El autor ha seguido muy de cerca la situación en Europa Central y Oriental, Rusia y Ucrania durante 36 años. Fue asesor, por ejemplo, de los equipos económicos de los presidentes soviéticos Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, luego del presidente ucraniano Leonid Kuchma y, dos décadas después, del gobierno ucraniano surgido del Maidán en 2014. En contacto con dirigentes rusos durante más de 30 años, conoce muy bien a sus homólogos estadounidenses.
Tras la caída de la Unión Soviética, Washington decidió que la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desde Bruselas hasta Vladivostok se llevaría a cabo paso a paso, sin límites. Este sería el mundo unipolar estadounidense. El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, y el secretario de Estado estadounidense, James Baker, habían acordado con Gorbachov, a principios de febrero de 1990, que la OTAN no se expandiría “ni un centímetro más hacia el este”1. El compromiso no se realizó durante un intercambio informal, sino en un contexto jurídico y diplomático. Fue una condición para las negociaciones encaminadas a poner fin a la Segunda Guerra Mundial y allanar el camino para la reunificación de Alemania.
Sin embargo, el presidente estadounidense Bill Clinton decidió ampliar la Alianza Atlántica para incluir a Ucrania en 1994. No fue el capricho de un líder solitario, sino una política que se mantuvo de forma ininterrumpida durante 30 años, quizá incluso hasta la llamada telefónica entre Donald Trump y su par ruso, Vladimir Putin, del 12 de febrero último. En 1997, Zbigniew Brzezinski, estratega y exasesor de la Casa Blanca, publicó El gran tablero mundial2.
El libro detalla algunos de los planes del gobierno de Estados Unidos, incluida la expansión hacia el este de Europa y la OTAN. “¿Qué hará la Federación Rusa cuando ambos estén a su alcance?”, pregunta Brzezinski en uno de los capítulos: “La única opción geoestratégica real para Rusia, la que podría otorgarle un papel internacional realista y maximizar sus posibilidades de transformación y modernización social, es Europa. No cualquier Europa: una Europa transatlántica encarnada por la Unión Europea y la OTAN”. Gran visionario, Brzezinski explica que “es impensable que Moscú se acerque jamás a Pekín...”.
La ampliación de la alianza comenzó en 1999 con Hungría, Polonia y la República Checa. Rusia protestó. En vano, por supuesto. El siguiente ciclo, que se inició en 2004, abarcó a los estados bálticos, Rumania, Bulgaria, Eslovenia y Eslovaquia. En ese momento, los rusos expresaron su descontento: se trataba de una pura y simple violación del orden establecido durante la reunificación alemana, una traición por parte de Washington al acuerdo de cooperación con Moscú. En la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero de 2007, el presidente Putin fue claro: ¡ya es suficiente! Pero Estados Unidos lo ignoró.
Un año más tarde, Washington impuso a Europa su plan de ampliar la OTAN para incluir a Ucrania y Georgia. En Nueva York, en la primavera boreal de 2008, el presidente Mijail Saakashvili dijo ante un grupo de expertos que Georgia estaba en el corazón del viejo continente y que, como tal, tenía vocación de unirse a la Alianza. Este tipo está loco, pensé entonces: va a destruir su país. En agosto estalló la guerra entre Moscú y Tbilisi.
Unos meses antes, William Burns, embajador de Estados Unidos en Rusia, había enviado un largo cable diplomático a la secretaria de Estado Condoleezza Rice, cuyo título sigue siendo famoso: “Niet significa niet”3. Toda la dirigencia política rusa, no sólo Putin, se opone a la expansión de la OTAN, advirtió el diplomático.
Viktor Yanukovich fue elegido presidente de Ucrania en 2010 sobre la base de un programa de neutralidad para su país. Rusia no hizo entonces ninguna reivindicación territorial ni expresó ninguna ambición con respecto a su vecino. Estaba negociando una extensión de 25 años de su contrato de arrendamiento (hasta 2042) de la base naval de Sebastopol, pero nada más. No tenía la vista puesta en Crimea ni en el Donbás. La suposición de que Putin está reconstruyendo el Imperio ruso es propaganda infantil. Sin embargo, Estados Unidos decidió derrocar a Yanukovich precisamente por su compromiso con la neutralidad y porque se oponía a la adhesión de Ucrania a la OTAN.
Tras el golpe de Estado [de 2014, conocido como Maidán], se firmaron los acuerdos de Minsk, en particular Minsk II, que luego fueron validados por unanimidad el 17 de febrero de 2015 por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, Estados Unidos y Ucrania decidieron que el acuerdo no se implementaría. Alemania y Francia, garantes de su aplicación, también tomaron distancia. Quedó así en evidencia el papel totalmente subsidiario de Europa.
Luego Trump ganó las elecciones de 2016 y aceleró los envíos de armas a Ucrania. Los bombardeos en el Donbás mataron a miles de personas. Joe Biden lo sucedió en el cargo en 2021. A finales de ese año, Putin hizo un último intento de llegar a un modus operandi con Estados Unidos, en forma de dos proyectos de acuerdos de seguridad; uno con Europa, otro con Estados Unidos, como propuso el 15 de diciembre de 2021.
Luego mantuve una conversación telefónica de una hora con el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan para pedirle y convencerlo de evitar la guerra.
—Todo lo que Estados Unidos tiene que hacer —le dije a Sullivan —es decir: ‘La OTAN no se expandirá para incluir a Ucrania’”.
—Pero la OTAN no se va a expandir a Ucrania. No te preocupes —intentó tranquilizarme.
—Jake, dilo públicamente —le digo.
—No, no, no. No podemos decirlo públicamente.
—Pero, Jake, ¿vas a declarar una guerra por algo que ni siquiera va a suceder?
—Tranquilo, Jeff, no habrá guerra.
Sinceramente, esta gente no es muy inteligente; he tratado con ellos durante más de 40 años. Sabemos lo que pasó después: la administración Biden se negó a negociar sobre la cuestión de la ampliación de la alianza.
La idea más estúpida de la OTAN es la “política de puertas abiertas”, basada en el artículo 10 del tratado de 1949. La alianza atlántica se arroga el derecho de establecerse en cualquier lugar, si el gobierno del país anfitrión lo permite, sin que ningún vecino —Rusia, por ejemplo— tenga voz y voto en el asunto.
¿Por qué Putin inició hostilidades en 2022? Obviamente para impedir que la OTAN, es decir, el ejército estadounidense, entrara en Ucrania, con sus misiles y su despliegue de agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Quería mantener a Estados Unidos lejos de su frontera a toda costa. Para entenderlo basta imaginar qué ocurriría si China o Rusia decidieran instalar una base militar en el río Grande o en la frontera con Canadá. La guerra simplemente estallaría en diez minutos. Cuando la Unión Soviética intentó hacerlo en Cuba en 1962, el mundo estuvo cerca de un holocausto nuclear.
Esto es tanto más grave cuanto que Washington denunció de forma unilateral el Tratado sobre Misiles Antibalísticos en 2002, poniendo así fin a la relativa estabilidad que ese texto garantizaba. Esto hizo que los rusos perdieran la paciencia. A partir de 2010, el ejército estadounidense comenzó a instalar sistemas de misiles antibalísticos Aegis en Polonia y posteriormente en Rumania. No hace falta decir que Rusia no estaba muy contenta.
Una de las cuestiones que preocuparon a Moscú en diciembre de 2021 y enero de 2022 fue si Estados Unidos reclamaba el derecho a instalar sistemas de misiles en Ucrania. Según el exanalista de la CIA Raymond McGovern, el exsecretario de Estado Antony Blinken le dijo al ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en enero de 2022, que su país se reservaba el derecho de hacerlo.
Los estadounidenses quieren ahora instalar sistemas de misiles de alcance intermedio en Alemania. En 2019 se retiraron del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio.
Cuando, unos días después de la invasión rusa, el presidente Volodímir Zelenski declaró que Ucrania podía aceptar la neutralidad, un acuerdo de paz parecía estar en el horizonte. Las partes estaban discutiendo un documento que el presidente Putin aprobaba. Los mediadores turcos dirigían las negociaciones. En la primavera boreal de 2022, yo mismo estuve en Ankara para observar directamente y en detalle lo que estaba sucediendo en el debate. Ucrania acabó abandonando un acuerdo que estaba a punto de concluirse. ¿Por qué? Porque Estados Unidos se lo estaba pidiendo, y Reino Unido lo dejó claro al enviar a Boris Johnson a principios de abril para plantear el mismo punto. Desde el principio prevaleció una idea: Rusia se rendiría, no estaba en condiciones de resistir... Algo que Brzezinski ya había afirmado en 1997.
A menudo he recordado a los ucranianos el famoso adagio de Henry Kissinger: es peligroso ser enemigo de Estados Unidos, pero es fatal ser su aliado. Europa haría bien en escuchar esto.
Jeffrey D Sachs, economista. Este texto es una versión abreviada, revisada por el autor, de una conferencia pronunciada en el Parlamento Europeo el 19 de febrero de 2025. Traducido del inglés por Renaud Lambert. Traducido del francés por Le Monde diplomatique, edición Uruguay.
-
Ver Philippe Descamps, “L’OTAN ne s’étendra pas d’un pouce vers l’est”, Le Monde diplomatique (París), setiembre de 2018. ↩
-
Zbigniew Brzezinski, El gran tablero mundial, Paidós, Madrid, 1998. ↩
-
Ver “Nyet means nyet: Russia’s Nato enlargement redlines”, https://wikileaks.org, 1-2-2008. ↩