El primer ministro renunciante de Canadá, Justin Trudeau, logró un consenso parlamentario para actualizar la Ley sobre las Lenguas Oficiales, que había sido concebida por su padre en 1969. Pierre Elliott Trudeau luchaba entonces contra la aspiración independentista de los quebequeses prometiéndoles un país más grande y bilingüe. Pero la asimetría se mantuvo.
“El Parlamento necesita resetearse, calmar un poco las aguas para ponerse a trabajar”. El 6 de enero, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunció su renuncia, que se hará efectiva en marzo. Frente a su residencia en Ottawa –la capital federal–, el mandatario presentó su discurso sin leer, alternando un párrafo en inglés seguido del mismo en francés; ante las preguntas del periodismo, primero respondió en francés y, luego, en inglés, cuidando meticulosamente la igualdad entre las dos lenguas oficiales de aquel país de 40 millones de habitantes. Una semana más tarde, sin embargo, bastó con la arrogancia de un cliente anglófono en un supermercado de la ciudad de Vaudreuil-Dorion para encender las redes sociales. La prensa también sacó provecho de la incapacidad de la gobernadora general (representante del rey Carlos III), Mary Simon, para hablar francés durante una visita a Levis, una ciudad de la provincia de Quebec, casi exclusivamente francófona1.
Canadá, que ha sido objeto de análisis durante 50 años por su política de planificación lingüística, ha establecido un sólido arsenal jurídico. Sin embargo, se requiere de un enfoque histórico y político para comprender las ambigüedades del bilingüismo oficial. Si bien la política federal ha permitido apoyar a las minorías dispersas de un océano al otro, lo que verdaderamente ha consolidado la lengua de Molière y de Michel Tremblay fue la autoafirmación de Quebec a través de sus propias leyes. El francés nunca ha tenido tantos hablantes en América del Norte como en la actualidad, pero su peso relativo se está erosionando, lo que obliga tanto al Estado como a la provincia de Quebec a imaginar nuevas estrategias.
Según el último censo de 2021, 10,7 millones de canadienses dicen poder mantener una conversación en francés, pero sólo siete millones lo hablan de manera predominante en sus hogares, lo que representa el 19 por ciento de la población, frente al 25,7 por ciento en 19712. Luego de haber aumentado en la segunda mitad del siglo XX, el bilingüismo se ha estancado: en 2021, el 18 por ciento de los canadienses afirmaban poder conversar tanto en francés como en inglés. En 1961, esa tasa era del 12,2 por ciento y, en 2001, ya se había reducido al 17,7 por ciento. La tasa aumenta sobre todo en Quebec, donde supera el 42 por ciento entre los francófonos, mientras que disminuye entre los anglófonos fuera de Quebec y entre las poblaciones cuya lengua materna es otra, de las cuales sólo el 6,1 por ciento tiene el francés como “primera lengua oficial hablada”. El espectro de un bilingüismo practicado principalmente por francófonos, que presagiaría su asimilación, debilita la construcción de un destino común en un territorio más de dos veces mayor que la Unión Europea.
“Hoy Canadá está atravesando, sin siquiera darse cuenta, la mayor crisis de su historia”, habían escrito André Laurendeau y Davidson Dunton en 1965, en el informe preliminar de la Comisión Real de Investigación sobre el Bilingüismo y el Biculturalismo, en el momento en que los quebequeses se liberaban de su situación de inferioridad económica y cultural. El informe completo, presentado en octubre de 1967, sentó las bases de la igualdad entre las dos lenguas oficiales y las dos culturas. Luego de recorrer el país, y bajo pretexto de la movilidad poblacional, la comisión consideró “irrealista” el principio de darle un anclaje territorial a las lenguas, a pesar de que este modelo había sido probado con éxito en varios países como Suiza o Bélgica. Recomendaba tan sólo la creación de “distritos bilingües” con servicios administrativos y judiciales en ambas lenguas para aquellas regiones en donde la población de la lengua oficial minoritaria superara el 10 por ciento.
Tras haber asumido como primer ministro en 1968, el liberal Pierre Elliott Trudeau hizo que se aprobara al año siguiente la primera Ley sobre las Lenguas Oficiales, que consolidó el bilingüismo en las instituciones y jurisdicciones federales, otorgando derechos individuales para recibir servicios en la propia lengua. Aunque estaba previsto crear “distritos bilingües federales” inspirados en la comisión Laurendeau, estos nunca se implementaron. Diametralmente opuesto a los nacionalistas quebequeses, Trudeau abandonó el concepto de biculturalismo para adoptar el de multiculturalismo, lo que dificultó cualquier estatuto especial para Quebec, donde en 1971 el 80 por ciento de la población hablaba francés en sus casas. Este marco legislativo fue reforzado por la Carta de Derechos y Libertades de 1982, cuyo artículo 23 consagra el derecho a la educación en la lengua minoritaria.
“El estatuto de lengua oficial permite desbloquear un presupuesto quinquenal”, celebra Alain Dupuis, director general de la Federación de Comunidades Francófonas y Acadianas (FCFA, por sus siglas en francés). “Y eso nos ha protegido. No somos una minoría más entre tantas. Somos una sociedad civil fuerte, que ha creado sus propias instituciones, con 740 escuelas fuera de Quebec administradas por consejos escolares autónomos”. Este resurgimiento de las escuelas francesas se complementa con el éxito de las escuelas de inmersión lingüística en francés, que atraen a las familias anglófonas en busca de “mejores clases”. En 2021, cerca de 700.000 niños y niñas de lengua materna inglesa u otra seguían o habían seguido este tipo de programas, hasta el punto de que el país enfrenta una escasez de docentes de francés.
A pesar de estos esfuerzos, el bilingüismo oficial no ha sabido detener la asimilación fuera de Quebec, salvo en algunas regiones de Acadia (ver recuadro). “Incluso en Manitoba o Saskatchewan, los frentes de resistencia están desapareciendo”, observa Martin Meunier, profesor de la Universidad de Ottawa y titular de la cátedra de investigación “Quebec, francofonía canadiense y mutaciones culturales”.
“Aún existen pequeñas comunidades francófonas alrededor de las instituciones, pero el francés está dejando de ser un pilar cultural. Su uso se vuelve pragmático, como una herramienta de comunicación ocasional”, dice Meunier. En la provincia de Manitoba, donde se han librado varias luchas heroicas contra la hegemonía del inglés, 112.100 personas afirman poder mantener una conversación en francés, pero sólo 14.700 lo hablan con mayor frecuencia en sus hogares (frente a 23.500 en 1991), es decir, sólo un tercio de quienes tienen el francés como lengua materna. En Ontario, la diferencia es abismal: 1.558.000 personas (es decir, el 11,1 por ciento de la población) dicen ser capaces de mantener una conversación en francés, pero sólo 254.000 (el 1,8 por ciento) lo usan de modo predominante en sus casas.
Basta tomar un avión para comprobar que, medio siglo después de la sanción de esta ley, el bilingüismo sigue teniendo fallas: la oferta de servicios en francés suele resultar insuficiente, aun dentro del ámbito limitado de lo “federal”. Cada año, el Comisionado de Lenguas Oficiales denuncia deficiencias recurrentes en más de 200 instituciones sujetas a esta normativa. Algo aún más inesperado fue que un diputado del Bloque Quebequés en la Cámara de los Comunes, Mario Beaulieu, reveló que el 94 por ciento del presupuesto que el gobierno federal destina a las lenguas oficiales en la provincia de Quebec (3,4 mil millones de dólares canadienses entre 1978 y 2022) iba dirigido al desarrollo de las comunidades anglófonas. Según el legislador, “el dinero otorgado a la educación y a los grupos de presión forma parte de una estrategia para presentar las medidas de defensa del francés como algo xenófobo, como un repliegue sobre sí mismo. [...] Sumado a la instrumentalización de los francófonos fuera de Quebec, esto ha sido muy efectivo para movilizar a los anglófonos dentro de la provincia y para incentivar la integración en inglés, mayormente”.
Si bien muchos líderes políticos de Quebec promovieron el conocimiento personal de otras lenguas, consideraron el bilingüismo estatal como un logro y a la vez como una trampa. Al llegar al poder en 1976, el Partido Quebequés (PQ) respaldó la autoafirmación del francés como única lengua oficial de la provincia mediante una política muy voluntarista encarnada en la Carta de la Lengua Francesa, conocida como la Ley 101.
Como bien explica Ruba Ghazal, “hija de la ley 101” –quien nació en Beirut en 1977, en una familia palestina expulsada de San Juan de Acre en 1948–: “La ley 101 tuvo un impacto muy importante en la construcción de mi identidad quebequense. Nos dieron tiempo para integrarnos”. Después de haberse mudado al golfo arabo-pérsico, su familia se estableció en Montreal en 1988. Hoy es diputada en la Asamblea Nacional de Quebec, cofundadora y portavoz del partido izquierdista Québec solidaire, además de ser responsable, en este partido soberanista, de las cuestiones relacionadas con la lengua francesa. “Aprendí francés cantando a Félix Leclerc”, cuenta. “Mi padre me decía: ‘Tenés que ser fuerte, resistente, porque sos palestina’. ¿Acaso la historia de los quebequenses, otro pueblo sin país, habrá influido en mi inconsciente? Es probable. Pero la gente quiere, ante todo, trabajar. El francés debe ser la lengua del pan, no sólo la lengua del corazón”.
Fracturas geográficas y generacionales
Para garantizar que el francés sea la lengua del trabajo, de las comunicaciones, del comercio y de los negocios, la Oficina Quebequense de la Lengua Francesa (OQLF, por sus siglas en francés) desempeña un papel crucial. En su rol de “guardiana”, recibe alrededor de 10.000 denuncias por año, pero su singularidad radica sobre todo en su función de asesoramiento, con la agilidad de un explorador. Según explica Dominique Malack, su presidenta y directora general, “producimos vocabularios especializados que pueden incluir cientos de palabras pertenecientes a sectores económicos clave y emergentes”. Y agrega: “La rapidez es realmente esencial, porque si no se hace bien, acabará imponiéndose un término en inglés. El objetivo de la oficina no es imponer multas, sino que el francés sea la base sobre la cual se desarrolle la vida”. La reputación de sus herramientas lingüísticas3 trasciende ampliamente las fronteras de la provincia. Cerca de siete millones de internautas (22 por ciento desde Francia) consultaron el año pasado su base de datos, que cuenta con más de un millón de términos en francés.
Actualmente, el 91,2 por ciento de los niños y niñas de la provincia reciben educación en francés. Pero, a pesar de esta inversión, conocimiento y uso no siempre van de la mano: aquella dinámica favorable al francés que predominaba a finales del siglo XX se está desvaneciendo. “Al fin y al cabo, el carácter francés de la sociedad quebequense ya no está garantizado”4, afirma enojado Charles Castongay, profesor de estadística retirado, un anglófono “enamorado del francés, esa maldita y hermosa lengua”. Luego de haber experimentado una tasa de fecundidad extraordinaria durante décadas, Quebec ha visto cómo esta se desplomaba a partir de los años 1960, hasta alcanzar un índice de 1,3 hijos por mujer en 2023. Por lo tanto, el futuro del francés depende cada vez más de la francización de los inmigrantes. Ahora bien, Castongay observa que en Quebec “la proporción del francés dentro del total de las ganancias generadas por la asimilación apenas alcanza el umbral del 50 por ciento”. Y se pregunta: “Existe un solo Canadá, dos lenguas oficiales y una infinidad de culturas diferentes. ¿Dónde está la nación en todo esto?” Para luego responderse: “Ya no hay nación. Canadá es una empresa”.
Hay dos fracturas que generan una creciente preocupación: una geográfica y otra generacional. El uso del francés se debilita tanto en la región metropolitana de Montreal como en Gatineau, ubicada al norte del río Outaouais, frente a Ottawa. Por otra parte, la canción –producto cultural emblemático de la provincia– refleja la ruptura entre los menores de 30 años y las generaciones precedentes. Monique Giroux, presentadora de Ici musique en Radio-Canada, mantiene un diálogo con todos los talentos de la francofonía, desde Charles Aznavour hasta Zaz, pasando por Charlebois o Les Cowboys Fringants. Después de 30 años al aire, su programa sigue ganando audiencia: “La audiencia en mi franja horaria ha aumentado un 125 por ciento este año”, confiesa. Sin embargo, según un estudio reciente, casi un tercio de los jóvenes de entre 15 y 29 años no escucha música quebequense en francés5. En junio de 2023, el diario Le Devoir señaló que ninguna canción quebequense en francés figuraba entre los 100 temas más escuchados en la provincia en las plataformas digitales, cuyos algoritmos benefician los contenidos en inglés6. “Nos corresponde a nosotros, en los medios de comunicación, y a nosotros, como padres y abuelos, inculcarles a nuestros niños el gusto por las canciones”, responde Giroux.
En la realidad
Tras reconocer que la protección de la lengua francesa era insuficiente, el gobierno minoritario de Justin Trudeau –con el respaldo de la oposición– aprobó en junio de 2023 la ley C-13, “que promueve la igualdad real de las lenguas oficiales de Canadá”. Rompiendo con la igualdad “formal” de los textos anteriores, su título subraya la necesidad de reconocer dos comunidades que, en la práctica, no son iguales y pueden recibir un trato diferenciado.
Jean-François Roberge, ministro de la Lengua Francesa en Quebec, celebra el hecho de que, luego de décadas de enfrentamientos, los gobiernos provincial y federal hayan trabajado en estrecha colaboración, mientras afirma: “Quisimos apoyar a las comunidades francófonas minoritarias y defender la especificidad lingüística de Quebec. No había reconocimiento alguno de que el francés, aunque mayoritario en Quebec, es minoritario en Canadá y en América, y por ende vulnerable. Ahora lo hay”. El nuevo texto se refiere de forma explícita a la Carta de la Lengua Francesa que, en su momento, fue impugnada ante los tribunales. Su objetivo es “favorecer la existencia de un núcleo francófono mayoritario en un Quebec donde el futuro del francés esté garantizado”, pero también restablecer “el peso demográfico de las minorías francófonas” fuera de Quebec al nivel de 1971, es decir, al 6,1 por ciento de la población.
Más allá de hacer extensible el bilingüismo a las empresas que se encuentran bajo jurisdicción federal en las regiones con una fuerte presencia francófona, la ley aboga por un aumento de la inmigración de lengua francesa. “Para que esto sea realmente significativo, se necesitaría un 20 por ciento de inmigración francófona”, observa con perplejidad Martin Meunier. “Parece mucho. Según los objetivos de Trudeau (500.000 inmigrantes por año), eso significaría procurarse 100.000 francófonos cada año...”.
La problemática del francés tiene menor peso en Ottawa que en Montreal. “Los jóvenes están más abiertos, creo, a la idea de un bilingüismo personal sin necesariamente interesarse por los impactos sociales que podría tener un Quebec completamente bilingüe”, explica, por ejemplo, Fernand Harvey, del Instituto Nacional de Investigación Científica. “Cuanto más aumenta el nivel de bilingüismo, más fácil es que un grupo cambie su elección de lengua”, añade Benoît Dubreuil, comisionado de la Lengua Francesa de Quebec. “Los hablantes de la lengua minoritaria se adaptan a los de la lengua dominante. La planificación lingüística busca limitar esto creando zonas donde el uso de la lengua minoritaria sea obligatorio y elevando su estatus social para incentivar a los hablantes de la lengua dominante a aprenderla. Revierte las influencias y restablece una especie de justicia lingüística. Muchas veces comparo esta dinámica con las políticas de mejor distribución de la riqueza”.
¿Referéndum o constituyente?
El nombramiento de este primer comisionado de la Lengua Francesa forma parte de la nueva Carta de la Lengua Francesa aprobada en Quebec en mayo de 2022, la cual incluye muchas otras medidas. Ahora, la señalización comercial (carteles, publicidad), que en la provincia ya era obligatoria en francés, debe presentar una clara predominancia del francés cuando aparece junto a otro idioma. En los Colegios de Enseñanza General y Profesional (Cégep, por sus siglas en francés) –el primer nivel de educación superior–, ahora se restringe el número de estudiantes que pueden cursar en inglés, y a todos se les exige una competencia obligatoria en francés. Después de haber alcanzado, en 2021, un máximo del 17,8 por ciento, la proporción de estudiantes inscritos en Cégep anglófonos debe reducirse, en 2031, al 14,6 por ciento. El ministro Roberge también destaca la cifra récord de inmigrantes que han seguido un programa de francización (76.000 en 2024) y asegura que la prioridad será, más que nunca, para los francófonos: “Antes, saber francés otorgaba puntos. Ahora, quienes no dominen el francés no serán seleccionados como inmigrantes económicos por el gobierno de Quebec. Los inmigrantes temporales también deberán dominar el francés y aprobar un examen en un plazo de tres años para renovar su permiso”.
Pascal Bérubé –diputado y portavoz del Partido Quebequés en materia de lengua francesa– cuestiona el “nacionalismo homeopático” del partido oficialista de la Coalition Avenir Québec (CAQ, de centroderecha), que, según él, no iría lo suficientemente lejos, y propone reducir la inmigración permanente a 35.000 personas por año para garantizar el acceso a viviendas y una buena integración en francés; y agrega: “Queremos que la gente sea feliz y que le vaya bien. En cuanto al Cégep, los francófonos no deberían poder inscribirse en carreras en inglés. A los 17 o 18 años, uno empieza a elegir su profesión, su círculo de amigos y a establecerse en la vida adulta. Es un momento decisivo”. Muchos de nuestros interlocutores también insisten en la importancia de la “descubribilidad” de los productos culturales en francés y en la necesidad de ejercer presión sobre las plataformas digitales de difusión, así como de organizar una convergencia de contenidos de toda la francofonía.
“Este país crecerá o decaerá en función de su bilingüismo. Sin él, ¿qué es Canadá?”, afirmaba el primer ministro Brian Mulroney en 1990. Si bien la inmensa mayoría de los canadienses rechazan la posibilidad de incorporarse a Estados Unidos, como sugirió el presidente estadounidense Donald Trump –el 90 por ciento está en contra, según las últimas encuestas–, no todos comparten las palabras del ex primer ministro en medio de las crisis constitucionales que precedieron al segundo plebiscito sobre la independencia de Quebec, que se perdió por un estrecho margen en 1995. Los francófonos son los más apegados al bilingüismo oficial: el 60 por ciento considera que es “la base de la identidad canadiense”, mientras que el 49 por ciento de los canadienses fuera de Quebec cree que “existe únicamente para satisfacer a una minoría”7.
El resurgimiento de las preocupaciones sobre la lengua –el 70 por ciento de los quebequenses considera que la supervivencia del francés está amenazada en todo Canadá– alimenta la aparición de discursos identitarios más habituales en Europa, así como un renacimiento de las ideas soberanistas. Relegado al cuarto lugar en las elecciones de 2022, el Partido Quebequense tiene ahora el respaldo de la opinión pública y, según las proyecciones actuales, podría formar un gobierno mayoritario en 2026. Su líder, Paul St-Pierre Plamondon, ha prometido que, si gana, convocará un plebiscito sobre la independencia en su primer mandato.
Québec Solidaire defiende un nacionalismo progresista capaz de unir también a los inmigrantes y aboga más bien por una asamblea constituyente. “Se volvería algo normal que todo ocurra en francés”, argumenta Ghazal. “No se resolverían todos los problemas, pero los quebequenses estarían más tranquilos y relajados respecto a su lengua y su cultura”. “Hemos recuperado la efervescencia durante la Fiesta Nacional del 24 de junio. En el desfile, en el espectáculo, la gente regresa. Cuando lleguen los nuevos inmigrantes a nuestro territorio, los recibiremos con los brazos abiertos y con nuestro pasaporte quebequense”, asegura también Marie-Anne Alepin, presidenta general de la Société Saint-Jean-Baptiste, que defiende la lengua francesa desde 1834.
Veterano de la causa y militante contra la “colonización de los cerebros” dentro del movimiento Impératif français, Jean-Pierre Perrault advierte: “Si se celebra otro plebiscito, no podemos dejar pasar la oportunidad. Porque un pueblo que se niega a sí mismo por tercera vez no merecería mucho respeto”.
Philippe Descamps, enviado especial, miembro del equipo editorial de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Magali del Hoyo.
Acadia
Creatividad e inseguridad lingüística
Celebraciones por el 150º aniversario de la Confederación de Canadá, en Toronto, en julio de 2017. Foto: Idabel Inclán / Notimex / AFP.
Dos amigas de la infancia se encuentran para cenar en el restaurant del centro cultural Aberdeen de Moncton. Las palabras y los idiomas se entremezclan. Los acadianos del sur de Nuevo Brunswick llaman a esto chiac, un habla popular que el escritor Gérald Leblanc convirtió en estandarte: “Llevaremos con nosotros, en la lengua, las palabras recogidas en el camino” (1). Ambas estudiaron en una escuela de habla francesa. Una es jurista, la otra, abogada. Trabajan en el sector de los seguros y se enfrentan en los tribunales de forma regular. “Desgraciadamente, pasamos de un idioma a otro”, lamenta Elsa C con tono de culpa. “Cuando mis hijos me hablan en inglés, los reto. Y, sin embargo, para mí es más fácil”. Por su parte, Caroline T se siente más cómoda con el francés. En su trabajo está rodeada de francófonos. Pero cuando el único anglófono del equipo participa en una reunión, la conversación se lleva a cabo en su lengua.
Nuevo Brunswick, única provincia oficialmente bilingüe desde la adopción de su propia Ley sobre las Lenguas Oficiales en 1969, alberga la mayor parte de la comunidad acadiana, establecida en la región atlántica desde hace cuatro siglos –que comprende también Nueva Escocia y la Isla del Príncipe Eduardo–. Esta comunidad francófona sigue siendo la más vital fuera de Quebec, pero también la más afectada por la dominación inglesa a partir de la tragedia de la deportación (1755-1763), un terrible acontecimiento que fue fundacional para el imaginario social acadiano (2). En el último censo de 2021, 320.000 habitantes de la provincia se declaraban capaces de mantener una conversación en francés, lo que representa el 41 por ciento de la población –la misma proporción que en 1991–. No obstante, sólo el 30,4 por ciento de los habitantes hablaban con frecuencia francés en sus hogares, es decir, 232.000 personas, de las cuales 60.000 eran “francófonos unilingües”.
A pesar de las conquistas políticas y jurídicas, el temor a desaparecer sigue vigente, según Ali Chaisson, director de la Société de l’Acadie du Nouveau-Brunswick, emplazada de forma simbólica en los sótanos de la catedral de Moncton: “Se han calmado los ánimos. Se le ha dado a la gente recursos suficientes como para desarrollarse un poco, pero no para prosperar. La prueba es que, 50 años más tarde, la asimilación sigue existiendo”. En 1990, el escritor Yves Beauchemin utilizó la expresión “cadáveres aún calientes” para referirse a las minorías francófonas canadienses que vivían fuera de Quebec (4). “La Ley sobre las Lenguas Oficiales nos ha brindado instituciones. Nos permitió ser cadáveres un poco más calientes que fríos”, añade Ali Chaisson. “Pero no mucho más que eso”.
Servicios y asimilación
En palabras de Annette Bourdeau, profesora emérita de la Universidad de Moncton, quien ha dedicado toda su vida a estudiar la inseguridad lingüística, “las palabras que utilizamos marcan una forma de distinción social que las personas perciben de inmediato. Me di cuenta de que los francófonos, sobre todo cuando son minoría, no hablan en clase, a pesar de que su desempeño en expresión escrita es muy bueno. Hay algo más que opera detrás de esto”. Según Bourdeau, “la ideología del bilingüismo” oculta sus usos políticos, mientras que esta diglosia sigue siendo conflictiva: “Son las personas que hablan la lengua dominada o minoritaria quienes son bilingües, y a menudo son las mismas que experimentan sentimientos de inseguridad lingüística, debido a las representaciones que circulan sobre sus prácticas en los discursos de autoridad” (5).
“Incluso cuando se habla la otra lengua, algunas cosas siguen siendo difíciles de comprender en determinadas circunstancias, como en temas de salud, trámites o en el contexto policial”, explica Shirley MacLean, comisionada de Lenguas Oficiales de Nuevo Brunswick. “Tener acceso a servicios en la propia lengua es un derecho para estas personas y una cuestión de respeto”. MacLean, quien ha sido designada por el parlamento provincial e independiente del gobierno, elabora un informe anual sobre la situación lingüística, e investiga y tramita las denuncias cuando alguien no ha recibido una “oferta activa de servicio” en una de las dos lenguas oficiales. “Cada denuncia es sólo una pequeña parte de lo que realmente ocurre en la vida de todos los días”, añade. “Es necesario seguir trabajando en soluciones concretas, como enfocarse en la inmigración, por ejemplo. Pero, en mi opinión, también hay que incentivar a los propios francófonos a utilizar su lengua”.
“En Nuevo Brunswick, la asimilación nos afecta mucho menos que en otras provincias, porque hay comunidades francófonas muy concentradas”, explica Michelle Landry, profesora de sociología en la Universidad de Moncton y titular de la cátedra sobre minorías francófonas canadienses. En 67 comunas del norte y este de la provincia, los francófonos representan al menos el 80 por ciento de la población. A medida que nos vamos acercando a la península acadiana, su presencia se va tornando más visible en el paisaje. Las antiguas élites anglófonas han abandonado la región. Miles de banderas acadianas, inspiradas directamente en la bandera francesa (tricolor, con una estrella dorada de cinco puntas en la franja azul), ondean al viento o están pintadas en casas, techos, barcos y faros...
Al oeste de esta península –corazón palpitante de la Acadia actual– se emplaza un complejo turístico, el Village historique acadien, que contribuye a preservar la memoria de un modo de vida rural, de una cultura, pero también de una lucha. Alrededor de 40 edificaciones, trasladadas o reconstruidas de modo meticuloso, cobran vida gracias a guías bien instruidos. En la imprenta del diario Moniteur acadien, por ejemplo, nos explican el rol que tuvo esta publicación en la preservación del francés en el siglo XIX. Símbolo de una convivencia conflictiva, fue incendiado tres veces. Actualmente, el único diario local, Acadie Nouvelle, ¡se publica en francés!
“Es un lugar en donde realmente se muestra cómo vivían nuestros antepasados”, cuenta Justin Sonier, de 16 años, estudiante de 11° grado en la escuela Carrefour-Beausoleil de Miramichi. En esta localidad donde los francófonos son minoría, la escuela, que se encuentra anexada al centro comunitario, desempeña un rol fundamental. “Tenemos una ventaja sobre otras personas que solo hablan una sola lengua, más oportunidades de becas, viajes y empleo”, festeja Justin. La directora adjunta, Mélanie Vautour, celebra el aumento de la matrícula: “En un contexto minoritario, lo más importante es transmitir orgullo, que los alumnos se sientan cómodos”, explica. “Conocemos bien a los estudiantes y a sus familias. La importancia de la familia es clave”.
“Otorgarle un estatuto a la lengua francesa conlleva otras medidas”, añade Michelle Landry. “Pero, si repaso la historia, las escuelas de lengua francesa son fundamentales para mantener la comunidad lingüística. No soy pesimista, pero hoy en día es necesario que los responsables políticos garanticen una mayor equidad en materia de inmigración”. Los acadianos reclaman un porcentaje más alto de francófonos entre los inmigrantes, equivalente al de la población.
El factor artístico
Por cierto, la Universidad de Moncton atrae a muchos extranjeros de habla francesa. La reafirmación de la francofonía también se hace evidente en la ciudad vecina de Dieppe, que ostenta claramente su bilingüismo. Por su parte, los artistas han sabido liberarse de las normas. “Me resulta conmovedor cuando los escucho”, confiesa Annette Bourdeau. “Hay poetas y cantantes que ahora son aplaudidos en Montreal. Hay una forma de apertura que antes no se veía. En Moncton, la escena cultural francófona es mucho más importante que la escena cultural anglófona”.
La compañía de teatro Satellite es un claro ejemplo de esta vitalidad. Su director, Marc-André Charron, asegura que la voluntad de anclar la creación en una comunidad no impide su proyección: “Lo más importante que debemos inculcar a nuestros jóvenes no es la pureza de la lengua, sino su precisión. No importa el acento. No creo que la hegemonía cultural angloamericana logre que un joven se aleje del francés. Lo que influye no es la lengua, sino la calidad de la producción artística y la creatividad”.
Philippe Descamps. Traducción: Magali del Hoyo.
(1): Gérald Leblanc, Éloge du chiac, Perce-Neige, Moncton, 2015.
(2): Michelle Landry (dir.), L’état de l’Acadie, Del Busso, Montreal, 2021.
(3): Todos los datos demolingüísticos provienen de la agencia gubernamental de estadísticas Statistique Canada.
(4): Audiencia ante la Comisión Bélanger-Campeau “sobre el futuro político y constitucional de Quebec”, que intentó en vano solucionar la crisis constitucional en 1991.
(5): Ver Annette Boudreau, Insécurité dans la francophonie, Presses de l’université d’Ottawa, 2023.
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Guillaume Saint-Pierre, “Mari Simon: on s’est fait avoir”, Journal de Montréal, 25-9-2024. ↩
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Salvo que se especifique lo contrario, todas las cifras pertenecen a los datos del censo de 2021, compilados por Statistique Canada (disponible en https://www.statcan.gc.ca/fr/sujets-debut/langues). ↩
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Ver la página de la “Vitrine Linguistique”. ↩
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Charles Castongay, Le français en chute libre, la nouvelle dynamique des langues au Québec, Mouvement Québec français, Montreal, 2020. ↩
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“Enquête québécoise sur la découverte des produits culturels et le numérique 2023”, Institut de la statistique du Québec, 23-9-2024. ↩
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Étienne Paré, “La musique franco, grande absente des palmarès“, Le Devoir, 28-6-2023. ↩
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Encuesta realizada por la consultora Léger, “Bilingüismo en Canadá”, 2024. ↩