Durante siglos el ámbito de la gobernanza internacional de los bancos centrales estuvo reservado a los hombres. Recién hacia los años 1950 la situación comenzó a modificarse y desde hace unos 40 años se ha acelerado. Si bien todavía son minoría, cada vez más mujeres están al frente de instituciones financieras de peso. ¿Conducirá la revolución feminista a un cambio más general en la conducción pública de la economía?

La gestión de la moneda no es el menor de los sectores económicos durante mucho tiempo reservados a los hombres. Los dirigentes de las instituciones que hoy llamamos “bancos centrales” —a cargo no sólo de la emisión monetaria, sino también del financiamiento último del conjunto del sistema bancario y, sobre todo, de los Estados mismos— desde hace mucho tiempo pretenden ser los más sabios entre los sabios. La ciencia económica moderna incluso teorizó sobre la necesidad para el “banquero central” (individual o colectivo) de mostrarse en promedio más “conservador” que sus contemporáneos, dado que se trata de la estabilidad de los precios y de las condiciones macroeconómicas1.

Durante siglos los guardianes de la moneda fueron, en todos los casos, exclusivamente hombres. ¿Cuándo comenzó a cambiar esto? En 2013, el diario Der Standard atribuía a Austria esta primicia mundial, en oportunidad del fallecimiento de la austríaca Maria Schaumayer: “Se convirtió en la primera mujer en el mundo en dirigir un Banco Central el 1º de junio de 1990. Nacida en Graz el 7 de octubre de 1931, comenzó muy temprano a conquistar ámbitos tradicionalmente reservados a los hombres. En 1956 fue la primera mujer en formarse en Gestión en la Creditanstalt” (23 de enero de 2013).

Pioneras

En realidad, en 1950, es decir, 40 años antes que Maria Schaumayer, otra mujer, Greta Kuckhoff, asumió la dirección del Instituto de Emisión de la República Democrática Alemana (RDA) recientemente creada. Ocupó ese cargo durante ocho años. Así, la primera mujer en el mundo en dirigir un Banco Central no era ni banquera, ni liberal, ni austríaca, sino socióloga, comunista y alemana del Este.

Formada en parte en Estados Unidos, Kuckhoff fue ayudante del famoso sociólogo alemán Karl Mannheim previo a comprometerse en la lucha antinazi. Arrestada por la Gestapo en 1943, fue condenada a muerte, y luego a diez años de prisión al celebrarse un nuevo juicio. Tras su liberación por parte del Ejército Rojo en 1945, participó en la construcción del modelo de economía planificada en la zona de ocupación soviética, y luego se convirtió en vicepresidenta de la Comisión Económica de la RDA. Ejerció un mandato de diputada antes de acceder a la dirección del Banco de Estado, y luego prosiguió su carrera en las instancias internacionales de la RDA2. Así, esta “pionera entre las pioneras” disponía de capital político —poco común y valioso en el contexto de la posguerra en Alemania del Este— y de experiencia académica y tecnocrática. Estos recursos, tan diversificados como atípicos, y el singular contexto de la zona de ocupación soviética sin duda explican su nombramiento a la cabeza del Banco Central.

En 1955, una segunda mujer accedió a las responsabilidades: Vera Todorova Lukanova se instaló en el mando del Banco Nacional búlgaro durante cuatro años. Hija de un famoso revolucionario comunista, su familia desempeñó un rol determinante en su país hasta 1990 —por cierto, su sobrino sería el último primer ministro comunista—. Ella también disponía de experiencia internacional, esta vez en la Unión Soviética. Su familia había encontrado refugio allí en los años 1920, donde obtuvo un título en Finanzas en el Instituto Plekhanov y luego trabajó en la administración financiera soviética. Tras su regreso a Bulgaria en 1945, Vera Todorova trabajó en la planificación económica de varias instituciones cooperativas y luego en el Ministerio de Servicios Públicos.

A finales de los años 1960, otra mujer dirigió nuevamente el Banco de Estado de la RDA: esta vez, una intelectual comunista judía, Margarete Wittkowski. Ella también cursó estudios superiores en el extranjero —en Basilea, Suiza—, donde obtuvo su doctorado en Economía, y después, como Kuckhoff, se involucró en la resistencia antinazi, antes de refugiarse en Suiza y luego en Inglaterra. Cuando regresó a Alemania, dirigió la Oficina Central de Planificación del Ministerio de Planificación y, en 1952, presidió la Federación de Cooperativas de Consumo. Luego subió escalones en el seno de las estructuras de planificación alemanas del Este y del poder político, en particular en el seno del Comité Central del Partido Socialista Unificado y del Parlamento (Volkskammer).

RDA, Bulgaria, RDA: el podio evoca el de las competencias femeninas de natación o de atletismo de los años 1980. El motor de esos excepcionales recorridos femeninos consiste en una combinación de amplios estudios, experiencia internacional y habilidad técnico-administrativa en un contexto de renovación de las élites.

Aceleración

En 1985, otras dos personalidades escribieron su nombre en la corta historia de las banqueras centrales dirigentes: Chen Muhua, miembro de la fracción modernizadora del Partido Comunista chino, víctima de la Revolución Cultural, estuvo al frente del Banco Popular de China de 1985 a 1988, y luego, en Bolivia, Tamara Sánchez Peña, nombrada por un dirigente de izquierda, durante algunos meses, en el momento de la hiperinflación. Les siguió Pany Yathotou en Laos, en 1986. Así que las economías planificadas de Europa del Este y de Asia pueden proclamar una clara anterioridad respecto de los capitalismos occidentales, los cuales parecen considerar que la historia económica y financiera no existe por fuera de ellos.

Desde los años 1990 se observa una nítida aceleración. La llegada de mujeres a la cima de las instituciones se observa en diversas zonas geográficas, en diferentes contextos macroeconómicos: América Latina (Guatemala, Perú, Venezuela), Europa del Norte (Dinamarca, Finlandia) y del Este (Bielorrusia, Polonia, Rusia), Asia, África y Oceanía. El número de mujeres gobernadoras, subgobernadoras o miembros de los consejos de política monetaria no deja de aumentar. El último informe del Foro Oficial de Instituciones Monetarias y Financieras (Omfif, por su sigla en inglés) contabilizaba 30 gobernadoras en 2025, incluyendo los bancos centrales de los Estados estadounidenses3.

Las más famosas, sin duda, son Janet Yellen, en la Reserva Federal, devenida luego secretaria del Tesoro, y Christine Lagarde, en el Banco Central Europeo (BCE), y también Elvira Nabiullina, segunda gobernadora del Banco Central de Rusia (la primera ofició entre 1994 y 1995) y exasesora del presidente ruso Vladimir Putin. Cada una se impuso como figura pública y actora mayor del orden económico y político mundial, junto con la directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), la búlgara Kristalina Georgieva. [NdR: A las que habría que agregar a la expresidenta de Brasil Dilma Rousseff, presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, grupo de países nombrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica].

Feminismo financiero

Probablemente, Lagarde fue quien formuló más explícitamente una doctrina feminista aplicada a ese sector: “El universo de las finanzas mundiales está poblado de clones masculinos, en particular en las salas de operaciones de los mercados. Esto es un factor de riesgo, como sucede cada vez que una fracción idéntica de la población domina completamente un ámbito. Las mujeres están, me parece, más atentas a los riesgos. No gestionan sus carteras de activos como sus pares varones. Desgraciadamente, las finanzas siguen siendo un medio muy poco feminizado: sólo contamos con un dos por ciento de mujeres presidentas de bancos en el mundo y con un 20 por ciento de funcionarias dirigentes”4. El universo de los bancos centrales tiene una leve ventaja, con un 16 por ciento de gobernadoras en 2025, pero con un 30 por ciento en cargos de responsabilidad, según el Omfif.

En el seno del Banco Central Europeo (BCE), ese feminismo institucional se traduce en una variante del gender mainstreaming —o “enfoque integrado de la dimensión de género”—. A pesar de los discursos voluntaristas y de los sistemas destinados a promover a las mujeres en el seno del instituto de emisión europeo, el actual Consejo de Gobierno, compuesto por los gobernadores de los bancos centrales nacionales y los miembros del Directorio, sólo cuenta con dos mujeres sobre 26 miembros. Ambas están en el Directorio, nombrado por el Consejo Europeo.

A escala mundial, las gobernadoras nombradas entre 2000 y 2022, en su mayoría, lo fueron al término de ascensos internos, en lugar de recorridos políticos, administrativos o incluso universitarios5. Es una conclusión sin sorpresas, en tanto la economía académica alimentó una reputación de disciplina “tóxica” para las mujeres; la investigación de Alice H. Wu dedicada a las publicaciones de jóvenes economistas en los foros profesionales en 2017 corroboró desde entonces la banalidad de los discursos discriminatorios y sexistas6. Algunas regiones siguen al margen del movimiento de feminización relativo, en particular el mundo árabe-musulmán. No obstante, Brunéi, Kirguistán, Pakistán y Siria (solamente durante unos meses, de diciembre de 2024 a marzo de 2025) vivieron la experiencia.

Sin embargo, el singular caso de Túnez, donde la influencia de la política de emancipación de las mujeres llevada a cabo por Habib Burguiba al comienzo de los años 1960 sigue teniendo peso, merece que nos detengamos en él. Desde 2012, el Consejo de Administración del Banco Central de Túnez, que toma las principales decisiones monetarias y financieras, respeta una composición paritaria, una situación excepcional en el mundo, cuando los consejos de política monetaria representan la forma predominante de gobernanza. Desde 2018, Nadia Gamha es la vicegobernadora de aquel. Allí, el lugar de las mujeres en el seno de las élites se encuentra sostenido sobre todo por un profundo movimiento sociodemográfico, que se observa desde hace varios años en menor medida en otros países musulmanes7: las mujeres constituyen la gran mayoría de los estudiantes de Economía, así como en muchas otras disciplinas, y cada vez más profesoras de Economía realizan brillantes carreras en la cima de las instituciones académicas y político-administrativas. Por lo tanto, la escolarización masiva de las niñas hasta el doctorado comienza a producir efectos sobre el acceso a las funciones más calificadas de gobernanza de la economía, incluida la gestión de la moneda.

¿Qué efectos tiene sobre las políticas públicas? Una literatura econométrica por el momento poco concluyente pone el acento en el carácter más “conservador” de las mujeres gobernadoras en materia de estabilidad monetaria y financiera, que estaría vinculado a su relativa aversión a los riesgos, mencionada por Lagarde8. Otras investigaciones, surgidas particularmente del mundo de la gestión y popularizadas por el Omfif, insisten más bien en su apego a una mayor cooperación e inclusión social, con efectos importantes sobre la manera de gobernar y de animar a los equipos, a veces también en ciertas orientaciones humanistas más globales en materia de medioambiente, de inclusión financiera o de desigualdades sociales.

La necesidad de otros criterios

No obstante, desde una perspectiva más “interseccional”, ¿no deberíamos introducir en el seno de las instancias de gobernanza otros criterios de diversidad, sin duda más directamente predictivos, como el de las orientaciones monetarias y financieras o el del apego al bien común?9. Otros criterios podrían captar la atención, como la pluralidad de enfoques teóricos de la economía –aun cuando la corriente predominante estadounidense siempre se lleva la mejor parte en las nominaciones– o la variedad de orígenes y de trayectorias sociales y profesionales, al día de hoy circunscriptos a las élites político-económicas10. ¿Y por qué no la diversidad étnica, lingüística y cultural? Esos problemas sociales siguen siendo invisibles en el universo silencioso, masculino, burgués y muy americanizado de los bancos centrales y de las ciencias económicas mundiales.

¿Conducirá la revolución feminista a un cambio más general en la conducción pública de la economía, en un momento en el que los grandes parámetros del sistema mundial se alteran? Sin duda, la respuesta no debe buscarse en la cima de las instituciones monetarias.

Aykiz Dogan y Frédéric Lebaron, posdoctorando en la Universidad de Rouen y profesor de Sociología en la École Normale Supérieure Paris-Saclay, respectivamente. Traducción: Micaela Houston.


  1. Kenneth Rogoff, “The optimal degree of commitment to an intermediate monetary target”, The Quarterly Journal of Economics, Cambridge, Vol. 100, Nº 4, noviembre de 1985. 

  2. Joanne Sayner, Reframing Antifascism: Memory, Genre and the Life Writings of Greta Kuckhoff, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2013. 

  3. “Gender balance index 2025: Critical moment”, omfif.org

  4. En el documental Las mujeres de poder, de Harriet Shawcross y James Rogan, 2016. 

  5. Aykiz Dogan y Frédéric Lebaron, “Scientific trajectories of CB governors in the world”, Finance & Society, Cambridge University Press, Vol. 11 Nº 1, 2025. 

  6. Alice H. Wu, “Gender bias in rumors among professionals: An identity-based interpretation”, Review of Economics and Statistics, Vol. 102, Nº 5, Cambridge, 2020. 

  7. Youssef Courbage y Emmanuel Todd, Le Rendez-vous des civilisations, Seuil, París, 2007. 

  8. Andreas Kern, Bernhard Reinsberg y Davide Romelli, “Empowering women in Central Banking”, Journal of European Public Policy, 2024. 

  9. Louis-Philippe Rochon y Guillaume Vallet, “The institutions of the people, by the people and for the people? Addressing central banks’ power and social responsibility in a democracy”, PSL Quarterly Review, Roma, Vol. 75, Nº 301, junio de 2022. 

  10. Adrienne Roberts, “Financial crisis, financial firms… And financial feminism? The rise of ‘Transnational Business Feminism’ and the necessity of Marxist-feminist IPE”, Socialist Studies/Études Socialistes, Vol. 8, Nº 2, Victoria (Canadá), 2012.