Sean domésticas o internacionales, las tensiones políticas encuentran en la moneda un punto de cristalización particularmente sensible. En el contexto del enfrentamiento entre Washington y Pekín, el auge de las nuevas tecnologías monetarias pone al mundo ante la perspectiva de una bifurcación dolorosa. O incluso de una nueva guerra de monedas.
En el transcurso de su primer mandato (2017-2021), denunció al bitcoin como una “estafa” que “compite con el dólar”.1 Donald Trump pretende ahora ser el presidente más criptoentusiasta de la historia. Durante una cumbre celebrada el 7 de marzo en la Casa Blanca, que reunía a los principales actores del sector, anunció su intención de hacer de Washington “la capital mundial de las criptomonedas”.2 Tres días antes de su investidura, el multimillonario puso a la venta 200 millones de monedas digitales con su efigie. “El reino del terror contra las criptomonedas llegó a su fin”, se felicitó David Sacks, exdirector de operaciones de Paypal y sostén declarado de Trump.3 El multimillonario libertario fue ascendido a la cabeza del grupo de trabajo sobre activos digitales, que se supone que tiene que definir las políticas de promoción de los criptoactivos, mientras que el financista “procripto” Scott Bessent se convirtió en secretario del Tesoro.
Rodeado de semejantes asesores, el presidente estadounidense pretende comprometer a su país en el desarrollo de las monedas digitales privadas denominadas “de segunda generación” –después de los criptoactivos como el bitcoin–.4 El camino que eligió –el del mercado, a través de las stablecoins (literalmente, “monedas estables”)– despierta el entusiasmo de los grandes operadores del sector. Se opone a otro proyecto: el de las monedas digitales de los bancos centrales (MNBC), un ámbito en el que China lleva una amplia delantera. A medida que estas dos formas de criptomonedas se desarrollan conjuntamente, se perfila poco a poco la perspectiva de una división monetaria del mundo.
Introducidas a partir de 2014, las stablecoins son criptoactivos cuyo valor está atado a una moneda legal (en general, el dólar) o con una canasta de monedas. Esta propiedad, que apunta a garantizar la estabilidad de su valor, las diferencia de sus ancestros de primera generación, cuyas cotizaciones se caracterizan por su enorme volatilidad. Utilizadas inicialmente para facilitar la conversión de estas últimas en valores perennes en las plataformas de intercambio, las stablecoins se convirtieron en un medio de pago por derecho propio.
Las transacciones realizadas con esta herramienta presentan varias ventajas: son casi instantáneas (mientras que las transacciones a través del sistema bancario requieren un tiempo de procesamiento), son transparentes (dado que están inscriptas en blockchains, una técnica digital de almacenamiento y transmisión de información), son anónimas (no se requiere ningún documento de identidad) y son fácilmente accesibles (basta con una simple conexión a internet, sin necesidad de tener una cuenta bancaria). Además, tienen un costo menor que los pagos internacionales (la relación puede oscilar entre una y cinco veces menos).
El camino
En 2024, las transacciones que usaban stablecoins experimentaron un crecimiento considerable: según un estudio publicado en enero por la plataforma Cex.io, representarían hoy en día cerca de 28 billones de dólares, superando así el monto total acumulado de las transacciones realizadas por Visa y Mastercard.5 En octubre de 2020, representaban apenas 100.000 millones de dólares, según la plataforma de datos Token Terminal.6 Sin embargo, la cifra de 2024 debe tomarse como relativa, ya que, según los autores del estudio, al menos el 70 por ciento de este volumen de transacciones se debería a la actividad de arbitraje a muy corto plazo de los robots de trading algorítmico, que se usan para sacar ventaja de las fluctuaciones ínfimas de precios en las plataformas de criptomonedas.
No deja de ser cierto que, desde un punto de vista técnico, las stablecoins pueden ahora competir con los medios de pago tradicionales. Y constituyen una fuente de ingresos potencialmente considerable para las empresas privadas que las emiten, con la posibilidad de quedarse con las comisiones sobre las transacciones que tradicionalmente acaparaban grupos como Visa, Mastercard o incluso Western Union. Así es como asistimos, desde finales de la década de 2010, al desarrollo de global stablecoins (GSC): criptoactivos emitidos por los grandes actores del sector digital. Amazon estaría considerando lanzar la suya propia para las transacciones en su plataforma, a disposición de los centenares de millones de usuarios activos que posee. Se podría incitar a los clientes a utilizar este medio de pago digital a través de un cierto número de ventajas: promociones, descuentos, regalos, etcétera. Esto le permitiría a Amazon meterse en el bolsillo las comisiones sustanciales de las transacciones, y a la vez hacer que sus clientes queden un poco más cautivos de su plataforma.
La doctrina que apuesta por el desarrollo de los usos privados del dólar, a veces calificada como “criptomercantilismo”, fue promovida por Bessent durante la “cumbre cripto” celebrada en la Casa Blanca el 7 de marzo. Esta doctrina dejó tendidas las bases del proyecto de ley de la administración Trump que apunta a regular el desarrollo de las stablecoins, y que se denomina Genius (sigla en inglés de “orientaciones y pautas de establecimiento nacional para las stablecoins estadounidenses”). “Es una oferta pública de adquisición que es hostil a la moneda”, opina el exministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, para el cual el proyecto equivale a “subcontratar la supremacía del dólar a las fuerzas más retrógradas dentro de la industria tecnológica”.7
En marzo, la plataforma World Liberty Financial, controlada por la familia Trump, lanzó un nuevo activo indexado según el dólar, el USD1. Este criptoactivo ya es objeto de acusaciones de conflictos de intereses. Con la finalidad de ganarse el favor del presidente estadounidense, sin dudas, un fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos anunció que iba a invertir 2.000 millones de dólares en el USD1.
Las stablecoins podrían constituir un gran golpe de suerte para Estados Unidos en el plano monetario. Las que están adosadas al billete verde –o sea, alrededor del 97 por ciento del mercado en marzo– contribuirían a una redolarización de la economía mundial: ofrecen a la población del mundo entero la posibilidad de acceder a una forma de dólar digital que, por ejemplo, permite protegerse de la inflación. Un mecanismo que, según un estudio de Visa publicado en setiembre de 2024, explica la mitad de las transacciones en los mercados emergentes.8
Incluso cuando parecería que se está produciendo una forma de desdolarización (relativa) a escala mundial, las stablecoins podrían originar una dinámica inversa y ofrecer un aumento de la financiación de la deuda estadounidense. Cuando una empresa privada emite un activo de este tipo, invierte la totalidad o parte del monto recaudado en títulos de deuda soberana que le permiten “cubrir” el crédito que representa el criptoactivo, y entonces garantizar su conversión en la moneda sobre la cual está indexado. Un informe de Citigroup, el gigante de los servicios financieros, estima que el mercado podría alcanzar un volumen de 1,6 billones de dólares en 2030.9 Esto propulsaría a los emisores de estos activos al primer puesto de los tenedores de deuda estadounidense, por delante de Japón y China.
La decisión de la administración estadounidense no está exenta de riesgos. La mayor parte de las empresas tecnológicas que emiten stablecoins en dólares actúan como seudobancos (o “bancos en las sombras”): emiten crédito y crean moneda por fuera de las salvaguardias y las normas prudenciales –ya de por sí mínimas– del sistema bancario tradicional. Por ejemplo, no existe en este sector ningún mecanismo equivalente al seguro de los depósitos bancarios. Y sin embargo fue precisamente este mecanismo, que se había implementado en Estados Unidos después de la crisis de 1929 y más tarde después de la crisis de 2008, el que permitió evitar los bank runs (corridas bancarias), es decir, los movimientos producto del pánico bancario según el cual quienes habían depositado dinero corren a sacar sus depósitos ante los primeros signos de debilidad de una entidad.
En el caso de los emisores de stablecoins, una corrida de esa índole podría desencadenar una espiral destructiva: las reventas masivas los obligarían a deshacerse de sus reservas en bonos del Tesoro estadounidense, lo que contribuiría a la caída del precio de esos títulos y, por lo tanto, del valor de sus reservas. El hundimiento del mercado de bonos agravaría entonces la crisis y debilitaría el dólar que las stablecoins tenían por objeto reforzar. Por último, los titulares de activos emitidos por una empresa en quiebra verían cómo finalmente sus depósitos se volatilizan sin poder recurrir a nada, ante la ausencia de medidas de protección de los consumidores.
Pekín tomó una decisión radicalmente diferente: desarrollar una criptomoneda pública emitida por el banco central, o sea una moneda digital del banco central (MNBC). China no es la única que está explorando esta vía: en 2024, más de 130 países se habían involucrado en la exploración de las MNBC. Estas monedas ya se ven en Nigeria, las Bahamas, o incluso en Jamaica.
A diferencia de las stablecoins privadas, las MNBC son de curso legal. Pueden reivindicar legítimamente el estatuto de moneda. Según los países y su nivel de desarrollo, se trata de ofrecer una alternativa al efectivo y darle al público acceso a un medio de pago garantizado por el Estado, reducir el costo del sistema de pago, o incluso permitir una trazabilidad de las transacciones monetarias (lo cual es una ventaja en la lucha contra las operaciones ilícitas).
¿Inclusión o control?
Las MNBC son emitidas por las autoridades monetarias bajo dos formas. Las denominadas “mayoristas”, destinadas a los pagos de montos elevados, sólo pueden ser poseídas por intermediarios financieros autorizados por el banco central. Las denominadas “minoristas”, que son accesibles al conjunto del público, adoptan en su base la forma digital de la moneda fiduciaria actual (efectivo o cash). Las MNBC mayoristas y minoristas responden a objetivos complementarios: las primeras apuntan a mejorar la eficiencia y la seguridad de los pagos transfronterizos entre intermediarios financieros reduciendo los costos relacionados con las transacciones con el exterior. Las segundas facilitan la inclusión financiera al permitir superar las barreras a las que se enfrentan las poblaciones no bancarizadas, una ambición común de los países en desarrollo.
De todos los proyectos de MNBC, el e-yuan chino (e-CNY), lanzado en 2014, es uno de los más ambiciosos y antiguos. La moneda digital china se está introduciendo oficialmente en 29 ciudades chinas. Se puede utilizar en la vida cotidiana: transporte, compras habituales, ocio... En julio de 2024, el Digital Currency Research Institute del banco central chino (que estuvo en el origen del proyecto) estimaba el volumen de transacciones de la moneda digital en 7,3 billones de yuanes (888.000 millones de euros), y a su número de usuarios en 180 millones (10).
Una de las principales críticas dirigidas al e-yuan tiene que ver con los riesgos de vulneración de la vida privada. Debido a la trazabilidad de las transacciones y a la cantidad de información que se entrega al banco central chino, este sistema puede constituir un instrumento de control a gran escala de la población: es técnicamente posible para las autoridades saber en tiempo real qué come un usuario, por qué lugares se desplaza o el nombre de su peluquero. También pueden decidir controlar los usos del e-yuan o incluso bloquear transacciones o la billetera virtual de los usuarios. El banco central chino afirma que puso el respeto de la vida privada entre sus principales prioridades, pero sin un real control independiente de parte del poder administrativo.
Además de dificultades similares, el e-euro, que se está discutiendo actualmente en Bruselas, planteará la cuestión de su impacto en el sistema bancario. Las entidades privadas ven con mal ojo el desarrollo de una moneda digital minorista que competiría con la moneda (denominada “escritural”) que ellas crean como resultado de sus operaciones crediticias. Los clientes podrían verse tentados a liquidar la totalidad o parte de sus depósitos bancarios para favorecer la tenencia de MNBC. Este movimiento equivaldría a reducir la capacidad de préstamo del sistema bancario, principal fuente de financiamiento de la economía en la zona del euro. A la inversa, se puede considerar que esta sería una de las principales ventajas del desarrollo de la MNBC: cuestionar la privatización de la emisión de moneda por parte de los bancos privados.
Esta digitalización también puede desempeñar un rol importante en la configuración futura de las relaciones monetarias internacionales. En un contexto de tensiones, especialmente entre Estados Unidos y China, el fenómeno podría contribuir a una competencia cada vez mayor entre las monedas a escala internacional, al punto de que algunos hablan de “guerra”. Esto tendría como resultado una mayor segmentación del sistema monetario, que enfrentaría a las divisas oficiales entre sí, pero también a estas últimas con las monedas privadas.
Frédéric Lemaire y Dominique Plihon, economista y profesor emérito, respectivamente (Universidad Sorbonne Paris Nord). Ambos son miembros del Consejo Científico de la Asociación por la Tributación de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana.
-
Arnaud Leparmentier, “La grande offensive de Donald Trump sur les cryptomonnaies”, Le Monde, 6-3-2025. ↩
-
Philippe Coste, “Avec Donald Trump, les cryptos gagnent une place de choix à la Maison Blanche”, Libération, París, 9-3- 2025. ↩
-
MacKenzie Sigalos, “Trump’s crypto-frenzied inauguration weekend makes first family billions of dollars richer”, CNBC, 20-1-2025. ↩
-
Ver Frédéric Lemaire, “Paiera-t-on bientôt sa baguette en bitcoin?”, Le Monde diplomatique, febrero de 2022. ↩
-
Illya Otychenko, “Stablecoin landscape: what 2024 reveals about 2025?”, blog.cex.io, 31-1-2025. ↩
-
Jalpa Bhavsar, “Stablecoin transfer volume surges 16x since 2020”, cryptotimes.io, 20-6-2024. ↩
-
Yanis Varoufakis, “Trump wants big tech to own the dollar”, project-syndicate.org, 29-5-2025. ↩
-
Roomy Khan, “The stablecoin paradox: supercharging dollar dominance”, forbes.com, 3-3-2025. ↩
-
Ronit Ghose et al., “Digital dollars: banks and public sector drive blockchain adoption”, Citigroup, Nueva York, abril de 2025. ↩