Pese a tener amplia mayoría parlamentaria, el gobierno de Keir Starmer no llevó adelante grandes transformaciones progresistas. Por el contrario, su gobierno muestra un claro viraje hacia la derecha, tanto por haber optado por ponerse al servicio del mundo de los negocios como por su alineamiento internacional. ¿Puede resurgir una alternativa de izquierda dentro del Partido Laborista?
Para el actual primer ministro de Reino Unido y su equipo de asesores, la dirección de Anthony Blair siempre constituyó un modelo a seguir para el Partido Laborista. A primera vista, la victoria electoral del año pasado puede parecer un éxito político comparable a los del mismo Blair. Con 411 escaños, Keir Starmer cuenta con la mayoría parlamentaria más amplia que cualquier partido haya obtenido desde los primeros años del “Nuevo Laborismo”.
Sin embargo, visto más de cerca, las bases políticas de su proyecto de gobierno son mucho más frágiles. Su partido obtuvo menos del 34 por ciento de los votos en las elecciones del año pasado. El resultado de 1997 superaba este número por casi diez puntos. En comparación con las elecciones de 2019, su desempeño fue apenas dos puntos más alto, aunque la cantidad de escaños se haya duplicado debido a las especificidades del sistema electoral británico. En términos absolutos, el Partido Laborista de Starmer obtuvo menos votos que el de su predecesor Jeremy Corbyn, cinco años atrás. Se benefició del colapso del Partido Conservador, que tuvo que competir con los liberaldemócratas y con un nuevo partido de derecha, Reform UK.1
Desde entonces, todo fue de mal en peor. A finales de 2024, el Financial Times se preguntaba por qué el dirigente laborista había “desperdiciado sus primeros meses en el poder”, pese a contar con una mayoría tan avasalladora: “En tiempos recientes, ningún primer ministro experimentó una pérdida de popularidad tan desastrosa en un plazo tan breve” (24-12-2024). Desde principios de 2025, el Partido Laborista se mantiene siempre por detrás de sus adversarios en las encuestas, con Reform UK a la delantera.
Ajuste y negocios
¿A qué se debe esta caída de popularidad tan drástica del primer ministro? Sobre todo, a su determinación de preservar el legado del thatcherismo. En el Sunday Telegraph (2-12-2023), unos meses antes de las elecciones legislativas, Starmer pintaba un oscuro panorama: “Servicios públicos en ruinas que ya no sirven al público, familias abatidas de angustia ante la subida vertiginosa de las deudas hipotecarias y del precio de los alimentos, barrios asediados por el crimen y la falta de civismo”. Viniendo de un dirigente laborista, hubiera sido esperable que presentara estos problemas como los síntomas de la decadencia del modelo económico. Pero Starmer sólo tenía elogios para Margaret Thatcher [primera ministra conservadora, 1979-1990], que “intentó sacar a Gran Bretaña de su letargo, liberando el espíritu emprendedor que está en nuestra naturaleza”.
No fue un mero comentario casual para complacer a los lectores de un diario conservador. Como señala el historiador David Edgerton, “el Partido Laborista se convirtió en un partido consagrado ya no a defender el mundo de Clement Attlee [primer ministro laborista, 1945-1951, caracterizado por programas sociales de posguerra], sino el que crearon Margaret Thatcher y sus sucesores”.2 Uno de los objetivos principales de Keir Starmer fue que un partido que se sostenía con el apoyo financiero de sus miembros y de los sindicatos afiliados se transformara en una organización dependiente de la generosidad de los ricos.3 Durante una recaudación de fondos para su campaña, Starmer les explicaba a algunos representantes de Google y de Goldman Sachs: “La huella de todos ustedes está presente en cada una de nuestras políticas nacionales” (Financial Times, 15-2-2024).
El líder laborista y su equipo trabajaron sin descanso para seleccionar candidatos que, al asumir como diputados, fueran capaces de implementar su proyecto. Cuando el nuevo grupo laborista se reunió por primera vez en julio, quedaron claros los resultados de ese proceso. Según el Sunday Times (7-7-2024), casi un tercio de los diputados recién electos habían trabajado haciendo lobby, sobre todo para empresas especializadas en juegos de azar o de inversión inmobiliaria: “Entre los nuevos diputados, hay más exconsultores o gente del mundo de los negocios que antiguos docentes, médicos o funcionarios de las administraciones locales, profesiones tradicionalmente asociadas al laborismo. Los que vienen del lobby o de la comunicación duplican a los procedentes del sindicalismo”.
Este vínculo íntimo con el mundo empresarial y del lobby repercutió en el ejercicio del poder de Starmer, tal como él había prometido. Junto con su canciller de Hacienda, Rachel Reeves, decidieron recurrir a compañías como Black Rock para reconstruir infraestructuras venidas abajo. Para que el contrato fuera más tentador, les ofrecieron subvenciones públicas y medidas de protección a la inversión privada. Asimismo, una de las primeras decisiones importantes de Reeves fue anunciar que iba a eliminar el subsidio para que los jubilados pudieran pagar la calefacción en invierno. Siguiendo por ese camino, en la primavera boreal de 2025 anunció los recortes de gasto público más grandes desde el gobierno de David Cameron [primer ministro conservador, 2010-2016].
Por su parte, la ministra de Trabajo y Pensiones, Elizabeth Kendall, afirmó que reducir las prestaciones por discapacidad era una medida necesaria para “hacer que la gente que no debería estar recibiendo subsidios vuelva a la actividad laboral” (ITV, 7-2-2025). A principios de año, la programación del gasto social dio lugar a una rebelión parlamentaria. Más de 100 diputados laboristas firmaron una moción de enmienda para que se anularan los recortes presupuestarios. Starmer tuvo que desistir de los recortes más importantes, pero, así y todo, 47 de sus diputados votaron en contra del texto final. Para restaurar algo de su autoridad perdida, el jefe del Partido Laborista suspendió a cuatro diputados.
Al lado de Israel
En cuanto a la política internacional, la prioridad de Starmer y de su ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, consiste en mantenerse rigurosamente alineados con Estados Unidos. La reelección de Donald Trump no alteró en nada esta posición. Ya en mayo de 2024, Lammy se había retractado de sus críticas pasadas al presidente estadounidense. En un discurso pronunciado en el muy conservador Instituto Hudson, denunció a los estudiantes estadounidenses que se manifestaban contra la destrucción de Gaza: “Hay una diferencia entre una protesta pacífica, como las que habría defendido [el líder sudafricano Nelson] Mandela, y un levantamiento violento”.4
Desde que se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores, Lammy está haciendo todo lo posible por encontrar un punto de equilibrio entre la opinión pública británica, que en general se opone a la ofensiva contra Gaza, y la de las élites estadounidenses, que la apoyan sin reservas. Suspendió unas pocas licencias de exportación de armas a Israel, pero cuando un consorcio de organizaciones no gubernamentales (ONG) acusó a Reino Unido ante los tribunales por suministrar componentes a Israel para los aviones de combate F-35, los abogados del gobierno alegaron que no había ninguna prueba de que las fuerzas israelíes “apuntaran deliberadamente contra mujeres y niños civiles”.5
En mayo de 2025, se organizó un evento privado en el Museo Británico de Londres para celebrar el 77º aniversario de la creación de Israel, con la embajadora de Israel, Tzipi Hotovely, como oradora principal. El gobierno de Starmer se apresuró a enviar al festejo a Maria Eagle, ministra de Adquisiciones de Defensa. Allí manifestó lo orgullosa que estaba de que Reino Unido hubiera permanecido al lado de Israel durante “uno de los períodos más difíciles de su historia”, en particular facilitando “vuelos de vigilancia en el Mediterráneo oriental”.6 Uno de esos vuelos, desde el cielo de Gaza, registró el momento en que un dron israelí mataba a tres trabajadores humanitarios británicos, en abril de 2024. El ministerio de Defensa se niega a revelar las imágenes a las familias de las víctimas, alegando motivos de “seguridad nacional”.7
Unas semanas después de este evento en el Museo Británico, la ministra del Interior, Yvette Cooper, decidió prohibir el grupo de protesta Palestine Action, que había llevado a cabo actos de sabotaje en fábricas de armamento de propiedad israelí y en una base aérea de la Real Fuerza Aérea británica (RAF, por sus siglas en inglés). Esto equivale a poner a Palestine Action en la misma categoría jurídica que organizaciones como Estado Islámico (EI) o Boko Haram. Es precisamente lo que Hotovely y sus colegas de la Embajada de Israel pedían con insistencia desde 2022.8
El pasado 9 de agosto, la policía de Londres detuvo a más de 500 manifestantes que se oponían a la prohibición de Palestine Action. La mitad tenía más de 60 años. Esta represión sin precedentes, sumada a otras medidas para sofocar las protestas contra el genocidio en Gaza, manda un mensaje muy claro al gobierno de Benjamin Netanyahu: el mandatario israelí puede permitirse, sin riesgo alguno, ignorar completamente todas las declaraciones del primer ministro británico y su gobierno, incluida la amenaza de reconocer un Estado palestino inexistente [concretada el 21 de setiembre], que sólo sirve para apaciguar a la opinión pública.
Percepción y necesidad
Tras llegar al poder con un resultado electoral históricamente bajo, Starmer y sus aliados se las arreglaron para reducir todavía más el nivel de apoyo al partido. De este modo, le están ofreciendo a Reform UK una oportunidad magnífica para abrirse camino. Hasta ahora, el partido de Nigel Farage no ha logrado superar el resultado laborista de las elecciones de 2024, ni siquiera en los sondeos de opinión más favorables, pero aun así su posición en las encuestas está muy por delante de un Partido Laborista cada día más impopular.
Farage y Reform UK atribuyen, de forma errónea, los problemas sociales de Reino Unido a la inmigración. Aunque lograran formar gobierno e imponer nuevas medidas de control migratorio, no ayudaría en absoluto a aliviar dichos problemas (probablemente algunos incluso empeorarían). Pero el éxito de Reform UK se debe, entre otras cosas, a la impresión ampliamente extendida de que el país atraviesa una crisis muy grave y necesita un cambio profundo. Ni el Partido Laborista ni el Conservador pueden dar respuesta a ese sentimiento, pues ambos representan el statu quo.
¿Podría existir una alternativa de izquierda para este modelo británico desfalleciente? Después de todo, en 2017 los laboristas obtuvieron el 40 por ciento de los sufragios, con el programa más radical desde la generación anterior. Pero Jeremy Corbyn resultó ser incapaz de lidiar con la crisis del Brexit cuando alcanzó su punto más álgido, a finales de la última década, y esto terminó socavando su autoridad como cabeza del partido.9 La decisión de Starmer de prohibir que Corbyn se presentara como candidato laborista en las últimas elecciones dejó una cosa clara: la influencia de la izquierda está implacablemente descartada.
Sin embargo, el exdirigente del partido fue reelegido como diputado independiente en su circunscripción del norte de Londres. Acaba de anunciar su proyecto de crear un nuevo partido de izquierda junto con Zarah Sultana, que nació diez años después de que Corbyn ganara su primera elección en Westminster, en 1983. Igual que él, Sultana era diputada laborista hasta que fue también víctima de la arremetida de Starmer contra la izquierda.
El nuevo partido todavía no tiene existencia oficial, y muchas cuestiones siguen en suspenso, ya sea su nombre, su organización o su relación con el Partido Verde, que hasta ahora era la principal fuerza a la izquierda del Partido Laborista. Es indiscutible que el viraje hacia la derecha de Starmer creó una necesidad objetiva y el espacio político para una fuerza de esta naturaleza. Los intentos de crear una organización de izquierda que pueda rivalizar con el laborismo de la época de Blair fracasaron, pero hoy en día el sistema de partidos británico es mucho más volátil que hace dos décadas, y esta vez podría ser que el Partido Laborista no logre salir indemne.
Daniel Finn, periodista. Traducción: Agustina Chiappe.
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Ver. Oliver Eagleton, “¿Reino de la moderación unida”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, setiembre de 2024. ↩
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David Edgerton, “Keir Starmer’s bad history”, redpepper.org.uk, 29-2-2024. ↩
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Peter Geoghegan, “Des travaillistes sous influence”, Le Monde diplomatique, París, febrero de 2025. ↩
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Patrick Wintour, “David Lammy tells US Republicans he can find ‘common cause’ with Trump”, The Guardian, Londres, 9-5-2024. ↩
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Patrick Wintour, “No evidence of genocide in Gaza, UK lawyers say in arms export case”, The Guardian, 13-5-2025. ↩
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Imran Mulla, “Kemi Badenoch, Nigel Farage and Jimmy Carr attend secret Israeli party at British Museum”, middleeasteye.net, 15-5-2025. ↩
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Ali Mitib, “Family of British aid worker killed in Gaza may sue Israel”, The Times, Londres, 1-4-2025. ↩
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Haroon Siddique, “Israeli embassy officials attempted to influence UK court cases, documents suggest” y “Ban on Palestine Action would have ‘chilling effect’ on other protest group”, The Guardian, 20-8-2023 y 23-6-2025, respectivamente. ↩
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Ver Chris Bickerton, “Pourquoi le Labour a perdu”, Le Monde diplomatique, febrero de 2020. ↩