(1955-1974) y (1975-2001). Ingmar Bergman. Nórdica; Madrid, mayo de 2025. 464 y 580 páginas, 1.790 pesos cada tomo.
Lectura para fisgones espirituales, chusmas del alma (y de alma) ávidos por saber qué pasa puertas adentro en la cabeza y el corazón de su artista favorito. Así pueden definirse Cuaderno de trabajo I y II (Nórdica), los volúmenes que reúnen las notas personales que llevó entre 1955 y 2001 el cineasta sueco Ingmar Bergman (1918-2007). Se trata de textos que no fueron concebidos para ser publicados, y es eso lo que los vuelve atractivos. La posibilidad de ser testigos íntimos del proceso creativo de uno de los grandes genios de la narrativa cinematográfica, pero también contemplar de qué forma se van imbricando el hombre con el artista y la vida con la obra.
Estos cuadernos recogen, sobre todo, notas que Bergman tomaba durante la escritura de sus guiones para cine u obras teatrales, aunque a veces no sabía qué era cada cosa mientras se encontraban en pleno desarrollo. Pero también ofrecen ventanas a través de las cuales es posible atisbar sus estados de ánimo, sus ilusiones, miedos y decepciones, sueños y pesadillas, e incluso viñetas de lo cotidiano. Al principio, la mayor parte les corresponde a esas notas de trabajo, en tanto que lo íntimo se cuela como una sucesión de interrupciones que lo apartan de lo importante: la construcción de su obra.
A medida que el tiempo discurre, el balance se invierte. Como en “Nota al pie”, aquel cuento de Rodolfo Walsh en el que una nota al pie se va apoderando del relato hasta tomarlo por completo, cierta mirada introspectiva le va ganando terreno al trabajo a medida que el cineasta se desliza hacia la vejez. “Tengo que aprender a ser fuerte por mí mismo, sin apoyarme en nadie. Yo he dejado sola a mucha gente. Tengo la sensación de que debo comprender lo que es estar solo”, reflexiona al promediar sus notas. Ya en las últimas anotaciones, Bergman parece dialogar con sus fantasmas, y cualquier parecido con su obra no es mera coincidencia.