Y ahora, Irán. Después de Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria y Yemen. Pronto será más fácil hacer la lista de los países y territorios de Medio Oriente que Israel no ha bombardeado en 2025. Para justificar su última ofensiva, Tel Aviv ha invocado, como de costumbre, su derecho a la “legítima defensa”. Como de costumbre también, los dirigentes occidentales han seguido la misma línea: “Afirmamos que Israel tiene derecho a defenderse y reiteramos nuestro apoyo a la seguridad de Israel”, reaccionaron los jefes de Estado y de gobierno del G71.
Sin embargo, los hechos no dejan lugar a dudas. Fue Israel el que, el 13 de junio, inició las hostilidades, de forma unilateral y sin previo aviso, atacando en especial zonas residenciales y matando civiles. Con el visto bueno de Washington, que llevaba en simultáneo negociaciones con Teherán. “Permitir que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, atacara Irán, justo en el momento en que emisarios estadounidenses entablaban negociaciones con Teherán, hace que la presidencia estadounidense sea tan poco confiable como Al Capone o Joaquín El Chapo Guzmán”, constata el periodista David Hearst2. Tel Aviv afirma haber actuado de manera preventiva, contra un ataque “inminente” que sólo el uso de la fuerza podía evitar. Pero “simplemente no hay manera de afirmar de forma plausible que Irán estaba a punto de atacar a Israel con una bomba nuclear que ni siquiera posee”, observa el jurista Marko Milanović3. Antes de recurrir a las armas, Israel disponía de numerosas opciones diplomáticas y jurídicas. Como último recurso, podía pedir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la autorización legal para emplear la fuerza. Por lo tanto, en el plano del derecho internacional su ofensiva del 13 de junio se parece a una agresión.
Al igual que los bombardeos estadounidenses del 21 de junio contra tres sitios nucleares iraníes. Netanyahu buscaba obtener que Estados Unidos entrara en guerra contra Irán desde hace casi 30 años. Lo consiguió finalmente del presidente que hizo campaña contra las “guerras sin fin” y que, tres días antes de ordenar su ataque ilegal, se quejaba de no haber obtenido el premio Nobel de la Paz. Cuando se trata de Medio Oriente, la cuestión de saber qué quiere Washington está cada vez más correlacionada con la de saber hasta dónde llegará Tel Aviv. “Dios bendiga a Medio Oriente, Dios bendiga a Israel y Dios bendiga a Estados Unidos”, concluyó Trump al anunciar su operación.
El comportamiento de la Unión Europea no es mucho mejor: el de un lacayo alineado detrás de una superpotencia mafiosa, alineada a su vez con un Estado colonialista. Europa no sólo se ha mostrado incapaz de condenar la flagrante violación del derecho internacional que pretende defender en otras partes, sino que la ha justificado retomando, por medio del canciller alemán, la retórica del “trabajo sucio” que Israel (y, por extensión, Estados Unidos) estaría llevando a cabo para toda la humanidad al atacar Irán.
Hace poco más de 20 años, Francia era ovacionada por la mayoría de la población mundial. Se oponía entonces –junto con Alemania, Bélgica, Grecia, Luxemburgo...– a una “guerra preventiva” ilegal desencadenada por Estados Unidos bajo el pretexto de una amenaza iraquí imaginaria. Con el actual presidente francés, Emmanuel Macron, esta voz independiente termina de esfumarse. Francia sigue con docilidad a las dos naciones autoritarias que han decidido doblegar Medio Oriente a su voluntad. Y aplastar con hambre y bombas a quien se interponga en su camino.
Benoît Bréville, director de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Redacción de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.
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Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido. Declaración conjunta del 17 de junio. ↩
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David Hearst, “By allowing Israel to bomb Iran, Trump is pushing Tehran to go nuclear”, middleeasteye.net, 15-6-2025. ↩
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Marko Milanović, “Is Israel’s use of force against Iran justified by self-defence?”, blog del European Journal of International Law, 13-6-2025. ↩