileña, algo que se evidenció con el protagonismo de este grupo durante el gobierno de Bolsonaro.
Braga Netto y Río de Janeiro
Después del golpe de Estado de 2016 contra Dilma Rousseff, con la asunción de Michel Temer como presidente, hubo un retorno de los militares que ocupaban roles centrales en el gobierno con funciones políticas. Es el caso, en particular, del Ministerio de Defensa que, desde su creación en 1999, nunca había tenido un militar al frente de la cartera. Esto se debe a que, al ser creado, el ministerio eliminó el control directo de las Fuerzas Armadas sobre sí mismas, subordinándolas al control civil y extinguiendo los Ministerios de Aeronáutica, Marina y Ejército.
Es en este contexto del golpe de Estado y del uso de las Garantías de Ley y Orden (GLO), decretadas en febrero de 2018, que se produjo una intervención militar federal en la seguridad pública en Río de Janeiro. Las GLO implican operaciones directas de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad pública, que no deberían ocurrir, porque esta función está asignada a la policía. Cabe destacar, además, que en 2017 hubo un cambio legal para que los delitos contra la vida cometidos por militares durante las GLO fueran juzgados por la justicia militar y ya no por la justicia común. El año anterior ya se había aprobado un salvoconducto para una de las principales GLO, que tenía numerosas denuncias de violaciones de derechos humanos en la favela Complexo do Alemão.
Braga Netto, como general del Ejército del Este, es designado interventor. Por lo tanto, aún en servicio activo, es decir, sin haber abandonado el Ejército, ocupa un cargo eminentemente político que le otorgó parte de los poderes de gobernador. Durante esta intervención se lleva a cabo la ejecución de la concejala Marielle Franco. Las acciones de los agentes del Estado, incluido el jefe de la policía civil, y todo el proceso de intento de obstrucción de la justicia a nivel estatal, ponen en tela de juicio el papel del general en este complot y su papel global en la intervención.
A pesar de ello, Braga Netto sale de este proceso como un gran nombre entre los generales y pasa a ser una figura central en la candidatura de Bolsonaro. También es uno de los principales nexos entre generales en activo y de reserva y el proyecto de intervención militar articulado en torno al hoy expresidente.
Braga Netto y Casa Civil
Tras la elección de Bolsonaro, el general asumió al frente de Casa Civil, el cargo más relevante para la articulación política del gobierno, equivalente a un ministro de Presidencia. Se le consideraba el punto de mediación, alguien con la flexibilidad necesaria para promover el diálogo político. Una vez más, cabe destacar que, en ese momento, seguía en activo, situación en la que estuvo hasta febrero de 2020. Se trató de un caso más de la notoria mezcla entre el Ejército y el gobierno, que abarcó numerosos nombramientos de personal militar para funciones civiles. A pesar de ocupar el cargo por un breve período, su actuación aseguró la aprobación de la Reforma de Pensiones en 2019 (que dejó a salvo a los militares).
Braga Netto y el Ministerio de Defensa
En uno de los momentos más críticos del gobierno de Bolsonaro, Braga Netto asumió el Ministerio de Defensa. Fue a finales de marzo de 2021, tras la salida del general Fernando Azevedo y el consiguiente cambio en la cadena de mando de los jefes de las tres Fuerzas Armadas. Esta crisis, en el contexto de la pandemia, de críticas a la postura y conducta negacionista de Eduardo Pazuello al frente del Ministerio de Salud, representó un primer momento importante de control de este grupo político dentro de las Fuerzas Armadas. Si bien fueron parte del proyecto bolsonarista en su conjunto, y a pesar de que ninguna otra fuerza política tiene realmente un grupo articulado en este sector, esto no significa que no haya disputas internas y que estos sectores sean homogéneos. Mucho menos que absolutamente todos sus miembros estén dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias de este proyecto. En especial en un proyecto golpista.
Por lo tanto, en uno de los momentos más difíciles en la relación con las Fuerzas Armadas y la necesidad de control de las mismas por parte del gobierno de Bolsonaro, el general asumió el ministerio y el liderazgo con las fuerzas. Esta posición sería importante e imprescindible para el proceso de mayor interconexión con las Fuerzas Armadas como institución. Vale la pena recordar las fiestas de Independencia y de la República de ese tiempo, en particular el 7 de setiembre de 2021, cuando el Ejército participó en movilizaciones que buscaban ensayar el proceso golpista y la eventual adhesión de las Fuerzas Armadas y la policía. Además, unas semanas antes, el 10 de agosto de 2021, el día de la votación en el Congreso de una modificación en el mecanismo electoral pedida por Bolsonaro (pasar de voto electrónico a uso de papeleta impresa), el entrenamiento militar se trasladó al frente del Congreso como una forma de demostración de fuerza y un evento de prueba para posibles procesos intervencionistas.
Braga Netto y la vicepresidencia
En 2022, Braga Netto dejó su cargo en el Ministerio de Defensa para ocupar el lugar de vicepresidente en la fórmula de Bolsonaro para la reelección a la presidencia de la República. De ese modo, todos los roles desempeñados hasta ese momento lo consagraban como la principal figura militar del gobierno anterior (además del propio Bolsonaro). Esta lista fue derrotada en las elecciones y buscó articular un golpe de Estado, como ya lo reveló la Policía Federal y lo demostró el 8 de enero de 2023 [asalto de turbas bolsonaristas a los edificios de la Explanada de los tres poderes, en Brasilia], además de todos sus actos preparatorios (campamentos golpistas, intentos de bomba, actos golpistas, etc.). Sin embargo, ante la fragilidad de la articulación golpista y la búsqueda de un acuerdo para mantener parte del espacio conquistado por los militares durante el gobierno negacionista, no hubo una adhesión generalizada desde la cúpula. Un sector que hasta el día de hoy busca, a través de la mediación de José Múcio, ministro de Defensa de Lula, restringir y detener las investigaciones sobre el núcleo más duro de Bolsonaro, para que el tema se salde sin represalias ni cambios estructurales en las instituciones militares. Braga Netto tampoco es elegible por ocho años, junto con Bolsonaro, luego de que la fórmula presidencial fuera condenada por el Tribunal Supremo Electoral en 2023.
El nuevo y el viejo golpismo
A través de esta breve reseña histórica de los principales momentos de avance de la figura del general Braga Netto, es posible evidenciar su liderazgo y, al mismo tiempo, cuánto de colectivo e institucional tiene la construcción de un proceso intervencionista de los militares en la política.
Articula lo viejo y lo nuevo porque forma parte de una nueva generación de las Fuerzas Armadas, no la que actuó durante la dictadura militar empresarial (1964-1985), aunque formada en ella, y que tiene una nueva visión intervencionista, moldeada por las formas de intervención de la Nueva República, especialmente por el uso exagerado de las GLO y todo el aparato violento de la seguridad pública. Este rol de mantener el statu quo, a través de actuar sobre la juventud negra, pobre y periférica, donde no hay respeto a los derechos y, por lo tanto, lejos de la faceta liberal-democrática, es esencial en la construcción política de estos sectores. Asimismo, le resulta crucial que la policía militar desarrolle sus proyectos de poder electoral y de milicias. El aparato policial y militar militarizado en las periferias, a través de la GLO, es una forma de intervención política militar utilizada en toda la Nueva República. Y no es circunstancial que se agudice después de la Minustah.
Al mismo tiempo, esta forma de intervención política institucionalizada dentro de la dinámica electoral no es nueva en el sistema político brasileño. A lo largo del siglo XX se produjeron varias situaciones similares, con mayor o menor libertad de los militares en relación con las instituciones y las élites civiles. Esto se debe a que los militares siempre han tenido este papel de garantizar el statu quo, es decir, llevar a cabo el control social en una sociedad profundamente desigual. En Brasil, para mantener esta agenda, siempre ha sido necesario utilizar las Fuerzas Armadas y la seguridad pública.
Por otro lado, se puede percibir que esta forma de participación sólo es posible a través de un arreglo institucional de los aparatos estatales que permiten estas intervenciones y que se han profundizado desde el golpe de Estado de 2016 (con cambios legislativos y el avance de la participación de los militares). La posibilidad, por ejemplo, de que un militar en activo sea interventor federal y ministro de Estado es, en sí misma, un hecho asombroso de la institucionalidad brasileña. Así como la ampliación de la competencia de la justicia militar, el control de los sistemas de inteligencia por parte de los militares (como también se demostró después del 8 de enero de 2023), la Garantía del Orden Público, la policía militar, entre otros.
Por eso, en este momento histórico, en el que un militar de cuatro estrellas es detenido preventivamente en Brasil por un intento de golpe de Estado, hay que prestar atención a tres elementos centrales.
El primero es que, para rendir cuentas, es necesaria, además de la prisión preventiva, la condena de Braga Netto, de los demás militares y del propio Bolsonaro por el intento de golpe. El segundo es que no resulta razonable compartimentar este proceso de rendición de cuentas, excluyendo del mismo a las instituciones militares. Es condición básica que haya reformas profundas en estas instituciones y que el control sea tomado por la población civil. Y, finalmente, la agenda de desmilitarización debe implicar la lucha contra el genocidio negro, la violencia policial en las periferias y la desigualdad social. El sentido, desde 2016, del regreso de los militares a la política es avanzar en la precarización de la vida y el trabajo y en la concentración del ingreso. Por lo tanto, la agenda económica y la violencia policial son elementos estructurantes de este proyecto, representado por Braga Netto, pero consolidado en la dinámica de la disputa de clases en la sociedad brasileña desde la Independencia.
Julia Almeida Vasconcelos da Silva es autora de La militarización de la política en el Brasil contemporáneo (Alameda, 2023), doctoranda en Derecho por la USP, profesora de Derecho e investigadora en DHCTEM/USP y CAAF/Unifesp. Este artículo se publicó en Le Monde diplomatique, edición Brasil.