Estamos en Shankar Nagar, un barrio residencial de Nagpur, ciudad de poco más de tres millones de almas en el estado de Maharashtra, en el centro de India. Cada mañana, alrededor de las seis, antes de que los primeros rayos del sol hagan subir el termómetro, unas 20 personas se encuentran en el césped del parque Shivaji. Hay representantes de todas las generaciones: adolescentes, padres jóvenes, abuelos. Pero son sólo hombres. El tráfico todavía está tranquilo y el pequeño grupo, reunido para izar la bandera azafrán, puede escuchar a los pájaros cantando entre las ramas. La bandera es anaranjada, el color fetiche de los nacionalistas hindúes. Pertenece a la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), que se puede traducir como Asociación de Voluntarios Nacionales, una organización nacionalista hindú tentacular que teje su red en el subcontinente desde setiembre de 1925. Un siglo de existencia al servicio de una causa: la promoción de la supremacía hindú en un país donde esta confesión religiosa reúne al 80 por ciento de la población.

“¡Sangh daksh!” [¡Cuidado!], ordena un instructor. Ordenados en filas al pie de la bandera, los participantes se ponen la mano derecha sobre el corazón, con la palma hacia el suelo, e inclinan la cabeza hasta escuchar “¡Aaram!” [¡Descanso!]. Entonces puede empezar la sesión. Dura una hora: algunos minutos de calentamiento, después una caminata rápida, estiramientos, respiración, artes marciales, algunas posturas de yoga, diez minutos de enseñanza doctrinal... Y, finalmente, una oración. Se baja la bandera y cada cual se dirige a sus ocupaciones cotidianas.

El grupo de Shankar Nagar es una filial local de la RSS, una shakha. Existen en todos los barrios de Nagpur, al igual que en todas las zonas rurales y ciudades del país. Es imposible contabilizarlas: la organización hace un culto del secreto. No tiene registrado ningún estatuto, sus miembros no pagan cuotas de afiliación y no tienen un documento que acredite su pertenencia. En total, la asociación contaría con entre ocho y diez millones de adeptos, lo que la convertiría, si fuera posible verificar estas cifras, en la mayor organización no gubernamental (ONG) del planeta. Es una afirmación plausible en este país que en 2023 se convirtió en el más poblado del mundo, con más de 1.400 millones de habitantes, y en el cual las peregrinaciones hindúes atraen a multitudes que se cuentan en decenas de millones de personas.

Red tentacular

Repartidas en todo el territorio, las shakhas desarrollan sus múltiples ramas. Al igual que las del baniano, el árbol característico de la región, proyectan hacia todas las direcciones raíces aéreas que, al llegar al suelo, dan nacimiento a nuevos árboles. Esta cercanía les permite enviar equipos de cinco o seis voluntarios a hacer un “puerta a puerta” con el objetivo de identificar nuevos miembros. También les ofrece la forma de correr en ayuda de la población cuando se produce una catástrofe. “Los miembros de la RSS están formados para ayudar a su prójimo”, subraya el politólogo Balveer Arora, exrector de la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU) de Nueva Delhi. “Se consideran investidos de una misión de servicio a la comunidad y son los primeros en llegar en caso de accidentes ferroviarios, de terremotos o inundaciones... Al hacerlo, compensan las deficiencias de un Estado que rara vez está a la altura de sus deberes”.

Desde hace décadas, la organización demuestra una extraordinaria plasticidad ante los sucesivos regímenes y gobiernos que se suceden en India, incluido el Raj británico, con el que colaboró. “Es como si hubiera hecho suyo el best seller del estadounidense Dale Carnegie escrito en la década de 1930, How to Win Friends & Influence People [Cómo ganar amigos e influir sobre las personas], que vendió 30 millones de ejemplares en todo el mundo”, observa Arora. En cualquier caso, las shakhas siempre constituyen una formidable herramienta de proselitismo muy cercana al territorio, lo que les vale ser comparadas a veces con las células del Partido Comunista Chino o con las del Partido del Congreso de la dinastía Nehru-Gandhi en tiempos de su expansión. Con la diferencia de que estas formaciones políticas se imponían desde un inicio en tanto que tales. En el caso de los nacionalistas hindúes ocurre lo contrario, subraya Arora: “La RSS era inicialmente un movimiento sociocultural. Recién se dotó de un ala política en 1951, con la creación del Bharatiya Jana Sangh (BJS), el ‘Movimiento del Pueblo Indio’, que en 1980 daría paso al Bharatiya Janata Party (BJP), el Partido del Pueblo Indio, que llevó al poder a Narendra Modi en 2014”.

Para penetrar en la sociedad india en todas sus dimensiones –religiosa, educativa, social, cultural, humanitaria, política–, la nebulosa nacionalista se dotó a lo largo del tiempo de alrededor de 40 estructuras que forman el Sangh Parivar, “la familia de organizaciones”, bajo el paraguas de la RSS: asociaciones benéficas y de ayuda popular, sindicatos estudiantiles, agrícolas y laborales; congregaciones religiosas; clubes de promoción de la cultura y la literatura; editoriales; órganos de prensa... Dentro de las shakhas, esta realidad es palpable. “La RSS funciona como una franquicia sociocultural –nos explica Ramesh Mantri–. Irriga todos los ámbitos de la actividad: la educación, la salud, la industria, las finanzas, el deporte... Un joven obrero se puede encontrar junto con el director de una empresa. Todos somos iguales. Y todos estamos acá para aprender la sociabilidad tal como la concibe el Bhagavad-Gita”. Este hombre de 67 años, directivo de una empresa y experto en el comercio de lentejas y frutos secos, hace referencia al “Canto del bienaventurado” que constituye el núcleo del Mahabharata, el poema épico fundador del hinduismo que se cree que fue escrito entre los siglos V y II a. C. Lleva en la frente el tilak, una marca roja vertical, signo de devoción religiosa de algunos hindúes. Dentro de la RSS, no es más que un simple swayamsevak, un voluntario. Sus padres eran miembros de la organización, y ahora lo son sus dos hijos. “Seguramente sería otra persona si no hubiera frecuentado la RSS”.

Entre fines de junio y principios de julio se invita a los miembros de la RSS a honrar a los gurúes del hinduismo dejando un tributo a su shakha. “Se deja dinero en efectivo en un sobre que se deposita a los pies de la bandera azafrán. Cada uno dona según sus medios, desde 100 rupias [aproximadamente un euro] hasta un lakh [100.000 rupias, algo más de 1.000 euros]”, cuenta Mantri. Las donaciones, único recurso oficial de la asociación, se destinan a financiar la actividad de los pracharaks, los predicadores, 6.000 miembros permanentes que, después de hacer voto de celibato, trabajan a tiempo completo para la RSS. El actual jefe del gobierno indio, Narendra Modi, surgido de las filas de la organización, a la que entró a los ocho años, ocupó este cargo de predicador entre 1971 y 1987, tras haber sido un swayamsevak común y corriente durante 13 años.

Los pracharaks deben adoptar un tren de vida riguroso, sin ostentación. A menudo comen con familias que los alojan y pasan lo más valioso de su tiempo recorriendo el país para garantizar el buen funcionamiento de la organización. Las ofrendas les permiten cubrir sus gastos de desplazamiento. En las calles de Nagpur, ciudad donde fue fundada la RSS y donde residen sus dirigentes, presentar las cosas así despierta sonrisas: en este lugar, las idas y venidas de jets y helicópteros privados sobre la pista del aeropuerto alimentan constantemente rumores relativos al transporte de valijas procedentes de las grandes fortunas del país, que completarían con generosidad el presupuesto del movimiento.

Control de la educación

La ciudad, famosa en India por la producción de naranjas, ofrece además la ventaja de estar situada en el centro geográfico del país, casi equidistante de las cuatro metrópolis más grandes: Nueva Delhi, Bombay, Chennai y Calcuta. Es ahí donde el Banco Central almacena sus reservas de oro y donde se cruzan los principales ejes de rutas y vías férreas del subcontinente. Pero Nagpur es también la ciudad natal del fundador de la RSS, el médico brahmán Keshav Baliram Hedgewar (1889-1940), quien dotó a la ciudad de un campo de entrenamiento para jóvenes, siguiendo el modelo mussoliniano de las falanges fascistas. Concebida originalmente como una milicia identitaria hindú, la RSS enseña a los jóvenes el manejo del lathi, el bastón de bambú con el que hoy en día está equipada la policía india. Los jóvenes usan uniforme: camisa blanca, gorra negra y pantalones marrón oscuro, ya que los tradicionales bombachones caqui fueron eliminados en 2016.

La RSS encabeza la mayor red de establecimientos escolares del subcontinente. En un país en donde la mitad de la población tiene menos de 25 años, el uso de la pedagogía es la piedra angular del adoctrinamiento nacionalista. Según K. A. Badarinath, asesor del Ministerio de Información indio encargado de supervisar a los periodistas extranjeros que visitan India, la rama educativa de la RSS, la Vidya Bharati (el saber indio), gestiona 30.000 establecimientos escolares. Su número se habría más que duplicado en estos últimos diez años, lo que habría permitido desviar a unos siete millones de niños de la escuela pública hacia estos establecimientos. “Los Voluntarios de la Nación son muy poderosos en la enseñanza primaria y secundaria a través de las escuelas de la RSS, pero también dentro de la educación nacional –explica Arora–. Ocupan cada vez más puestos de profesores o directores de colegio e influyen en la elaboración de los programas pedagógicos”.

El resultado es que los pequeños indios creen que descienden de los arios, ya no escuchan hablar del período mongol de la India, se les explica que su país inventó la aviación, la cirugía estética e internet hace ya 5.000 años, ignoran la existencia del primer líder de la India independiente, Jawaharlal Nehru, maldito porque era socialista y laico, y cuyo nombre se borra sistemáticamente de las clases de historia... El mismo fenómeno se repite en la enseñanza superior. Por otra parte, es un miembro de la RSS quien dirige ahora el órgano de control de las universidades estatales, la University Grants Commission (UGC). “Desde que el BJP está en el poder, la Universidad Jawaharlal Nehru, bastión histórico del pensamiento liberal, fue completamente controlada”, concluye Arora.

Orígenes del supremacismo

La infiltración de los engranajes del Estado alcanzó una nueva dimensión en julio de 2024. Apenas reelegido para un tercer mandato de cinco años al frente de India –después de unas elecciones en las que perdió la mayoría absoluta en la Lok Sabha, la Cámara de Diputados–, el BJP abrió de par en par las puertas de la administración a los miembros de la RSS. Sin embargo, la personalización del poder y el narcisismo que caracterizan a Modi no son del agrado de la organización y sus tradiciones. En plena campaña, el jefe administrativo de la RSS desde 2009, Mohan Bhagwat, llegó incluso a criticar abiertamente “la arrogancia” del BJP1. La organización no movilizó a sus militantes de forma tan masiva como en elecciones anteriores.

Sin duda debilitado por sus malos resultados, Modi no se anduvo con rodeos: pocas semanas después de su reelección, suprimió por decreto la prohibición impuesta a los funcionarios de participar en las actividades de la RSS. Desde la época colonial, todos los candidatos a un puesto en la función pública eran sometidos a una verificación previa, en particular si se querían convertir en policías o jueces. Los miembros de la RSS quedaban automáticamente descartados debido a las tres prohibiciones a las que se vio sometida la organización a lo largo de su historia: en 1948, después del asesinato de Mahatma Gandhi perpetrado por uno de sus simpatizantes; en 1975, durante el estado de sitio decretado por la primera ministra Indira Gandhi; y en 1992, después de la destrucción de una mezquita por parte de hindúes furibundos en Ayodhya.

Tanto ayer como hoy, todos los dirigentes de la RSS tienen como referencia al ideólogo de extrema derecha Vinayak Damodar Savarkar (1883-1966), conocido por haber teorizado el supremacismo hindú. En un panfleto publicado en 1923, Fundamentos del Hindutva, popularizó la idea de la “hinduidad”, según la cual la nación india formaría una unidad con el hinduismo, concebido no como una religión ordinaria, sino como un ecosistema: un “arte de vivir” civilizatorio. “Esta visión está en absoluta contradicción con la Constitución de India y la organización federal que se deriva de ella, con una lógica territorial basada en criterios lingüísticos y, por lo tanto, implícitamente étnicos”, señala el investigador Eswaran Sridharan, director académico del Instituto de Estudios Avanzados de la India de la Universidad de Pensilvania, en Nueva Delhi. Savarkar presidía el Hindu Mahasabha, la Gran Asamblea Hindú, un partido nacionalista fundado en 1915 para contrarrestar las dos formaciones dominantes de entonces, la Liga Musulmana y el Partido del Congreso, que llevarían conjuntamente a India a la independencia.

Durante su visita a Marsella el 12 de febrero, para inaugurar las obras del reactor experimental de fusión nuclear ITER de Saint-Paul-lès-Durance, que India tiene previsto adquirir, Modi elogió públicamente la “valentía” del inspirador de la RSS, alegando que, en 1909, Savarkar habría llegado a nado al puerto de la ciudad marsellesa tras haber escapado del barco que lo devolvía a India después de su arresto en Londres2. Una anécdota calificada como “pura invención” por Arun Shourie, exministro del primer gobierno del BJP de India entre finales de los años 1990 y principios de los 2000, en un libro que denuncia los mitos construidos en torno al fundador del Hindu Mahasabha3.

Ya en noviembre de 2022, el gobierno de Modi aprovechó los preparativos de la cumbre del G20 que presidiría India al año siguiente para llevar a diplomáticos extranjeros a las islas indias de Andamán con el objetivo de visitar la antigua prisión colonial donde Savarkar había sido encarcelado entre 1911 y 1921. Ningún diplomático juzgó oportuno recordar entonces las posiciones de Savarkar sobre el supuesto “problema musulmán”, que los hindúes tenían que “resolver”, en su opinión, inspirándose en las prácticas nazis frente al “problema judío”.

Madhav Sadashivrao Golwalkar (1906-1973), promotor del ascenso de la “Hindu Rashtra”, la nación hindú, teorizó el proyecto que apunta a transformar un Estado laico en un Estado etnonacionalista. Sucesor de Hedgewar en la presidencia de la RSS, este hombre de pelo largo y barba tupida ocupó el cargo durante más de 30 años. Considerado como un semidiós, se destacó por sus elogios a Adolf Hitler. Además, contribuyó al éxito de la RSS al escribir dos obras de culto que todo miembro de la asociación debe leer: Nosotros, o la definición de nuestra nación (Bharat Publications, 1939) y Colección de pensamientos (Sahitya Sindhu Prakashana, 1966). Son dos obras que hacen blanco en sus tres bestias negras: los musulmanes, los cristianos y los comunistas. “Los no hindúes o bien deben adoptar la religión hindú, o bien se les debe permitir permanecer en el país pero en una situación de total subordinación a la nación hindú, sin reivindicar nada, sin merecer ningún privilegio, ni siquiera los derechos acordados a los ciudadanos”, adelantaba en la primera de esas obras.

En Nagpur, en el interior de los edificios sin encanto que albergan a la dirección de la RSS, cerca del gigantesco y polvoriento campo deportivo de Reshimbagh, al visitante se le ofrece otro discurso. Si se acerca hasta la gigantesca estatua del doctor Hedgewar, entiende que la organización es “inclusiva” y que recibe “con los brazos abiertos” a todas las personas de buena voluntad, “incluidos los musulmanes y cristianos”. Aunque no se ve a ninguna mujer por los alrededores, se hace alarde de la existencia de una rama femenina “paralela”, cuya sede se encuentra a un kilómetro en línea recta, en el barrio de Dhantoli. Sin embargo, el Rashtra Sevika Samiti (Comité Nacional de Mujeres Voluntarias), fundado en 1936, es infinitamente más modesto que su hermano mayor. Según el sitio web rssfacts.org, sólo contaría con 5.000 shakhas destinadas a defender los valores tradicionales de la familia, a través de la enseñanza de los textos védicos y las artes marciales.

El relato

“Los militantes de la RSS sobresalen en el uso del doble lenguaje”, nos explica el periodista Nilanjan Mukhopadhyay, autor de The RSS: Icons of the Indian Right (Tranquebar, 2019). “Juran no tener nada en contra de los musulmanes, mientras que el ministro del Interior, Amit Shah, que fue formado por la RSS al igual que Modi, se refiere a esos mismos musulmanes como ‘termitas’ de las que India debe deshacerse. Repiten que el gobierno actual distribuye ayudas a los más desfavorecidos sin discriminación alguna, pero nunca hablan de los derechos humanos que son permanentemente pisoteados por el régimen, en total contradicción con el artículo 14 de la Constitución, que garantiza a todos los ciudadanos la igualdad ante la ley”. Bhagwat puede declarar públicamente que la comunidad LGBTQ+ “tiene derecho a vivir como los demás”, mientras que los caciques de su asociación califican constantemente la homosexualidad como “enfermedad”4.

Para los ideólogos de la RSS, las cosas son simples, como explica Jyotirmaya Sharma, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Hyderabad, en una obra de referencia5: los hindúes forman una raza de origen ario y habitan una tierra que sólo pertenece a aquellos que consideran India como su patria (pitribhumi) y su tierra santa (punyabhumi), lo que es el caso de los hindúes, los jainistas, los sijs y los budistas, pero no de los musulmanes, los cristianos, los zoroastrianos o los judíos. En consecuencia, estas cuatro últimas confesiones son ajenas a India. “Vinayak Damodar Savarkar fue el primero en devolver la confianza en ellos mismos a los hindúes, en recordarles que el hinduismo no era un paganismo, contrariamente a lo que afirmaban los occidentales. Llevó tiempo. Incluso después de la independencia obtenida en 1947, los hindúes seguían avergonzándose de su religión. La RSS les permitió superar ese sentimiento y Narendra Modi, que llegó al poder en 2014, completó esta labor de restauración de nuestro amor propio”, explica con orgullo Vilas Kale, joyero en Nagpur.

Con 74 años de edad, esta personalidad destacada reside en una suntuosa villa situada en medio de un jardín tropical podado en líneas rectas. Él también asiste cada mañana al izamiento de la bandera de su shakha. Se unió a la RSS en su infancia, alentado por su padre y sus tíos. “Lo más interesante de lo que aprendí ahí es cultural. El principal objetivo de la organización es preservar el legado de nuestra civilización, los valores sobre los que se fundó nuestra sociedad. No se trata de decir que las divinidades hindúes sean superiores a las demás, sino de preguntarse por qué India fue sometida durante siglos a agresiones externas, a otras culturas, a otras religiones, y comprender dónde está el eslabón débil”. Es una alusión a la presencia musulmana en el subcontinente a partir del siglo VIII de nuestra era, presencia que duraría casi un milenio y daría lugar al Imperio mogol, a su vez sustituido por el Imperio de las Indias británico. “Fueron 1.200 años de esclavitud”, suele lanzar Modi cuando el trabajo de los historiadores establece asimilaciones cruzadas comprobadas entre hindúes y musulmanes en la Edad Media, el Renacimiento y en los inicios de los tiempos modernos.

Pero Kale se cuida mucho de mencionar el recrudecimiento de la violencia antimusulmana desde hace alrededor de diez años en los Estados de la unión india que están gobernados por el BJP, Uttar Pradesh, Madhya Pradesh, Uttarakhand... “El hinduismo y el fanatismo son antinómicos –asegura–. En esencia, los hindúes son pacíficos y laicos. Si bien algunos individuos atacan a otras religiones, sigue siendo excepcional”. Como prueba, agrega, India es uno de los pocos países del mundo que nunca desencadenaron una guerra. La RSS simplemente habría trabajado para “unir” a los hindúes, que llevaban demasiado tiempo “divididos”. Kale pone el dedo sobre la palanca de acción que terminó por convertir al movimiento en muy popular entre la clase media emergente y las masas desfavorecidas. Y que hizo entrar a su proyecto político en consonancia con las aspiraciones de la población.

Cuando el primer ministro Narendra Modi jura ante las multitudes que lo aclaman que el siglo XXI será “el siglo de India”, les dice a sus conciudadanos que está sanando lo que el escritor Vidiadhar Surajprasad Naipaul, premio Nobel de Literatura en 2001, denominaba “la civilización herida” (India: A Wounded Civilization, Nueva York, 1976). Pretende lavar la humillación sufrida por su pueblo bajo el yugo de los invasores y volver a darle el lugar que “merece”. “Debido a 12 siglos de ocupación extranjera, los hindúes hoy en día siguen alimentando la sensación de no controlar su soberanía. La idea de esclavitud, muy emocional, se suma al complejo de inferioridad que caracterizaba hasta un período muy reciente a los hindúes frente a los musulmanes, con fama de viriles, y frente a los occidentales, que los ven como subalternos”, analiza el politólogo Swapan Dasgupta, cercano a los círculos nacionalistas hindúes y exmiembro del Rajya Sabha, la cámara alta del Parlamento.

Cumplir este gran designio implica sin embargo hacer abstracción de las castas que estructuran y fracturan la sociedad india desde hace al menos tres milenios. Este sistema desigualitario, jerárquico y endogámico asigna a cada cual un lugar en la sociedad. Uno nace en una casta, se casa en una casta y respeta sus leyes. “Las divisiones consustanciales al hinduismo se perciben como un peligro interno contra el que hay que cerrar filas. De ahí el interés en designar un enemigo común en la persona del musulmán”, explica Hartosh Singh Bal, jefe de redacción de la sección política de la revista mensual The Caravan, uno de los últimos títulos independientes de la prensa india.

Para las castas altas, que consideran que el poder les corresponde por derecho, la progresiva politización de las castas bajas después de la independencia de India, mediante la denuncia del sistema que padecen, constituyó una amenaza a la que la RSS terminó por dar una respuesta oportuna. A partir de la década de 1990, el dispositivo de cuotas de empleo en la función pública o el Ejército y de escaños en las instituciones políticas se amplió a las castas bajas con la finalidad de no condenarlas a ejercer únicamente oficios penosos. Los estudiantes de las castas altas llegaron incluso a inmolarse con fuego para protestar contra la pérdida de oportunidades que el mecanismo les ocasionaba y, en general, contra este cuestionamiento del orden social.

La RSS, opuesta a la lógica de la discriminación positiva, se acopló a su lucha y dedicó mucha energía a desviar a los hindúes de la impugnación del sistema de castas. A lo largo de las sucesivas elecciones, el BJP se dedicó a ahogar el rencor de las castas bajas dentro de otra ira, dirigida ahora hacia los musulmanes. Por lo demás, el partido se opone a cualquier censo de castas (el último se remonta a 1931), por temor a que las castas bajas –y las categorías sociales oprimidas a tal punto que ni siquiera entran en la clasificación– descubran que representan más del 90 por ciento de la población.

Miedo y silencio

Por esa razón, la Asociación de Voluntarios de la Nación desplegó tantos esfuerzos en el caso de Ayodhya. La pequeña ciudad de la llanura del Ganges, presentada hoy, no sin paradojas, como “La Meca de los hindúes”, debía antiguamente su notoriedad a su mezquita construida en el siglo XVI por orden de Babur, primer emperador de la dinastía mogol. La RSS se había prometido, desde su creación, arrasarla y construir en su lugar un templo dedicado a Rama, alegando que la mezquita de Babur ocupaba el terreno donde habría nacido este soberano divinizado. Agiornado a los gustos del momento con fines políticos, el dios hindú acabó por ganar. En 1992, fanáticos afiliados al Vishva Hindu Parishad (VHP), el Consejo Hindú Mundial, la rama religiosa y caritativa del Sangh Parivar, demolieron la mezquita a pico y pala, lo que provocó motines religiosos mortales en todo India. En 2024, tras largas peripecias jurídicas, Modi inauguró en ese mismo lugar un templo en gloria a Rama. “Durante el último siglo, la RSS logró establecer un sistema político en el que todos los partidos terminan por rendirle lealtad por miedo a pasar por antihindúes –observa Singh Bal–. Es un signo de que la RSS transformó al país el hecho de que ninguna formación política se oponga ya a la construcción del templo de Ayodhya, así como tampoco ninguna propone restablecer el artículo 370, suprimido en 2019 por el gobierno de Modi, que concedía una forma de autonomía a Cachemira, el único estado de mayoría musulmana de India”.

La RSS también cambió. “Había sido fundada para reunir bajo una misma bandera a personas que no tenían, por entonces, nada mejor que hacer. Los padres estaban contentos de que una asociación ofreciera actividades a sus hijos. Hoy en día, con los teléfonos inteligentes, la gente ya no necesita buscar ocupaciones, lo cual supone un gran desafío para la RSS”, reconoce el politólogo Swapan Dasgupta. Sin embargo, la organización adoptó muy pronto los nuevos medios de comunicación e información. Cuenta con un ejército de “trolls” estimado en 10.000 personas que, en todo el país, agita en las redes sociales células de propaganda y de acoso en todas las lenguas del subcontinente.

En febrero de 2025, su dirección se instaló en una nueva sede en Nueva Delhi, signo de que le tomó el gusto al poder. El flamante edificio nuevo de 12 pisos se levanta en el barrio de Jhandewalan, a diez minutos en automóvil de Connaught Place, el corazón de la capital. Consumando un giro en la historia del movimiento, Nagpur quedó relegada. La RSS también mueve sus peones en el exterior para alinear con su causa a la diáspora india en 25 países, en particular en Estados Unidos y Reino Unido (6). En Francia, terminará hacia 2026 la construcción del primer templo hindú tradicional, algo nunca antes construido en Europa, en la localidad de Bussy-Saint-Georges, en Seine-et-Marne.

Guillaume Delacroix, enviado especial, periodista. Autor, en colaboración con Sophie Landrin, de Dans la tête de Narendra Modi, Actes Sud, 2024. Traducción: Merlina Massip.


  1. Deeptiman Tiwary, “Mohan Bhagwat: ‘True sevak is never arrogant... in polls, decorum was not kept’”, The Indian Express, Nueva Delhi, 11-6-2024. 

  2. “Modi Mentioned Savarkar’s ‘Courageous Escape’ In Marseille. Was It That?”, thewire.in, 13-2-2025. 

  3. The New Icon: Savarkar And The Facts, Penguin Viking, Nueva York, 2025. 

  4. Rupam Jain y Arpan Chaturvedi, “Leader of influential Hindu group backs LGBT rights in India”, reuters.com, 11-1-2023; “Doctors think homosexuality is a disorder; ‘cure’ them instead of legalising same-sex marriage: RSS body survey”, livenmint.com, 6-5-2023. 

  5. Jyotirmaya Sharma, Hindutva. Exploring the idea of hindu nationalism, Penguin Books, Nueva Delhi, 2003.