La decisión del ahora expresidente de Estados Unidos Joe Biden de sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo resultó un alivio momentáneo. El 21 de enero fue anulada por el nuevo mandatario, Donald Trump. Escrito en la bisagra de esa incertidumbre, este texto de Leonardo Padura aporta una mirada aguda sobre una nación marcada por la migración masiva y la escasez.

1.

Sin gloria y con muchas penas venían transcurriendo los días finales de 2024 en la isla de Cuba. Localidades donde por largos meses los cortes de electricidad podían llegar a las 20 horas en el día, problemas con el suministro de agua potable, precios de los alimentos cada vez más inalcanzables para los bolsillos de un porcentaje notable de sus ciudadanos, colapso del transporte público, entre otros desaguisados. También anuncios oficiales de nuevas medidas (más medidas), como la decisión de establecer un tipo flotante para el cambio de divisas por pesos nacionales, otra vez no suficientemente explicada por las instancias gubernamentales y por ello capaz de generar más incertidumbres con la falta de transparencia... Todo lo anotado podrían ser algunas de las bolas brillantes que los más empecinados habrían tenido la posibilidad de colgar de las ramas de tan inexistentes como imaginarios arbolitos de Navidad.

Sin embargo, quizá la mejor evidencia de lo que ocurría en el país fue que, al menos en mi barrio, en esos días de Nochebuena, Navidad, fin e inicio de año, no escuché los lamentos de algún cerdo que sería sacrificado para ser el gran invitado en la tradicional cena familiar festiva y a mi olfato no llegó, por tanto, ese perfume tan identificable de la carne de cerdo puesta sobre brasas de leña o carbón. Porque en Cuba, al parecer, el cerdo es una especie en peligro de extinción y ya vale anotar un primer dato: en la actualidad el país ha perdido el 90 por ciento de los productores porcinos existentes en 2018. Eso explica la ausencia de los lamentos de los cerdos y del perfume de su carne asada. Y este es un índice revelador de otras muchas cuestiones en marcha.

Pero el marasmo en que también transcurrían las primeras semanas del nuevo año de pronto ha sido agitado por la sorpresiva decisión del presidente estadounidense, Joe Biden, de sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo en que había vuelto a ser incluida (junto con países como Siria y Corea del Norte) por su antecesor [y ahora sucesor], Donald Trump, y la suspensión de ciertas cláusulas de esa ley Helms-Burton que, desde su aprobación, potenció los efectos del vetusto embargo comercial y financiero que sufre la isla desde el remoto 1962.

La sorprendente e importante decisión de Biden, tomada apenas seis días antes de finalizar su mandato, ha sido asumida por el país como un soplo de alivio entre tantas dificultades, pues quita parte de la presión del aislamiento comercial y financiero que la anterior condición implicaba. El gobierno cubano, que ha recibido con beneplácito la noticia, la ha considerado correcta aunque tardía, y enfatizado en que no cambia lo sustancial del bloqueo. Mientras, sin admitir que forma parte de un trato o compensación, la presidencia cubana anunció la liberación anticipada de unos 550 presos (nunca se dice si son prisioneros por causas políticas), pero advierte que lo hace como un gesto humanitario para corresponder a las peticiones del Vaticano y en “el espíritu del Jubileo Ordinario de 2025 declarado por su Santidad”.

El gesto crepuscular de la política de Biden hacia Cuba ha colocado de pronto en otro nivel y condiciones las expectativas ya existentes por saber qué política hacia la isla pondría en práctica Donald Trump en su retorno a la Casa Blanca, rodeado además por una banda de halcones de la más diversa especie, entre los que fulgura ese personaje macabro que regala dinero para obtener más dinero, el oscuro Elon Musk. Y es que la experiencia vivida en el anterior mandato del ahora convicto Trump fue la de un ejercicio de la mayor presión sobre la isla vecina, con el recrudecimiento de todo tipo de medidas restrictivas, cada vez más agresivas, siempre con la expresa intención de provocar un cambio en la isla por la vía de la asfixia económica. Sus prohibiciones llegaron al extremo de que, por varios meses, no hubo mecanismos bancarios para conseguir el envío de remesas de Estados Unidos a Cuba, y bien se sabe lo que ese dinero significa para muchas economías latinoamericanas. Y ahora Trump vuelve... ¿con qué más? ¿Con el bolígrafo dispuesto a firmar otra vez lo que su antecesor derogó?

2.

Ha sido en estas mismas semanas de cambio de calendarios, mientras el país aún se recuperaba de los efectos mayores del paso de dos huracanes y la sacudida de un terremoto en el oriente de la isla, cuando, como salido de una manga mágica, se abrió en una de las zonas de crecimiento turístico de la capital cubana un supermercado mucho más y mejor abastecido que todos los otros existentes en el país. Su rasgo distintivo era que sólo ofrecía sus mercancías en dólares contantes y sonantes o a través de tarjetas internacionales o de nuevas tarjetas cubanas cargadas con divisas. Su misión: recaudar la moneda dura que el país no tiene y tanto necesita. Pero lo primero que ha resultado urticante es que nadie lo anunció, nadie lo mentó en las muchas y agotadoras intervenciones públicas de los dirigentes cubanos, esos mismos dirigentes (u otros ahora defenestrados) que unos años atrás fundamentaron el proceso de apertura de unos mercados que ofertarían sus productos (de alta gama, incluso, según recuerdo que se dijo, pensando tal vez que una pasta italiana es alta gama gastronómica) en una moneda bautizada como libremente convertible (MLC), que se gestionaba depositando divisas en el banco y recibiendo la tarjeta que abría las puertas de esos mercados, ahora muy desvencijados. Una tarjeta cargada con divisas pero que, resulta, no sirve para comprar en el nuevo mercado que opera con esas mismas divisas. Y esto no es un trabalenguas: es una de las manifestaciones de los modos de la política económica doméstica y de la realidad cada vez más distópica que vivimos en Cuba en estos días inaugurales de lo que promete ser un turbio 2025.

3.

Para fundamentar algunos de los hechos antes anotados que marcan la actual realidad cubana (podría haber añadido decenas más, como la escasez de azúcar, cigarrillos y café en un país que fue un productor tradicional de esos rubros) e intentar entender la dinámica de la sociedad (si tal entendimiento estuviera a mi alcance), es preciso acudir a lo que se suele llamar la frialdad de los datos, que, en este caso, es evidencia ardiente.

La apertura de ese mercado que sólo expende productos en dólares en un país donde no se pagan salarios en dólares ocurre luego de la puesta en práctica de un llamado “ordenamiento monetario” que pretendió una unificación de la circulación monetaria y cambiaria en el país en que circulaban el peso cubano, el MLC y el CUC (equivalente más o menos al dólar, pero con varias inexplicables tasas de cambio). Un “ordenamiento” que generó una explosiva inflación y una catastrófica devaluación de la moneda nacional y, por ende, del poder adquisitivo de los ciudadanos.

Este fenómeno inflacionario hizo ficticio casi cualquier aumento de los ingresos en un país donde el salario medio mensual pagado por el Estado era de unos 4.648 pesos y las pensiones de los jubilados casi nunca llegan a los 2.000, lo que significa, según la tasa de cambio oficial, unos 38 y 16 dólares, respectivamente… pero que, en el mercado informal, el único que en efecto funciona, hoy mismo son apenas unos 14 y seis dólares mensuales. Y si ahora regresamos al poder adquisitivo de esos salarios, creo que nada lo ilustra mejor que el precio de un paquete de 30 huevos expendido en comercios privados, que se cotiza a 3.000 pesos, mientras que por la cada vez más raquítica cartilla de racionamiento subsidiada se entregan cinco huevos al mes... el mes que se venden.

4.

No es fortuito que en medio de ese agobiante panorama la reacción social más recurrida haya sido la emigración. Y por eso Cuba vive en estos años la crisis migratoria más profunda de una historia en la que, por décadas, esa opción ha estado actuando como válvula de escape, no sólo social, sino también política para alivio de disensos.

Una idea de lo que ha estado ocurriendo la revelan algunas cifras. Según fuentes, al parecer fidedignas, entre los años fiscales pospandémicos que van desde 2021 a 2024, han sido más de 750.000 los cubanos llegados a Estados Unidos por diversos puntos fronterizos y gracias a visados de emigrantes conocidos como parole humanitario. A ellos habría que sumar la cifra imprecisa de los que ahora mismo están en México o en Centroamérica esperando que se les abra la puerta del país del norte, más los que, beneficiados con pasaportes españoles o con visados europeos, han salido para no regresar, más los que han ido a parar a Brasil, Uruguay, Guyana o donde sea. Como resultado de esa sangría humana, si al finalizar 2020 la población efectiva de Cuba se podía calcular en 11.181.595 habitantes, tres años después, según datos oficiales, esa población apenas sobrepasaba los diez millones, o sea, había decrecido un diez por ciento, sobre todo por la partida definitiva de la mayoría de esas personas. Y valga este otro dato: del millón y algo de exiliados, más de 300.000 eran mujeres en edad fértil. La cuenta está clara: el país se ha ido vaciando, ha ido perdiendo jóvenes preparados y en condiciones de poder tener hijos, y eso empobrece a cualquier comunidad, en muy diversos sentidos. Pero, como advierten los demógrafos: la tendencia es que ese proceso no se detendrá de momento. De hecho, no se ha detenido y las cifras citadas hoy deben resultar mayores, al punto de que algunos las ubican por debajo de los nueve millones de habitantes efectivos en el país.

El dramatismo de ese tránsito migratorio me lo entregó una persona que frecuenta el aeropuerto habanero de donde salen los vuelos a los que recurren esos emigrantes. Cada día, me dijo, se van del país unos 20 niños en edad escolar primaria. Eso significa 140 a la semana, 280 cada quincena: o sea, cada mes salen de Cuba dos colegios primarios.

Pero ahora Donald Trump, según sus promesas electorales, se propone cerrar el grifo migratorio hacia suelo estadounidense. Es posible incluso que algunos de los cubanos llegados ya a Estados Unidos puedan ser deportados, mientras una cantidad de los que esperan en México la autorización para cruzar la frontera se queden allí varados. Lo calamitoso es que, para llegar a donde están ahora, muchos de esos migrantes han vendido todo lo que poseían, incluso sus casas (una casa de tres dormitorios se puede ofrecer en apenas unos 12 o 15.000 dólares, en un país con un déficit de viviendas de más de 800.000, según he leído), pues el trayecto por la vía de Nicaragua, el más recurrido (ese país permite la entrada sin visado a los cubanos), suele tener un costo que ronda los 10.000 dólares. Por eso están allí sólo los que pueden, y no todos los que quisieran.

5.

Como una vía para paliar algunas de esas crisis, en los últimos años se han abierto posibilidades a la pequeña empresa privada. Es bueno recordar que luego de las grandes nacionalizaciones ejecutadas por el gobierno revolucionario luego del triunfo de 1959, en el proceso de implantación de una economía ortodoxamente socialista, en 1968 se decretó una “ofensiva revolucionaria” que implicó el fin de toda actividad privada de comercio o servicios. Todo fue estatizado, con el previsible efecto en la calidad y variedad de los productos y servicios que tal medida acarrearía. Sólo con la crisis desatada en la década de 1990 luego de la desaparición de la Unión Soviética y sus subvenciones, cuando el país cayó en un foso de pobreza generalizada, se volvió a dar cabida al trabajo por cuenta propia, muy limitado, muy controlado, pero que ha ido ganando espacio con los años hasta llegar a la actual existencia de cooperativas y pequeñas y medianas empresas privadas, las llamadas mipymes.

Si en un primer momento la creación y expansión de esos negocios parecía una tendencia en auge, en los últimos meses diversas medidas de control económico y fiscal han asediado a sus propietarios. Lo significativo, en este caso, no son esos controles, sino su intempestiva aplicación, en una especie de cambio voluntarioso de las reglas de juego que se habían pactado. Y tal política no sólo limita la existencia de esos emprendimientos, sino que potencia algo que desde hace mucho afecta al universo económico del sistema cubano y sobre lo cual ha advertido un importante economista: la falta o pérdida de confianza. Y ya se sabe que sin esa condición es muy complicado establecer un diálogo tan peculiar como lo es el económico, que implica el riesgo de la inversión de capitales.

Sin embargo, estas pequeñas y medianas empresas (que dan empleos mejor remunerados que las empresas estatales a sus trabajadores) han sido las que han asumido el rol de garantizar muchos suministros que el Estado no logra ofertar por falta de recursos para adquirirlos. Alimentos tan elementales como los huevos antes mencionados, o el pollo, entre otros muchos, por meses sólo ha sido posible encontrarlos en estos emprendimientos, por supuesto que a precios de mercado… un precio que resulta prohibitivo –o más bien inalcanzable– para una mayoría de la población que sólo depende de salarios de entre 14 y seis dólares...

La tabla de salvación de muchas personas son esas remesas cuya recepción dificultó Trump. Por eso en Cuba se dice que lo más importante es tener FE, o sea, Familiares en el Extranjero.

6.

Como una de las alternativas para superar la crisis, el gobierno sigue potenciando el desarrollo de la industria turística, aun en medio de un deterioro de esa actividad. Según información oficial cubana, en 2024 a la isla llegaron dos millones y medio de visitantes, muy lejos de los 4.648.000 que arribaron al país en 2018, y más distante aún, por ejemplo, de los 11 millones recibidos por la vecina República Dominicana. Sin embargo, mientras el sistema eléctrico nacional sufría la crisis de su obsolescencia y provocaba apagones diarios y hasta desconexiones nacionales, mientras se construían apenas unas 16.000 viviendas al año y la infraestructura general del país se deterioraba (viales, edificios), al tiempo que se ralentizaban las inversiones en el sector agrícola tan necesarias para un país que importa el 80 por ciento de los alimentos que consume, pues, mientras todo eso pasa o no pasa, se han seguido levantando hoteles para unos potenciales turistas que nadie sabe cuándo ni de dónde llegarán.

Como ovnis caídos del cielo, esos lujosos hoteles recién construidos, muchos de ellos semivacíos, se alzan en playas y ciudades cubanas. Al menos en La Habana, a la vista de todos, su presencia resulta incongruente en medio de las ruinas que cada día con más ardor van poblando la ciudad.

7.

Si para fomentar los negocios es necesaria la confianza, para manejar una sociedad debería ser imprescindible la transparencia que alimenta la confianza. Y casos como el del mercado en dólares aparecido de la noche a la mañana se suceden en el país. ¿Dónde se publican las licitaciones para el alquiler de los mejores locales del Estado ofrecidos a las mypimes? ¿Quiénes son los verdaderos dueños de esas mipymes? ¿Por qué cambiar de un día para otro las reglas de juego con el sector privado? Serían sólo unas pocas preguntas pertinentes.

Pero más que confianza y transparencia, una sociedad necesita alguna perspectiva de futuro o, en otras palabras, el aliento de una esperanza. Pero, como los cigarros, el café, el azúcar, la esperanza también está en falta en Cuba y las cifras de la crisis migratoria reflejan por sí solas esa ausencia.

En fin, que mientras falta la esperanza y llegan huracanes y terremotos, Cuba abre 2025 flotando en una policrisis y observando desde el Malecón habanero a ver qué nos llegará desde “el norte revuelto y brutal”, luego del gesto del saliente presidente Joe Biden. Que ahora vuelve Trump. Y los augurios no son precisamente alentadores.

Leonardo Padura, escritor, periodista y guionista cubano, conocido por sus novelas policiacas del detective Mario Conde y por la novela El hombre que amaba a los perros (2009).