El andén del tren a Colonia está colapsado. Dos servicios cancelados amontonan a quienes esperan trepar a vagones que ya traen pasajeros agobiados por los retrasos. Las formas se mantienen prendidas con alfileres y todo ciclista –que tiene derecho a ocupar el lugar de cuatro asientos rebatibles– es mirado como un usurpador. Dos excursionistas con bicicleta de montaña deciden dejar pasar también ese servicio para no ser trozados por las miradas cortantes. Cuando al fin arriba la locomotora tirando del esperado convoy, se pone en marcha la pelea silenciosa por el espacio. Una hora más tarde, casi nadie tendrá ánimo para suspirar ante la catedral gótica que se recorta en el final de las vías dando forma a una de las terminales ferroviarias más escenográficas de Europa. Primero habrá que lograr salir de esa multitud enlatada con la que se compartió oxígeno y malhumor. El problema no es para los visitantes, sino para quienes cuentan con la puntualidad para conectar con otro tren o para entrar al trabajo. Pero ya casi nadie cuenta con eso.

Los tiempos en que los trenes alemanes eran parte de las metáforas sobre la exactitud están, definitivamente, enterrados en el pasado. No sólo los retrasos sino también las cancelaciones hacen que los deutsche bann amarguen los planes de sus pasajeros. Privatizados en 2008 a iniciativa de la entonces canciller Angela Merkel, han dejado de ser el orgullo nacional. En 2022 sólo el 62 por ciento se consideraban puntuales (aun tomando en cuenta el margen de tolerancia de seis minutos establecido por las autoridades reguladoras), mientras que en Suiza la puntualidad alcanzaba entre el 98 y el 99 por ciento. Las metas de eficiencia en torno al horario se han retrasado hasta 2036. “Deutsche Bahn (DB) se encuentra en medio de su mayor crisis en 30 años”, admitió en mayo su director ejecutivo, Richard Lutz1.

La caída en la calidad de los servicios se acompaña por un aumento en los niveles de pobreza. En Alemania, 12 millones de personas viven al margen de las ventajas de la mayor potencia económica europea. Y creciendo: en 2025 son 800.000 personas pobres más que un año antes. Las mujeres, como suele ocurrir, llevan la peor parte. Según Human Rights Watch, las cifras de Eurostat indican que cuatro de cada diez hogares monoparentales están “en riesgo de pobreza o exclusión social”2. Tan grande es el problema que la ciudad de Ulm ha intentado paliar la crisis instalando cápsulas callejeras para que vivan los más desamparados. De las 600.000 personas sin hogar de Alemania, hay 50.000 que no son alcanzadas por el sistema de refugios ni por ninguna alternativa: directamente viven en la calle.

¿Será la guerra?

Mientras que lo anterior sucedía en los andenes y en los parques de las principales ciudades alemanas, el jefe de gobierno, Friedrich Metz, anunció un nuevo paquete de 5.000 millones de dólares para Ucrania. El nuevo acuerdo con su par ucraniano, Volodímir Zelenski, firmado en Berlín, el 28 de mayo, estará centrado en la producción conjunta de armas.

Son apenas monedas si se compara con el monto que alcanzará el gasto alemán en Defensa en los próximos diez años, ahora que la coalición gobernante acordó con Los Verdes reformar el techo de deuda constitucional y llevarlo al uno por ciento del producto interno bruto (21 de marzo). Un impulso para una carrera que ya traía velocidad: en 2024 el aumento del rubro Defensa ya había sido del 23,2 por ciento3.

Metz, sin embargo, aseguró que este crecimiento no tocará el gasto social ni de eficiencia ecológica. Para lograr el apoyo de Los Verdes, comprometió 100.000 millones de euros para el campo ambiental.

La ecuación francesa parece más clara: bajar el gasto social para aumentar el militar. “Para ser libres hay que ser temidos”, dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, en un polémico razonamiento que bien podría ser suscrito por su par y archirrival europeo, el ruso Vladimir Putin. La década Macron –asumió la presidencia en 2017– implica duplicar el gasto de Defensa de Francia, que en 2027 llegará a los 64.000 millones de euros4. Para poder ajustar las cuentas, el plan incluye congelar las pensiones, reducir el número de funcionarios públicos y recortar el gasto social y sanitario5.

Detrás de la postal

Wolfgang Amadeus Mozart está en todas partes. En los bombones de mazapán, en las pinacotecas de los museos, en las placas que señalan los lugares históricos de su vida. El músico es la marca de Salzburgo. Los siete millones de personas que la visitan cada día llegan con una vaga idea hecha, en su mayor parte, de retazos de lugares comunes. Mozart corriendo por los pasillos de los palacios de sus mecenas como un niño que crece a destiempo. Mozart componiendo en las pausas de un juego de billar. Mozart siendo parasitado por el villano envidioso de Antonio Salieri. Mozart muriendo en la pobreza. Hollywood tiene parte de la culpa, es cierto. La exposición instalada en su casa natal se esfuerza por separar los falsos retratos idealizados de las imágenes más creíbles tomadas del natural. Sin embargo, al menos en el imaginario occidental, tendrá para siempre el aspecto algo atolondrado que le dio Miloš Forman en Amadeus (1984). Algo de la persona, sin embargo, parece que hay en el personaje. Sus deudas de juego, su mal manejo del dinero, y, dicho en voz muy baja, su mala relación con la ciudad que ahora lo endiosa en la estatuaria y los folletos turísticos. El reconocimiento más claro de esta apostasía del terruño está en el museo de las marionetas que las hordas de visitantes adultos pasan con paso rápido en el castillo de Salzburgo. Ahí está recreada la escena de su único regreso a la ciudad natal. Un carruaje, su hermosa esposa, el gesto de disgusto del compositor mirando hacia la pared. Al lado, otro diorama muestra la guerra de los campesinos, el mayor alzamiento popular europeo antes de la revolución francesa, ocurrido en 1525. Sí, hace 500 años. Pese al atractivo potencial del número hiperredondo, no hay bombos ni platillos a la vista para conmemorar el evento con actos oficiales. Los actuales territorios de Alemania, Austria, Suiza y parte de la República Checa vieron cómo los labradores se alzaban en armas contra los señores feudales. Unos 300.000 rebeldes, de los cuales la mitad fue asesinada por la represión desatada por la nobleza. Pero vaya si tembló la tierra. Sobre todo por la conexión que algunos de sus líderes hicieron con la reforma protestante, asociando clero y aristocracia en el club de los villanos con una radicalidad que espantó al mismo Martín Lutero. La falta de coordinación, programa común o estrategia militar aceleró su derrota.

Al salir del Museo de las Marionetas –nombre demasiado grandilocuente para ese hueco de seis metros cuadrados en un pasadizo del castillo–, casi todos aceleran el paso para visitar salas menos tenebrosas. Pocos se detienen ante un panel que debería inquietarlos más que esos muñecos sostenidos en un esqueleto de alambre.

Se titula Salzburgo más allá de la postal y requiere acercarse para ver de qué se trata. En apariencia es un mapa más de atractivos turísticos, pero si se abren unos pequeños postigos que lo salpican, se puede leer la realidad escondida de la ciudad. La infancia con necesidades básicas insatisfechas, la dificultad para el cuidado de los ancianos, el abismo entre las expectativas y la vida cotidiana. Según la Conferencia sobre la pobreza en Salzburgo, el 16,9 por ciento de los austríacos están en riesgo de pobreza significativo y el 3,7 por ciento se encuentra directamente en la miseria6. Cuando se le busca poner rostro al número, se detecta que “existe un mayor riesgo de desventaja social para los hogares monoparentales, las familias numerosas, los desempleados de larga duración, las personas de origen migrante y las personas poco cualificadas para el mercado de trabajo”. La ciudad de Mozart está bastante mejor que el resto del país (sus habitantes en riesgo de pobreza son el 10 por ciento), pero su sociedad civil intenta concientizar sobre esa realidad en medio del glamour de tanto palacio y príncipes arzobispos7.

Mirar atrás

Mozart también tiene su museo en Viena, capital imperial que cuenta con otros dos dedicados a Ludwig van Beethoven, el gran rebelde del Romanticismo. Si Beethoven tachó con furia la dedicatoria a Napoleón Bonaparte en su tercera sinfonía, la Heroica, por considerar que el flamante emperador había traicionado los ideales de la Revolución Francesa, qué no habría pensado el sordo cascarrabias si hubiera podido enterarse de las medidas de Macron. Más presupuesto militar y menos gasto social anunciados el mismísimo 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla en 1789.

La más evocadora de las antiguas viviendas del desmelenado compositor alemán es la que lo alojó en las afueras del trazado urbano vienés. Fue precisamente allí, en Heiligenstadt, que escribió la Heroica. Muy cerca, a tres paradas de ómnibus, queda otro museo. Está situado en la antigua lavandería comunitaria de un complejo de viviendas. Es el edificio más ancho de Europa. No el más alto, el más ancho. Tanto que para recorrer sus bloques de apartamentos el tranvía se detiene cuatro veces. Un conjunto de hogares de propiedad estatal que se alquilan a precios justos. Ecos de la llamada “Viena roja”. Así lo muestra el museo del Karl-Marx-Hof, expresión de un tiempo, los años 1920 y 1930, en el que Austria buscó construir su Estado de bienestar en contra de las tendencias militaristas que tensaban la cuerda en la dirección contraria. Ya se dijo desde estas mismas páginas: “De 1919 a febrero de 1934, los socialdemócratas gobernaron continuamente la ciudad. Viena la Roja se convirtió entonces en una verdadera vidriera de sus realizaciones a escala internacional. Estableció impuestos sobre el ‘lujo’, que permitieron particularmente financiar un amplio proyecto de construcciones de viviendas sociales, cuya concepción por parte del arquitecto Adolf Loos tendría una gran influencia sobre Le Corbusier”[^8].

Hoy Europa sigue forzando la imagen de sí misma. Tiene todo su pasado pesándole en los hombros. Las calles presionando sobre lo que todavía no sabe que le pesa, porque aún los comicios no terminan de cobrarles del todo la factura a los oficialismos. Sin embargo, el crecimiento de la extrema derecha en casi todos los países vuelve a capitalizar esos descontentos. Viejas capas de historia aparecen a la vista una vez que se va descascarando la pintura. Y no siempre son ruinas que despierten admiración.

  1. Jean-Numa Ducange, “Cuando Viena era roja”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, mayo de 2022.

  1. Sabine Kinkartz, “Trenes alemanes retrasan su meta de puntualidad hasta 2036”, Deutsche Welle, 16-7-2025. 

  2. Andrew Stroehlein, “Pobreza en la abundancia”, www.hrw.org, 24-3-2025. 

  3. BBC, 19-3-2025. 

  4. “Macron justifica un nuevo esfuerzo presupuestario en Defensa para dar ejemplo a sus socios”, EFE, 13-7-2025. 

  5. “Francia congelará pensiones, reducirá el empleo público y recortará el gasto social para atajar la deuda pública”, www.rtve.es, 15-7-2025. 

  6. Más datos en su sitio web

  7. Más datos en su sitio web