¿Nuevo “boom” como aquel que consagró a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, o cambio de foco? Europa mira cada vez con más atención a la narrativa latinoamericana escrita por mujeres, y varias protagonistas analizan el fenómeno. Desde miradas inquietantes a la maternidad hasta la relectura de mitos fundacionales como el de Martín Fierro.

En abril de 2024, la escritora argentina Selva Almada ingresó de forma destacada en la short list [lista corta] de candidatos al Premio Booker. Con la traducción al inglés de su novela No es un río (Random House, 2020), esta autora originaria de la provincia de Entre Ríos, fronteriza con Uruguay, se sumó a la “lista larga” de latinoamericanas que en los últimos seis años figuraron entre los finalistas de este prestigioso premio literario británico, hasta hace poco (mal) llamado Man Booker Prize. Una cuarta parte de las obras preseleccionadas para la edición de 2024 provenían de América del Sur.1

Aunque Almada finalmente perdió, su derrota significó una victoria, al abrirle las puertas de los mercados anglosajones, considerados los más dinámicos. En los últimos diez años, el Booker ha reconocido y popularizado a numerosas escritoras latinas traducidas a la lengua de Shakespeare. Entre las argentinas, además de Almada, se puede mencionar a Gabriela Cabezón Cámara, Ariana Harwicz, Claudia Piñeiro y Samanta Schweblin; entre las mexicanas, a Fernanda Melchor y Guadalupe Nettel; entre las peruanas, a Gabriela Wiener.

La literatura latinoamericana está en auge, y son las mujeres las que la están impulsando. Lo demuestran algunas adaptaciones cinematográficas –entre ellas, la de Matate amor (Mardulce, 2012), de Harwicz, dirigida por Lynne Ramsay en 2025–; la presencia en las plataformas de streaming –tal es el caso de Distancia de rescate, de Schweblin (Random House, 2015), exhibida en 2021, o de Temporada de huracanes, de Melchor (Random House, 2017), en 2023–; las elogiosas reseñas en la prensa internacional; las traducciones a decenas de idiomas...

Hay quienes se aventuran a trazar un paralelismo con el llamado “boom” latinoamericano de las décadas de 1960 y 1970, que vio la consagración en Occidente de autores como el argentino Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes. Asociado igualmente a este movimiento, el paraguayo Augusto Roa Bastos presentó una mirada crítica y lúcida a la vez sobre esa moda: “En esta sociedad de consumo en la cual vivimos los circuitos de consumo descubrieron que, así como se puede explotar una zona petrolífera rica, también se puede explotar una zona rica en escritores”.2

Tras décadas de relativa indiferencia, las editoriales de todo el mundo vuelven ahora a explotar la prosa latinoamericana de la misma manera que otros extraen oro negro. La comparación resulta aún más evidente porque, desde aquella época dorada, ninguna generación de autores de la región ha alcanzado semejante éxito. Sin negar esta herencia, las escritoras actuales insisten en un punto: no se está ante un nuevo “boom”. “Lo que está ocurriendo es un cambio de foco”, explica la ecuatoriana María Fernanda Ampuero. “Sucede como en el teatro. Hasta ahora, el foco estaba puesto en los escritores hombres. Las mujeres también estaban en escena, pero en la sombra. Para verlas, había que saber que estaban ahí, observarlas con atención. Nadie considera esto un fenómeno nuevo ni un producto de la industria editorial”.

Instalada en Barcelona y considerada una figura clave de la literatura universal del siglo XX, Carmen Balcells, fallecida en 2015, representó a seis premios Nobel, cuatro de ellos de origen latinoamericano (García Márquez, Vargas Llosa, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el chileno Pablo Neruda). La editora reveló al gran público autores de países que el viejo continente consideraba entonces “periféricos”. Trabajó simultáneamente por su desarrollo y por la profesionalización de la escritura. A lo largo de su vida, estableció y encarnó la figura del agente literario. “El ‘boom’ fue, ante todo, la invención de una mujer que eligió a escritores de gran talento y los puso a trabajar, con el éxito que conocemos”, confirma Cabezón Cámara. “Era un mundo muy machista, una época en la que la gente se negaba a ser operada por una cirujana o a subirse a un avión pilotado por una mujer. No estábamos preparados para escuchar la voz de una mujer”. Según el escritor argentino Enzo Maqueira, uno de los pocos representantes masculinos de su generación que se hizo un hueco en el nuevo ecosistema, “el ‘boom’ fueron tres o cuatro hombres, mucho talento, una enormidad de política y una buena dosis de marketing”. Y añadió: “El movimiento actual es mucho más auténtico y está más arraigado en nuestras sociedades”.

El éxito de las autoras latinoamericanas refleja la vitalidad de las reivindicaciones feministas en una región fuertemente marcada por la dominación masculina. Radicada en Alemania desde hace 11 años, Schweblin compara la situación en ambos continentes: “En Berlín, el feminismo está en todas partes, pero está de fiesta. ¡En América Latina está en guerra!”. Así como el “boom” fue parte de un ciclo político regional inaugurado por la revolución cubana, el impulso actual se enmarca en las movilizaciones feministas de los últimos años, de Buenos Aires a Quito, de Santiago de Chile a Bogotá.

Tiempo atrás, el retrato de América Latina lo pintaban hombres blancos, aventureros, a veces revolucionarios y a menudo mujeriegos. Ahora, los megáfonos de la región los lleva una multitud de actores, principalmente mujeres. Las nuevas embajadoras de la literatura latinoamericana relatan las formas que adopta la dominación sexista –discriminación, obstáculos al aborto, violencia, feminicidios–,3 a la vez que revelan las respuestas de las sociedades del subcontinente a estos problemas universales. Especialista en terror, uno de los géneros más en boga, la ecuatoriana Ampuero se vale de una atmósfera de suspenso para que los lectores se identifiquen con heroínas (niñas, jóvenes) sobre las que planea una amenaza masculina.4 Numerosas autoras se adentran en esta literatura de lo extraño que celebra el terror social y los aspectos fantásticos de la vida cotidiana, a la manera de las argentinas Mariana Enriquez, Schweblin y Harwicz, esta última radicada en Francia desde 2007.

Atrás quedaron los escritores prometeicos y sus relatos épicos; hoy la gran aventura se nutre de los tormentos de la vida cotidiana, los de las mujeres, para construir ficciones trepidantes. “La esfera personal es política. En la época del ‘boom’ existía el escritor total. Hoy es Annie Ernaux quien gana el Premio Nobel. ¡Es bien revelador!”, comenta Nettel. “En Francia, la identificación de los lectores y las lectoras pasa por estos temas de sociedad”, enfatiza Joachim Schnerf, escritor y editor de literatura extranjera en Grasset. “Hay temas que no se abordan mucho en la literatura de aquí. Pero, en mi opinión, más allá del centro de cada obra, la alteridad –y, por lo tanto, el interés en estas autoras– reside en la dimensión estrictamente literaria de su producción. Por ejemplo en la forma: la tradición del cuento perdura en América Latina, como se lo ve en Schweblin y Enriquez.5 Pocos autores franceses se dedican a este género”.

La idea de que la razón de su éxito residiría sobre todo en el tratamiento de temas específicamente femeninos suele irritar a las escritoras. “Hay, por supuesto, puntos en común entre nuestras obras, como en toda la literatura”, admite Ampuero. “¡Pero obsesionarse con buscar puntos en común por el hecho de pertenecer al género femenino es ofensivo! Las mujeres representan la mitad de la población, y siempre han escrito. En México, al menos desde la época de Sor Juana Inés de la Cruz”.6

“Son las lectoras las que han transformado el panorama del mercado editorial. En América Latina representan el 70 por ciento del total de lectores”, recuerda Schweblin, una de las escritoras argentinas más traducidas y mediatizadas. En Distancia de rescate lo fantástico absorbe la banalidad de la vida cotidiana: dos madres se ven sometidas, con pocos años de diferencia, a la misma experiencia que pone a prueba su amor maternal y su relación. El lector se sumerge en un universo extraño, pero al mismo tiempo muy real y envenenado. A Schweblin le sorprende que en cada entrevista le pregunten cómo puede escribir sobre la maternidad sin ser madre: “Es interesante observar hasta qué punto esto resulta perturbador”, explica. “Aunque no soy madre, he sido hija durante 46 años. Es una perspectiva diferente sobre la maternidad. ¡Nadie le preguntaría a un escritor de novela negra si sale a matar gente el fin de semana para poder escribir sobre asesinatos! La literatura es una cuestión de curiosidad. Escribir es ponerse en el lugar del otro”.

Si bien las autoras latinoamericanas sitúan la intimidad femenina en el centro de su obra, también arrojan luz sobre temas, y a veces también sobre mundos poco conocidos. “Hay algo en la periferia que nos da una libertad imposible de encontrar en el centro”, analiza Cabezón Cámara, autora de Las aventuras de la china Iron (Random House, 2017), una fábula que subvierte el mito nacional argentino del gaucho Martín Fierro.7 Su arma secreta es el idioma. Al entrelazar el guaraní con el español y el inglés, la escritora argentina abre un abanico de posibilidades. Imagina la emancipación de la china Iron, una niña india de 14 años, esposa de Fierro, que se enamora de una joven británica, Liz, y abandona a su marido gaucho. “Escribir en español argentino, experimentar con otras lenguas es ya una forma de liberarse del español dominante”, resume el editor Benoît Laureau, quien introdujo a la escritora en Francia.

En su novela Temporada de huracanes, Melchor explora la violencia que sufren las poblaciones marginadas en México; por ejemplo, la de jóvenes sumidos en el aburrimiento, la pobreza y la delincuencia, que se entregan a las drogas y a una sexualidad desenfrenada. La escritora colombiana Cristina Bendek, por su parte, retrata la vida cotidiana en una de las islas más densamente pobladas del Caribe, de donde es originaria: la de San Andrés. Lejos de los clichés turísticos, su novela Los cristales de la sal (Charco Press, 2018) narra la historia oculta del territorio y su población negra, los raizales. “Las autoras actuales son sensibles a otras formas de disidencia”, apunta.

Mientras que los autores del “boom” estaban subordinados a editoriales europeas, sobre todo españolas, ahora se ha desarrollado en toda la región un sector editorial independiente. Autoras y editoras se publican mutuamente, un fenómeno que fomenta el surgimiento continuo de nuevos talentos. El llamado de Roa Bastos a la emancipación ha sido escuchado: a diferencia de lo que vemos con el oro negro, las obras de las escritoras latinoamericanas se exportan sin que las poblaciones locales sean privadas de su riqueza literaria.

Fabien Palem, periodista. Traducción: Le Monde diplomatique, edición Uruguay.


  1. Madeleine Feeny, “Latin American authors on rise in International Booker prize lists”, The Guardian, Londres, 12-4-2024. 

  2. Citado en el segundo capítulo de la serie documental de Cecilia Priego Impriman la leyenda, Canal Encuentro, 2020. 

  3. Ver Laurène Daycard, “Féminicide, itinéraire d’un mot pour dire le crime”, Le Monde diplomatique, París, noviembre de 2024. 

  4. María Fernanda Ampuero, Pelea de gallos, Páginas de Espuma, Madrid, 2018. 

  5. Mariana Enriquez, Nuestra parte de noche, Anagrama, Madrid, 2019. 

  6. Escritora, poeta y dramaturga nacida en el siglo XVII en Nueva España, colonia que luego se convertiría en México. 

  7. Ver “Le gaucho de tous les Argentins”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2023.