Las perspectivas de la centroizquierda para las elecciones presidenciales del 16 de noviembre llevan varias encuestas sin ser buenas. El estudio realizado por Cadem apenas terminadas las internas del último domingo de junio no es la excepción. Aunque su flamante candidata definida, Jeannette Jara, subió tres puntos en intención de voto, su más posible rival en caso de que pase a la segunda vuelta del 14 de diciembre creció cinco. En efecto, el ultraderechista José Antonio Kast, que perdiera las presidenciales pasadas con Gabriel Boric, se sitúa en 24 por ciento. La diferencia con Jara, que marcó 16 puntos de intención de voto a noviembre, no es tanta, pero esta crece en la hipótesis de balotaje, en el que Kast, de enfrentarse con la postulante de izquierda, ganaría por 20 puntos1.
Los partidarios de Jara pueden refugiarse en la hipótesis de que la campaña todavía no ha comenzado y que la exministra de Trabajo ha demostrado ser capaz de saltar barreras partidarias que se pensaban infranqueables. Desde que se restauró la democracia en ese país, es la primera vez que una integrante del Partido Comunista logra postularse a la presidencia de la República con chances (la candidatura de Gladys Marín, en 1999, no tenía posibilidades ni siquiera remotas de aspirar a una victoria) y además liderando una alianza de izquierda que aspira a convocar también a sectores de centro.
“Es la mejor, pero nunca votaría a una comunista”. Esa opinión se podía escuchar a comienzos de año en algunos sectores de capas medias que habían dado su voto a Boric en su momento. También se palpaba en esas mismas conversaciones la decepción con el gobierno del exdirigente estudiantil. Los sondeos de opinión pública confirman esto último con una caída de otros dos puntos de la aprobación de su gestión a mediados de junio, según la misma encuestadora: 32 por ciento aprobaba a Boric y 61 por ciento lo desaprobaba, con muy pocas respuestas neutras.
Durante la campaña de estas primarias, la principal rival de Jara, la exministra del Interior Carolina Tohá, achacó al posible futuro gobierno de la candidata comunista los fracasos del pasado. “Donde ha gobernado en el mundo, los países se han estancado socialmente y ha cundido la pobreza”, dijo Tohá, de manera descontextualizada respecto del marco histórico que tuvieron esos episodios.
Quizá el comando electoral en el que más se festejó la victoria de Jara fue en el de Evelyn Matthei (Chile Vamos, alianza de derecha), ya que esto le permitirá enfocar su campaña en seducir al prefijo “centro” de la centroizquierda. Integrante de la coalición oficialista del segundo gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022), Matthei carga en su interior con el peso de la Unión Demócrata Independiente, considerada por muchos como heredera de algunas políticas del pinochetismo reñidas con los derechos humanos, en especial por la defensa que el liderazgo de ese sector realizara de la controvertida Colonia Dignidad2. Pese a eso, Matthei tiene más esperanzas ahora que si hubiera ganado Tohá, ya que puede movilizar el “Jara tal vez, pero su partido no”.
La “defensa” de la exministra de Trabajo es que ella no gobernará para su sector, sino desde una coalición de izquierda con aspiraciones de centroizquierda y para todos los chilenos. Incluso en su propaganda hacia las internas cultivó un perfil contemporizador, que parecía más pensado para “el día después” que para arrastrar la radicalidad del descontento con el gobierno de Boric (ver la franja electoral de Jara en YouTube). Eso también se vio en las declaraciones posteriores a su victoria (“las diferencias [internas] no son un problema sino una oportunidad”, Cooperativa.cl, 30-6-2025), aunque en el debate del 22 de junio había deslizado asperezas respecto del estilo de Tohá, percibido por los sectores que apoyan a Jara como autocomplaciente y “estirado”. Es posible que ahí deba buscarse el origen del énfasis de la campaña de Tohá, que buscó desacartonarla en un excelente spot dirigido al público joven más comprometido con posturas de izquierda. Ahí la presentó como una luchadora por la democracia heredera de una tradición familiar allendista. No fue suficiente en esta ocasión.
La ajada carta del anticomunismo, que no dio resultados en la interna, podría ser útil ante el electorado completo. El comando de Jara puede, una vez más, ampararse en algunos hilos de luz (Boric también generaba temores y se impuso a Kast en la elección pasada), pero está por verse si logra iluminar su camino a La Moneda en un contexto diferente. Cuando ganó Boric todavía no se había extendido la ola de ultraderecha que ha llevado a la presidencia de Argentina a Javier Milei y a su segundo mandato en Estados Unidos a Donald Trump. Es verdad que Trump ya había ganado una vez (2017) y que Jair Bolsonaro estaba en ese momento en la presidencia de Brasil, pero la sensación de una radicalidad de derecha sin tapujos todavía no se había precipitado. En esto también las mediciones de Cadem le dan ánimo a Kast: el líder extranjero mejor evaluado por los chilenos es Nayib Bukele, presidente de El Salvador, caracterizado por su poco apego democrático, con 77 por ciento de simpatía.
Precisamente la seguridad, punto alto de la imagen internacional de Bukele, es el acento del programa de Kast. El 19 de mayo presentó el que llamó Plan Implacable, que contiene medidas clásicas de la ultraderecha (aumento de penas y ampliación de la legítima defensa), incluye a los militares en la “recuperación de zonas tomadas” por el crimen organizado y coloca en el centro otras más simbólicas, como la prohibición de los “narcofunerales”3. Este tipo de “despedidas” han llevado a saqueos y a apología del delito, lo que ha generado gran circulación de noticias en la prensa y en las redes sociales. La sensibilidad social ante el tema queda patente en las restricciones impulsadas por el gobierno de Boric, que comunicó su medida como una forma de “combatir la cultura narco” y “limitar estrictamente” eventos que son “altamente disruptivos y atemorizantes para las personas”4. Kast no se refiere a estas restricciones ya existentes cuando propone, como novedad, su prohibición.
En este espejarse en Bukele también hay un “aunque”: los chilenos evalúan de forma positiva a los presidentes de China (Xi Jinping, 56 por ciento), México (Claudia Sheinbaum, 47 por ciento), Uruguay (Yamandú Orsi, 44 por ciento, seis menos que en la medición anterior) y Brasil (Luiz Inácio Lula da Silva, 44 por ciento, cinco más que en la encuesta precedente). Todos ellos por encima de Javier Milei (42 por ciento, donde quizá pesa la rivalidad fronteriza), Donald Trump (36 por ciento, quien cayó cuatro puntos, probablemente por el fenómeno de los aranceles) y Benjamin Netanyahu (21 por ciento, muy influido por los episodios de Gaza en un país como Chile, donde existe una importante comunidad palestina).
Habrá que ver, en este semestre final del año, qué tanto pesan la hoz y el martillo en el plato de la balanza de los temores y cómo se equilibran con las virtudes de Jara para hablarle al ciudadano de a pie, su principal activo en las primarias. Por el momento, la candidata ganadora guardó sus banderas propias y llamó a la unidad desde una tribuna del triunfo que quiso compartir con sus rivales en la interna.
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Para todas las encuestas de Cadem mencionadas en este artículo, ver detalles metodológicos y resultados completos en su sitio web. ↩
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“Senador naranjo: la UDI avaló a la ex Colonia Dignidad”, El Mercurio edición on line, 14-3-2005. ↩
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Ver “José Antonio Kast presenta el ‘Plan implacable’ para devolverle la seguridad a los chilenos y el derecho a vivir sin miedo”, en la web de su partido. ↩
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“Ley que restringe los narcofunerales: 12 puntos que debes conocer”, gob.cl, 22-11-2024. ↩