Washington retoma viejas doctrinas de intervención en América Latina y avanza en una restauración imperial sin máscaras en su “patio trasero”. Con recursos financieros, prepotencia militar y lógicas extorsivas y vengativas, busca imponerse aprovechando la debilidad del secular antiimperialismo de la región. Mientras tanto, aplica fuera del continente una prepotencia pacificadora que, luego de Gaza, intenta implementar en el difícil frente ucraniano, con éxitos parciales en el Cáucaso Sur.