En las películas de Rambo suele haber un promedio cercano a los dos muertos por minuto. Sin embargo, la saga nada dice sobre el estrés postraumático en los veteranos (que fue la motivación del escritor que creó el personaje). Los suicidios de excombatientes en Estados Unidos -que en la década del 2000 implicaron diez casos por cada militar de esa nación muerto en combate- pusieron a la industria ante el dilema de abordar el tema con más seriedad y menos espectacularidad chauvinista. No siempre se logró.

En el sótano de la comisaría de una pequeña ciudad del noroeste de Estados Unidos, los policías maltratan a un veterano vagabundo al que el sheriff local ha tomado bronca. Así comienza la acción de Rambo (1982). Interpretado por Sylvester Stallone, John J. Rambo opone una resistencia silenciosa y pasiva, pero cuando uno de los agentes blande una navaja, resurgen los recuerdos de las torturas que el soldado sufrió como prisionero de los vietnamitas. El resto es historia. Rambo se desata, escapa al bosque y termina destruyendo medio pueblo antes de rendirse al coronel Trautman, su antiguo superior.

Ya en 1978, El francotirador, de Michael Cimino, presentaba a tres trabajadores que regresaban de ‘Nam, aquejados de problemas físicos y, sobre todo, psicológicos. Aunque nadie ignoraba las consecuencias psicológicas de la guerra, la categoría de trastorno de estrés postraumático (o TEPT) se aplicó por primera vez a los veteranos de la intervención estadounidense en Vietnam (1961-1975) y llegó a tener un éxito sin precedentes. No se puede hablar de un conflicto sin hablar de esto. Incluso los autores de atrocidades tienen derecho a esta atención, como demuestra una serie de artículos sobre el TEPT que sufren los soldados israelíes implicados en la destrucción de Gaza1. Mientras que, en la película de Cimino, el personaje de Mike (interpretado por Robert De Niro) parece inclinado a renunciar a la violencia a su regreso a casa, no ocurre lo mismo con otros tres grandes guerreros del cine, propensos al TEPT si nos atenemos a sus múltiples interpretaciones como aventureros.

Tal es el caso de Rambo. El fenomenal éxito de la primera entrega le valió una secuela. En Rambo II (1985), Stallone devolvió el orgullo a los estadounidenses que se lamían las heridas del “atolladero” de Vietnam (2,3 millones de soldados sirvieron allí). Su personaje pasa de ser un marginado a un héroe capaz de reeditar él solo la guerra de Vietnam. “¿Esta vez vamos a entrar para ganar?”, pregunta al general Trautman, que le responde: “Esta vez depende de ti, John”. Es un hecho: Rambo vengará él solo a un país deshonrado por una guerra perdida por los burócratas y liberará a los soldados estadounidenses que siguen presos en las cárceles vietnamitas. Al margen del festival de fuegos artificiales, John mata a entre 51 y 75 personas, según cómo se cuente. Esto supuso una ruptura con el cine estadounidense más o menos crítico con la guerra: el de las películas de Cimino, pero también Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) y algunas de las que vendrían luego, como Pelotón (Oliver Stone, 1986) y Nacido para matar (Stanley Kubrick, 1987).

En Rambo III (1988), el coronel Trautman saca a Rambo de un monasterio tailandés para enviarlo a combatir en Afganistán contra los rusos. En aquel momento la Guerra Fría llegaba a su fin, pero los Estados Unidos de Reagan no habían renunciado a la lucha. Marlon Brando, el personaje crepuscular de Apocalypse Now, fue la primera opción para el papel del malvado oficial ruso Zaysen, pero lo rechazó. Esta vez, Rambo mata a 83 enemigos con sus propias manos (0,72 muertes por minuto, pero las explosiones y los disparos de ametralladora impiden un recuento serio). Magníficas imágenes finales mientras el héroe regresa por fin a casa. Pero la historia, y Estados Unidos, siguen necesitando de él.

En John Rambo (2008), el jefe de una organización no gubernamental estadounidense le pide que libere a unos misioneros retenidos en algún lugar del sudeste asiático. Participa en la operación de rescate en apoyo al Ejército de Liberación Nacional Karen. En la película, el cruel comandante birmano Tint es interpretado por Muang Muang Khin, que en realidad es un auténtico líder de la resistencia karen. El rodaje comenzó en febrero de 2007 en Tailandia, donde las autoridades querían que la película siguiera siendo de una “violencia razonable”. La promesa fue cumplida. Sólo hubo 236 cadáveres, incluidos los 83 asesinados por Rambo. La tasa de mortalidad fue de 2,59 muertos por minuto. Además, murieron 113 “buenos”, pero eran nativos. También en este caso las estadísticas se tambalean un poco, ya que Rambo trabaja con una ametralladora de 12,7 mm y explosivos. En la quinta entrega, Rambo: Last blood (2019), nuestro guerrero disfruta de un merecido retiro en su rancho familiar, pero desgraciadamente se ve pronto interrumpido por una nueva misión: rescatar a la nieta de una amiga que ha sido secuestrada por un cártel mexicano.

David Morrell inventó el personaje de Rambo en un libro homónimo de 1972 (reeditado en versión integral por Gallmeister en 2013). El escritor canadiense se inspiró en la vida de Audy Murphy, el militar estadounidense más condecorado en la Segunda Guerra Mundial, cuya autobiografía To Hell and Back (1949) fue llevada al cine en 1955. Murphy sufrió TEPT, insomnio y depresión a su regreso de la guerra. A fines de los años 1960, intentó llamar la atención sobre los trastornos mentales que afectaban a los veteranos de Corea y Vietnam, hablando públicamente de sus propios problemas. Pidió al Departamento de Asuntos de los Veteranos que aumentara el apoyo a las víctimas del trastorno de estrés postraumático. Esta dimensión está ausente en las películas de Stallone, donde nada puede detener la furia sangrienta del soldado.

La prehistoria

Actor emblemático de unos Estados Unidos conservadores, anticomunistas y triunfantes, John Wayne, que endereza entuertos en 135 películas, hubiera querido enrolarse para combatir en Europa. Pero, casado y con cuatro hijos, su solicitud fue rechazada varias veces, para su gran decepción: “Siempre me ha dado vergüenza no haber combatido”2. Para compensarlo, Wayne rodó una serie de películas durante la guerra: interpretó a un piloto refugiado en Normandía en Reunión en Francia (1942) y a un coronel estadounidense que luchaba contra las guerrillas locales en La patrulla del coronel Jackson (1945). A continuación, se centró en la Guerra del Pacífico con No eran imprescindibles (1945), Arenas de Iwo Jima (1949) e Infierno en las nubes (1951). En 1960, produjo y dirigió un fresco histórico sobre la muerte de Davy Crockett en El Álamo, una derrota estadounidense transformada en heroica epopeya. Wayne, que era un estajanovista de la guerra en el cine, también interpretó el papel del teniente coronel paracaidista Benjamin H. Vandervoort en El día más largo (1962), aunque se negó a viajar a Francia para filmar. En 1968, Los boinas verdes supuso 142 minutos de propaganda a favor de la intervención en Vietnam, mientras la ofensiva del Tet ponía a las tropas estadounidenses en problemas.

Wayne aceptó morir sólo en nueve ocasiones, casi siempre en westerns, nunca en películas de guerra. Rambo, en cambio, sobrevive siempre en el cine. El guion original de la primera entrega preveía un desenlace fatal, pero fue reescrito a último minuto por pedido de Stallone, de los productores y de las proyecciones de prueba.

Clint Eastwood, una de las grandes figuras del spaghetti western y del policial de gatillo fácil, también ha probado suerte en el cine bélico, con la muy mediocre Donde las águilas se atreven (1968) y la tragicómica El botín de los valientes (1970). Pero como director, Eastwood abordó el tema del TEPT en El francotirador (2015), un homenaje a Chris Kyle, el francotirador de élite estadounidense que afirmó haber ejecutado a 255 personas en Irak (el Pentágono le validó “sólo” 160 disparos letales). En la película, Kyle, conocido como La leyenda, queda postrado. Un psiquiatra le diagnostica estrés postraumático vinculado a la culpa de no haber podido evitar la muerte de sus compañeros de combate, no de haber matado a seres humanos, incluso civiles. El psiquiatra le aconseja que se ocupe de los veteranos heridos y Kyle opta por darles clases de tiro, una actividad ideal para contribuir a la paz mundial. Redescubre sus ganas de vivir y vuelve a ser un buen marido y padre. La película, que fue un gran éxito comercial, no menciona, salvo en una placa antes de los créditos, que Kyle fue asesinado en un campo de tiro en Texas por un excombatiente que sufría TEPT, que quizás no sólo había visto morir a sus objetivos a través de una mira telescópica.

Estrés y celuloide

¿Los personajes encarnados o filmados por Stallone, Wayne y Eastwood sufren realmente TEPT? El diagnóstico puede hacerse a partir de una serie de síntomas específicos3. En primer lugar, la reviviscencia: la persona revive el trauma una y otra vez sin quererlo (flashbacks, sueños, recuerdos: todo hace revivir el suceso). Es el caso de Rambo, al menos en la primera entrega de la saga, porque después es un hombre más bien sereno que hace estragos. Luego está la evitación: voluntaria o involuntariamente, el afectado esquiva todo aquello que pueda devolverlo al suceso o revivir el trauma. Ni Rambo ni los personajes de Wayne muestran este síntoma, y Kyle regresa a Irak cuatro veces a pesar de estar recién casado. El tercer signo es la hipervigilancia: un estado de alerta que pone al sujeto constantemente en vilo. También en este caso, nada que señalar en nuestros tres guerreros. El cuarto indicio es la disociación: provoca una forma de anestesia emocional con un estado de desapego, como si la persona hubiera perdido el contacto con su entorno. Ya no siente dolor, y a veces le resulta imposible pensar o hablar. La descripción encaja perfectamente con la actuación de Stallone. Por último, los trastornos del sueño provocan agresividad e irritabilidad. La neurosis traumática altera la regulación emocional, lo que provoca estallidos de ira y pérdida de autocontrol. Esto puede explicar por qué Rambo destruye la pequeña ciudad de las Rocosas.

En la década de 2000, hubo diez suicidios de veteranos por cada soldado muerto en combate. El 27 de marzo de 2014 se plantaron 1.892 banderas estadounidenses en el Mall en Washington como homenaje a los 1.892 veteranos que se habían quitado la vida desde el 1º de enero de ese año, una media de 22 muertes al día. Hoy en día, la tasa de suicidios entre estos soldados sigue siendo el doble que la de la población general4. Sin duda, el TEPT de los soldados merece algo mejor que las fantasías de Hollywood sobre “héroes” que nunca han estado en la guerra.

Pierre Conesa, ex alto funcionario en el Ministerio de Defensa de Francia. Autor de Hollywar. Hollywood, arme de propagande massive, Robert Laffont, París, 2018. Traducción: Emilia Fernández Tasende.


  1. Isabelle Mandraud, “Des soldats israéliens, bourreaux et victimes, soignés pour des troubles de stress post-traumatique: ‘Pour vous, nous sommes des monstres, n’est-ce pas?’”, Le Monde, 18-11-2024. 

  2. Frédéric Valmont, John Wayne. Le géant de l’Ouest, Éditions Didier Carpentier, París, 2010. 

  3. “Trastorno de estrés postraumático”, Organización Mundial de la Salud (OMS), www.who.int, 27-5-2024. 

  4. Fuentes de este párrafo: Robert Bossarte y Janet Kemp, “Suicide Data Report, 2012”, Department of Veterans Affairs; Jada F. Smith, “Using Flags to Focus on Veteran Suicides”, The New York Times, 27-3-2014; “National Veteran Suicide Prevention Annual Report”, Department of Veterans Affairs, Office of Mental Health and Suicide Prevention, setiembre de 2022; ver también “Suicide”, National Institute of Mental Health