Iba a ser una historieta de aventuras. Al menos así fue promocionada la novela gráfica El tesoro del cisne negro. También traía un tema nuevo para el niño mimado de la última década de la historieta española, Paco Roca, un premiado autor que es querido sobre todo por el tono humano y sincero de sus obras. Las promesas se cumplieron, ya que Roca se despachó con una historieta que incluye narración histórica, aventura internacional, secuencias de acción y suspenso a lo Hollywood, thriller al estilo John Grisham y personajes creíbles como él sabe manejar. Pero hay algo más, ya que la trama es sobre el intento español de recuperar un tesoro hundido, que no obtuvo precisamente en su territorio.
Y, además, es una novela gráfica con guion del diplomático español Guillermo Corral, basada en un episodio real que conoció de primera mano. Este dato no es menor.
En la historieta, la ficticia compañía Ithaca da con un barco español hundido frente al estrecho de Gibraltar con una carga de cientos de miles de monedas de oro y plata. Ithaca las rescata y traslada a Estados Unidos para reclamarlas mediante un recurso legal, pero España reacciona y comienza un pleito internacional para recuperarlas. Los hechos son contados desde la experiencia de Álex Ventura, un joven funcionario de confianza del Ministro de Cultura que se ve metido en una intriga internacional digna del mejor thriller. El libro fue un best seller cuando se lanzó en España, en diciembre, ya que combina la aventura con un trasfondo real que afecta el orgullo nacional.
La cuestión de fondo es un poco más compleja. En 1802 España firmó una alianza con Francia para conservar sus posesiones americanas, cosa que molestó a Gran Bretaña. Temerosa ante una ofensiva británica, España dio la orden de llevar desde América “todos los caudales disponibles”. Salieron así del continente, embarcados en un convoy de cuatro fragatas, dos millones de monedas de oro y plata. El oro y la plata, sobra decirlo (aunque el libro no lo hace), no fueron entregados voluntariamente a los conquistadores. Lo cierto es que los barcos fueron cargados y repostaron en Montevideo para luego cruzar el océano, pero un día antes de llegar a España fueron atacados por fragatas inglesas. El resultado fue que uno de los barcos españoles, Nuestra Señora de las Mercedes, se hundió con su carga de monedas, y los otros tres fueron secuestrados con sus botines y marcharon a Inglaterra.
De modo que, en orden cronológico, primero vino el saqueo español de los metales americanos, luego el robo inglés de las 600.000 monedas (después de hundir la fragata Mercedes), y, ya en el siglo XXI, el golpe de los cazatesoros estadounidenses, que se robaron el botín hundido y mintieron a las autoridades para salirse con la suya. Finalmente llegó el turno de España de reclamar ante los tribunales internacionales ese tesoro que en verdad no era suyo, sino americano. En resumen, El tesoro del cisne negro es la historia de un Estado que reclama como propio el botín robado por sus antepasados, porque en el presente fue vuelto a robar por piratas modernos que no necesitaron recurrir a métodos tan sangrientos y abusivos como los empleados por los españoles durante el “encuentro de dos mundos”.
“El nuevo cómic del autor de Arrugas cuenta la historia del mayor expolio de la historia de España, el que cometieron los cazatesoros de Odyssey Marine Exploration en el pecio de la fragata Mercedes”, decía el diario ABC sobre el episodio real que inspiró el libro.
El País de España, por su parte, dijo que el caso “tiene todos los ingredientes de una novela clásica de aventuras: medio millón de monedas de plata y oro, piratas, batallas navales, relaciones internacionales, información confidencial... Así que es casi lógico que haya acabado siendo la base para una novela gráfica”. En ese mismo tono de celebración de la mezcla de aventura y reivindicación histórica de los derechos de España se expresó casi toda la prensa peninsular, e incluso el mismo Roca dijo a ABC que querían “crear debate” porque en estas cosas “lo peor que puedes hacer es un panfleto”.
Efectivamente, este es un relato que reúne todos los elementos de thriller mencionados, tanto que hasta Alejandro Amenábar va a convertirlo en una miniserie de dibujos animados producida por Movistar. Pero, aunque no lo quieran los autores, es un poco panfletario: los personajes cuestionan mil y un puntos sobre todo lo que va ocurriendo, se desmenuza la trama legal y la histórica y se ponen muchos argumentos sobre la mesa, aunque ni siquiera se insinúa la idea de que ese tesoro pertenece, en realidad, a América. Así que el debate que los autores buscan provocar se limita sólo a la discusión sobre las acciones siniestras de las empresas cazatesoros y a la reivindicación hecha por España: un debate que deja ese país del lado de los héroes débiles que se enfrentan a los malvados poderosos. Y la prensa española tomó esa idea a pie juntillas.
En cierto momento de la trama, la empresa Ithaca se asocia con el gobierno peruano para reclamar su derecho a las monedas. Es una jugada perversa que no se debe a la bondad de los estadounidenses, sino a un intento de presionar en el juicio. Los españoles lo refutan afirmando que Perú no existía como país en el momento en que el oro y la plata fueron extraídos. La pregunta, entonces, sería: ¿le pertenece a España, que no era más que un reino saqueador, y no la monarquía parlamentaria que es hoy? La novela gráfica afirma que sí, que le pertenece.
Si el reclamo peruano se hubiera reconocido, España habría quedado del lado de los malvados poderosos y Perú del lado de los héroes débiles. Pero, como se sabe, la historia la cuentan quienes pueden y, muchas veces, quienes ganan, y aquí los que pudieron hacerlo son un diplomático que asistió de cerca al pleito y un historietista prestigioso y best seller.
Vale reconocer que hay por lo menos cuatro libros de Roca que podrían entrar en una lista de imprescindibles de la historieta española del siglo XXI: Arrugas (2007), El invierno del dibujante (2010), Los surcos del azar (2013) y La casa (2016). En ellos ha tratado cuestiones casi autobiográficas, pero también la investigación y la recreación histórica, en forma apasionante, como un maestro de la narración secuencial.
Por su parte, Guillermo Corral no sólo es diplomático, sino que es autor de un libro de cuentos (Mientras crece el bosque, 2015) y de varios relatos publicados en revistas como Granta y otras. Corral quería hacer una historieta de aventuras al estilo de Tintín y Corto Maltés, pero Roca quería trabajar con no ficción. El resultado vale la pena desde el punto de vista de la historieta, de la aventura y de la humanización y credibilidad de los personajes, proeza muy destacable considerando que se basa en una trama diplomática y judicial narrada en más de 200 páginas. Y, además, se puede leer de un tirón porque es atrapante, aunque haya que tragar saliva cada vez que, para hablar de la propiedad del tesoro, se reflexiona, se argumenta y se esquiva la autocrítica histórica.
El tesoro del cisne negro. De Guillermo Corral y Paco Roca. Edita Astiberri. España, 2018. 216 páginas. Distribuye Origen.