Diseñado por el arquitecto británico Norman Foster en la década de 1990, el tragaluz natural se proyecta directamente sobre el hemiciclo del Bundestag [Parlamento] en Berlín. Una doble pasarela en forma helicoidal instalada en las paredes interiores de la cúpula permite que los visitantes tengan un control visual de la actividad de los diputados federales. Más arriba, una plataforma de observación ofrece una vista panorámica del poder político alemán: la Cancillería Federal, algunos ministerios y la Puerta de Brandeburgo, que se ha convertido no sólo en un lugar de celebraciones históricas y de eventos deportivos, sino también de manifestaciones tumultuosas.

La estructura busca simbolizar la voluntad de los legisladores que, en 1949 y bajo el influjo de las fuerzas de ocupación occidentales, sentaron las bases de la Ley Fundamental (Constitución) de la República Federal: fomentar el pluralismo de opiniones políticas y formar ciudadanos bien informados gracias a medios de comunicación públicos potentes y autónomos que, junto con los representantes electos, supervisarían de cerca la labor del gobierno.

“Es en el tercer piso del Bundestag donde se va a la pesca de reacciones por parte de los responsables políticos, de las direcciones de los grupos parlamentarios y de las declaraciones oficiales a la prensa”, explicó Alexandra Gubser, jefa de la oficina de la radiotelevisión suiza SRF en Berlín. Antes de irse a Berlín, Gubser había ocupado el mismo puesto en Francia: “En seis años en París, nunca pude entrevistar a un ministro cara a cara. Me decían a menudo que Suiza no era un país que generara mucho interés en términos de repercusión mediática”, recordó. En Berlín, “es otra la concepción que se tiene de la relación con los periodistas. Acá, el político tiene que rendir cuentas y lo acepta”, añadió, y mencionó que entrevistó a tres ministros en seis semanas.

A pocos pasos de la Cancillería [sede del Poder Ejecutivo] y del Bundestag, la casa de la Conferencia de Prensa Federal pone a disposición oficinas para los corresponsales alemanes y extranjeros, así como una sala de conferencias en la que miembros del Ejecutivo y expertos acuden cada semana para comunicarse con los periodistas. En la reciente primavera boreal, la formación del nuevo gobierno surgido de las elecciones anticipadas de febrero respetó el ritual de la coalición, del que sólo el canciller democristiano Konrad Adenauer se dispensó en 1957 gracias a una mayoría absoluta. Las conversaciones, que esta vez duraron unos tres meses, movilizaron a unos 200 o 300 negociadores y ratifican la revisión a la baja de las promesas de campaña para llegar a un contrato de gobierno. Cada peripecia alimenta a una prensa política en efervescencia. Con los ojos puestos en la Casa Konrad Adenauer, sede nacional de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, todas las siglas están en alemán) que acoge el tramo final de las conversaciones, los periodistas descubrieron la fumata blanca el 9 de abril. Este momento de recomposición permite apreciar el rol de los medios en la formación de la “opinión pública”, la especificidad del sistema federal y el peso de una historia que desconfía tanto de la excesiva personalización como del talento oratorio.

Cuatro días después, el domingo 13 de abril, el futuro canciller [jefe de gobierno] Friedrich Merz compartió con sus compatriotas su hoja de ruta y la decisión de abandonar el freno presupuestario, y concedió dos grandes entrevistas. La primera fue publicada en las páginas del Bams (Bild am Sonntag), la edición dominical del diario popular y conservador Bild Zeitung, nave insignia del grupo de prensa Axel Springer (ASV); y la segunda, que tuvo lugar en el marco de un intercambio de una hora y media con Caren Miosga –presentadora del principal programa político del país que llega a contar con audiencias de hasta cuatro millones y medio de telespectadores–, fue transmitida en la primera cadena de televisión nacional, Das Erste.

Las decisiones de Merz testimonian una cierta constancia en la manera de dirigirse a los alemanes, que coincide con la de Gerhard Schröder, su predecesor, 25 años antes. El ex jefe del Ejecutivo habría afirmado en 1999 que “para gobernar, me basta con Bild, Bams y la tele”. Esta fórmula poco democrática, muy comentada en la época, se correspondía bien con ese canciller vanidoso y popular que –a diferencia de Helmut Kohl, de Angela Merkel o de Olaf Scholz– nunca expresó mesura frente a la prensa.

El peso de lo público

A diferencia de Francia, cuya primera cadena fue privatizada en 1987 y donde los canales de información continua privados ganaron terreno con rapidez, el sector audiovisual alemán sigue siendo dominado por las cadenas públicas. Estas logran las mejores audiencias, estructuran el espacio del debate político y gozan de la confianza de dos tercios de las personas encuestadas1. La cadena generalista ZDF, fundada en 1963, domina el rating por delante del consorcio público de las nueve radiodifusoras regionales alemanas, ARD, que produce Das Erste, una señal también generalista cuyos programas provienen de cada una de las emisoras regionales. Además, el ARD supervisa 21 canales regionales y temáticos y 55 estaciones de radio. El canon financia el 90 por ciento de un presupuesto anual que acaba de superar la barrera de los diez mil millones de euros (frente a menos de cuatro para todo el sector audiovisual público francés).

En materia de información, el noticiero vespertino Tagesschau, en Das Erste, lidera el rating con una audiencia diaria promedio de diez millones de personas en la televisión lineal –modo de consumo tradicional que consiste en ver un programa en el momento de su difusión– y de más de seis millones en las redes sociales (4,35 millones de seguidores en Instagram). Por su parte, el sector privado de la información televisiva cuenta con dos grandes polos: ProSiebenSat.1 (controlado por MediaforEurope, el grupo del difunto Berlusconi) y RTL Television/n-tv (Bertelsmann). Su influencia sigue siendo limitada, al igual que su credibilidad, a tal punto que, durante la campaña, las dos grandes cadenas públicas acogieron seis de los nueve debates televisados.

En tanto escenarios centrales de la vida política, en los programas de entrevistas se puede ver desfilar a representantes electos y ministros, como el conducido por Markus Lanz (ZDF), el de Sandra Maischberger (Das Erste) o el programa Hart aber Fair (Duro pero justo, también en Das Erste). Bien difundidos en las redes sociales, donde cada frasecita se analiza minuciosamente, estos grandes encuentros juegan un papel decisivo en Alemania. Sea cual sea su formato, los productores insisten en su misión de proporcionar información “imparcial” al servicio de los ciudadanos. A tal punto que Das Erste ofrece algunos programas –incluido el noticiero televisivo– en “lenguaje simplificado”, un servicio introducido en 2024 tras constatar que “17 millones de adultos en Alemania tienen dificultades para comprender textos complejos”. Sin embargo, el tratamiento sesgado de ciertos temas (confinamiento durante la pandemia de covid, política exterior) ha hecho crecer una ola inédita de desconfianza que alcanza a un tercio de la población2. Aunque la composición de los paneles busca ser ecléctica y el tono, calmo, razonable y explicativo, los estudios muestran que dos tercios de los invitados son políticos o periodistas3. Además, estos dos grupos se reencuentran cada año en un evento social un poco kitsch pero muy popular: el baile de la prensa federal, donde ministros y figuras de los medios bailan hasta la madrugada al ritmo de la Big Band de la Bundeswehr [orquesta de jazz de las Fuerzas Armadas alemanas].

Muy poderosas en Alemania, las fundaciones públicas y privadas introducen con regularidad sus temas predilectos en el debate público y contribuyen a su manera a “formar la opinión pública”. La Fundación Bertelsmann refleja su enfoque empresarial en los sectores de la educación, la salud o la cultura; el Instituto Patronal de la Economía Alemana de Colonia (IW) opone sus análisis a los de la fundación sindical Hans-Böckler; el think tank [usina de pensamiento] ambiental Agora Energiewende apoyó a Los Verdes en el gobierno anterior. Asimismo, organizaciones del mismo tipo, asociadas a cada uno de los grandes partidos, intentan también captar la atención de los periodistas, pero estos últimos se muestran a menudo más sensibles a la pericia del Instituto de Investigación Económica de Múnich (Ifo, liberal) o del Instituto Alemán de Estudios Económicos de Berlín (DIW, menos ortodoxo). Cuando la coyuntura internacional tambalea, acuden a los institutos de investigación financiados con fondos públicos, como el Instituto Alemán de Política Internacional y de Seguridad (SWP) o la Sociedad Alemana de Política Exterior (DGAP). Finalmente, una galaxia de consejos federales de expertos “independientes”, llamados “sabios”, expone en los medios sus veredictos sobre la economía, el medio ambiente, la ética o las cuestiones sociales al momento de la publicación de informes anuales.

En este panorama, la sátira “institucional” ocupa un lugar destacado. Aquí sobresalen algunas revistas (como Titanic, fundada en 1979), y en especial dos grandes programas satírico-informativos que están entre los mejores. El ZDF Magazin Royale, conducido por Jan Böhmermann los viernes a las 23.00 en la segunda cadena pública (primera en términos de audiencia), pone a prueba regularmente los límites de la libertad de expresión sin cuestionar el marco político. Los reporteros del Heute Show, emitido media hora antes el mismo día y en la misma señal, rara vez se pierden un gran evento político. El presentador Oliver Welke y sus comediantes critican semana tras semana la Alemania de los puentes que se derrumban, de los costosos helicópteros de la Bundeswehr incapaces de despegar, la obsesión inquietante de Olaf Scholz por su maletín o incluso las mentiras electorales del “rey del rigor presupuestario” Friedrich Pinocho Merz, que en pocas semanas se convirtió en el “príncipe del gasto”.

Extrema derecha y redes sociales

Por lo tanto, la decisión de Friedrich Merz de expresarse en las cadenas del sector público no conlleva ningún significado particular. En cambio, la de privilegiar al muy conservador Bild Zeitung expresa una intención política. Primer diario nacional en términos de difusión con 6,37 millones de lectores en 2024, el tabloide se ha convertido desde 2015 en el portavoz extraoficial de los coléricos de la derecha dura4. Creado en 1952 por Axel Cäsar Springer, Bild defiende las potencias financieras y se presenta como el abogado de la gente común. Liberal, atlantista y proisraelí (como la mayoría de los periódicos alemanes), siempre ha defendido a los cancilleres conservadores y alimentado campañas de odio contra los militantes de izquierda. A partir de 2017, su jefe de redacción, Julian Reichelt, imprimió al periódico un giro aún más derechista, securitario y hostil con los inmigrantes, perspectiva que se extendió hasta 2021, cuando los comportamientos inapropiados con sus empleadas precipitaron su salida.

Reichelt compartía “una misma visión del mundo” con Matthias Döpfner, presidente y director general del grupo Axel Springer, que también controla el diario Die Welt. Partidario de la globalización, del “Occidente libre” –“al diablo los musulmanes intolerantes y todos los demás imbéciles”–, halcón de seguridad, fan decepcionado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. A la vez, Döpfner se dice “muy favorable al cambio climático”5 y muestra una gran proximidad con los ideólogos de Silicon Valley a través de su hijo, Moritz Döpfner, fundador de una sociedad de capital de riesgo con el apoyo financiero del multimillonario estadounidense de extrema derecha Peter Thiel.

Mediante esta entrevista inaugural concedida al Bild, Merz, representante de la alta burguesía conservadora y de los círculos empresariales, envió un guiño a la amplia fracción del electorado seducida por la derecha radical, que ahora cuenta con el 20 por ciento de los votos a nivel federal. La desviación de Bild no sólo refleja esta nueva relación de fuerzas políticas, sino que también acompaña la alineación de las técnicas, la temporalidad y la tonalidad periodísticas con las vigentes en las redes sociales. Estas constituyen –como en la mayoría de los países occidentales– una fuente de información diaria para un tercio de los alemanes. “Es un universo del que líderes políticos como Olaf Scholz y Friedrich Merz no entienden demasiado”, señaló Franka Müller, quien dirigió durante 17 años el servicio político de una gran agencia de prensa en Berlín. Este terreno está ocupado por los militantes de los partidos que cuentan con más jóvenes entre sus simpatizantes, como La Izquierda (Die Linke) y Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland o AfD, de ultraderecha). Las publicaciones surgidas de la galaxia de la extrema derecha paranoica6 disputan el predominio en la red con las plataformas de izquierda, como el sitio de información Correctiv, especializado en la investigación, o el canal de YouTube Jung & Naiv (Joven e ingenuo).

Durante la última campaña electoral, sumando todas las cuentas de TikTok, AfD superó a La Izquierda con 17,5 millones de reacciones de usuarios frente a 15,28 millones7. Por su parte, Los Verdes sólo contaron con 9,55 millones; el partido socialdemócrata con 8,77 millones, y la CDU/CSU (partido bávaro de los socialcristianos) con 8,05 millones. La Izquierda aprovechó ampliamente esta caja de resonancia: el encendido discurso de Heidi Reichinnek, jefa de su bloque parlamentario y una de las dos líderes de lista, contra Merz, el 29 de enero, tuvo más de 30 millones de reproducciones en las redes sociales, lo que, sin duda, contribuyó a que este partido, preocupado por no alcanzar el umbral del cinco por ciento, terminara obteniendo el 8,8 y lograra un resultado excepcional entre los jóvenes de 18 a 25 años. Siempre muy comentados, los efectos mal controlados de estos medios de comunicación sobre el debate público reflejan, sobre todo, la polarización social y política del electorado, que ellos mismos contribuyen a acentuar.

Thomas Schnee, periodista. Traducción: Paulina Lapalma.


  1. “Info-Monitor 2025. Die Medienanstalten”, Fakten + Impulse, enero de 2025. 

  2. Véase Fabian Scheidler, “Espoir et misère de la critique des médias en Allemagne”, Le Monde diplomatique, París, marzo de 2024. 

  3. Paulina Fröhlich y Johannes Hillje, “Die Talkshow-Gesellschaft. Repräsentation und Pluralismus inöffentlich-rechtlichen Polit-Talkshows”, Das Progressive Zentrum, Berlín, setiembre de 2020. 

  4. Véase Olivier Cyran, “‘Bild’ contre les cyclonudistes”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2015. 

  5. Citas tomadas de mensajes de correos electrónicos publicados por Die Zeit, Hamburgo, 12-4-2023. 

  6. Véase Boris Grésillon, “El sueño de una vida peligrosa”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, enero de 2025. 

  7. Rupert Sommer, “TikTok dominiert den deutschen Wahlkampf - und beflügelt Die Linke”, 21-2-2025.