En un contexto internacional particularmente tenso, los problemas franco-argelinos pueden parecer sorprendentes; pero eso es olvidar la habilidad que tiene el régimen de Argel para alimentarse de un discurso antifrancés para legitimarse, mientras que, al mismo tiempo, la derecha y la extrema derecha francesas buscan seducir a un electorado receptivo a las diatribas contra Argelia.

¿Vamos camino hacia una ruptura de las relaciones diplomáticas entre Argelia y Francia? Esta perspectiva, impensable hace apenas seis meses, ya no es descartada por los diplomáticos de ambos bandos, que se esfuerzan por calmar las tensiones –o al menos por bajarles un poco el tono– entre los dos países. Numerosos episodios tumultuosos han sucedido a lo largo de la historia de las relaciones franco-argelinas desde 1962, pero nunca de tanta intensidad. Como en la mayoría de las disputas, las culpas son compartidas, pero el punto de partida reside en la decisión francesa de reconocer la “marroquinidad” del Sahara Occidental, antigua colonia española que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aún considera un territorio por descolonizar. El 30 de julio de 2024, mediante una carta que el presidente francés Emmanuel Macron le mandó al rey de Marruecos, Mohammed VI, París oficializó este reconocimiento de soberanía. Argel reaccionó de inmediato “retirando” a su embajador en París. Unas semanas más tarde, Macron machacó su posición ante el Parlamento marroquí: “El presente y el futuro de este territorio se inscriben en el marco de la soberanía marroquí”.

Desde hacía décadas, Francia venía dedicándose a hacer ejercicios de equilibrista: mantenía su apoyo constante a Marruecos en esta cuestión, en especial en el marco de las instituciones internacionales, pero sin llegar nunca a cruzar la línea del reconocimiento oficial de soberanía. Esto le posibilitaba conservar las apariencias y le permitía mantener relaciones más o menos cordiales con los dos rivales magrebíes.

Macron había tenido la cortesía de advertírselo a su homólogo argelino al margen de la cumbre del G7 en Bari, el 13 de junio de 2024. Por lo tanto, las autoridades argelinas no fueron tomadas por sorpresa, pero eso no moderó su reacción: “Francia va a pagar”. Este es el lema que prevalece en el aparato estatal, incluso en las grandes empresas públicas que, poco a poco, se están alejando de sus proveedores franceses. De hecho, el historial del Sahara Occidental –como el de la permanente tensión con Marruecos que se gestó a partir de la independencia, con la “guerra de las arenas” en 1963– se ha convertido en el eje central de la política exterior argelina. Desde hace medio siglo, ha sido objeto de una inversión política considerable.

El cambio de comportamiento de Francia vale también como una confirmación de la lenta pero duradera erosión de las posiciones internacionales de Argelia, iniciada mucho antes de que el mandatario estadounidense Donald Trump reconociera la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental –a cambio de una normalización con Israel–, y seguida por la adhesión de Madrid a las tesis marroquíes. Ya en caída durante los años 1990, la diplomacia argelina, que quedó sin voz con la enfermedad de Abdelaziz Bouteflika (presidente del país de 1999 a 2019), lleva acumulada una serie de decepciones desde la primera elección de Abdelmadjid Tebboune en diciembre de 2019. Entre estos reveses se destacan la decisión de varios países, en especial africanos, de dejar de reconocer la República Árabe Saharaui Democrática (RASD); el fracaso de la solicitud de adhesión al grupo de los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica1–; el aislamiento en el Sahel; y, como algo nuevo, una situación conflictiva con el aliado ruso en relación con Malí, donde las fuerzas del exgrupo Wagner operan junto al ejército de Bamako contra grupos insurgentes más o menos cercanos a Argel.

En un primer momento, y a pesar de la convocatoria del embajador argelino en París, la tensión se mantenía contenida. Pero tendrían que haber tenido en cuenta las manipulaciones políticas que se desplegarían en Francia. El rechazo de Argel a cooperar plenamente con París en la cuestión de sus ciudadanos sujetos a una Obligación de Salir del Territorio Francés (OQTF, por sus siglas en francés) habilitó todo tipo de distorsiones por parte de la derecha francesa, incluso dentro del gobierno, como lo demuestra el rol activo del ministro del Interior, Bruno Retailleau, en este asunto. Muchas personalidades, entre ellas el exembajador de Francia en Argel Xavier Driencourt, están pidiendo que se derogue el acuerdo franco-argelino del 27 de diciembre de 1968 acerca de la circulación, el empleo y la residencia de los ciudadanos argelinos y sus familias en Francia. Sin embargo, en este convenio no se hace referencia a las expulsiones del territorio y, como recuerda el abogado Morade Zouine, ha sido renegociado varias veces desde 1968 hasta quedar desprovisto de su esencia, por lo que no es necesariamente ventajoso para los argelinos. Así, su existencia impide a los estudiantes procedentes de ese país trabajar unas horas por semana como lo hacen muchos de sus pares extranjeros.

El encarcelamiento de Sansal

Los ánimos se caldearon aún más con la detención en Argel del escritor Boualem Sansal –alto funcionario jubilado–, el 16 de noviembre de 2024. En este caso, es necesario hacer una aclaración: el autor de El juramento de los bárbaros (Gallimard, 1999) no fue arrestado porque acabara de conseguir la nacionalidad francesa ni por sus diatribas contra el poder –que, por cierto, están menos dirigidas al gobierno que a los islamistas–, sino que, oficialmente, fue arrestado por atentar contra la integridad territorial después de haber declarado en octubre de 2024 a Frontières –un medio de extrema derecha, del que había formado parte como integrante del comité editorial– que el oeste de Argelia pertenecería al reino de Marruecos. Al referirse a la Argelia de 1830 como “una cosita” fácilmente colonizable, a diferencia del reino jerifiano (“un Estado”), Sansal provocó la ira no sólo de los dirigentes, sino también de una gran parte de las élites, e incluso del resto de la población, como lo demuestran los llamados al linchamiento en las redes sociales, donde internautas desatados ignoraron el derecho de un escritor, además enfermo, a expresar su opinión, por provocadora que sea.

Al declarar que Argelia “se deshonra”, el presidente Macron echó más leña al fuego. “Sansal no tiene nada que hacer en prisión, eso es evidente. El régimen argelino puede mostrarse sensible ante una presión discreta, pero se pone a la defensiva cuando esta se ejerce de forma pública y tan vehemente como ocurre en Francia. Está en juego su imagen y, por lo tanto, su autoridad ante su propia población”, afirmó un militante de derechos humanos que solicitó permanecer en el anonimato. Según él, “cada discurso de una figura de la extrema derecha o islamófoba a favor de Sansal y contra su país de origen empuja a las autoridades argelinas a mostrarse inflexibles”. De hecho, el escritor también es objeto de un proceso judicial por “inteligencia con una potencia extranjera”; claro está que esa potencia es Francia.

Los únicos canales de expresión relativamente libres en Argelia son las redes sociales. En ellas, varios usuarios se han burlado a menudo del Parlamento Europeo por haber pedido la “liberación inmediata e incondicional” de Sansal. Son muchos los que, en Argel, ven la resolución adoptada el 23 de enero como el resultado de maniobras francesas. Las declaraciones beligerantes de Retailleau dificultan la tarea de los diplomáticos franceses que intentan, como pueden, calmar las aguas. Pero, sobre todo, estas declaraciones ofrecen al régimen argelino un renovado apoyo por parte de una población que sigue marcada por el Hirak. “En Argelia ya no hay prensa libre, está muerta desde la liquidación policial, y luego judicial, de Interface Médias y su emisora web, Radio M. Estamos en una caricatura del partido único, con una prensa que alaba al líder y arremete con todo contra los opositores, reales o imaginarios”, relató una periodista argelina que hoy se dedica a la enseñanza. “Pero descubro, atónita, que la prensa francesa puede parecerse inquietantemente a la nuestra, con discursos prefabricados que difunden publicaciones como Le Point o Valeurs Actuelles, en sintonía con los medios del universo Bolloré”.

La respuesta de la televisión argelina –que ahora dedica cinco minutos diarios a hablar de una Francia “en crisis” o “en decadencia”– resulta insignificante frente al bombardeo mediático antiargelino que no pasa desapercibido en un país donde los medios franceses todavía conservan una audiencia importante. Muchos argelinos consideran que Sansal no debería estar en prisión y que el régimen se equivoca al convertirlo en un mártir, pero –más que el temor a la represión– la carga de odio palpable en ciertos periódicos y medios audiovisuales franceses los disuade de expresarse. La insistencia de la prensa y del ministro del Interior francés en sostener que algunos supuestos influencers argelinos –seguidos más por curiosidad que por verdadera adhesión– podrían “desestabilizar” a Francia les parece igualmente absurda.

Como en los tiempos de la Cuarta República, Argelia vuelve a ser un problema para la política interna y la lucha de poder dentro de la derecha francesa, incluso entre los republicanos. Hay una guerra de liderazgo entre Retailleau y su rival Laurent Wauquiez. Todo esto también pone de manifiesto la posición incómoda del presidente Macron: su ministro se entromete en un terreno considerado “reservado” de la política exterior y amenaza con renunciar si sus llamados a tomar represalias “graduales” contra Argel siguen siendo ignorados. Estas circunstancias también evidencian el fracaso de Macron en el diálogo entre ambos países. Un verdadero diálogo de sordos: París cree haber hecho numerosas concesiones, como reconocer la responsabilidad de Francia en el asesinato de militantes nacionalistas argelinos, mientras que del lado argelino estiman que eso es insuficiente y vuelve a surgir en los medios estatales la exigencia de disculpas oficiales.

Lakhdar Benchiba, periodista. Traducción: Paulina Lapalma.

Actualización

La crisis de las relaciones diplomáticas franco-argelinas subió un nuevo escalón el 14 y 15 de abril, con la expulsión cruzada de 12 funcionarios de las legaciones de cada país. La justificación de Argel sería la detención de tres ciudadanos argelinos, uno de ellos funcionario consular, a los que la Justicia francesa acusa de haber participado, hace un año, en el secuestro en París del influencer disidente Amir Boukhors, conocido como Amir DZ. Al anunciar la medida espejo, París calificó el momento como de “deterioro brutal en nuestras relaciones bilaterales”. Para Argel, la culpa última recae en las presiones de la extrema derecha francesa (Efe, 16-4-2024), que querría torpedear los intentos de normalización que venían realizando ambas cancillerías.


  1. Ver Martine Bulard, “Cuando el Sur se afirma”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, octubre de 2023.