Mauricio Rodríguez. Estuario; Montevideo, 2024. 280 páginas; 690 pesos.

Hay dos aspectos de este libro que ya no debería ser necesario señalar. En primer término, la importancia de la colección Discos que Gustavo Verdesio coordina para Estuario. Un esfuerzo que recupera para la cultura uruguaya aquel viejo carácter de catálogo que alguna vez supieron tener la mayor parte de las editoriales canónicas de la generación crítica: colecciones curadas que el lector o la lectora frecuenta con independencia de los títulos que la componen; sólo estar bajo ese paraguas ya merece la lectura. En segundo término, el rigor periodístico y la calidad de escritura que Mauricio Rodríguez imprime a sus trabajos. Ambos elementos se suman al interés del tema del libro —la voz mayor de la música uruguaya— y lo envuelven, con justicia, en el celofán de los “imprescindibles”.

Rodríguez repasa las canciones de un disco que se grabó en Buenos Aires en 1983 y se editó en Montevideo en 1986, y que, por eso mismo, trasciende la relevancia de la placa en sí misma para volverse un testimonio de los tiempos del desexilio y la recuperación democrática. Pero no se conforma con eso. Toma como excusa cada canción y desde ella tiende, hacia atrás, el espinel con el que atrapa diferentes aspectos del arte y la trayectoria de Zitarrosa. Tal vez podría reprochársele, con el microscopio quisquilloso de buscar el guisante en el colchón, lo escueto del capítulo dedicado a “El cardal”, algo compensado con creces por el detallismo que imprime a los demás “surcos”. Un reproche mínimo para un libro que, entre otras virtudes, va más allá de ese LP en particular, e incluso de su contexto de aparición, y deriva con muy bien tino hacia el análisis del momento en que nacía la canción popular uruguaya independizándose (un poco al estilo de la Piedra Alta, que es independencia y unión con características propias al mismo tiempo) de la gran influencia del folclore argentino.

En sus páginas el autor utiliza con puntería y generosidad trabajos previos, reconociendo la investigación de los autores que le precedieron, y cierra este gran libro de pequeño formato (ideal para llevar como compañero de viaje de verano) con un epílogo fotográfico en riguroso blanco y negro, como Zitarrosa manda.