Desde que en 1864 un amplio grupo de sindicalistas ingleses, socialistas franceses y republicanos italianos se reunieron bajo la orientación de Karl Marx, Friedrich Engels y Mijaíl Bakunin en el Saint Martin’s Hall de Londres, la idea de una “internacional” que articulara las luchas antiburguesas de la izquierda se ha mantenido a lo largo de las décadas.

En una sagaz vuelta de tuerca, Juan Gabriel Tokatlian comenzó a hablar, en un libro publicado el año pasado por Siglo XXI (Consejos no solicitados sobre política internacional), de Internacional Reaccionaria, en referencia a la unión, cada vez más explícita, de los líderes de las nuevas derechas, que se reúnen periódicamente para transmitir la idea fuerte de que encarnan un proyecto que no es sólo, ni principalmente, económico, sino político y cultural.

“Los proyectos domésticos en los cuales las ultraderechas tienen una voz cada vez más audible –escribe Tokatlian– colocan los escasos resultados del progresismo de los años noventa a la defensiva, y avanzan con iniciativas intolerantes que tratan de poner en entredicho y revertir algunos de los logros alcanzados, en particular en cuestiones de género, derechos de las minorías, preservación de ámbitos de protección social, políticas ambientales, etc. Dos dinámicas reflejan la actitud reaccionaria hacia los cambios de largo plazo. Primero, una mirada frente a la historia, la política, la moral y la cultura en clave de pérdida, de desengaño y de frustración. Prevalece la glorificación de un pasado presuntamente mejor, ordenado y seguro. Subyacen la nostalgia y la convicción de superioridad moral; por eso, la alternativa propuesta es recrear el pasado pero con un horizonte de drástica transformación. La segunda dinámica es la elección de alguien a quien culpar por los males actuales. Así, el progresismo es considerado destructivo porque pone el acento sobre el multiculturalismo, la diversidad identitaria y el cosmopolitismo, entre otras cuestiones. Asimismo, se condena al comunismo (hoy inexistente) y al reformismo (muy debilitado) y se los presenta como anatemas que deben ser neutralizados o eliminados”.

Combinando audazmente elementos premodernos y antimodernos, la Internacional Reaccionaria se organiza en redes y encuentros, desde la Red Atlas, que nuclea a 600 organizaciones conservadoras de diferentes países, hasta la Conferencia de Acción Política Conservadora, de donde tomamos la foto de Javier Milei y Donald Trump que ilustra la tapa de esta edición. No se trata de una conspiración, sino de una alianza informal y transnacional, que incluye relaciones personales, contactos políticos y asistencia financiera cruzada. Han leído a Antonio Gramsci y llevan la ofensiva en la nueva batalla cultural.

Redacción de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.