El oro africano despierta la codicia, incluso cuando se produce de forma artesanal y clandestina. En el caso de Sudán, permite a las dos facciones enfrentadas armarse. Para Rusia, es una forma de eludir las sanciones occidentales apoyándose en Emiratos Árabes Unidos, que no se muestra muy quisquilloso en cuanto al origen del metal amarillo. Mientras tanto, y en un cuarto de siglo, el precio de la reliquia dorada se ha multiplicado por diez en los mercados internacionales.

Lejos de los focos mediáticos, Sudán sigue hundiéndose1. La guerra que estalló el 15 de abril de 2023 entre las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) del general Abdel Fattah Al-Burhan y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), una milicia auxiliar paramilitar dirigida por Mohamed Hamdan Daglo, conocido como Hemetti, ha dejado más de 30.000 muertos y 11 millones de personas desplazadas2. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la mitad de la población sudanesa, 25 millones de personas, necesita ayuda alimentaria urgente para enfrentar la hambruna que está haciendo estragos. Las perspectivas de paz siguen siendo muy inciertas, sobre todo porque los escasos intentos de mediación fracasan uno tras otro, como ocurrió con las negociaciones de Yeda dirigidas por Estados Unidos y Arabia Saudita. Sobre el terreno, tanto las FAS como las FAR dependen de la venta de oro para financiar sus respectivos esfuerzos bélicos, lo que abre la puerta a la injerencia de Estados extranjeros. En enero de 2019, Emiratos Árabes Unidos (EAU) ya había pagado 100 millones de dólares al tándem Burhan-Hemetti –los dos hombres eran aliados entonces– para enviar a Yemen exmilicianos yanyauid, rebautizados como FAR para hacer olvidar su implicación en las matanzas en Darfur, para apoyar la coalición formada por las monarquías del Golfo para combatir a los hutíes proiraníes. Cuando comenzó la guerra entre los dos hombres fuertes de Sudán, el presidente emiratí Mohammed Ben Zayed Al-Nahyane decidió apoyar a Hemetti. Abu Dabi paga 500.000 dólares al mes en salarios a las FAR, y les suministra munición y drones de combate. Por su parte, Irán y Egipto arman a las FAS, mientras que Rusia, que durante mucho tiempo apoyó a Hemetti y le había prestado ayuda a través de los mercenarios de la exsociedad Wagner (renombrada Africa Corps), juega ahora a dos puntas. Por último, Arabia Saudita, Turquía y Catar están interfiriendo en el conflicto principalmente para afirmar su influencia en la región.

Algunos de estos actores, sobre todo las monarquías del Golfo, están principalmente interesados en asegurar Sudán para evitar que el conflicto se extienda por fuera de sus fronteras. También actúan para garantizar su propia seguridad alimentaria, ya que, como Catar, arriendan o poseen tierras agrícolas en Sudán que se utilizan para satisfacer las necesidades de sus propias poblaciones. Pero, para Abu Dabi y Moscú, es sobre todo el control del comercio del oro lo que sigue siendo una prioridad compartida, ya que Sudán es el tercer productor del metal amarillo en el continente africano. Catar no se queda atrás. De acuerdo con nuestras informaciones, Doha habría transferido 1.000 millones de dólares al Banco Central de Sudán para apoyar la libra sudanesa y estimular el comercio del oro entre ambos países.

Mucho antes del estallido de la guerra en Ucrania en febrero de 2022, expertos internacionales afirmaban que Moscú estaba utilizando los centros financieros y los mercados de EAU para eludir las sanciones estadounidenses. Utilizar los EAU para evitar las medidas de represalia impuestas por Estados Unidos y Europa no es nada nuevo. En la década de 2010, el comercio del oro a través de Abu Dabi y Dubái ya era una de las formas que tenían Turquía e Irán de evitar las sanciones occidentales. Del mismo modo, Rusia apoyó el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela –fuertemente sancionado por Washington– mediante el transporte aéreo de toneladas de oro venezolano a distintos mercados extranjeros, entre ellos Dubái, donde se cambiaba por dólares y euros. Moscú también ha implicado a su socio emiratí en transacciones de oro procedente de varios países africanos. Además, Moscú acaba de firmar un acuerdo de refinado con Mali. El alza súbita del precio del metal amarillo está redefiniendo el papel geoestratégico del continente africano.

La elusión de las sanciones a través del mercado del oro no pasa desapercibida e incluso es de dominio público. A fines de 2023, el Grupo de Expertos de la ONU sobre Sudán reveló que “Emiratos Árabes Unidos está ayudando a las FAR a recibir oro que las empresas sancionadas sacan ilegalmente de Sudán”. Según un informe de la organización no gubernamental Swissaid, publicado en mayo de 2024, EAU es el principal receptor de oro ilícito que sale de contrabando de África3. Marc Ummel e Yvan Schulz, los dos autores del documento, estiman que entre 2012 y 2022 la petromonarquía habría recibido más de 2.500 toneladas de oro de contrabando proveniente de África, por un valor estimado de 115.000 millones de dólares. El estudio acusa explícitamente a EAU de beneficiarse del 93 por ciento de la producción anual de oro artesanal, que no se declara oficialmente, con el fin de blanquearlo reciclándolo en el mercado internacional. Ante esta situación, las instituciones reguladoras vacilan. A Emirates Gold DMCC, una de las mayores refinerías emiratíes, se le ha suspendido el acceso a los mercados de oro de Dubái y Londres desde julio de 2023. Pero, al mismo tiempo, el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), organización mundial que vigila el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo, retiró a EAU de su lista gris en febrero de 2024.

India es el otro país al que apuntan los dedos acusadores en lo que respecta al tráfico de oro. Al igual que la federación de EAU, los dirigentes indios han intentado preservar sus vínculos con Rusia a pesar de la invasión de Ucrania. También en este caso, muchos expertos creen que los agentes económicos rusos utilizan el comercio del oro en India para eludir los distintos regímenes de sanciones impuestos por Washington y Europa. Cabe señalar, de paso, que India no ha sido objeto de una evaluación del GAFI desde 2010. Al mismo tiempo, las autoridades estadounidenses vigilan de cerca la “deslocalización” del comercio de oro ruso a Hong Kong. Se cree que esta tendencia, perceptible desde abril de 2024, sería el resultado de la presión estadounidense sobre Abu Dabi para que adapte sus mercados –principalmente Dubái– a las normas recomendadas por el GAFI.

La carrera mundial

Aunque el carácter errático de los mercados financieros no permite descartar una caída del precio de la onza en un futuro próximo, las compras masivas de los bancos centrales, sobre todo del sur, mantienen los precios al alza. El telón de fondo es la perspectiva de una caída definitiva del dólar estadounidense.

A mediados de febrero, el mercado mundial del oro estaba sumido en la incertidumbre. ¿Bajaría de forma brusca el precio de la onza de oro (31,104 gramos), que entonces rondaba los 2.800 dólares, o cruzaría por fin el umbral simbólico de los 3.000 dólares? Para quienes deseen especular o proteger sus ahorros, formular una respuesta significa, como siempre, invocar los mismos factores de evaluación. ¿Se deteriora la situación geopolítica desde el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (factor alcista)? ¿Está subiendo el valor del dólar (factor bajista)? ¿Se dispone el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, a subir los tipos de interés (factor bajista)? Las preguntas son pertinentes si se recuerda que el metal amarillo valía apenas 1.947 dólares la onza un año antes, lo que supone un aumento del 44 por ciento. En realidad, más allá de las previsiones del mercado, lo que ahora hay que tener en cuenta son las apuestas mundiales que representa esta “reliquia bárbara”, defendida en su momento por el economista John Maynard Keynes.

Hasta hace poco tiempo, el metal precioso era considerado un activo seguro en un contexto mundial inestable o en condiciones bursátiles turbulentas. Un ejemplo emblemático alcanza para resumir esta verdad del mercado: a principios de la década de 2000, la onza se estancó en 280 dólares. Era una época en la que no se hablaba de otra cosa que de la “nueva economía” y en la que las empresas puntocom se disparaban en bolsa. Los atentados del 11 de setiembre de 2001 en Estados Unidos cambiaron el panorama. En el transcurso de las guerras (Afganistán, Irak) y los atentados terroristas, el oro fue de récord en récord hasta alcanzar sus niveles actuales. Sin embargo, en los últimos años, el oro parece haberse desconectado de forma progresiva de los factores desencadenantes tradicionales que afectan su mercado, ya sean los tipos de interés, los niveles de inflación o el valor del billete verde. Incluso la situación geopolítica parece menos decisiva. Por ejemplo, la serie de enfrentamientos entre Irán e Israel –que en su momento se pensó como el posible preludio de una gran guerra en Medio Oriente– no impulsó la onza a nuevas alzas.

De hecho, la vitalidad de este valor y su subida casi lineal hasta al menos mediados de febrero ya no pueden analizarse con los modelos del “mundo de antes”, cuando los occidentales ricos estaban de acuerdo en que era más barato tener oro, que no devenía intereses, mientras que al mismo tiempo los rendimientos de los bonos se estancaban en mínimos históricos. La “fiebre del oro” (gold rush) que el mundo financiero ha estado presenciando en los últimos años probablemente sea el signo concreto de un punto de inflexión global. Mal que le pese a Trump y su lema “Make America Great Again” (MAGA), el metal amarillo es el marcador del fin de la hegemonía del dólar. Resulta un irónico guiño a la historia si recordamos que el abandono de la convertibilidad del billete verde al oro por parte del presidente Richard Nixon en 1971 abrió el camino a una nueva era geopolítica marcada por el dominio monetario estadounidense4.

A lo largo de los años, y más aún tras la crisis de 2008, muchos países, entre ellos China y Rusia, han sentido la urgente necesidad de actuar contra el predominio del dólar en el mercado económico mundial. De hecho, la parte del comercio mundial denominada en dólares, que era del 71 por ciento en 2000, pasó a 58,4 por ciento en 2024. Esta voluntad de “desdolarizar” está bien viva teniendo en cuenta que Washington ya no duda en tomar medidas extraterritoriales contra cualquier actor extranjero que utilice su divisa. Tras la invasión de Ucrania, el desalojo de Rusia del sistema de pagos internacionales Swift y el embargo de 300.000 millones de dólares de reservas rusas denominadas en billetes verdes y euros reforzaron el deseo de muchos países de librarse de la moneda estadounidense. Los BRICS [por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica] llevan más de una década sin ocultar su deseo de encontrar un sustituto del dólar como moneda de transacción. El 22 de octubre, los BRICS+ (BRICS más Arabia Saudita, Egipto, EAU, Etiopía e Irán) se reunieron en Kazán (Rusia) y anunciaron públicamente el lanzamiento de una moneda común, the unit, que estaría respaldada en un 40 por ciento por oro y en un 60 por ciento por una canasta de divisas. En los papeles, los BRICS+ muestran atributos de poder de primer orden, a pesar de su apariencia heterogénea. Representan el 28 por ciento de la economía mundial, el 30 por ciento de las tierras cultivables y el 45 por ciento de la población mundial, por no hablar de una parte dominante de la producción mundial de petróleo (44 por ciento). Sin embargo, aunque este grupo ha superado la cuota del G7 en el producto interno bruto (PIB) mundial desde 2020, ninguno de sus miembros tiene una moneda lo suficientemente fuerte como para desdolarizar las transacciones comerciales. Por ello, los BRICS+ ven en el oro su viático para desligarse del dólar.

De modo que los bancos centrales de los BRICS+ y de otros países del sur han enardecido el mercado del metal precioso. Como resultado, en el segundo trimestre de 2024, los haberes oficiales combinados de oro de los bancos centrales de los BRICS “originales” y Egipto representaban más del 20 por ciento de todo el metal amarillo en manos de los bancos centrales del mundo. Rusia, India y China figuran en el “top 10” de haberes de oro de los bancos centrales. Oficialmente, Rusia controla 2.335,85 toneladas del metal, lo que la convierte en la quinta reserva más grande de oro de los bancos centrales. China sigue en el sexto puesto, con 2.264,32 toneladas, e India en el octavo, con 840,76 toneladas. Las reservas de los bancos centrales de Brasil y Sudáfrica son mucho menores, con 129,65 y 125,44 toneladas respectivamente.

Según estimaciones de Jan Nieuwenhuijs, experto en el mercado del oro, desde el inicio de la guerra en Ucrania, el Banco Central de Sudán ha estado comprando de forma discreta 160 toneladas de oro en Suiza. Según sus cálculos, China se habría procurado en secreto 1.600 toneladas de oro desde el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania5. Aunque estas cifras no se acercan a las 8.133,5 toneladas de reservas de Estados Unidos ni a las 3.351,5 toneladas de Alemania, en el momento de la cumbre de Kazán, los bancos centrales de los BRICS+ habían acumulado oficialmente 8.602 toneladas. Y es poco probable que la tendencia de acumulación disminuya. Según una encuesta anual realizada en junio de 2024 por el World Gold Council6, organismo que promueve la industria aurífera, casi el 60 por ciento de los bancos centrales de los países ricos cree que la cuota del oro en las reservas mundiales aumentará en los próximos cinco años, frente al 38 por ciento del año pasado. Mientras tanto, alrededor del 13 por ciento de las economías avanzadas tienen previsto aumentar sus reservas durante el próximo año, frente al ocho por ciento del año pasado. Por último, casi el 40 por ciento de los bancos centrales de los países en vías de desarrollo prevén aumentar sus reservas en 2025. Acumulando el metal amarillo, los BRICS+ y muchos países del sur intentan proteger sus monedas y economías contra una caída del dólar que parece ineluctable.

Tristan Coloma, periodista. Traducción: Emilia Fernández Tasende.


  1. Ver Renaud Lambert y Dominique Plihon, “¿Es verdaderamente el fin del dólar?”, Le Monde diplomatique, noviembre de 2023. 

  2. Jan Nieuwenhuijs, “Saudi Central Bank caught secretly buying 160 tonnes of Gold in Switzerland”, Money Metals, 12-9-2024. 

  3. “2024 Central Bank Gold Reserves Survey”, World Gold Council, 18-6-2024. 

  4. Ver Gérard Prunier, “Un país que quizá ya no exista”, Le Monde diplomatique, marzo de 2024. 

  5. “En Sudán, el número de personas desplazadas supera los 11 millones mientras la devastadora crisis alcanza nuevas dimensiones: declaración de la directora general de la OIM”, www.iom.int, 29-10-2024. 

  6. Marc Ummel e Yvan Schulz, “Sur la piste de l’or africain. Quantifier la production et le commerce afin de lutter contre les flux illicites”, swissaid.kinsta.cloud, mayo de 2024.