Desobedientes y recuperados. Dos caras de la herencia del terrorismo de Estado. Daniel Gatti. Fin de Siglo; Montevideo, mayo de 2025. 790 pesos, 173 páginas.

En el recorrido de los últimos 40 años de la democracia uruguaya emerge como uno de los tópicos más recurrentes: la construcción colectiva de su memoria y las particularidades de ese derrotero recién abrieron cauce a la investigación de los crímenes de lesa humanidad muchos años después de iniciada la transición. Aunque los testimonios eran conocidos y circulaban desde el comienzo de la dictadura en el exterior, en Uruguay hubo que esperar hasta bien entrados los años 1990 para que circularan libremente y para que el Estado comenzara a atender los reclamos de quienes sufrieron directamente la violencia del Estado.

La aceptación de que la historia de la dictadura debe ser una historia regional es relativamente reciente. No sólo por la existencia del Plan Cóndor, sino, y primeramente, porque en esos años el exilio uruguayo (económico, político y por otros motivos) se dirigió en términos mayoritarios hacia Argentina y en menor medida hacia Brasil, Chile, Bolivia, Paraguay y los demás países del Cóndor. Pero en todos ellos hubo exiliados políticos por los más diversos motivos.

En Desobedientes y recuperados. Dos caras de la herencia del terrorismo de Estado, Daniel Gatti construye una historia reciente, en clave regional, sobre todo uruguaya y argentina, de las infancias en ambas dictaduras: la uruguaya de 1973 a 1985, la argentina de 1976 a 1983. La reconstrucción de búsquedas y hallazgos resultó en un breve libro escrito a lo largo de seis años, desde 2019 a 2025, los mismos años en los que las Abuelas de Plaza de Mayo tuvieron que esperar para recuperar 11 nietos más. Porque Gatti empezó a escribir a partir del encuentro de la nieta 129, “sobre un total de 500” personas apropiadas y no adoptadas, por lo que tienen el derecho a la restitución de su identidad. Es un caso que no sólo tiene que ver con la historia regional, sino que suma a España, ya que allí reside la nieta 129 recuperada, con su hermano en el norte argentino y su padre –argentino– viviendo en Uruguay, a su retorno del exilio en España.

Esta segunda parte del libro viene después de un recorrido por las diferentes formas y los diferentes actores que se han implicado a lo largo de los años en la búsqueda de los desaparecidos y la identificación de los responsables. Está centrado en las víctimas de segunda generación, hijos de padres desaparecidos. Los nietos de las Abuelas argentinas y de los Familiares uruguayos.

Suma, además, la reconstrucción de las infancias en los años de la dictadura no sólo de las víctimas, sino también de los hijos de miembros de las Fuerzas Armadas uruguayas. Hay que leerlo porque permite conocer de primera mano, casi escuchando lo que tienen para decir aquellos niños que vivieron en el hogar de funcionarios militares. Testimonios hechos ante el autor o, en algunos casos, relatos de encuentros con víctimas están en la base de la primera parte del libro, en la que aquellos niños rememoran la infancia y el presente de sus familias –en su mayoría de integrantes subalternos de las Fuerzas Armadas–. Se conecta así con Infancias en dictadura. Sobre narrativas, arte y política, de Natalia Montealegre Alegría y Graciela Sapriza, que reúne varios trabajos surgidos de un conversatorio desarrollado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República en 2018. Este libro de Gatti agrega –y pone en primer plano– el periodismo como herramienta de construcción de memoria.