El fracasado intento del presidente de Corea del Sur de imponer la ley marcial, el pasado diciembre, evidencia las contradicciones de una democracia que dista de ser tan ejemplar como insisten en presentarla en medios occidentales. El salto al autoritarismo evidencia las contradicciones de un país sometido a Washington, dependiente de China y dispuesto a desafiar la paciencia norcoreana.

El 3 de diciembre de 2024, el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, abandonó de forma repentina una reunión del Consejo de Ministros sin dar explicaciones. La mayoría de los miembros del gobierno recién descubrieron el motivo de esta salida inesperada cuando le escucharon pronunciar un discurso por televisión desde la sala contigua: Corea del Sur estaba a punto de conocer su decimoséptimo episodio de instauración de la ley marcial desde la fundación de la República en 1948. Por suerte, fue el más breve.

Al tomar la palabra, las cosas eran simples en la mente de Yoon: cuando una Asamblea Nacional en manos de la oposición se niega a obedecer a un presidente –por ejemplo, no votando a favor del presupuesto que exige su gobierno– se está burlando del sufragio universal y desconociendo la Constitución. ¿Qué importa si los propios diputados fueron electos por el pueblo y si la fuerza de la oposición en la Asamblea se explica, antes que nada, por la aversión de la que es objeto el presidente en cuestión? En el mundo de Yoon, un Parlamento obedece o es derrocado.

Sobre la base de esta lógica –que, imaginamos, podría seducir a otros dirigentes políticos, y no necesariamente en Asia–, el dirigente conservador denunció “la dictadura legislativa” organizada por la oposición y la “parálisis” del Estado: “Una incitación a la rebelión que pisotea el orden democrático (...) y perturba las instituciones legítimas establecidas por la Constitución y la ley”.

Ahora bien, Corea del Sur siempre está en guerra con su vecina del Norte puesto que, desde el armisticio de 1953, su aliado estadounidense se dedica a torpedear los esfuerzos que apuntan a firmar un tratado de paz1. Para Yoon, no está permitido dudar: los diputados sediciosos son, en realidad, agentes comunistas que buscan “derrocar nuestro sistema democrático liberal” para entregar el país al enemigo. Qué importa si el partido mayoritario en el Parlamento, el Partido Demócrata (Partido Minju), haría parecer zadista2 al primer ministro francés, François Bayrou, y si siempre contribuyó a defender los intereses de las clases dominantes: considerando la democracia amenazada, Yoon decidió reaccionar suspendiéndola. “Declaro la ley marcial para proteger la República de Corea de las amenazas de las fuerzas comunistas norcoreanas, para erradicar inmediatamente las fuerzas antiestatales pro-Pionyang inescrupulosas que saquean la libertad y la felicidad de nuestro pueblo, y para proteger el orden constitucional libre”, anunció el 3 de diciembre de 2024.

A fin de evitar el retorno de las juntas que habían marcado la historia del país, la Constitución de 1987 autorizó a la Asamblea Nacional a votar en contra de la imposición de la ley marcial. Rápidamente se desplegaron varios centenares de militares para impedir que los diputados sesionaran. También cayeron sobre la Comisión Electoral. Y es que, en la mente de Yoon, la derrota de su partido en las elecciones legislativas de abril de 2024 sólo podía explicarse mediante un fraude (patrocinado por Pionyang, naturalmente...), cuyas pruebas no dudaba que descubrirían los militares.

Pero, lamentablemente para Yoon, una parte de la población conserva la memoria de sus combates contra las dictaduras que gobernaron el país casi sin interrupciones entre la capitulación japonesa en 1945 y 1987. Algunos vivieron el 17 de mayo de 1980, cuando el dictador Chun Doo-hwan (1980-1988) declaró por última vez la ley marcial. En aquel momento, la población de la ciudad de Gwangju se sublevó, antes de ser aplastada por el Ejército con el apoyo de Estados Unidos, dejando más de 160 muertos según las estadísticas oficiales, las que sin duda subestimaron la masacre. Otros incluso pasaron por los campos en donde los torturadores de Chun “reeducaban” a los “delincuentes”: en general, personas sospechadas de simpatías comunistas.

Todos ellos corrieron hacia la Asamblea para ayudar a los diputados de la oposición a entrar en el recinto antes de que los militares lo impidieran. En el camino, se encontraron con otra parte de la población, en general nacida después de la transición democrática de 1987: personas que creían con sinceridad en la democracia coreana, seguras de que se había dado vuelta la página de los años sombríos del país. El miedo de los primeros se encontró con el horror de los segundos, y después lo iluminó.

Con rapidez se formó una marea humana. Los militares vacilaron, la multitud creció y los diputados votaron por unanimidad el levantamiento de la ley marcial. Bastaron algunos días para que la Asamblea votara la destitución del dictador en ciernes.

La otra historia

A la prensa le encantan las historias que terminan bien, y acá había una servida. Mientras la revista británica The Economist elogiaba la “resiliencia”3 de la democracia surcoreana, un editorial de The Wall Street Journal observaba que “acaba de superar con éxito su prueba más seria en décadas”4. Yoon era apartado y todo volvía a estar en orden. Seúl seguía siendo el “campeón de la democracia en el mundo” que alababa en marzo pasado el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en ocasión de una Cumbre para la Democracia celebrada, precisamente, en Corea del Sur5.

Y después, a medida que salían a la luz los descubrimientos de la investigación parlamentaria, empezó a esbozarse lentamente otra historia. Sobre todo, cuando el Partido Demócrata hizo públicos los documentos preparatorios de los facciosos el 10 de diciembre de 2024. En ellos se leía que el hombre que propuso al presidente Yoon declarar la ley marcial, su ministro de Defensa Kim Yong-hyun, había buscado “justificarla (...) desencadenando un conflicto militar con Corea del Norte”, concretamente “enviando drones sobre Pionyang”6. Esta información fue corroborada por el descubrimiento de algunas notas de su principal acólito, Noh Sang-won. Ahora bien, la mayoría de los habitantes de la península estaba al corriente del hecho de que, en efecto, drones surcoreanos habían sobrevolado Pionyang tres veces en una semana, pero no en la víspera del intento de golpe de Estado de Yoon, casi dos meses antes...

Las autoridades surcoreanas habían atribuido aquellos vuelos a una de las organizaciones anticomunistas que desde hace tiempo envían globos cargados de folletos hostiles al Norte. Simplemente habían cambiado de método, explicaron en Seúl, mientras fruncían el ceño de forma exagerada para mostrar que desaprobaban la iniciativa. Pero esto no fue convincente. El 20 de octubre, el investigador Kim Jong-dae se preguntaba: “¿Qué grupo privado podría llevar a cabo con éxito una operación de infiltración a gran altura en los cielos de Pionyang sin que el Ejército surcoreano aprobara o guiara de modo activo el envío de aeronaves cruzando la línea de demarcación militar, que es objeto de una estrecha vigilancia?”. Y Kim concluyó entonces: “Tengo la impresión de que se está perfilando una nueva forma de guerra contra Corea del Norte en la cual la administración no ocupa el centro de la escena, sino que permite que grupos privados operen en su lugar”7.

Cinco días después del fracaso del golpe de Estado, el 8 de diciembre de 2024, “se declaró” un incendio en el depósito del Centro de Comando que supervisa las operaciones de los drones en Corea del Sur. Mientras que el Ejército explicó que “el incendio fue causado por una descarga eléctrica”, los partidos de la oposición dijeron “sospechar que el Ministerio de Defensa había intentado destruir pruebas relacionadas con el sobrevuelo de Pionyang usando drones en octubre”8.

De modo que, lejos de la impresión de apuro y armado improvisado que habían inspirado las imágenes de un presidente demacrado (y quizás incluso un poco ebrio) y de soldados que no sabían muy bien cómo comportarse, poco a poco fue surgiendo otra imagen. Está claro que los putschistas llevaban varios meses trabajando en su plan. Al final, quizá los demócratas no se equivocaban cuando le preguntaban al Partido del Poder Popular (PPP), en el gobierno, sobre las intenciones del presidente tras el nombramiento de Kim Yong-hyun –con fama de ubicarse en la extrema derecha de un partido ya de por sí muy de derecha– para el puesto de ministro de Defensa en setiembre de 2024. “¿Acaso están preparando la ley marcial?”, había preguntado el presidente del Partido Demócrata, Lee Jae-myung, provocando la ira de su interlocutor del PPP en la Asamblea Nacional9.

Otro descubrimiento fue que la determinación de los facciosos los había llevado a imaginar que estaban provocando un conflicto con Corea del Norte, un país que dispone de armas nucleares, lo que arroja nueva luz sobre la supuesta llegada de tropas de la República Popular al frente de Ucrania en octubre de 2024. La “información” fue adelantada al inicio por los servicios secretos ucranianos y retransmitida por la prensa de Kiev10. El ministro surcoreano de Defensa, Kim Yong-hyun, se apresuró en ese momento a corroborar su veracidad11, un poco como si su proyecto de hacer intervenir la “amenaza” norcoreana para desencadenar la ley marcial en su país lo hubiera llevado a ignorar lo que sabían los servicios secretos surcoreanos, y que pronto los llevó a pedir a los periodistas “que no transmitieran informaciones sobre las tropas norcoreanas provenientes de funcionarios ucranianos porque, en Ucrania, la producción de fake news se volvió un deporte nacional”12.

Pese a los vuelos de drones, Pionyang no cedió ante la provocación, optando por una posición que Stephen Cho, el coordinador de la Plataforma Antiimperialista Mundial (PAM), califica como de “paciencia estratégica”: “Cuando los drones surcoreanos se infiltraron en varias oportunidades en el espacio aéreo de Pionyang para lanzar panfletos –explica–, la República Popular Democrática de Corea no respondió sino con una advertencia. También toleró el fuego de artillería dirigido contra su territorio desde una isla del mar Occidental sin tomar represalias, mientras que en el pasado respondía con fuego de contrabatería”. Al hacerlo, Pionyang habría privado a los putschistas del pretexto que buscaban para desencadenar la ley marcial –una supuesta “agresión” norcoreana–, obligándolos a ser más imaginativos todavía. Y menos prudentes.

El 19 de diciembre de 2024, el diputado demócrata Kim Byung-joo, antiguo general de cuatro estrellas, transmitió a la Asamblea Nacional informaciones que le habían llegado: la noche del golpe de Estado, miembros del Headquarters Intelligence Detachment (HID), una unidad especializada en operaciones de infiltración en Corea del Norte y encargada de asesinar a sus dirigentes en caso de conflicto, habían sido movilizados vistiendo falsos uniformes norcoreanos13 para detener, e incluso matar, a los diputados que se resistieran. Esta información confirma la presentada por el periodista Kim Eo-jun el 13 de diciembre de 2024. Según los testimonios que recogió, los golpistas habían previsto el asesinato de varios dirigentes políticos (se habría mencionado el nombre del líder del PPP, Han Dong-hoon) por parte de miembros de las fuerzas especiales que tenían que vestir uniformes norcoreanos. En síntesis, una operación de falsa bandera. La víspera de la declaración del diputado Kim Byung-joo, la prensa reveló que, en efecto, una unidad del ejército surcoreano había encargado 200 uniformes que imitaban los de Corea del Norte. Según Kim, “la conexión con la ley marcial está confirmada”14.

Desprecio general

Semejante panorama plantea naturalmente una pregunta: ¿por qué razón Yoon decidió jugar con el poder nuclear que el dirigente norcoreano siempre proclamó que no dudaría en utilizar si su país se viera amenazado?

Elegido por poco en 2022, y encarnando la franja más derechista del PPP, Yoon no suscita sino desprecio por fuera de los círculos de extrema derecha. En noviembre de 2024, sólo el 17 por ciento de los surcoreanos se declaraba satisfecho con su presidencia15. Enfrentado al quebradero de cabeza geopolítico de un país económicamente dependiente de China y bajo la tutela estratégica de Estados Unidos, el expresidente había optado por alinearse con Washington mientras intentaba levantar la tasa de beneficios de los chaebols (grandes grupos industriales locales) a costa de los surcoreanos.

Hasta el momento, y mientras la política del país, con independencia del tinte partidario, había consistido en enfrentar a los obreros con los trabajadores de cuello blanco, a los trabajadores contratados con los precarizados, a los jóvenes con los viejos, Yoon consiguió poner a casi toda la población en su contra al intentar que la semana laboral pasara de 52 a 69 horas, en uno de los países donde más horas se trabaja en todo el mundo: confrontado a la resistencia de los sindicatos, el mandatario consideró que “aferrarse a los derechos adquiridos equivale a un acto de pillaje, privando a las generaciones más jóvenes (...) de esperanza”. Incluso la Federación de Sindicatos Coreanos consideró que ya era demasiado: en junio de 2023 declaró una “guerra total” contra el gobierno “antiobrero” de Yoon16. No necesariamente más progresistas en Corea del Sur que en Francia, los médicos se unieron al coro de disconformes cuando el presidente decidió hacer pasar el numerus clausus [cupo] de 3.000 a 5.000. En el momento del golpe de Estado, el 90 por ciento de ellos estaban en huelga desde febrero de 2024.

Tras hacer campaña durante las elecciones presidenciales de 2022 explicando que el feminismo había llegado demasiado lejos en un país cuya naturaleza patriarcal roza sin embargo la caricatura, Yoon se apresuró a poner en práctica una de sus promesas: la supresión del Ministerio de Igualdad de Género y Familia. No existe “ninguna discriminación estructural de género” dentro del país, explicó, antes de amputar el presupuesto destinado a la lucha contra las violencias sexistas y borrar los términos “mujer” e “igualdad de género” de los textos de las leyes que hizo promulgar. Dos años más tarde, en las manifestaciones que exigían su destitución después del fiasco de su ley marcial, uno de cada tres manifestantes era una mujer cuya edad estaba entre los 20 y los 40 años. “Hace años que estoy furiosa con sus políticas antifeministas –explica una de ellas–. Cuando declaró la ley marcial, me dije que era necesario que esto terminara de una vez”17.

Pero la principal fuente de aversión visceral hacia Yoon es, sin duda, su esposa. Acusada de fraude fiscal, uso de información confidencial, prevaricato y de haber vendido la nominación de candidaturas del PPP, Kim Keon-hee probablemente ya estaría en la cárcel si su marido (que fue fiscal) no hubiera obstaculizado las acciones de la Justicia y de la Asamblea Nacional para procesarla.

Aislado incluso dentro de su propio partido político, donde una parte calibra cuánto lo amenaza el naufragio del jefe del Estado, Yoon apuesta por el adoctrinamiento anticomunista que sufrió la población para presentar a sus opositores como partidarios de Pionyang18. La Ley de Seguridad Nacional, implementada por el dictador Rhee Syngman en 1948, le permitió intimidar, perseguir e incluso encarcelar a cualquiera que considere próximo al adversario norcoreano. En agosto de 2024, por ejemplo, los locales del Partido de la Democracia Popular (PDP) fueron allanados y sus militantes amenazados con procesos judiciales, todo sin la menor prueba tangible, un episodio ante el cual la gran hermandad de amigos de la democracia tan ampliamente representada en los medios de comunicación occidentales no encontró nada que objetar. Las cosas tomaron un cariz casi cómico cuando el presidente del Partido Democrático, Lee Jae-myung, sostén indefectible de los chaebols, también fue incomodado: las autoridades lo acusaron de transferir fondos al Norte.

Desacreditado, a la cabeza de un país cuyo modelo de acumulación está amenazado por el conflicto entre Washington y Pekín, confrontado a una oposición enardecida por su victoria en las elecciones legislativas de abril de 2024 y que lo amenaza con su destitución y enjuiciamiento, Yoon habría considerado que su salvación pasaba por un aumento del autoritarismo, incluso con el riesgo de provocar un conflicto con el vecino del Norte... antes de fracasar.

Reacción tardía de Estados Unidos

¿Fin de la historia, entonces? Quizá no del todo. Como aliados en el conflicto que los opone al Norte, los ejércitos surcoreano y estadounidense están perfectamente integrados. Seúl alberga la mayor base estadounidense fuera de su territorio, así como un contingente de casi 30.000 soldados estadounidenses. Washington entrena, coordina y, sin la menor duda, infiltra las Fuerzas Armadas de su aliado (sobre todo en materia de inteligencia), de las que toma automáticamente el control en caso de conflicto abierto. Difícil imaginar que Estados Unidos no estuviera al tanto de la operación que se preparaba al menos desde julio.

¿Esto significa que dieron luz verde a la imposición de la ley marcial? No de forma automática. El editorial de The Wall Street Journal citado previamente sugiere, además, que la administración del presidente estadounidense Joe Biden “habría ofrecido a Yoon buenos consejos sobre los peligros que suponía la declaración” que estaba a punto de hacer. Sin embargo, resulta sorprendente la incapacidad de Estados Unidos para frenar a un aliado hasta ese momento especialmente obediente.

Los contratiempos de Yoon empezaban a ser preocupantes para Washington. El 10 de diciembre de 2024 tenía que comenzar una investigación especial sobre la corrupción de la primera dama del país, que muchos surcoreanos esperaban que desembocara en el inicio de un proceso de destitución en la Asamblea Nacional. Todo apunta a creer que la destitución habría sido votada, dado que la mayoría de dos tercios exigida por la Constitución sólo requería la inclinación de ocho diputados de un PPP singularmente dividido. Con toda evidencia, el presidente Yoon tenía las horas contadas.

La recuperación de poder del Partido Demócrata en el Parlamento fue una muy mala noticia para Estados Unidos desde el punto de vista estratégico. En este ámbito, y en un período reciente, la firma de un acuerdo militar trilateral con Japón y Corea del Sur en agosto de 2023 fue uno de sus mayores éxitos. Pero, observa el Financial Times (11 de diciembre de 2024), este acuerdo “no podría haberse producido sin el surcoreano Yoon Suk-yeol, un ferviente partidario de Estados Unidos que favoreció el acercamiento a Japón, al mismo tiempo que adoptó una línea más dura que sus predecesores de izquierda respecto de China y Corea del Norte”. Por su parte, Lee Jae-myung, líder del Partido Demócrata y candidato presidencial, defiende una línea moderada respecto de Corea del Norte, cuya mano de obra (capacitada, barata y que habla coreano) es el sueño de los chaebols surcoreanos. Ya anunció su deseo de revisar la “política japonesa” de su predecesor, un doloroso paso atrás para Estados Unidos.

Por lo tanto, no podía permanecer indiferente ante la perspectiva de perder a aquel hombre a quien Kim Duyeon, investigador del Center for a New American Security, describía como “el mejor aliado y socio con el que Washington podría soñar”. Un hombre “cuyas convicciones personales coinciden con los valores y el enfoque de Washington en cuestiones regionales y mundiales”19. ¿Acaso “salvar al soldado Yoon” justificaba tolerar la instauración de la ley marcial en Corea del Sur? Que la respuesta estadounidense a esta pregunta haya sido “sí” en varias oportunidades históricas no basta para afirmar que iba a ser “sí” en 2024. Pero este hecho nos invita a no descartar sin más la pregunta. Como señala Song Dae-han, investigador del International Strategy Center con sede en Seúl, “la reacción de Estados Unidos fue tardía y moderada”. En efecto, hubo que esperar al 6 de enero para que el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se expresara. “Las medidas adoptadas por el presidente Yoon plantean cuestiones serias a nuestros ojos”, se limitó a responder cuando le preguntaron por el intento de golpe de Estado que acababa de producirse en el país. En otras coyunturas, Estados Unidos se mostró más firme.

Por último, queda la cuestión de que se abra un conflicto con Corea del Norte. Dado que la península coreana es una de las regiones más vigiladas del mundo, no cabe duda de que Washington detectó en octubre pasado los drones que cruzaban la frontera hacia el Norte. Aunque en términos estratégicos Corea del Sur se parece más a una colonia estadounidense que a un país soberano, el hecho de que estos vuelos tuvieran lugar tres veces en un corto lapso sugiere, al menos, una falta de objeción estadounidense a la idea de provocar a Pionyang.

“Creo que los observadores occidentales no miden hasta qué punto Corea del Norte es un actor mesurado y sensato en materia de política exterior”, destaca Song. “En realidad, era muy posible imaginar que Corea del Norte respondería, pero sin enviar un misil nuclear contra Seúl. En síntesis, era posible anticipar un conflicto limitado”. En otros términos, después de haber contado con el sentido de la mesura de Moscú en Ucrania, Estados Unidos habría apostado por la de Pionyang respecto de Corea. Pero ¿con qué fin? Para Cho, no hay duda alguna: “Arrastrar a China, que firmó un acuerdo de asistencia mutua con Corea del Norte, a un atolladero militar que la debilitaría”.

La ofensiva de la camarilla Yoon

Yoon sigue siendo presidente en la medida en que la Corte Constitucional no validó [aún] el voto de la Asamblea Nacional en favor de su destitución [y se especula con que se tomaría hasta junio para hacerlo o no]. Reunidos en torno de su residencia presidencial, sus partidarios defienden su concepción de la “soberanía nacional” ondeando banderas estadounidenses e implorándole a Washington que intervenga en la lucha justa de su héroe contra Pionyang y el Partido Comunista Chino (PCCh) [y dificultaron el arresto de Yoon, finalmente ocurrido el 15 de enero]. El 1° de enero, una carta distribuida por Yoon los había enardecido: “Queridos ciudadanos patriotas amantes de la libertad y la democracia, sigo su precioso trabajo en YouTube”. Son momentos graves, repetía: “Fuerzas antiestatales, es decir, que actúan en nombre de Pionyang, intentan sabotear nuestra soberanía. Lucharé hasta el final para proteger este país con ustedes”, concluía el hombre que se enfrenta a la pena capital por “insurrección”.

Y, en efecto, apoyada por poderosos medios de comunicación de extrema derecha, en especial en las redes sociales, la “camarilla Yoon” pasó de nuevo a la ofensiva. Su ex primer ministro Han Duck-soo, nombrado presidente interino después de la votación de la Asamblea Nacional a favor de la destitución de Yoon, se dedicó a ralentizar el proceso de destitución y a obstruir la Justicia. Por esa razón la Asamblea Nacional lo destituyó, también a él, el 27 de diciembre de 2024. Fue reemplazado por el exministro de Economía y Finanzas Choi Sang-mok, que eligió proceder de la misma forma que su predecesor.

El PPP excluyó a su anterior presidente, Han Dong-hoon, considerado demasiado blando, en favor de Kweon Seong-dong, que explica a sus militantes: “Hay que ser duros y mantenerse firmes”20. Mientras la economía del país se hunde y la moneda nacional cae en picada, la editocracia conservadora explica que “el Partido Demócrata (...) trabaja para imponer en el país un régimen de partido único y el socialismo para ayudar a China a meter mano en el sector privado de Corea del Sur”21. El partido del presidente afirmó luego estar abocado a ir “aboliendo” la Corte Constitucional, cuya decisión de comenzar a trabajar en la destitución de Yoon estaría, según su enfoque, “políticamente sesgada”22. ¿Una locura? El golpista Yoon vio aumentar su índice de popularidad hasta el 30 por ciento desde finales de 202423.

[Hasta su arresto del 15 de enero] Yoon se había negado tres veces consecutivas a entregarse a la Justicia. El 3 de enero, el pequeño equipo enviado para interpelarlo se topó con unos 200 miembros armados del Servicio de Seguridad Presidencial (PSS). Otra herencia de la dictadura de Chun, este servicio generosamente financiado funciona en realidad como un “ejército privado del presidente”. “Cuando la Justicia decidió allanar los locales sindicales, enviaron a cientos de policías armados”, ironiza Song, del International Strategy Center. “Y van a escondidas, casi arrastrando los pies. ¿Qué estaban esperando?”. La endogamia de sus élites, en este caso caricaturesca, no incita precisamente a la Justicia a tratar a un poderoso como si fuera un “vulgar sindicalista”. Pero sin duda hay otro factor también importante: el temor a que el Ejército, que por el momento mantiene un perfil bajo, se sume a su vez al bando de extrema derecha, unido fuertemente alrededor de Yoon. Nada hace pensar que se descarte una nueva declaración de la ley marcial antes de que la Corte Constitucional emita su veredicto...

En las calles de Seúl, sin embargo, las reuniones de los partidarios de Yoon palidecen ante las movilizaciones de quienes exigen su destitución. Pero, resulta evidente, lo que empezó es una pulseada.

¿Y si, más que dar testimonio de la madurez de la democracia surcoreana, el reciente episodio revelara sus disfunciones más profundas? Las de un país que sigue en guerra, sometido ampliamente a las prioridades estratégicas de Washington y donde el frenesí anticomunista sigue desempeñando un papel incompatible con las exigencias de la democracia. ¿Y si, una vez más, el barniz del “milagro coreano” acabara por resquebrajarse?

Renaud Lambert, jefe de redacción adjunto de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Merlina Massip.


  1. Ver Martin Hart-Landsberg, “¿Quién amenaza la península coreana?”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, junio de 2024. 

  2. Neologismo para referirse a los militantes ambientales que buscan bloquear un proyecto. 

  3. Wi Sung-lac, “South Korea’s crisis highlights both fragility and resilience”, The Economist, Londres, 11-12-2024. 

  4. “A brief martial law in South Korea”, The Wall Street Journal, Nueva York, 3-12-2024. 

  5. Christian Davies, Leo Lewis, Demetri Sevastopulo y Edward White, “South Korean upheaval rattles US plan to counter China”, Financial Times, Londres, 11-12-2024. 

  6. Kwon Hyuk-chul, “Ex-defense chief suspected of plotting war with North Korea to justify martial law”, Hankyoreh, Seúl, 10-12-2024. 

  7. Kim Jong-dae, “What the drones over Pionyang really signify”, Hankyoreh, 20-10-2024. 

  8. Kim Sang-bum, “Cinco días después de la ley marcial, el Centro de Comando de drones fue incendiado. La oposición intenta destruir las pruebas de la existencia de un dron de Pionyang’” (artículo en coreano), n.news.naver.com, 10-12-2024. 

  9. Cho Mung-kyu, “Han Dong-hoon, ‘Lee Jae-myung debe presentar las pruebas de la ley marcial... o ubicarse en situación de perturbación de los fundamentos del país’” (artículo en coreano), The JoonAng, Seúl, 2-9-2024. 

  10. Kateryna Zakharchenko, “Missile strike near Donetsk eliminates 6 North Korean officers – Intel”, Kyiv Post, Kiev, 4-10-2024. 

  11. “Minister Kim Yong-hyun said, ‘There is a high possibility that six North Korean officers were killed in the attack on Ukraine’”, m.ytn.co.kr, 8-10-2024. 

  12. Kwon Hyuk-chul, “False report of 40 NK casualties prompts Seoul to warn against Ukrainian disinformation”, Hankyoreh, 6-11-2024. 

  13. “We need to reveal martial law plot that even mobilizes HID agents”, The Kyunghyang Shinmun, Seúl, 23-12-2024. 

  14. “Una empresa de inteligencia encarga 200 uniformes para el Ejército Popular de julio... Kim Byung-joo: ‘La conexión con la ley marcial está verificada’” (artículo en coreano), ohmynews.com, 18-12-2024. 

  15. Yi Wonju, “Yoon’s approval rating hits new low of 17 pct: Gallup poll”, Yonnap News Agency, Seúl, 8-11-2024. 

  16. No Kyung-min, “What’s really driving Yoon’s war on unions?”, The Korea Herald, Seúl, 12-6-2023. 

  17. Lee Hae-rin, “Where were young men in impeachment rallies?”, The Korea Times, Seúl, 17-12-2024. 

  18. Ver “La otra cara del milagro coreano”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, julio de 2023. 

  19. Choe Sang-hun, “Impeachment in South Korea has cost Washington a staunch ally”, The New York Times, 16-12-2024. 

  20. Editorial, “South Korea’s insurrection isn’t over yet”, Hankyoreh, 27-12-2024. 

  21. Gordon G Chang, X, 27-12-2024. 

  22. Yoon Han-seul, “El Partido en el poder toca incluso a la Corte Constitucional: Cho Bae-sook, ‘hay que abolir la Corte, que está políticamente sesgada’” (artículo en coreano), hankookilbo.com, 6-1-2025. 

  23. Jung Min-ho, “Why is Yoon’s approval rating rebounding?”, The Korea Times, 6-1-2025.