Charlotte Beradt. Tinta Limón/LOM; Buenos Aires, 2025. 150 páginas, 890 pesos.
Antes de su exilio neoyorquino en 1940, Charlotte Beradt —periodista alemana de origen judío y militante comunista— ideó una forma singular de resistencia al nazismo que operaba como herramienta de diagnóstico político: un archivo clandestino de sueños de ciudadanos anónimos. ¿Qué paisajes oníricos habitan bajo los párpados de una época marcada a fuego por la violencia y el totalitarismo? El hallazgo central en esta obra, que George Steiner bautizó como un “clásico desconocido”, revela que allí donde el terror busca anular toda sensibilidad, los sueños emergen no sólo como memoria viva de lo histórico, sino también como “sismógrafos” que anticipan la catástrofe por venir. Pero estos no evocaban nostalgias infantiles ni heridas privadas, sino las de aquellos que vuelven palpable la humillación sistematizada, la burocracia como máquina de despersonalización, la estandarización que aniquila lo singular. En estas ensoñaciones no tenían cabida heroicidades ni justicieros: sólo el miedo en estado puro, la desconfianza metabolizada como rutina y, crucialmente, esa parálisis existencial ante un poder que había trascendido el control de lo público para invadir incluso el refugio nocturno de la subjetividad. Metodológicamente innovadores —registrados con precisión de etnógrafa, ocultos en falsos lomos de libros y evacuados del Reich en cientos de cartas—, estos relatos oníricos constituyen hoy testimonios psicopolíticos del efecto corrosivo que los regímenes autoritarios ejercen sobre las estructuras íntimas y colectivas de la mente.