Comercio, normas, geopolítica: la rivalidad chino-estadounidense se despliega en todos los ámbitos. Del fuego cruzado entre los dos gigantes, y también de sus encuentros “cálidos”, pareciera que se desprende una constante: de forma sistemática la Unión Europea es dejada al borde del camino, a pesar de su alineamiento con Estados Unidos. ¿Será igual en el sector estratégico de la energía?
En este punto también hay una gran diferencia... Por un lado, China, con sus parques eólicos, sus campos de paneles solares y sus megalópolis cuya iluminación desafía a la oscuridad. Un país al que ciertos observadores califican hoy como electrostate. Por el otro, Estados Unidos, primer productor mundial de hidrocarburos, con el eslogan recitado durante la campaña presidencial del actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump: “Drill, baby, drill!” (“¡Vamos, perfora a toda máquina!”).
Renovable o fósil, electricidad contra petróleo, el enfrentamiento entre China y Estados Unidos parece también estructurar las estrategias de las dos superpotencias en el ámbito de la energía. Durante la Asamblea General de Naciones Unidas de setiembre de 2025, el presidente estadounidense calificó al cambio climático como “el mayor fraude jamás imaginado”. Previo a advertir a la audiencia: “Si caen en la trampa de esta estafa que es la energía verde, sus países se hundirán”. “La transición verde y de bajo carbono es la tendencia profunda de nuestra época –contestó su homólogo chino, Xi Jinping–. A pesar de que muchos países se opongan a ella, la comunidad internacional debería mantener ese rumbo”.
Más allá de los discursos, ¿qué ocurre en realidad con esa bifurcación ruidosamente puesta en escena por los dos gigantes? ¿Y qué consecuencias podría tener para el viejo continente, muy silencioso sobre la cuestión?
Soberanía energética
Motivada en términos oficiales por preocupaciones ambientales, la transición hacia las energías renovables de China responde también a un imperativo de soberanía. China importa la mayor parte de sus energías fósiles (a excepción del carbón): una vulnerabilidad estratégica, ya que las rutas marítimas por las que se dirige el petróleo atraviesan estrechos –en particular, Ormuz y Malaca– que podrían cerrarse en caso de conflicto. La electrificación de la economía apoyada en una producción nacional fue entonces concebida como un medio para liberarse de cualquier dependencia.
Los progresos chinos son sorprendentes. En efecto, las energías fósiles todavía alimentan el 80 por ciento del consumo de energía total del país (contra el 84 por ciento en Estados Unidos), pero las energías renovables representan ya más del tercio de la generación de electricidad (35 por ciento) y han cubierto el 83 por ciento del crecimiento de la demanda eléctrica en 2024.1 Cerca de la mitad de los especialistas consultados en 2024 en el marco de una encuesta de gran amplitud estima que el país ya alcanzó su pico de emisiones de dióxido de carbono (CO₂), o que lo alcanzará de acá a fines de 2025, es decir, cinco años antes de la fecha límite oficial de 2030.2
Este crecimiento de las energías renovables se basa en una serie de saltos tecnológicos. En términos de publicaciones científicas de calidad, China habría superado a Estados Unidos en la totalidad de los ocho sectores tecnológicos considerados críticos en el siglo XXI.3 La diferencia es particularmente pronunciada en los ámbitos de la energía y el medioambiente, donde el país publica el 46 por ciento de los artículos científicos de calidad, mientras que su competidor estadounidense sólo llega al 10 por ciento del total. No es en verdad un azar, ya que los gastos chinos en investigación y desarrollo pasaron de menos del 0,6 por ciento del producto interno bruto (PIB) en 1990 a más del 2,2 por ciento en 2023, es decir, una multiplicación por 200 en valores absolutos, dada la explosión del PIB del gigante asiático durante ese período. Pero este cambio resulta también del intervencionismo de China: el Kiel Institute (Alemania) estima que el país dedica el 1,73 por ciento de su PIB a las políticas industriales, es decir, de tres a cuatro veces más que la Unión Europea o Estados Unidos.4 A diferencia de las medidas tradicionales a veces utilizadas en Occidente, que apuntan a seleccionar “campeones nacionales”, las que son puestas en marcha aquí combinan apoyo gubernamental y competencia feroz. En el apogeo de la competencia en el sector de los vehículos eléctricos, más de 100 empresas estaban en competencia en el mercado chino, contra solamente un puñado en Occidente. Muchas se han venido abajo.
Si bien este modelo de competencia desenfrenada plantea serios problemas de eficacia económica –un fenómeno que Pekín llama la “involución”–, impulsa la competitividad. El modelo funcionó para la energía verde, ya que de ahora en adelante las empresas chinas dominarán prácticamente la totalidad de sus sectores. En la energía solar, ellas controlan más del 80 por ciento de las etapas de fabricación. En el ámbito de la energía eólica, los cuatro primeros fabricantes mundiales (Goldwind, Envision, Mingyang y Windey) provienen de sus filas. Y el 80 por ciento de las baterías, así como el 70 por ciento de los vehículos eléctricos vendidos en el mundo, salen de sus fábricas.
Abundancia fósil
A priori, Estados Unidos presenta un cuadro diametralmente opuesto. Allí, Trump califica a las energías renovables como una “estafa” o como “fake news”. Abrió extensas zonas de bosques para la perforación y suprimió cientos de reglamentaciones ambientales para facilitar la exploración. Pero es probable que su rechazo a la idea de una necesaria transición energética provenga de un pragmatismo similar al que condujo a China a adoptarla: Estados Unidos se convirtió recientemente en el primer productor mundial de hidrocarburos, delante de Rusia y Arabia Saudita. Sobresale en su extracción y su exportación. China se desvía de los hidrocarburos porque no los tiene; Estados Unidos enaltece sus méritos porque rebosan.
No obstante, lejos de los discursos provocadores de Trump en la ONU, la realidad tiene matices. Los proyectos eólicos y solares constituyen la fuente de crecimiento más rápida de electricidad en Estados Unidos, mientras que las empresas de servicios públicos y las firmas tecnológicas apuestan, de forma mayoritaria, a las energías renovables para responder a una demanda de electricidad en plena expansión. Texas es un ejemplo de esa paradoja. Estado emblemático del petróleo estadounidense, ese bastión republicano se convirtió en el líder nacional en capacidad eólica instalada. Experimenta además un crecimiento explosivo de la energía solar. ¿Por qué? Porque las energías renovables ofrecen una fuente de electricidad menos costosa, incluso en los Estados que rebosan de petróleo.
El precio clave
Ahora bien, los precios de la energía estructuran la economía en su totalidad. Sam Altman, dirigente de OpenAI, lo destacó en lo que respecta a la inteligencia artificial (IA) durante una audiencia en el Congreso estadounidense: “Con el tiempo, el costo de la IA convergirá en el costo de la energía. [...] Por lo tanto, en términos de inversiones estratégicas a largo plazo para Estados Unidos, no veo nada más importante que la energía”.5 A las naciones que no pueden producir electricidad abundante y barata les resultará difícil mostrarse competitivas en los sectores de punta. Ahora bien, según el banco Lazard6 y la Agencia de Información de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés),7 hoy las fuentes de energía menos caras son las renovables, en especial la eólica terrestre (de 30 a 37 dólares por megavatio-hora en Estados Unidos) y la solar fotovoltaica (de 32 a 38 dólares), delante del gas natural en ciclo combinado (de 48 a 59 dólares). Entre 2010 y 2023, el costo de la energía solar cayó en un 90 por ciento, y el de la eólica, en un 69 por ciento. El gas, por su parte, se mantuvo estable. Todo conduce a creer que esta tendencia va a continuar.
En China, el despliegue de las tecnologías verdes desempeñó un rol central en el mantenimiento de los precios de la electricidad industrial alrededor de ocho céntimos de euro por kilovatio-hora (inalterado estos últimos cinco años), a pesar de una explosión de la demanda sin precedentes (entre 2015 y 2024, el consumo eléctrico del país pasó de 5.600 TWh a cerca de 10.000 TWh). La misma situación que en Estados Unidos, donde las inversiones en energías renovables garantizan precios comparables.
Por lo tanto, todo sucede como si, lejos de estar convencida de la superioridad intrínseca de las energías fósiles, la administración estadounidense se ocupara simplemente... de mantener la demanda. Se trataría de moldear las decisiones energéticas de sus socios, en particular europeos, para vender las reservas estadounidenses a un buen precio. Con cierto éxito, dado que Trump obtuvo de la Unión Europea que esta comprara hidrocarburos por 750.000 millones de dólares en tres años, en el marco del acuerdo comercial firmado este verano boreal por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
El dilema europeo
Aceptar tales mandatos sin inmutarse tal vez no constituya la mejor estrategia para Europa, en un momento en que los precios de la electricidad que el viejo continente tiene son tres veces superiores a los que exhiben las dos superpotencias. Otras regiones del mundo han tomado una decisión diferente. En los países del llamado Sur Global, el 87 por ciento de las inversiones en la producción eléctrica está hoy dedicado a las energías renovables y a la compra de tecnologías chinas:8 gastos “únicos” que garantizan una independencia por muchos años, mientras que los combustibles fósiles crean obligaciones perpetuas.
¿No habría llegado, para Europa, la hora de hacer lo mismo? La propuesta, que imaginamos inspirará desdén en Bruselas, se basa en una lógica implacable. Prisioneras de la lógica de “involución” que las agobia, las empresas chinas hoy venden al resto del mundo medios perennes de producción de energía a precios muy reducidos. Sus márgenes a menudo se acercan a cero. Más vale aprovecharlo.
Por cierto, esta es la propuesta del muy concienzudo Consejo Franco-Alemán de Expertos Económicos comisionado por los gobiernos de los dos países. Según un informe publicado este verano boreal, “la mejor respuesta política consiste en dejar a los compradores europeos cosechar los beneficios de los precios mínimos chinos”9 en los sectores no estratégicos donde Europa no es competitiva (paneles solares, equipamientos verdes de gama baja, etcétera). El documento destaca de modo implícito que el verdadero éxito del gigante asiático no es la explosión de sus exportaciones en el ámbito de las energías renovables (dados los escuálidos márgenes que exhiben sus empresas), sino la puesta a disposición de una energía barata para su red industrial. Por lo tanto, los verdaderos beneficiarios del cambio chino no son las empresas de la green tech, sino aquellas que aprovechan sus electrones.
En tal contexto, la compra masiva de tecnologías chinas permitiría a Europa acelerar su transición ecológica, reducir sus costos energéticos y restaurar (un poco) su competitividad industrial. Todo ello reduciendo su dependencia respecto del exterior. No sólo los paneles solares y las turbinas eólicas exhiben una duración de vida que se calcula en décadas, sino que la energía que proveen no viene de China –sino del sol o del viento–. Es imposible que China “cierre” un grifo para debilitar a los socios desobedientes.
Europa ya no está en condiciones de ganar la carrera por las energías renovables en las tecnologías responsables. En cambio, puede intentar no perder en la guerra industrial que resulta de aquella. Hacer una apuesta temporal por productos chinos baratos, concentrando a la vez sus inversiones en tecnologías emergentes y en la infraestructura continental para proceder a una recuperación –existe un camino para Europa–. Por el momento, no obstante, Bruselas prefiere el atlantismo energético: pagar su electricidad tres veces más cara para complacer a Trump.
Arnaud Bertrand, analista geopolítico. Traducción: Micaela Houston.
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“Renewable energy accounts for 56 pct of China’s total installed capacity”, Xinhua, 28-1-2025. ↩
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Citado por Amy Hawkins en “China’s CO2 emissions have peaked or will in 2025, say 44 por ciento of experts in survey”, The Guardian, Londres, 27-11-2024. ↩
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Justin Riggi, “How China is outperforming the United States in critical technologies”, Information Technology & Innovation Foundation, Washington, 23-9-2025. ↩
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Frank Bickenbach, Dirk Dohse, Rolf J. Langhammer y Wan-Hsin Liu, “Foul play? On the scale and scope of industrial subsidies in China”, Kiel Policy Brief, N° 173, Kiel Institute for the World Economy, abril de 2024. ↩
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Ver, por ejemplo, el video en la cuenta de X “@vitrupo” publicado el 9-5-2025. ↩
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“Lazard releases 2025 levelized cost of energy+ report”, comunicado de prensa, París, 16-6-2025. ↩
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“Levelized costs of new generation resources in the annual energy outlook 2025”, US Energy Information Administration, Washington, abril de 2025. ↩
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Vikram Singh, “Powering up the Global South”, Rocky Mountain Institute, Basalt, octubre de 2024. ↩
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Xavier Jaravel, Jean Pisani-Ferry, Monika Schnitzer y Jakob von Weizsäcker, “Declaración del Consejo Franco-Alemán de Expertos Económicos”, Wiesbaden, 28-8-2025. ↩