Desde la invasión rusa a su territorio, Ucrania declaró una ley marcial por la que no se celebran elecciones desde entonces. El mandato de Volodímir Zelenski finalizaba en mayo de 2024 y ahora tanto la Casa Blanca como el Kremlin presionan para encontrar un sustituto presidencial más dialoguista. Sin embargo, garantizar las condiciones para votar en un contexto bélico no es tarea sencilla.
“Desde 2022, en Ucrania no hay figuras políticas ni votantes. Sólo hay ciudadanos que cumplen sus deberes con su país o no lo hacen”. Oleksiy Kovjoune es uno de los consultores políticos más reputados del país. Antes de la guerra, trabajó con decenas de candidatos para dar forma a sus campañas y ha dedicado gran parte de su vida a la política. En circunstancias normales, habría tenido mucho que hacer: el mandato de Volodímir Zelenski terminaba en mayo de 2024, mientras que el de los diputados de la Rada Suprema (Parlamento) finalizaba en julio. Las elecciones municipales, cantonales y regionales deberían celebrarse en el otoño boreal de 2025. Sin embargo, el régimen de ley marcial, en vigor desde la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, ha aplazado de forma indefinida la renovación de los representantes en las urnas.
Kovjoune considera, hoy en día, que sigue siendo inoportuno hablar de la organización de unos comicios: “Esto sólo puede romper la unidad del país y debilitar su resistencia a la invasión rusa”. El politólogo transmite un sentimiento compartido en Ucrania. Según una encuesta de Ipsos, el 62 por ciento de los ucranianos que vive en los territorios controlados por Kiev y en el extranjero compartiría esta opinión; el 19 por ciento consideraría esta posibilidad en caso de alto el fuego, y el 14 por ciento pediría volver a las urnas lo antes posible1.
Sin embargo, la cuestión de las elecciones vuelve a estar en boca de todos. Tanto Washington como Moscú cuestionan de forma abierta la legitimidad de Zelenski, que carece de un mandato claro para firmar un acuerdo de paz. En Kiev, el jefe del Estado goza de un apoyo apreciable, recientemente consolidado tras las humillaciones que le infligió su par estadounidense, Donald Trump, ante los medios de comunicación el 28 de febrero.
Los principales partidos de la oposición rechazan el principio de celebrar elecciones bajo la ley marcial. Esto no ha impedido que sus cuarteles generales lleven muchos meses preparándose de modo activo para la perspectiva de una vuelta a las urnas, como demuestran la proliferación de sondeos de opinión, la intensificación de la difusión de contenidos en las redes sociales y el discreto reclutamiento de equipos de campaña. En paralelo a su considerable esfuerzo bélico, Ucrania está preparada para volver a una vida política que hasta 2022 fue especialmente dinámica e imprevisible.
El 9 de mayo de 2025, el Parlamento tendrá que decidir la prórroga de la ley marcial, como viene haciendo con regularidad desde 2022. Validada por numerosos juristas, la restricción de las libertades individuales y cívicas es aceptada en la medida en que los obstáculos jurídicos se combinan con los desafíos en materia de seguridad y logísticos que supone la celebración de elecciones. “Los que piden elecciones inmediatas no se dan cuenta de los peligros causados por los bombardeos regulares o por la contaminación de muchas regiones por minas”, explica el analista político Dimitri Vasylev, presidente de la organización no gubernamental RADA. Las colas ante los colegios electorales podrían representar graves riesgos, tanto para los votantes como para el personal administrativo. Ucrania se enorgullece de la acelerada digitalización de sus servicios públicos, por lo que una votación virtual podría ser una solución alternativa. Sin embargo, una serie de ciberataques, como el perpetrado contra el proveedor de telefonía móvil Kyivstar en diciembre de 2023 –que dejó sin servicio a casi 14 millones de abonados durante 48 horas– o el dirigido contra los registros civiles un año después, han desalentado a los partidarios de esta opción.
¿Cómo garantizar la participación?
El conflicto dispersó al electorado. Se cree que siete millones de ucranianos se han refugiado en el extranjero, sobre todo en países europeos2. Dentro de las fronteras del país, más de tres millones de desplazados internos ya no residen en su domicilio oficial, lo que también complica la elaboración de los padrones.
Entre 2014 y 2022, la Rada Suprema dejó vacantes 26 de sus 450 escaños, para simbolizar la pérdida de las circunscripciones de Crimea y Donbás. Aunque esta solución podría extenderse a los territorios conquistados por Rusia desde 2022, no resuelve la espinosa cuestión de la participación de los ucranianos que viven en esas zonas o en Rusia.
A principios de 2022, entre cuatro y seis millones de personas vivían en territorios anexionados desde 2014, incluyendo dos millones que lo hacían en regiones ocupadas desde febrero de 2022. Invitarlos a participar en las elecciones expondría a los votantes a la presión rusa. Desde el 1° de enero de 2025, cualquiera que se niegue a obtener un pasaporte ruso es considerado un extranjero ilegal que supone un riesgo para la seguridad nacional. Por el contrario, mantenerlos fuera del proceso electoral equivaldría a dar una forma de reconocimiento a la anexión de parte del territorio.
También quedan por definir las modalidades de participación de los más de un millón de hombres y mujeres alistados en las Fuerzas Armadas. La apertura de colegios electorales cerca del frente o el despliegue de urnas móviles sigue siendo una posibilidad. Sin embargo, estos cambios aumentarían el costo de la organización de las elecciones en un país que recibe ayuda financiera internacional. Ucrania tendrá dificultades para eliminar todos estos obstáculos en el espacio de unas pocas semanas, incluso si entra en vigor un alto el fuego duradero, como le gustaría a Trump. Sin embargo, a Kovjoune le preocupa que “la maquinaria de propaganda y desinformación rusa –y también la estadounidense, dado el giro ideológico en curso– se colará por las grietas para poner en duda la legitimidad de nuestras elecciones si tienen algún problema con el resultado”.
La maquinaria política se enciende
Sin embargo, después de tres años de invasión generalizada, la perspectiva de un resultado desfavorable a las exigencias del Kremlin –y de la Casa Blanca– parece creíble. La traumatizada población ucraniana puede mostrarse mucho menos receptiva que en el pasado a los argumentos a favor de la reconciliación con Rusia. Según el mismo sondeo de Ipsos –cuyos resultados deben interpretarse con cautela, ya que no fue posible entrevistar a los soldados implicados en los combates–, el 46 por ciento de los encuestados rechaza cualquier concesión territorial (el 11 por ciento la considera sólo para Crimea) y el 59 por ciento cree que sigue siendo posible una victoria militar, en tanto que el 70 por ciento se opone al reclutamiento de jóvenes de 18 a 24 años. En la actualidad, Zelenski, que goza de un 72 por ciento de confianza, sigue teniendo posibilidades de ganar otro mandato. Eso suponiendo que quiera volver a presentarse, o que nuevos reveses militares o diplomáticos no erosionen su popularidad. Es evidente que su capital electoral dependerá también de una oferta política que aún no está claramente definida.
“Los partidos y sus principales figuras se preparan porque esa es su razón de ser”, explica Vasylev. Algunos candidatos son obvios: Yulia Timoshenko, antigua musa de la “Revolución Naranja” de 2004, o Petro Poroshenko, presidente entre 2014 y 2019 (Solidaridad Europea, centroderecha). Otra posibilidad es la de Yuriy Boïko, que preside la fracción parlamentaria de las fuerzas tradicionalmente favorables a las buenas relaciones con Rusia, reformada en abril de 2022 tras la purga de los elementos más prorrusos. La facción como tal no fue inhabilitada, a diferencia de los 11 partidos políticos a partir de los cuales se formó, que fueron prohibidos en marzo de 2022.
La incógnita de las elecciones es el Ejército, que tendrá una gran influencia en el futuro político de Ucrania. Valeri Zaloujny, el muy popular ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y embajador en el Reino Unido desde marzo de 2024, debería “sin duda” entrar en política en respuesta a una “fuerte demanda popular”, predice Vasylev. Es difícil saber si se presentaría como candidato a la presidencia o a un escaño en el Parlamento, o incluso si competiría con Zelenski o se uniría a su renovado equipo. Tal como están las cosas en la arena política y en el frente, ningún candidato propone una línea de acción diplomática diferente de la del actual presidente. Existe un apoyo unánime a seguir presionando a Estados Unidos para garantizar la solidaridad transatlántica y a rechazar concesiones territoriales o un alto el fuego sin garantías de seguridad occidentales.
Desde 2022, las fuerzas de la oposición han reservado sus críticas, marginales, para los métodos de movilización y relevo, la lucha contra la corrupción, las reformas económicas y, recientemente, la negociación del “acuerdo” ucraniano-estadounidense sobre la explotación de los recursos minerales. Estos disensos podrían volver al centro de la escena, como ilustra el caso de Poroshenko.
Desde mediados de febrero, el expresidente, objeto de numerosos procesos judiciales desde su derrota en 2019, figura en una lista de oligarcas sancionados elaborada por Zelenski. Esta situación no implica que no sea elegible, pero prohíbe a los afectados vender sus bienes y paraliza sus negocios. Es una señal de que el Ejecutivo se prepara para las elecciones, y de que vuelve a utilizar la justicia contra sus opositores.
Y Poroshenko ha contraatacado. En una entrevista concedida al tabloide alemán Bild, el 18 de marzo, acusó al jefe del Estado de “atentar contra la libertad, socavar la democracia y presionar a la oposición”. El oligarca también halagó a Trump y pidió un cambio en la estrategia militar, favorable a un enfoque defensivo que costaría menos vidas. La expresión pública de su rivalidad con Zelenski se inscribe también en el inicio de maniobras electorales. Más allá de la aritmética muy específica de las elecciones presidenciales, la perspectiva de los comicios legislativos, cruciales en el contexto de una república parlamentaria, multiplicará por diez estas tensiones partidistas.
Sébastien Gobert, periodista. Traducción: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.
Colapso demográfico
Más que daños colaterales
Entre su independencia en 1991 y la invasión rusa de febrero de 2022, Ucrania ya había perdido más de diez millones de habitantes. Acentuada por tres años de guerra, la despoblación del país parece inexorable por sus antiguas y profundas raíces.
Tras haber alcanzado un máximo de 52 millones de personas en 1992 y 1993, la población ucraniana ha sufrido una tasa de natalidad muy baja ―1,3 hijos por mujer en 2021―, una alta tasa de mortalidad marcada por la esperanza de vida al nacer más baja del continente ―63,5 años para los hombres en 2021, frente a los 74 años de media en Europa; 73,9 años para las mujeres, frente a los 80,8 años de Europa― y una emigración sostenida. A principios de 2022, sólo había 41 millones de habitantes, sin contar los dos millones de ucranianos en Crimea (anexionada por Rusia). Desde entonces, el país ha perdido más de diez millones de habitantes, según la Organización de las Naciones Unidas, lo que le haría retroceder un siglo en términos demográficos.
Sigue siendo arriesgado hacer una evaluación precisa del conflicto en sí, y es concebible que una parte significativa de los 6,7 millones de refugiados que se encuentran fuera del país regrese. Pero las pérdidas humanas ligadas a la guerra y al desplazamiento de poblaciones deberían dar lugar a nuevas “clases huecas” [generaciones que nacieron en períodos de baja natalidad] al considerar el número de “niños no nacidos”. Quizá, incluso, la negativa a enviar al frente a hombres menores de 25 años también pueda explicarse por estas consideraciones.
Aunque generalmente se la mide por la superficie territorial, la pérdida de las regiones orientales pesa aún más en términos de recursos minerales... y humanos. Unas 11 millones de personas vivían antes de febrero de 2022 en las regiones administrativas de Jersón, Zaporiyia, Donetsk, Lugansk, Sebastopol y Crimea. Las tres últimas han quedado bajo el control de Moscú por completo, las otras tres de forma parcial. Así, las regiones controladas en el momento actual por Kiev albergan, a lo sumo, a 30 millones de personas.
Philippe Descamps
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“Ukrainian citizens attitudes survey”, The Economist, marzo de 2025. ↩
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“Ukraine Emergency”, USA for UNHCR, www.unrefugees.org, febrero de 2025. ↩