Mientras Israel destruye la Franja de Gaza, más de uno sueña con que el gobierno chino retome el internacionalismo y el anticolonialismo de antaño para ponerle un freno a Tel Aviv. Pero eso pone en evidencia una falta de comprensión del papel que Pekín pretende desempeñar en la escena internacional en los próximos años.

Los paracaídas se acercan lentamente al suelo. La multitud se abalanza hacia los puntos de impacto, donde los contenedores de ayuda humanitaria finalmente alcanzan la tierra. Entre gritos de alegría, la persona que graba también se echa a correr hacia la profusión de bienes caídos del cielo… El pasado mayo, un video se propagó en internet como la pólvora. “Mientras la Unión Europea sigue mandando armas al gobierno sionista, China lanza paracaídas con comida y medicamentos en Gaza”, comenta un usuario de la plataforma X (10 de mayo). ¡Al fin Pekín acude en auxilio de los palestinos! Por desgracia, la información es falsa. Al descubrirlo, muchos observadores se vuelven a preguntar: ¿cómo es que China no hace nada?

Pero ¿se justifica esa acusación de inmovilismo? Tras la masacre del 7 de octubre de 2023, Tel Aviv exigió que se considere el ataque de Hamas como “terrorista”. Pekín se negó. El 22 de febrero de 2024, el asesor jurídico del Ministerio chino de Asuntos Exteriores, Ma Xinmin, tomó la palabra frente a la Corte Internacional de Justicia.1 “El conflicto palestino-israelí surgió a partir de la ocupación prolongada de los territorios palestinos –afirma, y luego procede a justificar la lucha armada–. En pos del derecho a la autodeterminación, que el pueblo palestino recurra a la fuerza para resistir la opresión extranjera y crear un Estado independiente es un derecho inalienable, firmemente arraigado en el derecho internacional”. Desde que empezaron las masacres del Ejército israelí en el enclave palestino, China apoyó todas las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas que exigían un alto el fuego. En julio de 2024, incluso auspició un acuerdo entre 14 facciones palestinas –incluidas Fatah y Hamas– que apuntaba a constituir un “gobierno de unidad” en Gaza al término del conflicto. Un año más tarde, Pekín participó en la cumbre internacional que el Grupo de La Haya (Sudáfrica, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, Malasia, Namibia y Senegal) organizó en Bogotá para “pasar de las palabras a la acción en lo que concierne a Gaza, y poner fin a la impunidad de la que goza Israel en la escena internacional”.2

La hora de oro del internacionalismo

Sí, pero... Al terminar el encuentro, Pekín no firmó el comunicado final que anunciaba medidas concretas, entre ellas el compromiso de “impedir el suministro o la transferencia de armas, municiones, combustible militar, equipo militar conexo y artículos de doble uso con destino a Israel”.3 Pese a sus grandes declaraciones, China sigue comerciando con Tel Aviv. Es el segundo socio económico de Israel, después de Estados Unidos, y su principal fuente de importaciones. Desde 2021, la operadora portuaria Shanghai International Port también controla una terminal automatizada de contenedores en Haifa. Con un peso semejante, el gigante asiático definitivamente podría permitirse influir más en el presente conflicto. Para Eli Friedman, profesor de la Universidad Cornell, esta actitud demuestra que “no existe un interés sincero y solidario por la liberación de Palestina”4 de parte de China. Sin embargo, esta interpretación no es suficiente para analizar la evolución de la postura china, que pasó del internacionalismo anticolonial de principios de la República Popular (1949) a la pasividad que se le reprocha hoy en día.

“Israel y Formosa [Taiwán] son las bases del imperialismo en Asia”, declaraba Mao Zedong en marzo de 1965 ante una delegación de la Organización para la Liberación de Palestina, que China fue el primer país no árabe en reconocer. “Crearon Israel para ustedes y Formosa para nosotros”.5 Cinco años antes, Estados Unidos había instalado misiles nucleares en la isla asiática. En esa época, China alentaba la lucha armada anticolonial, y Palestina se beneficiaba de ese apoyo.

Sin embargo, Pekín modificó su postura, como lo sugiere el encuentro entre el consejero de Seguridad Nacional estadounidense Henry Kissinger y el primer ministro chino Zhou Enlai en 1973. Este cara a cara, inimaginable una década antes, marcó un punto de inflexión: los antiguos enemigos se acercaron, movidos por su enemistad común hacia Moscú. Dos años antes, la Asamblea General de las Naciones Unidas había permitido que la República Popular China reemplazara en su seno a la “República de China” (Taiwán) y, en 1972, Richard Nixon fue el primer presidente estadounidense que viajó a Pekín. Para facilitar este acercamiento de las relaciones transpacíficas, China moderó su discurso antiimperialista. Aun así, no cambió su postura respecto de Israel: Pekín dijo que no establecería relaciones diplomáticas con Tel Aviv mientras dicho país “no haya devuelto el territorio que acaparó de manera violenta”, recalcó Zhou frente a Kissinger.6

Si bien suele decirse que con la llegada al poder de Deng Xiaoping en 1978 inició un período de ruptura, este quiebre no fue tan radical como algunos sugieren. “Cometimos errores izquierdistas –explicó el mandatario en 1988 respecto de la Revolución Cultural (1966-1976) y definió las nuevas prioridades del poder–: pasar de la lucha de clases a la productividad, del cierre a la apertura”. Desde ese momento, todo debía estar al servicio del crecimiento del país, incluidas las relaciones internacionales. Así y todo, en Medio Oriente prevaleció la continuidad: 1988 coincidió con la proclamación en Argel del Estado de Palestina, que Pekín no tardó en reconocer.

Nueva relación con Israel

Con el paso de los años, China se fue reinsertando en los foros internacionales de la mano de una defensa rigurosa de la Carta de las Naciones Unidas, en especial del principio de no injerencia. Como este principio difícilmente era compatible con el apoyo a las luchas armadas, la era de oro del internacionalismo chino llegó a su fin. Feliz coincidencia: esta postura contribuyó a que China se acercase al mundo capitalista en general y a Israel en particular. “Entre 1990 y 2000, las ventas de armas israelíes a Pekín alcanzan los 323.000 millones de dólares (298.000 millones de euros)”,7 señala la periodista Martine Bulard. Validada por la actitud de los países árabes, que se habían desentendido de la cuestión palestina, China dejó de lado su antisionismo y empezó a defender la solución de dos Estados. En enero de 1992 estableció relaciones diplomáticas con Israel.

He ahí los orígenes de la postura china en la víspera del 7 de octubre de 2023: una tradición propalestina, sin duda, pero que tuvo que adaptarse a las exigencias de la “apertura”. A medida que el conflicto se va transformando en genocidio, gana terreno una pregunta lacerante: si China no tiene reparos en denunciar el imperialismo estadounidense en el marco de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ¿por qué no se opone frontalmente al campo occidental para defender a los habitantes de Gaza?

“Ante todo, seguramente China tiene muy claro que, mientras critique a Washington por instrumentalizar el comercio en función de sus intereses, aplicar sanciones contra Israel para imponerle un cambio de conducta correspondería a un doble discurso difícil de justificar”, sugiere Bruno Guigue, profesor invitado en la Universidad Normal del Sur de China. En este contexto, China limita su acción a los Estados e individuos que se inmiscuyen en lo que considera sus asuntos internos: Taiwán, Sinkiang, Tíbet. “Oficialmente”, añade Guigue, insinuando que no se puede descartar que Pekín intervenga de maneras más discretas. El profesor menciona un artículo de la revista digital Tribune Juive, que cita a “una figura de alto nivel” en Tel Aviv: “Los chinos nos imponen una especie de sanción. No lo declaran oficialmente, pero demoran los envíos a Israel. Esgrimen distintas excusas y pretextos, como exigir a los proveedores chinos licencias para exportar a Israel que antes no existían”.8 ¿Presiones indirectas de Pekín a Tel Aviv o paranoia de los que afirman que Israel está “asediado”? La pregunta no tiene respuesta.

Por lo demás, “no está muy claro qué podría hacer China si los mismos países árabes no hacen nada”, prosigue un investigador chino que prefiere mantenerse en el anonimato. “Creemos que les corresponde a los pueblos de Medio Oriente ocuparse de Medio Oriente. [...] No necesitan ningún tipo de tutelaje externo”,9 sostenía el ministro de Asuntos Exteriores Wang Yi en enero de 2022. En aquel momento, Estados Unidos no mostraba interés en la región, y más de uno (incluso entre los progresistas) instó a Pekín a reforzar su influencia allí. “¡Washington no sueña con otra cosa!”, recalca Yin Gang, investigador del Instituto de Estudios sobre Asia Occidental y África de la Academia China de Ciencias Sociales. “Entre las élites estadounidenses, [...] hay una corriente que querría que China ocupara el lugar que dejó Estados Unidos en Medio Oriente. [...] Esperan que China cometa los mismos errores y que termine enredada en una situación inextricable, [...] porque eso la debilitaría. [...] China no va a caer en la trampa”. Por su parte, Oriana Skylar Mastro lamenta que Pekín “no crea en la intervención militar extranjera como herramienta de poder”. Mastro, que por muchos años fue responsable de la planificación estratégica del Pentágono, confiesa que intentó “arrastrar” a China a ese problema10 (por ejemplo, en Irán). Pero sin éxito.

Prioridades

Una intervención “iría en contra de los principios que [China] lleva tanto tiempo defendiendo”, recalca la investigadora Lin Jing, de la Universidad de Singapur. “Correría el riesgo de arruinar la imagen que cultivó con tanto cuidado: la de una potencia estable y no alineada que privilegia la cooperación económica y el desarrollo antes que la rivalidad geopolítica”. Aunque mantiene una actitud crítica ante las disfuncionalidades de las instituciones multilaterales, Pekín sigue pensando que “la resolución de conflictos le corresponde a las Naciones Unidas, no a las potencias hegemónicas de forma unilateral”.11 Ciertamente, pero podríamos objetar: ¿qué hacer cuando una potencia hegemónica –Estados Unidos, en este caso– pone trabas a las Naciones Unidas? Y ¿un genocidio puede considerarse un mero “conflicto”? Si los Estados violan el derecho internacional de manera semejante, ¿no sería esperable que se ponga en tela de juicio la validez de su propia soberanía? Quizá. Pero, desde el punto de vista de China, esa lógica podría volverse en su propia contra.

La locura homicida de Israel no es suficiente para que Pekín reordene sus prioridades, empezando por la más importante: la estabilidad interna. Preservarla implica no alimentar ningún debate interno, en un momento en que los partidarios de Palestina y los de Israel no dejan de agredirse en redes sociales. China también necesita asegurar el crecimiento económico, garantía de la paz social.12 Por eso se empeña en mantener las mejores relaciones comerciales posibles con Tel Aviv y con Washington, en el marco de negociaciones que tienen gran impacto en el comercio internacional. Seguramente eso también explica por qué ni las autoridades ni los medios oficiales chinos emplean nunca el término “genocidio”.

Renaud Lambert y Meriem Laribi, periodistas. Laribi es, además, autora de Ci-gît l’humanité. Gaza, le génocide et les médias (Éditions Critiques, 2025). Traducción: Agustina Chiappe.


  1. “Audience publique tenue le jeudi 22 février 2024, à 10 heures, au Palais de la paix, sous la présidence de M. Salam, président, sur les conséquences juridiques découlant des politiques et pratiques d’Israël dans le territoire palestinien occupé, y compris Jérusalem-Est”, Corte Internacional de Justicia, La Haya, 22-2-2024. 

  2. Stéphanie Maupas y Marie Delcas, “À Bogota, des pays du Sud global passent aux actes contre Israël”, Le Monde, 17-7-2025. 

  3. “Joint statement by the Hague Group on the conclusion of the emergency conference on Palestine at the Bogotá conference, in Bogotá, Republic of Colombia, from 15 to 16 July 2025”, comunicado de prensa, 16-7-2025. 

  4. Citado por Shireen Akram-Boshar, “China’s ties with Israel are hindering the Palestinian struggle for freedom”, truthout.org, 1-12-2024. 

  5. Citado por Zhang Sheng, “From global anti-imperialism to the Dandelion fighters: China’s solidarity with Palestine from 1950 to 2024”, mondoweiss.net, 30-3-2025. Algunos elementos de este breve recorrido histórico provienen de este artículo. 

  6. “Memorandum of conversation”, Office of the Historian, Washington, 18-2-1973. 

  7. Martine Bulard, “Les méandres de la stratégie chinoise”, Orient XXI, 26-2-2024. 

  8. “La Chine, nouvelle menace pour la sécurité d’Israël”, tribunejuive.info, 11-5-2024. 

  9. Yang Sheng y Zhang Changyue, “China will not fill the so-called power vacuum after US pullout; Mideast countries ‘should control own destiny’”, Global Times, Pekín, 16-1-2022. Todas las citas de este párrafo están extraídas de este artículo. 

  10. Citada por Arnaud Bertrand, “Is China helping Iran by not intervening?”, Substack, 18-6-2025. 

  11. Lin Jing, “No troops, no demands: China’s new appeal in a war-weary world”, thinkchina.sg, 9-7-2025. 

  12. Ver Renaud Lambert, “China, el pop y la estabilidad”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, mayo de 2025.